miércoles, 28 de enero de 2009

155.

-¡Joder, Lucille aguanta!
[…]
-¡Eh, eh…! ¡Maldita sea, despierta! ¡Lucille!

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Tenía la sensación de estar flotando entre nubes o sobre algodón etéreo mientras me despertaba. Era la primera vez que dormía en una cama desde…Más de un año. Mis sueños se desvanecieron y abrí los ojos justo cuando los primeros rayos de luz se filtraban por la persiana. “¡Luz!” grité mentalmente. Me parecía maravilloso algo tan simple como la luz vista sobre la placa. La cama, el calor de un hogar, ropa limpia…Había olvidado lo que era eso.
A mi lado, aún dormida, estaba Lucille, desnuda entre las sábanas. Respiraba profundamente y su brazo derecho se elevaba ligeramente sobre su costado a cada respiración. Pasé un nudillo por la línea de su columna y ella sintió un escalofrío.
Dejé que durmiese un rato más y me levanté de la cama. Con un pijama de rayas azul y una camiseta interior de algodón, comencé a andar sobre la tarima. El piso era un loft, así que no había opción de pérdida, aunque fuese la primera vez que pisaba su casa. Con cuatro columnas de soporte, el salón estaba en el centro, con un sofá verde, una pequeña mesa de cáñamo con revistas apiladas y una televisión de treinta y dos pulgadas. La tela del sofá me gustaba, es de estas en las que te pasas horas dibujando con el dedo y luego estirándola de nuevo. Subiendo un escalón, a la derecha, estaba la cocina: Muebles de madera lacada en verde pistacho soportando una encimera de mármol en forma de L. Los electrodomésticos eran estrechos y no robaban espacio. En una esquina estaba el cuarto de baño, la única parte del piso que no tenía entarimado, sino cerámica esmaltada de color blanco. La forma de la esquina se había aprovechado para elevar dos mamparas de plástico que formaban la ducha; El lavabo y el váter se encontraban a los lados. Aquello me hizo gracia, por mucho que viva sólo no me imagino meando sin unas paredes que me envuelvan, por mucho que se diga que ir en pelotas por tu casa es lo mejor.
En el otro extremo había varias estanterías repletas de libros y un diván pegado a la ventana junto con una lámpara para cuando la luz de la calle ya no era suficiente. Un poco hacia la izquierda había otra estantería más, pero llena de discos y a su lado un potente aparato de música. No había mucho más en el piso, un par de plantas de interior y varios cuadros colgados de las paredes. La puerta de salida tenía un interruptor que llamaba a un ascensor; tú abrías tu puerta con la llave y luego bajabas en ascensor. Recuerdo que la noche anterior, en la que ambos habíamos bebido bastante vino en una cena austera pero maravillosa, el tema del ascensor me fascinó y no daba crédito cuando subíamos por él.
-Pero…Pero…-balbuceaba ya de madrugada- Es decir, ¿el ascensor para directamente en la perta de tu casa?
Lucille se rió bastante con mi cara de perplejidad.
Subí el escalón de la cocina y comencé a abrir los armarios uno por buscando una cafetera. No entendía por qué, pero estaba claro que ella vivía sola: un vaso, un plato, un par de cubiertos…No había mucho más. Como no encontré café, puse a calentar agua en una tetera y fui a lavarme la cara.
Entonces comenzó a sonar una canción y la reconocí al instante, no porque me encantase, sino por la ironía del título y de que sonase justamente en esa casa. No recuerdo al autor exactamente, pero era un blues llamado Help The Poor. Me pasé la toalla por la cara y me reí con disimulo.
Lucille, apagó la alarma del despertador y la canción se terminó.

-Buenos días-dije desde la cocina- ¿Puedo usar la ducha?

No creo que sea lo más bonito que se puede decir cuando tu chica se despierta, pero ella estaba dormida y yo de resaca…

-Has dormido aquí, no creo que pase nada si te duchas.

La tetera empezó a silbar así que la aparté del fuego.

-¿El té?
- Segunda puerta por la derecha.

Abrí la puerta y eché un vistazo.

-No está.

Ella se levantó. Se puso la ropa interior y una camisa que le llegaba casi hasta las rodillas. Vino hasta la cocina, abrió el segundo cajón, apartó de en medio un bote de azúcar y me señaló con el dedo.

-Ahí- Yo me hice el tonto y me rasqué la nuca- Todos sois iguales…A ver si aprendéis de nosotras, a veces no vendría mal que nos leyeseis el pensamiento.

Yo me callé, pero la próxima vez me llevaría la materia a las manos para no cagarla de nuevo.

-Vaya…-dije al agacharme y ver el interior del cajón.

Té verde, té rojo, té relajante, manzanilla, tila, melisa…Había infusiones de todo tipo. Abrí el tarro de té rojo, lo olí y eché dos cucharadas en una bolsita. Tapé la taza con un plato y me preparé para ducharme.
Abrí el grifo del agua caliente y dejé que me cayera por la cara un buen rato. Levanté las manos y me eché el pelo hacia atrás. “Es la segunda vez que me ducho en esta semana” pensé como record personal. Y empecé a pensar. Primero fue una cerveza, luego una segunda cita, después ropa nueva, una cena y su amor. Parecía todo tan idílico… ¿Y qué hacía yo? Aceptar todo y drogarme más. ¿De verdad la amaba yo a ella? No resolvería nada si leyese mis propios pensamientos con la materia.

-Dejaré la droga- murmuré bajo el gorgoteo del agua- Me lo tomaré como un reto, una prueba de que la amo.

Salí de la ducha con una nueva conciencia y me coloqué una toalla en la cintura. Lucille estaba de pie frente a la cama, con mi abrigo en una mano y cuatro bolsitas con polvo blanco en la otra.

-¿Qué significa esto?-dijo sin dirigirme la vista.

Había descubierto la coca.

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Esa noche auguraba ser la mejor de mi vida. Lucille me había invitado a cenar en un restaurante y eso era estupendo. Así que para estar al nivel de la situación, necesitaba un poco de “inspiración y locuacidad”. Me encontraba en las calles de Mercado Muro y era de día.
Tenía ropa nueva y eso me daba un placer tremendo. Unas deportivas blancas, unos pantalones de pana verdes, un jersey que me hacía parecer el doble de grande y una americana gris con coderas. Reconozco que a la moda no iba precisamente, pero para mi era lo de menos, ya no se me metía el viento por las zapatillas.
Otras veces el camello se situaba en puntos estratégicos, calles que conocían perfectamente sus compradores, pero ésta vez me dijo que no le quedaba nada. Yo le insistí y él me dio la dirección de un amigo suyo, Jack.
Así que allí estaba yo, entre los edificios semiderruidos de Mercado Muro. En la mayoría vivían inmigrantes hacinados o simplemente ocupas, menos la gente que se dedicaba al mundo de las “esencias espirituales” y usaba aquellos pisos como laboratorios.

Giré hacia la derecha en una calle estrecha y me dirigí al último portal de un alto y viejo edificio. A la que pasaba por el primero, salieron dos personas: una mujer rubia tremendamente guapa y un hombre alto de piel oscura. Ella parecía bastante cansada.
Entré en el edificio y subí por las deterioradas escaleras. Había un hueco en el centro con una oxidada malla de alambre, pero el consiguiente ascensor de madera reposaba abajo totalmente astillado. El camello estaba en el último piso, seguramente para que los vapores de sus experimentos no le matasen a él. Me detuve frente a la puerta, de barniz totalmente escamado y carcomida en el extremo inferior, y me llevé la mano al bolsillo.

“Joder, soy la hostia, estas pastillas se van a vender de puta madre. Eh, ¿He dicho que dejes de chupar?

Estuve a punto de irme, solo con oír aquello sabía que el tío no podía ser de fiar, pero un dolor palpitante en la cabeza pareció decirme en código morse que necesitaba droga.

“Joder con la zorra esta, cómo la chupa” “Y……… ¡Toma glaseado!”

Dejé de aferrar la materia. Creo que la pésima metáfora de aquél tío decía bastante de él, seguramente era camello desde los dieciséis…Y puede que putero también. Cojo la coca y me voy-pensé sin darme cuenta de que ya estaba llamando a la puerta.

-¿Quién es?-sonó al otro lado con voz ronca.
-Me llamo Matt-dije yo con voz alta. No tenía relación alguna con él, así que decidí no darle mi nombre real-Tu colega, Bob, me ha enviado aquí.
-Espera un momento.

Unos segundos y unos extraños ruidos después la puerta se abrió raspando el deteriorado entarimado. Si cabía la posibilidad, ese tal Jack parecía más vagabundo que yo en mis peores épocas. Llevaba un gorro de lana negro tapándole el grasiento y corto pelo, una barba de dos meses al menos y una gabardina que cubría un escuálido cuerpo. Definitivamente no encajaba con el típico camello negro y lleno de abalorios.

-¿Contraseña?-dijo mirándome con unos ojos vacíos y oscuros.
-Tú vienes con los brazos abiertos, te tropiezas y me comes toda la polla-recité de un tirón.

Se quedó en el umbral de la puerta, mirándome atentamente. “Como ese jodido Bob se haya querido reír de mí y me haya dado una contraseña falsa, me puedo dar por muerto” pensaba atemorizado. Unos instantes después rompió en una carcajada.

-Puto Bob, siempre con las mismas paridas. Pasa, soy Jack-me ofreció en tono paradójicamente amable.

El piso era lo que me esperaba: un pequeño ático con una cama para follar, un escritorio y un par de mesas llenas de fardos, jeringuillas, enchufes y cachivaches humeantes. El tío tenía hasta su propio laboratorio de metadona.

-¿Qué y cuánto?-dijo apoyándose en el escritorio.
- Cocaína, lo suficiente para una noche corta- Tampoco quería abusar, mas que nada, por lo mal que estaba mi economía.
-Espera un segundo, que no lo tengo preparado.
“¿Habré descubierto al primer camello que no es arrogante ni presumido?” pensé a cada cosa que decía Jack. Mi vida estaba rodeada de anti-estereotipos, Lucille, ahora ese tal Jack…Bueno, lo de la loca de los gatos sí es comprensible.
Me llevé las manos a los bolsillos y esperé a que acabase de medir los gramos y meterlos en bolsitas.
“Ayúdame”
¡Se me había olvidado que antes había escuchado a dos personas! Eché otro vistazo rápido por la casa y encontré el origen de esa súplica; tumbada en la cama, sin más que un tanga y la cara manchada de “glaseado”, había una joven en el umbral de la sobredosis. Sangraba por la nariz y había vomitado sobre las sábanas. Dejé de tocar la materia e intenté hacerme el despistado, pero ahora sabía que ella estaba a punto de morirse y a Jack no parecía preocuparle.

-Eh-me dijo el hombre al ver que observaba a la chica-Zoe es mía, es algo que no te interesa.

Esta vez su voz pareció más intimidante y su aspecto afable desapareció por completo, sabía que si seguía por ahí saldría mal parado. Pero Zoe seguía tirada en la cama y casi podía oírla balbucear un intento de “ayúdame”.
Jack dio un puñetazo a la mesa y me dijo con evidente furia:

-Mira Matt, si te digo que dejes de mirarla, lo haces ¿Vale? Son 120 guiles.

Yo obedecí y metí de nuevo las manos en los bolsillos.

“Una más y le reviento la cara” “Uh…Parec…que est…o…tien…inero”

Cada vez que metía la mano en el bolsillo para sacar los guiles podía oir lo que pensaba aquél tío y no me gustaba ni un pelo. Le di su dinero y añadí:

-Creo que la chica está mal, deberías llevarla a un hospital.
“¡Atomarporelculohostiaputaya! Un buen gancho y arreglado”-pude escucharle en su mente.

Pero yo estaba prevenido antes de que su cuerpo actuase y me eche hacia atrás. Su puño ascendió pegando al aire y yo aproveché para darle en la boca del estómago con todas mis fuerzas. Se dobló como un resorte y se llevó las manos al vientre con asquerosas arcadas. La verdad es que me sorprendí del efecto de mi puñetazo, pues no me creía tan fuerte, pero el caso es que funcionó. No sabía que hacer, era cuestión de segundos, así que cogí una probeta con agua destilada y la estrellé contra su cabeza. Definitivamente ese tal Jack debía estar hecho de papel o algo así, porque cayó redondo al instante. Me temblaban las manos y no pensaba con claridad. Debía salir de allí enseguida, pero la chica necesitaba mi ayuda.

-Si trafica, deberá tener un kit de primeros auxilios o algo parecido por si acaso-comencé a hablar sólo, consciente de que uno estaba inconsciente y la otra echándose una partida de cartas con la muerte en la frontera del limbo. Tuve que abrir cuatro cajones hasta encontrar lo que buscaba. En el primero encontré papeles con los compradores más habituales, en el segundo revistas porno y en el tercero uno de esos trozos de cuero donde se lleva lo necesario para meterse heroína. En el cuarto había un maletín con la cruz roja y cuatro ampollas de adrenalina.
Corrí al otro lado del ático, preparé una jeringuilla y me preparé para la brutalidad. Nunca lo he dicho, pero soy de esa gente a la que no le gusta las jeringuillas y el hecho de que una dosis de adrenalina va directa al corazón no me ayudaba mucho.

-Bien, por lo menos ya está desnuda-proseguí palpando el esternón con una mano. Si hubiese sido otra situación, seguramente me hubiese empalmado, porque la chica estaba tremenda, pero ahora mismo tenía el pulso a ciento veinte.
Intenté apuntar bien y clavé la aguja en su pecho. La joven dio un respingo y tan pronto le suministré el líquido, comenzó a reaccionar. Tampoco se si eso fue lo correcto, pero el caso es que se levantó por su propio pie, puso una cara de no entender lo que estaba pasando y se largó dando tumbos. Yo me encogí de hombros y decidí irme también.
Bajé las escaleras, recapacité, volví a subirlas y cogí otras dos bolsas más de cocaína.

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-Yief, no me habías dicho esto
Yo me sentía el hombre más abochornado de todo Midgar. Justo cuando todo parecía ir bien, la droga lo estaba volviendo a joder todo, aunque no fuese tomándola.
-Lucille, he decidido dejarlo-murmuré con dificultad. Tenía la sensación de estar tragando arena- Cuando acabé en la calle me sentía fatal y caí en ellas, pero ahora es diferente, te tengo a ti y dejaré todo lo que haga falta por estar contigo.

Viva el festival de la cursilería.

-Vale.
-¿Vale? ¿Ya está? ¿Te fías de mí así de fácil?
-Si dices que lo vas a dejar, te creo-dijo ella con una sonrisa de complicidad.
-No te mereces alguien como yo…-susurré bajando la cabeza- No soy más que un vagabundo yanqui.
-Mira Yief, se que eres de la familia Vanistroff y si acabaste en la ca…

En ese momento llamaron a la puerta, tres golpes con los nudillos.

“Tampoco quiero que las cosas se compliquen. Le diré que me devuelva la coca, le obligaré a que me pague el doble y me iré.”

Era él, era el camello Jack y me había seguido.
Los nudillos de Jack volvieron a golpear la puerta, esta vez cinco veces.

-Se que estás ahí, será mejor que me abras por las buenas.

Me dirigí a la puerta; si era verdad lo que decía, le devolvería la droga y el se marcharía. Me coloqué frente al marco, respiré hondo y giré el pomo.

-¡Buenos días!-dijo empujando la puerta en cuanto ésta estuvo abierta. No me dio tiempo a moverme y la esquina del marco me dio en la nariz-¡Ay, cuánto lo siento!-dijo con absurda ironía- Mira, yo soy un tío legal, tu hostia de ayer por esta de ahora, pero me tienes que dar la droga que robaste.

Yo me di media vuelta, me acerqué a la mesa del salón, cogí las cuatro bolsas y se las lancé. Ni siquiera me atrevía a mirar a Lucille…

-Buen chico, sabes lo que te conviene… ¿Pero qué coño? ¿Te estás quedando conmigo chico?

-¿A qué te refieres? No te entiendo- le dije yo, cosa que era cierta.
-¿Te pensabas que no me iba a dar cuenta de que esto es levadura? Al sillón.
-¿Qué?-no comprendía nada de lo que estaba pasando… ¿Levadura?
-¡Que te sientes en el puto sillón! ¿Quién es esa preciosidad, tu novia?
-No metas a Lucille en esto.
-Espera… ¿Lucille?-dijo con una gran carcajada- ¿has oído alguna vez lo de que el mundo es un pañuelo? Pues voy a llamar a Bob y nos vamos a reír todos juntos.

Entonces fue cuando sacó la pistola, una Hayter Cobra bastante deteriorada. Puede que el día anterior le pude tumbar de un puñetazo, pero la presencia de una pistola cambiaba mucho las cosas. Tiró las bolsitas al suelo y comenzó a rebuscar por toda la casa algo que yo ya intuía. Al no haber una cuerda a primera vista, cogió la sábana de la cama y la hizo jirones. Volvió al salón y, con la pistola siempre en alto, me dijo:

-Siéntate- señalando una silla de cáñamo cerca del sofá.- ¿Qué valoras más, tu vida o la de ella? Es para saber a quién apuntar y que no hagas tonterías.

Con un trozo de sábana hizo un nudo alrededor de mis muñecas. También hizo dos nudos en mis antebrazos, pegándolos al respaldo, al igual que mis piernas con las patas delanteras del asiento. Atarme parecía gustarle, como si fuese un juego o una especie de fetiche; Lucille permanecía en el sofá, totalmente rígida y con el rostro pálido.
De lo que no se dio cuenta Jack-el-camello, es que antes de atarme había agarrado la materia y ahora estaba en mi puño.

-Voy a hacer una llamada, no hagáis ninguna tontería o cuando vuelva comenzaré a malgastar plomo.
Con total confianza, se adentró en el ascensor y dejó la puerta entreabierta. A los pocos segundos se pudo oír un apocopado murmullo, signo de que estaba hablando con Bob, su compañero de trabajo y también conocido mío.

-Lucille… ¿Tienes algún arma?-dije con un susurro casi imperceptible.
-¿Estás loco?-dijo ella mirándome fijamente. Esa mirada era la peor que me había echado nunca, pero al ver que no yo no respondía, añadió-Sí.
-Ve y cógela.


Fue con sigilo hasta el pequeño mueble y cogió la pistola que guardaba bajo un libro, una Aegis Cort. Volvió corriendo intentando hacer el mínimo ruido posible y la metió tras un cojín. Yo no quería asustarla más, pero lo que podía escuchar gracias a la materia me estaba volviendo loco. Cosas como “Ven, está aquí una amiga tuya” o “Venga, vale, te la puedes follar antes” me estaban poniendo los pelos de punta. De Lucille solamente podía oír una y otra vez “Que no sea él, que no sea él…”

-Bien, Bob vendrá en unos minutos- Dijo Jack mientras entraba de nuevo en el piso y se guardaba el PHS en un bolsillo de la gabardina-¿Qué hacemos mientras?

Sacó una pitillera, un zippo y empezó a fumar un fino purito de vainilla. Comenzó a pasearse en un intento de elegancia intimidante. Creo que ese tipo había visto demasiadas películas de gángsteres…

-¡Oh, vaya, si me habéis preparado té! ¡Qué detalle! ¿Tienes algo de música por ahí?

Sin necesidad de respuesta, se acercó al aparato de música y comenzó a mirar discos. Una de dos, o entendía de estilos musicales o intentaba hacerse el listillo, porque a cada disco murmuraba algo sobre la voz del cantante o la profesionalidad del guitarrista.

-Me gusta la colección, pero le falta algo de rock añejo…-Dijo poniendo una lenta balada con voz femenina-¿Vosotros me entendéis no?

Cinco, diez minutos. Yo seguía atado y todo intento de deshacerme de los nudos era inútil, mientras Jack se bebía mi té y tarareaba las canciones. Cuando al fin sonó de nuevo la madera barnizada de la puerta, el pulso se me aceleró sobremanera.

-Hombre, ya era hora.
-Lo siento, había un atasco de tres pares de cojones-dijo Bob quitándose un gorro de lana. Lucille dio un grito ahogado y él la miró- ¡Serás hija de puta!
-Tranquilo Bob, cálmate, ella va más tarde-dijo su amigo viendo el colérico rostro de Bob-Primero va el chico. ¿Tú te crees que le vendo coca a buen precio, se mete donde no le llaman, me noquea, me roba droga y cuando vengo a pedir lo que es mío me intenta dar el cambiazo?
-¿Quién, éste?-dijo señalándome- pero si la última vez que le vendí algo vivía entre cartones.
-Pues parece que se ha beneficiado de Lucille y me ha intentado pasar la coca que me vendiste tú por levadura.
-¿Qué coca?
-Esa de hace dos días, que decías que la hacían unos en Wutai especialmente para ti.
-Ah, vale.- Pero ahí había gato encerrado. Se algo de interpretación y aquél tío miró hacia la derecha al decir aquello.
“Joder, se ha enterado, como me pille el timo me mata”

Y el gato estaba a punto de salirse de su jaula. Intenté controlar la situación, barajar distintas posibilidades, ni siquiera sabía como podía terminar todo eso. Tener la materia me ayudaría, pero en mi cabeza tenía todo el rato “Yief, qué has hecho, qué has hecho” de una Lucille que parecía estar al borde de las lágrimas.

-¿Y por qué no preguntas a Bob? Tal vez sepa algo de lo de la levadura-dije yo. Vale, era el típico plan de enfrentar a los amigos, pero por lo menos yo sabía que Bob no decía la verdad.
-¿Me estás diciendo que desconfíe de mi colega? ¿Es eso lo que insinúas?-Comenzó a decir Jack cada vez más alto-Mira, Bob, tenemos un listillo.

Pero Bob permaneció en silencio, con algo de sudor en su frente y un tic en su mano derecha.

“Este gilipollas no puede saber nada, lo habrá dicho para probar suerte. Sí, tiene que ser eso. Le vendí a Jack un kilo de coca falsa y ya está, nadie sabe nada salvo yo. Eso es.”

-Un kilo de cocaína, mezcló la coca con levadura, proporción ¾, a seis mil guiles la broma-recité yo como si leyese de un libro- Quedasteis en Mercado Muro, en tu piso, a las cinco y cuarto.

Una sonora carcajada resonó en el piso y ahogó la música por un instante. Con una mano Jack me seguía apuntando, pero la otra se la llevaba al pecho para reírse.

-¡Qué te parece, tenemos aquí a un escritor en potencia, menudas historias! ¿No crees Bob?- Pero la semilla de la duda había germinado ya en el camello barbudo y miraba a su compañero de otra forma.
-Te lo puedo explicar…
-Bob…-dijo dando un profundo suspiro-Dame una razón por la que no tenga que hacerte un agujero del 9 en la frente.
-¡Eh, a mí no me apuntes con esa mierda! ¿No ves que se lo está inventando todo?
-¿De verdad?-dijo desviando la trayectoria de la pistola-¿Lo juras por tu querida exnovia?

Ahora ya entendía por qué Lucille estaba así de nerviosa; aunque a la vez no entendía nada, ¿Ella exnovia de un camello?

-Jack…-Soltó Bob con una voz casi gutural-Yo no jugaría con esas cosas-Y dicho esto, sacó una Giordano del abrigo y apuntó a su compañero.

Entonces Lucille, con la mano temblorosa, sacó su Aegis Cort de detrás del cojín y apuntó a Bob. “Cabrón hijo de puta, No te atreverás a tocarme” es lo que podía escuchar de Lucille. Las cosas se habían complicado demasiado.
-A ver, tranquilos-intenté decir yo-bajad las pistolas.
-¡Cierra la jodida boca, tú eres el único aquí que no tiene pistola!
-A ver, que levanté la mano el que no quiera morir-dijo Bob alzando su brazo. No sabría decir si hablaba en serio o en broma.
-No me jodas Bob, tú tienes la culpa de todo esto, así que eres único que merece morir.
-¡Pero es que necesitaba el dinero!
-¿Timando a tu colega? ¡En mis santos cojones, como que me llamo Wolt Dawson, que tu hoy sales con dos jodidos ombligos!

¿Wolt Dawson? Pensé yo con un escalofrío.
Pero no llegué a preguntárselo. Se oyó un disparo, Bob soltó un grito, sonó otro disparo, una bala trepanó a Jack y sonaron otros dos disparos.
Yo me caí al suelo, silla incluida. Comencé a notar un dolor inimaginable en la rodilla y el pantalón mojado. Estaba en la única posición posible, mirando al techo y con la fuerza de la caída notaba las muñecas muy magulladas. Cuatro disparos, cuatro disparos…Uno de Bob, otro de Jack o Wolt, como cojones se llamase, y otro parecía que en mi rodilla. ¿Dónde estaba la cuarta bala? La respuesta no llegó en forma de buenas noticias. De los dos camellos ya no se oía nada, pero mi materia pudo detectar un tímido y agonizante pensamiento.

“Yief…Ayúdame”

-¡Lucille, maldita sea di algo!-grité descontrolado.

Comencé a agitarme alocadamente en la silla. Me balanceé hacia los lados hasta que di la vuelta y quedé mirando al suelo de rodillas. Me levanté como pude y sentí un tremendo y lacerante dolor en mi pierna derecha. Dicen que un tiro en la rodilla es de los más dolorosos. Es una gilipollez, porque para decir eso has tenido que probar en más sitios, pero puedo afirmas que aquél dolor era inhumano. La bala seguía ahí, lo podía sentir, un leve movimiento de la rótula y mi cerebro recibía toda la información nerviosa posible.
Di media vuelta y vi a Lucille en el sofá, con una mano en el costado y la mirada perdida. La tela verde estaba ahora manchada de rojo.

-¡Joder, joder…!-vociferé llorando-¡Lucille aguanta!

Superé las barreras del dolor, iba prácticamente doblado con la silla atada a mi espalda y evitando mover la pierna derecha lo más mínimo. Salté y caí al suelo. Todo mi ser me obligaba a parar, pero yo no estaba dispuesto. Tras otra serie de palpitantes y horribles dolores, me puse de pie de nuevo y volví a lanzarme. Y otra vez, y otra…A la quinta el respaldo se astilló y fui al fin libre. Tenía la espalda llena de moratones y seguramente debiera de llevar los brazos en cabestrillo durante una temporada, pero me quité todos los trozos de sábana y agarré a Lucille. Mi peso más el suyo era insoportable, pero iba cojeando como podía.

-¡Joder, Lucille aguanta! ¿Dónde tienes el coche? No hables, sólo piénsalo. Vale, segundo sótano, la 54.
No era el momento de explicar mi extraña habilidad, Lucille tenía un disparo en el vientre y se moría.
-¡Eh, eh…! ¡Maldita sea, despierta! ¡Lucille!
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Lucille en estado grave, yo con una luxación en el brazo izquierdo y muletas. Estaba en la entrada del hospital fumando. ¿Si se moría que iba a ser de mi? Otra vez en la puta calle, otra vez solo… Toda la culpa la tenía Blackhole, todo comenzó con él, si no me hubiese hecho aquello, nada de esto habría ocurrido.
Saqué la materia con el brazo bueno y me quedé observándola. ¿Acaso todo era por culpa de aquella esfera? No, todavía podía resultarme útil…
La bola amarilla se me resbaló de las manos y cayó en el bolsillo de mi pantalón, algo me había asustado. Esa mentalidad, esa barahúnda de bizarros pensamientos…Sólo podían ser de una persona. Alcé la cabeza y le vi.

-Tú…

7 comentarios:

dijo...

Para el relato nº5(weee, veterano!!) desconecto de yief, me siento atosigado con él y por eso alguna parte no me gusta.
Pero he aquí mi relato más largo hasta el momento y abierto a sorpresas, espero...

Astaroth dijo...

Buen relato. Necesitas mejorar algunas descripciones y algún ambiente, pero me dejas un enlace cojonudo.

Lara LI dijo...

Joer... pobre Yief. Y pobre Lucille. La verdad es que la parejita las está pasando negras, cuando ellos solo quieren redimirse.

¿Aquien se habra encontrado Yief en el hospital?

Ukio sensei dijo...

1: La Hayter Cobra no es de 9mm parabellum ni 9mm luger, sino(veamos guia) Calibre .357 Magnum, 6 balas, 292 mm de longitud, 1200 g.

2: Un gramo de coca vale 60€ y da para un fin de semana decente. Si quiere estar espabilado una cena, medio gramo le sobra.

3: Si el ascensor da diréctamente al piso, como llaman a la puerta?


Todo lo demás sin queja. La historia pinta muy interesante, aunque Lucille no ha sabido usar bien la ventaja de jugar en casa (literalmente). Veis? Guia Kurtz de superviviente extremo doméstico. Si tu casa no es un loft, podrás usar granadas sin miedo a verte sin cobertura. XDDD

dijo...

1.Pasa que en un principio iba a poner la Matryona, pero al elegir la Hayter, se me pasó modificar la frase de Jack, error mío.

2. Ahí no voy a discutir, intenté fijarme en lo que explicastes en uno de los relatos de Astaroth, pero no sabía exactamente cuánto poner...

3.Sí que pongo lo del ascensor. Pongamos que el edificio tiene cinco pisos. el ascensor para en cada piso y hay una puerta que hay que abrir con llave. A lo mejor me equivoco, pero es que si no podría entrar cualquiera en la casa.

Ukio sensei dijo...

Yo lo que imaginé era que en lugar de botones para pisos, había cerraduras, como las de los garajes. Tu metes la llave de tu piso, giras y te deja directamente en casa. Si no, es estúpido el concepto de un ascensor que te lleve a casa. Aunque claro, si tienes invitados tienes que bajar a buscarlos, y si se jode el ascensor, te quedas atrapao en el edificio o en la calle, sin poder acceder a tu casa ni salir de ella.

Lectora de cómics dijo...

Me duele la rodilla mentalmente x_xU
Desde luego a Yief no le sale nada bien.
Un relato interesante, con muchas incógnitas en el aire.
Escribe de otros personajes para no agobiarte, pero vuelve a Yief de vez en cuando para tenernos al día XD