lunes, 23 de junio de 2008

...

Relato ilegal por no tener un enlace correcto.

PD: Tengo copia de seguridad si hace falta.

lunes, 16 de junio de 2008

Normas

1. Pedir turno. Pides turno, y si tu post es automáticamente el siguiente al ultimo fic, escribes tu relato y lo posteas.

  • Pedir turno no es vinculante, puedes renunciar a él.

2. El relato deberá escribirse en 3 días desde que comience tu turno. Podrá extenderse a 5 si el escritor lo ve necesario pero deberá comunicarlo.

3. Queda prohibido pedir dos turnos seguidos. Si coindice que el que va delante se retira y has escrito antes y te toca escribir inmediatamente después entonces la norma se anula.

4. Enlazar relatos. Un relato debe estar enlazado al anterior bien por un personaje, escena, emplazamiento, etc. Se debe apreciar una continuidad de algún tipo, de otro modo no será aceptado como enlace.

  • El relato que no haya sido enlazado al anterior será eliminado.
5. El relato será escrito únicamente cuando toque el pertinente turno. No se aceptan relatos escritos de antemano. Esto no quiere decir que no puedas pensar de antemano en la trama del mismo. Es conveniente escribir el relato una vez se ha leído el inmediatamente anterior para encajarlo adecuadamente.

6. Ambientación en Midgar. En algunos casos puede trasladarse la acción a las afueras pero Midgar debe ser el epicentro. Este fic es de corte "realista", tomamos la ciudad de Midgar y le damos un enfoque más real, por lo que los sectores y barrios son más "grandes" de lo que se ven en el juego. Tampoco temas en incluir localizaciones que no se encuentran en la Midgar oficial, piensa que ésta es un esquema de ciudad simplificada y adaptada para un videojuego, pero en tus relatos puedes detallarla cuanto quieras, siempre respetando el modelo original.

7. Diálogos. Meter diálogos en el mismo formato que una novela:
- Hola Cloud. Ha pasado mucho tiempo. - Dijo Tifa mientras caminaba hacia él, tras la barra del bar. - ¿Quieres tomar algo?
- No, gracias. He hecho el trabajo y solo quiero cobrar y largarme.

8. Evitar el uso de personajes canon (personajes oficiales del juego). Aquí no escribimos sobre ellos sino sobre esos personajes anónimos que se dedican a repetir una y otra vez la misma frase cuando pulsamos “X”. Los personajes protagonista deben ser propios y no vinculados (salvo de forma indirecta) a los personajes oficiales (nada de hermanos perdidos de Cloud, hijos secretos de Vincent ni nada del estilo).
No está prohibido su uso de forma secundaria o referencial, como la aspiración de un soldado a ser como Sephiroth, una reunión convocada por Rufus, etc.
NO HAGAS NADA QUE CAMBIE LA HISTORIA OFICIAL.

9. Evitemos colorines y pijadas. Usa la cursiva, negrita y otros efectos de texto sabiamente.

10. Ortografía. Esto no es un post de un foro, sino un relato. Si sueles tener faltas de ortografía, como tienes el turno pedido, recomiendo el uso de word. Luego se pasa el corrector ortográfico, copiar y pegar. No recomiendo escribir directamente en la web, ya que se puede cerrar por cualquier motivo.

11. Críticas: Las críticas tienen cabida, pero dado que no todo el mundo las acepta igual, un cierto cuidado a la hora de formularlas, solo por no insultar, estaría bien.

12. Existe una lista con objetos (armas, coches, etc) adaptados a Midgar, con su nombre “oficial” dentro del fic. Antes de equipar a tu personaje con un arma/vehículo, revisa la lista ya que puede que quieras adaptar algo que ya haya sido introducido al universo de Azoteas de Midgar. Por ejemplo, si quieres que tu personaje lleve una pistola Desert Eagle, verás que ésta ya ha sido adaptada y su nombre oficial es “Rhino”. En la lista encontrarás además datos y características de cada objeto que te ayudarán a plasmarlo bien en tu relato, además encontrarás una lista de sus usuarios dentro del relato, para que sepas quién más lo lleva.
Puedes introducir nuevos objetos que no estén en la lista, recuerda darle un nombre adaptado al mundo de FFVII.

13. El título del relato debe ser el nº correspondiente al mismo.

14. Esto es un juego, así que difruta. No lo hagas a disgusto.

15. Las normas se pueden cambiar para adaptarse a cualquier situación que surja. De esto se encargará Ukio Sensei como creador o Noiry como administradora.

Puedes plantear tus dudas en el TagBoard del blog o más extensamente al email azoteasdemidgar@gmail.com.


SOBRE LA CREACIÓN DE PERSONAJES

Evitemos los/las MarySues. Todos queremos que nuestro personaje sea único, especial y el “más mejor” del universo pero evitemos dramas gratuitos, uberpoderes sobrenaturales porque sí y ensalzamientos basados en la denigración de otros personajes (“me he meado en la cara de Sephiroth y verás cómo no pasa nada”).
El estilo de Azoteas de Midgar es de carácter moderado, con algunos excesos pero medidos y justificados. Atribuir dos mil características únicas y especiales a tu personaje lo hace poco creíble, los defectos, y defectos reales (no el ser “muy cabezón” o “demasiado bueno”) ayuda a dar color y profundidad a nuestro personaje.
Sé lógico, si tu personaje es prácticamente un semidios uberpoderoso… ¿qué hace que no le está pateando la cara a Sephiroth y salvando al mundo?
Por supuesto tienes total libertad para crear a tu personaje, pero si resulta ser una MarySue no despertará mucho interés.

Información sobre el término “Mary Sue”
http://es.wikipedia.org/wiki/Mary_Sue
http://en.wikipedia.org/wiki/Mary_Sue (Información más completa. Inglés)


SOBRE LA LISTA DE TURNOS

- La lista no tendrá un número límite de turnos.
- Los miembros novatos tendrán un máximo de 1 turno permitido en la lista.
- Los miembros veteranos tendrán un máximo de 2 turnos permitidos en la lista.


SOBRE LA VETERANÍA DE LOS MIEMBROS

- Se considerarán "miembros veteranos" aquellos que hayan participado un mínimo de 5 veces en el relato.
- Los "miembros veteranos" gozan de la confianza del resto de usuarios que participan en el proyecto en cuando a compromiso, participación, fidelidad a la línea argumental y calidad; por ello se presume que de pedir más de un turno cumplirán con lo prometido.
- Los "miembros novatos" aún no gozan de dicha confianza por lo que el resto de usuarios participantes no pueden saber si cumplirán con su palabra a la hora de pedir más de un turno.
- El propio usuario debe estar pendiente de cuando ha realizado 5 relatos o más y comunicarlo para que se le incluya en la lista de "miembros veteranos".


LISTA DE MIEMBROS VETERANOS

- Ukio sensei
- Noiry
- Sinh
- Kite
- Hades
- Astaroth

jueves, 12 de junio de 2008

Armas

Armas introducidas en el mundo de Azoteas de Midgar, sus nombres adaptados y usuarios (tanto colectivos como particulares).

ARMAS BLANCAS

CUCHILLO BOWIE (CUSTOM)
  • Cualidades: 30 cm. de largo, filo de 19 cm. Especializado para caza mayor/supervivencia. Hoja de acero, filo en el canto.
  • Usado por: Paris Barans.



CUCHILLO TÁCTICO (ESTÁNDAR)
  • Cualidades: Depende del modelo
  • Usado por: Svetlana Varastlova



NAVAJA AUTOMÁTICA
  • Modelo original: Navaja Italian Stilleto Switchblade
  • Cualidades: 14 cm. de largo, 113 g. Automática.
  • Usado por: Jonás “Scar” Kurtz, Shyun Tsuun Fo Aang.



NAVAJA TÁCTICA
  • Modelo original: Navaja Táctica Böker Plus
  • Cualidades: 20 cm. de largo, filo de 9. Hoja de acero y empuñadura de fibra de vidrio.
  • Usado por: Jonás “Scar” Kurtz.



SHIN-RA EXECUTIVE
  • Modelo original: Grapadora Tatum
  • Cualidades: Cargador de 100 grapas.
  • Usado por: Kazuro Kowalsky.




PISTOLAS
(El peso de las armas con cargador vacío)

AEGIS CORT

  • Modelo original: Glock 17
  • Cualidades: Calibre 9mm, cargador de 17 balas en doble hilera, 18,6 cm de largo, 703 g.
  • Usado por: Turk, Jonás “Scar” Kurtz, Yvette de Castellanera e Bruscia.


ARCHER & GROSSMAN

  • Modelo original: Smith & Wesson Model 64
  • Cualidades: Calibre .38 S&W Special +P, 6 balas, 20 centímetros de longitud, 1020 g.
  • Usado por: --


BLACKRAVEN

  • Modelo original: Heckler & Koch Mark 23 ‘SOCOM’
  • Cualidades: Calibre .45 ACP, cargador de 12 balas, 24,5 cm de largo, 1100 g.
  • Usado por: Jim “Grim” Garrison.


GIORDANO

  • Modelo original: Walter PPK
  • Cualidades: Calibre 9mm, cargador de 6+1 balas, 15,4 cm, 568 g.
  • Usado por: Dirk van Zackal, Shyun Tsuun Fo Aang, Kazuro Kowalsky.


HAYTER COBRA

  • Modelo original: Colt Python
  • Cualidades: Calibre .357 Magnum, 6 balas, 292 mm de longitud, 1200 g.
  • Usado por: Larry St. Divoir.



HAYTER M1914
  • Modelo original: Colt M1911 A1
  • Cualidades: Calibre .45, 7 balas, 216 mm de longitud, 1100 g.
  • Usado por: Dawssen Peres (llamada "Gladis").



MATRYONA
  • Modelo original: Makarov
  • Cualidades: Calibre 9 mm, 8 balas, 161mm de longitud, 700 g.
  • Usado por: Jim "Grim" Garrison.


RHINO

  • Modelo original: Desert Eagle
  • Cualidades: Calibre .50AE, cargador de 7-10 balas, 26 cm de largo, 2 kg.
  • Usado por: Yvette de Castellanera e Bruscia.


SHADOWSTAR

  • Modelo original: CZ 75 SP-01 Shadow
  • Cualidades: Calibre 9x19, cargador de 18 balas, 20,7 cm de largo, 1180 g.
  • Usado por: Sergei Brenzov (nombre del arma no citado)


STARLIGHT B-75

  • Modelo original: Strayer Voigt Infinity 5’’
  • Cualidades: Calibre 9mm, cargador de 30 balas + 1 en la recámara, 20,2 cm de largo, 1067 g.
  • Usado por: Black Ops, Paris Barans.


???
  • Modelo original: Taurus Ranging Bull .454, cargador de 5 balas, 30,4 cm de largo, 1,5 kg.
  • Cualidades: Calibre .454 Casull
  • Usado: Cryde Clancy



FUSILES Y SUBFUSILES

BLG P-60

  • Modelo original: FN P-90.
  • Cualidades: Calibre 5,7 mm, 50 balas, 500 mm de longitud, 2,5 kg.
  • Usado por: Turk, Jim "Grim" Garrison.


KRUGGER MP-7

  • Modelo original: Ruger MP-9
  • Cualidades: Calibre 9 mm, 32 balas, 556 mm de longitud, 3 kg.
  • Usado por: Turk, Larry St.Divoir.


KRV49

  • Modelo original: AK-47 ‘Kalashnikov’
  • Cualidades: Calibre 7.62mm, cargador de 30 balas, automática, alcance efectivo 400 m, velocidad del proyectil 710 m/s, 87 cm de largo, 4,3 kg.
  • Usado por: Militares.


MF22

  • Modelo original: M16
  • Variantes: M16A2 (MF22A1), Carabina M4 (MF22A4)
  • Cualidades: Calibre 5.56mm, cargador de 20-30 balas, automática, alcance efectivo 550 m, velocidad del proyectil 975 m/s, 1,03 m de largo, 3,9 kg.
  • Cualidades Carabina M4: Calibre 5.56 mm, cargador de 30 balas, automática, alcance efectivo 360 m, velocidad del proyectil 905 m/s, 75 cm de largo, 3 kg.
  • Usado por: Turk, Jonás “Scar” Kurtz (MF22A1), Yvette de Castellanera e Bruscia (MF22A4).




???

  • Modelo original: Skorpion vz. 61
  • Cualidades: Cargador de 10-20 balas, automática, alcance efectivo 75-150 m, velocidad del proyectil 320 m/s, 27 cm de largo (culata encogda), 1,30 kg.
  • Usado por: Turk, Svetlana Varastlova.




RIFLES Y ESCOPETAS

AT FARSIGHT

  • Modelo original: PSG-1
  • Cualidades: Calibre 7.62x51mm NATO, cargador de 5 – 20 balas, alcance efectivo a 1000 m, velocidad del proyectil 868 m/s, 1,20 m de largo, 8.10 kg.
  • Usado por: Élacor Königssen, Rolfhelm Vassaly.


BONFIRE

  • Modelo original: Ithaca 37 ‘Stakeout’
  • Cualidades: Calibre 12, 4 balas, disparo único, 100 cm de largo, 3.06 kg.
  • Usado por: Turk, Harlan Inagerr.


GUNGER

  • Modelo original: Barret M82
  • Cualidades: Calibre 50, cargador de 10 balas, alcance efectivo a 1800-2000 m, velocidad del proyectil 853 m/s, 1,40 m de largo, 14 kg.
  • Usado por: Rolfhelm Vassaly.



LEYENDA
  • Custom: Modelo con cualidades específicas que lo diferencian de otros objetos de su mismo tipo.
  • Estándar: Modelo con cualidades genéricas o referenciales sobre las que el usuario puede crear un modelo customizado.

miércoles, 11 de junio de 2008

123.

Visiblemente preocupado, Harlan Inagerr tensó los músculos de su brazo, aplastando un poco el cuello de su rehén, que esperaba atento la oportunidad de evadirse. Frente a ellos, la joven agente de turk estaba visiblemente aterrorizada. El miedo la paralizó tan pronto como reconoció al hombre que la atacaba, minutos atrás. Su rostro estaba pintado de negro, pero esa mirada salvaje y esa ridícula trenza eran inconfundibles. Por lo menos, no la quería muerta, aunque si sobrevivía o no a aquella cosa para lo que se la requería con vida, era ya otro hablar. Scar dejó de sonreír, y su máscara de sadismo desapareció.

- ¡Har, maldita sea! ¡Ya lo has oído! – Exclamó, exhortando a su amigo a que claudicase.
- ¿En que mierda estas pensando, tío? ¿En que mierda pensaste para hacer lo que cojones estés haciendo aquí? – Gritó el turco. En ese momento Paris sintió el frío acero del cañón de una Aegis en su nuca.
- ¡Ahora mismo, en Grace, en Amira y en Rubanza, maldito hijo de puta testarudo, y en no poder volverla a mirar nunca a los ojos por haber tenido que salir de aquí por encima de ti! – Los ojos de Harlan se entrecerraron, ante la mención de su familia... - ¡Por favor! – para, inmediatamente, abrirse de par en par. El hombre que le apuntaba con una pistola, probablemente a uno de esos puntos que lo matarían sin darle tiempo a apretar el gatillo con su último espasmo, seguía siendo su puto amigo. En su incertidumbre, el comunicador volvió a sonar. Kurtz había olvidado volver a bajar el volumen.
- Macho alfa, si tanto te gusta el negro, puedo inutilizarlo. – Harlan lograba contener el pánico, pero no borrarlo de su mente. Sus materias comenzaron a emitir un leve fulgor a medida que se concentraba, e inconscientemente, apretó más su pistola contra la cabeza de su rehén.
- ¡Cierra la puta boca hasta que recibas instrucciones, joder!
- Amigo mío... No te puedo dejar ir así como así. – Murmuró Harlan. – Me temo que vas a tener que pelear.


Ambos hombres respiraban profundamente, asumiendo lo que estaba a punto de suceder. Yvette forcejeó levemente, pero la mano izquierda del intruso afianzó su agarre alrededor de su mandíbula. La pistola en ningún momento dejó de apuntar al compañero de esta con un pulso férreo. Ella entendió el mensaje: “No la necesito para matarte”. Paris por su parte, tensó los músculos de sus piernas, listo para reaccionar tan pronto como le fuese posible. Solo tendría una oportunidad. Podía sentir el calor irradiado por las materias del collar de su captor. Kurtz apretó los dientes, listo para cualquier cosa... Menos la que sucedió. La puerta de la habitación, una oficina amplia y abierta, estalló en mil pedazos, lanzando astillas por todos lados. Un trozo de unos cinco centímetros perforó el costado de Harlan, haciéndole gemir de dolor, mientras Paris aprovechó para retorcerse, agarrar el pedazo de puerta y retorcerlo, haciendo que el turco le soltase, para caer en algo mucho peor. Una mujer, con algo que parecía un uniforme de soldado entró esgrimiendo una lanza larga y flexible en la habitación. Su hoja estaba decorada con un penacho rojo, que reflejaba en sus ojos dorados, mientras se movía trazando hipnóticas tramas. Un desagradable olor a ozono en el ambiente indicaba que su materia estaba a punto de lanzar otra descarga eléctrica como la que acababa de destrozar la puerta. Kurtz reaccionó mecánicamente, al ver a Paris lanzado hacia él. Arrojó a su rehén contra la Soldado, para luego tirar del jodido crío y parapetarse con él bajo la mesa. Mientras lo hacía, un murmullo leve pero nervioso resonaba en el comunicador de Eye in the sky.

- ¡Hijos de puta! ¡Soldado! ¡Quítala de en medio! – Quiso que su respuesta fuese un disparo perfecto, pero era imposible cogerla.

Desde su puesto de vigía privilegiado, en el ventanuco del cuarto de baño del edificio de oficinas situado frente a su objetivo, podía divisar a través de los amplios ventanales del despacho donde estaba todo el jaleo, que ocupaban toda la pared, el desarrollo de los acontecimientos. Como si fuese una puta tele. A un lado Kurtz lanzando a Paris por encima de la mesa, mientras disparaba hacia atrás. A otro, el turco, que se había quitado la astilla, había recogido a su compañera y también la estaba poniendo a cubierto. De haber tenido tiempo, se habría detenido a observar como los movimientos que hacían ambos veteranos para poner a cubierto a sus compañeros eran casi iguales: Precisos, mecánicos y eficaces. Scar estaba saltando tras la mesa casi a ciegas, sin dejar de disparar, tan despacio como podía, para maximizar la duración del cargador, que sabía, no tendría tiempo a cambiar. La Soldado había esquivado hasta ahora, ocho disparos a una distancia de cuatro metros. Eso no era ni de lejos imaginable, pero estaba sucediendo. Sin embargo, la situación era demasiado desventajosa. Estaba en un sitio despejado. La cobertura más cercana era un pesado archivador de acero, dos metros a su derecha, junto a la pared. Eso le pasaba por asaltar irracionalmente otra vez, sin considerar la situación, pero como planeaba decirle horas mas tarde a la capitana Farish en el informe, era su estilo. Lanzó un rayo, rápido y apenas sin apuntar, que prendió fuego al sillón que había tras su objetivo. A pesar de que este seguía ileso, el destello del relámpago lo cegó el tiempo suficiente para que pudiese cubrirse tras el archivador y echar mano de sus materias más poderosas. El jodido intruso sabía lo que hacía, y se había ganado el honor de ser destrozado por una distorsión gravitatoria. Dos balas rozaron su brazo en el último segundo, antes de que pudiese parapetarse del todo. Si. “Destrozado” era el mejor término para definir lo que esperaba a ese hijo de puta. Oyó un disparo más, pero no sintió la bala pasar tras ella. Aún así, según su cuenta, ese debía ser el último. Se asomó, pero apenas un segundo, antes de que dos disparos más la obligasen a parapetarse de nuevo. El astuto cabrón tenía la pistola de esa niñata que había cogido antes de rehén, y había usado el último disparo de la otra para volar las esposas de su novio el rubiales. Hijos de puta... A ver si volvía a pillarlos a los dos de un solo conjuro...

Rolf sonrió. Interpuesto entre ella y sus compañeros, el fichero le daba a su objetivo una cobertura total por ese lado, sin embargo, para su AT Farsight era un blanco prácticamente regalado. No había ni que compensar el efecto Coriolis. Conteniendo la respiración para evitar que sus movimientos desviasen el tiro, apretó el gatillo mientras lanzaba también un beso de despedida. Al fin y al cabo, estaba buena.

Treinta segundos más tarde, los gritos incrédulos del tirador inundaban el comunicador de Kurtz.

- ¡Me ha esquivado! ¡No he podido fallar, maldita sea! ¡No tengo puta idea de cómo, pero la zorra me ha visto venir y me ha esquivado! – Gritaba, desesperado.
- ¡Por mi como si el puto palo que tienes metido por el culo te ha desconcentrado con su roce en tu punto g! ¿Por qué mierda no sigues disparando?
- ¡Joder! – Rolf se maldijo a si mismo y su rollo de primadonna. Había perdido el control solo por fallar un tiro, y otros estaban a punto de pagar el pato muy caro. – Entendido.
- Solo necesito cinco putos segundos, niño... Dámelos y pírate de donde estés.
- Entendido.

Una lluvia de disparos volvió a caer sobre la soldado, que levantó una barrera mágica en su defensa. Sabía que eso solo servía contra las armas cortas, y que un proyectil con la potencia de un rifle de precisión podía atravesarla, y de hecho, la estaban atravesando, pero solo necesitaba desviarlos. En silencio, su oponente calculaba disparos con una precisión cada vez más letal. Aún con más de medio cargador, la había llegado a rozar un par de veces, y una cosa era cierta: Solo iba a necesitar un impacto claro.

- ¡Hecho! ¡Pírate! ¡Sigue el plan! – Sonó la voz de su líder en el comunicador.

El asesino hizo un último disparo, casi sin apuntar, para dar tiempo a su compañero, y apartó el ojo de la mira. En ese momento, comprendió su error. Si se hubiese ido cuando se le dijo, el fogonazo de la granada aturdidora no le habría hecho ver lucecitas. No eran más que una molestia, pero entre eso y el sonoro estallido que hizo volar los restos de los cristales, los oídos y las retinas de los que estuviesen en la habitación tenían que estar bailando break dance ahora mismo.

La misma imagen seguía fija en sus retinas, paralizadas por el fogonazo. Cuando esta se despejó, Jaune, levantándose a duras penas, caminó hacia la mesa. Si fuesen a matarla, ya lo habrían hecho cuando estuvo incapacitada, y la prioridad de esos intrusos no sería otra que pirarse con lo que fuese que habían sacado de los archivos informáticos del despacho. Maldijo las putas granadas aturdidoras, y caminó como pudo, casi incapaz de mantener el equilibrio, con los oídos destrozados, pitándole, hacia la mesa. Tras ella había un boquete redondo, de un metro de ancho. No era posible que esos idiotas se inmolasen. Al acercarse, con mucha precaución dado su estado, vio la respuesta: De algún modo habían “cortado” una pieza redonda del suelo, como en los dibujos animados, y habían caído a la planta inferior. Si sus cálculos no fallaban, ahora mismo habían pasado unos tres minutos y medio desde la explosión, y esos dos turcos aún seguían afectados. Apretando los dientes, tomó su lanza y saltó hacia el piso inferior, consciente de que no estaba en condiciones de encarar ninguna pelea, pero morir era mejor que la vergüenza de esperar a que los equipos sanitarios la retirasen junto con esos dos patanes trajeados. No era capaz de percibir rastro alguno, pero no por ello iba a dejar de intentarlo.



- ¿Eye in the sky? – Le preguntaron desde un elegante coche plateado. Su interlocutor era un hombre con el pelo negro, largo y ondulado, atado en una coleta, y una barba muy corta. Acababa de aparcar, bastante mal, según le pareció a Rolf. Sin embargo, así era más fácil salir. Estaban en un callejón, a una manzana del edificio Loble.
- Eres el transporte, supongo... – Dijo mientras tomaba asiento en la parte trasera del coche. En el retrovisor interior pudo ver como el conductor fruncía el entrecejo. - ¿Qué sucede?
- Con todo el coche vacío... ¿Por qué te has sentado detrás? – Inquirió, curioso.
- No lo se... Supongo que él querrá sentarse delante. – Respondió encogiéndose de hombros. Una vocecita interna le recriminó que se estaba convirtiendo en algo que siempre había despreciado: Un subordinado.
- Si... Yo también supuse que lo haría.



De un piso a otro, el rastro desapareció completamente. Jaune dejó de bajar escaleras para entrar en una de las plantas. Era una zona de oficinas, dividida en cubículos separados. Allí encontró lo que buscaba: Una ventana. Ahí abajo acababa de tener lugar un breve intercambio de disparos, y un motor había arrancado con un rugido sobrecogedor. Al asomarse lo vio: Un vehículo plateado y elegante, que salía quemando rueda. Con furia, aplastó con sus manos una pantalla, desahogando su rabia. Momentos más tarde, encontraría en una de las paredes del piso anterior un boquete similar al del suelo del despacho.


- ¡Cagando hostias, joder! ¡Sácanos de aquí cagando hostias!
- ¡Vale, pero ya os iré avisando de que hay que pasar el sombrero cuando nos hayamos pirado de aquí! – Advirtió el piloto.
- ¿Pero que mierda es esta? – Paris no daba crédito. Kurtz le había ordenado subirse al coche con un tío con pintas de macarra al volante, y ahora mismo había sacado una botella de agua y se limpiaba la pintura de la cara. Lo realmente surrealista era que, en plena huída a toda velocidad, con el motor rugiendo como si hubiese un demonio bajo el capó, la música en la radio del vehículo sonaba a todo volumen, con una canción sobre un tío que le decía no se qué cosas a su mamá.
- Paris... Rolf... Os presento a Han la muerte. – Parecía que el piloto fuese a decir algo, pero Kurtz manifestó la prioridad verdadera, interrumpiéndolo. - ¿Cinturones? ¡Nos vamos!


Con un impropio ruido atronador, el vehículo, un Shin-ra Cavalier, típico coche de ejecutivo que busca más lujo que otra cosa, devoró cada centímetro de asfalto que los separaba de su objetivo. Los ojos de Rolf se posaron en ese cuentarrevoluciones, cuyo tope de diez mil estaba muy por encima de lo que se solía ver en los coches de este estilo, orientados a minimizar el consumo, por no hablar de no tenía marca ni modelo. Paris iba a su lado pegando gritos, mientras los bandazos y las fuerzas g lo impulsaban de un lado a otro del asiento, pero él, dentro de lo poco que sabía de coches, vio que aquí había algo que apestaba. Los asientos delanteros, aunque disimulados con tapicería de colores anodinos, eran en realidad asientos deportivos, que contenían al piloto y al pasajero. Los cinturones eran arneses de cinco puntos de sujeción, y prácticamente, todos los componentes de la consola central habían sido retirados, con la excepción del reproductor mp3. Evidentemente, este coche no era ni por asomo lo que parecía. Las cartas estaban marcadas, pero mientras fuese a su favor, Rolf no se molestaría en decir nada. Se tomó unos segundos para mirar a Kurtz. “Gotta find a way... I can’t wait another day!” El agresivo líder tarareaba suavemente la balada que había puesto el piloto, mediante los controles del volante, relajado y manteniendo el control, pero con su pistola de 9 milímetros en la mano. Tenía la cara limpia, para evitar llamar la atención aun que fuesen las cuatro de la mañana. Si el velocímetro no mentía, el coche iba a doscientos kilómetros por hora y acelerando, mientras las luces piloto de los edificios pasaban como flashes a sus lados.

De repente, al fondo de la carretera se formaba una curva muy cerrada, poco menos de ciento cincuenta o ciento sesenta grados. Prácticamente, dar media vuelta. Rolf se agarró firmemente, con la mirada bien fija en el muro de contención que se alzaba desafiante e inmóvil al final de la calzada. Paris ni siquiera miraba, intentando mantener los intestinos en su sitio. Rolf se obligó a reconocerse a si mismo que él también estaba muy asustado. Doscientos sesenta km/h, el coche pegado al pavimento por efecto de la aerodinámica, la curva a menos de cuatrocientos metros y lo único que había hecho el piloto era colocarse más hacia la derecha. “¿Una trazada desde el exterior? ¿Este loco se ha creído que esto es una puta carrera?” En el retrovisor pudo ver a Kurtz apretar los dientes, mientras se agarraba con más fuerza a cualquier asidero disponible.

- Agarraos bien... Y que sepáis de antemano que lo siento. – Dijo con una sonrisa.
- ¡Maldito hijo de put...! – Empezó a gritar Kurtz, pero antes de acabar comprendió su error al no concentrarse en agarrarse.

En menos de diez segundos, el piloto empezó a frenar, reduciendo marchas desde la sexta, a la que estaba exprimiendo cada caballo de potencia, a una prudente tercera. Los frenos debieron alcanzar temperaturas casi incandescentes mientras el coche cubría los últimos metros antes de alcanzar la curva... Y en ese momento, Han giró levemente hacia la derecha, sentido contrario al que tenía que girar. Kurtz tenía el muro de carga justo delante y gritó. Rolf vio el giro y gritó. Paris no se enteraba de nada, sentado detrás de Han y aturdido por la velocidad a la que se desarrollaban los hechos, pero gritó igualmente. Si los demás gritaban, es que motivo habría. Han pulsó el botón de “siguiente canción”, con lo que unas fanfarrias empezaron a sonar acompañando un contravolanteo asesino y un tirón de la palanca del freno de mano. Las ruedas de atrás, bloqueadas, se deslizaron sobre el pavimento, culeando en un derrape con el que tomaron toda la curva. Mientras Han luchaba por mantener el control intercalando frenadas y con aceleraciones a fondo y los pasajeros de atrás gritaban, Kurtz había empezado a blasfemar, para variar. El muro de contención interior se deslizaba lateralmente ante sus ojos, mientras su sentido del equilibrio bailaba. Finalmente, un último contravolanteo hacia la derecha acabó por enderezar el coche, seguido de un pisotón al acelerador que sacó un rugido entusiasta del motor, a medida que las revoluciones subían hasta la estratosfera. Kurtz rompió a reír, y Han le acompañó, mientras Rolf se miraba la entrepierna. Había logrado no mearse encima, aunque gustosamente habría cedido al impulso de no ser porque sería un feo para alguien tan cuidadoso con su vehículo hacerle eso a la tapicería.

- ¡¿Qué puta mierda acaba de pasar?! – El retrovisor había capturado toda la esencia de la palidez de Paris.
- Se llama Drift... He estado practicando esto desde hace unos cuatro meses, cuando aquí el sonriente se puso en contacto conmigo. Dos más dos y Paris supo que Kurtz se había puesto en contacto con el piloto apenas una o dos semanas después de la misión del piso franco.
- ¿Qué pasa? ¿Acaso antes no sabías conducir? – Rolf retomó la sorna habitual, interrumpiendo al piloto en su tarareo.
- Siempre fui un piloto de Grip... Lo mío son los 4x4, no los “tracción trasera”.
- ¿Todoterrenos? – Preguntó Paris, aturdido.
- ¡Nunca! ¡Siempre deportivos! – Mientras tanto, Kurtz había empezado a cantar la siguiente canción: “No me tienes que impresionar, ni que seguir la corriente” – Veo que llevas la conducción temeraria extrema muy bien, jefe...
- ¡Soy aerotransportado! – Respondió, jactándose. – La última vez que me sentí así estaba volando en NOE en una noche de luna nueva, para saltar en paracaídas casi con la distancia de caída mínima para dar tiempo a que se abra el coso.
- ¿A que lo supero?
- ¡No! – Gritó Paris, con una autoridad que sorprendió a todos. - ¡Sácanos de aquí y punto, joder!
- Tienes razón... – El grito del mareado asesino sirvió para atraer la atención del grupo hacia cinco o seis figuras surgidas tras la curva que acababan de tomar, unos seiscientos metros atrás. Soldados de tercera, de la división motorizada. Kurtz fue a soltarse el cinturón de seguridad, pero entonces pudo sentir como la potencia del motor al acelerar lo hundía en su asiento. - ¿Creías que iba a tope? ¡Este monstruo quemaría las ruedas antes de que hubiésemos llegado tan siquiera al sector dos!
- ¡¿Pero que coche es este?! – Gritó Rolf desde atrás.
- El Blackbeast. – El piloto saboreó cada letra.
- ¿Qué? ¿Qué mierda es esa?
- Se dice que Shin-ra causó la caída empresarial de una de las mayores escuderías de carreras en gold saucer, y les obligó a diseñar un motor para equipar sus vehículos. Se considera una leyenda urbana... – Dijo Kurtz. – Sin embargo, el Blackbeast existe, y es el motor con el que se equiparon los coches de Turk desde el 68 hasta el 76. Fueron retirados por su alto coste de fabricación.
- ¿Qué mierda tiene? ¿Oro? – Paris encontró en el sarcasmo la mejor forma de mantener su cena en vereda, mientras en la radio sonaba una canción sobre sexo y no se que de una profesora.
- ¡Materia! – Exclamó Han. – ¡Un minúsculo fragmento de “piro” de alto nivel donde debería haber bujías. La combustión es tan rápida que la potencia extraída se considera el triple de lo normal... ¡Y estamos hablando de un V10 con carburador cuádruple!
- ¡En cristiano! – Rolf no sabía si era una suplica... Lo que fuese, por no contrariar al hombre que manejaba su vida en un armazón metálico que ahora mismo se acercaba a los 280 kilómetros por hora... ¡Y a la salida de la autovía que comunicaba el sector 0 con el resto de la ciudad. Un minuto para encontrarse con tráfico normal. El nivel de dificultad estaba a punto de subir.
- 650 caballos, sin forzar el par motor.
- ¿Qué? ¿Estas de broma?
- ¿Ves que nos sigan el ritmo? – Han volvió a señalar al retrovisor. Rolf, acostumbrado a la agilidad y versatilidad de las motos, tuvo que reconocer que nunca en su vida se había sentido tan limitado en comparación con los coches, a los que consideraba un mero obstáculo. – El problema llega ahora: Calles normales, tráfico, posibles emboscadas... Ah, y se acabó el irse poniendo el coche a mil por hora.
- Menos mal... – Suspiró Paris.
- No me has dejado acabar. Como no puedo burlarlos por velocidad, tendré que hacerlo mediante maniobras.
- ¡Eres un bocazas, principito! – Gritó Rolf, como si fuese todo culpa de su compañero.
Un giro inesperado hizo a Han maldecir. Un control en la primera calle, que transcurría bajo la autovía elevada por la que algunos buses del transporte público llevaban a los trabajadores a los recintos industriales del sector 8.
- Cambio de planes... ¡Jefe, canción 36, ya!
- ¿Que mierd...?
- ¡Joder, Kurtz! ¿No ves que usa las putas canciones para cronometrar los tramos? – Gritó Rolf desde atrás.
- Cambio de planes, cambio de ruta... Ante la duda, agarraos - Dijo, mientras adaptaba la velocidad del coche al ritmo de la canción. El primer derrape tendría que ser en el momento preciso del puente previo al estribillo y...
Con un chirrido atroz de las cuatro ruedas, el coche entró derrapando en una calle lateral, 20 metros antes del control de Shin-ras: Dos coches patrulla cruzados bloqueaban la calle, y cinco metros delante de ellos habían extendido dos cadenas llenas de afiladas púas con las que destrozar los neumáticos del coche a la fuga. Por si eso fuese poco, un pequeño grupo de Soldados motorizados esperaba para acabar de frenarlos. No tenía salida, pero estos no habían previsto que fuese a usar su espacio para dar media vuelta con un espectacular derrape y salir disparado en dirección contraria. Entre maldiciones y ordenes despiadadas, varios soldados motorizados arrancaron sus motos para salir en su persecución. Salieron de esa calle a tiempo para ver como el Cavalier daba media vuelta con otra maniobra arriesgada, para entrar en dirección contraria en una de las salidas de la autovía, irrumpiendo entre los autobuses y los utilitarios baratos de los trabajadores del turno de noche. Decididos a no perder a su presa, los Soldados se lanzaron tras ellos. El Shin-ra Cavalier hacía un ruido de mil demonios, mientras su piloto forzaba marchas cortas buscando el mayor control posible sin perder velocidad. No bajaba de cuatro mil revoluciones en ningún momento, y los continuos volantazos hacían al grupo pegar una sacudida tras otra dentro del habitáculo.

- Gente, si queréis pegar tiros ahora o nunca. Eso si: Cuando diga que todos adentro, significa que tenéis diez segundos para estar sentados y seguros.
- ¿Diez segundos? – Preguntó Rolf, asustado de preguntar que pasaría si no lo lograban.
- Como mucho, supongo... – Respondió Kurtz dando voz a los pensamientos del piloto solo por hacer algo mientras bajaba la ventanilla. – Tu no salgas. Me joderías el tiro. – Paris, sin embargo, los sorprendió sumándose al tiroteo.
- ¿Algún consejo de última hora? – Preguntó, sin volverse. Se sentía incómodamente observado. Mientras tanto, Han se quejaba entre verso y verso de una canción que no paraba de decir Symphony of no se que, entre guitarras distorsionadas.
- Contén mucho tus disparos, y no abras fuego hasta que estés muy seguro. Cuando vayas a disparar, le dices aquí al hombre supersónico que aguante quieto todo lo posible. ¡Mucho cuidado con darle a civiles! – Paris asintió, sin mirar atrás, y apuntó la Aegis que le había tendido Rolf hacia el motero más cercano desde su lado.


Cuando el aviso de turbulencias fue efectuado, los soldados habían visto su número reducirse a la mitad. Poco a poco, el Cavalier fue perdiendo velocidad, dejando que los motoristas se acercasen. Cuando uno de ellos tenía su espada “Hard edge” reglamentaria a punto para ser empotrada contra la carrocería, el acelerador del coche se reencontró con el suelo en una arrancada que le hizo ganar varios metros, desapareciendo de la vista de los soldados tras un par de autobuses que se habían echado hacia los carriles de los lados. La canción de Han hablaba de una mujer que caminaba por las nubes, y Kurtz rezaba sin saber muy bien a quien o a que por no ser él quien fuese a hacerle compañía.

- With a thousand smiles... She gives to me free... – Cantó, mientras un par de contravolanteos y el leal freno de mano entraron en escena.

El vehículo perdió su agarre, derrapando en un trompo controlado que le hizo dar media vuelta, situándose justo detrás del último autobús. Los Soldados de la división motorizada pasaron como flechas en dirección contraria, confundidos por la mágica desaparición del Cavalier. La sorpresa hizo que dos de ellos perdiesen la concentración, chocando uno con un coche que venía de frente, y el otro saliendo descontrolado contra el muro de contención. El tercero buscaba el espacio necesario para frenar, pero no lo encontraba entre buses y coches de conductores que se dejaban llevar por el pánico, o intentaban esquivarlo. Muchos habían clavado frenos, siendo embestidos por aquellos que venían a sus espaldas. Con disimulo y relajando por primera vez en unos minutos que parecían horas, el motor bajó su estruendo para adelantar algunos coches sin llamar la atención.


- ¡Mierda! – Exclamó Han. – ¡Se han traído al puto helicóptero! ¿Cómo es que nadie me dijo nada? – Concentrados en la persecución, ninguno se dio cuenta de la presencia del artefacto en el cielo, entre el ruido del motor y los disparos.
- No va a ser tan fácil... – Respondió Scar, con un tono que dejaba claro que la única opción era joderse y perder al maldito cacharro.
- Quizás si... – Paris sonreía maliciosamente. – Tienes materia, ¿no?
- ¡Ni de puta coña! ¡Usa artillería y te devolverán artillería, y al menor impacto de bala, este coche dejará de poder pasar por uno normal y corriente!
- Por no hablar de que nos dé a nosotros o al motor... – Añadió Rolf, inspirando a Paris una sensatez que este nunca hubiera atribuido al francotirador.
- Bien gente... Necesito llegar hasta el puente de la calle 14, en el sector 2. ¡Armas cargadas! Tenemos unos cuatro minutos antes de que vuelva a haber motos por aquí.

Tres minutos y cuarenta segundos después, en la salida de la autovía hacia una rotonda del sector 8, Han estaba dando pequeños empujones a un grupo de moteros al que habían pillado por sorpresa al tomar esa salida.

- ¡Tengo tanta práctica con esta mierda que seguro que no habrá rayazos en la pintura! – Dijo, mientras el morro del Cavalier desplazaba la rueda trasera de la moto lo justo para que su piloto perdiese el control y saliese dando vueltas de campana.

Bramando como Bahamut, el coche salió recorriendo el descampado bajo la autovía, en el olvidado sector 8. A Shin-ra le importaba bien poco que se hiciese ahí, salvo las factorías que manufacturaban productos para toda la ciudad, así que las carreteras, más allá de los accesos básicos y otros servicios mínimos, eran algo pendiente, como indicaba un oxidado cartel con el careto de un sonriente obrero. Levantando una polvareda, el Cavalier se metió en los patios traseros de las inmensas fábricas, donde se acumulaban inmensas cargas de materia prima: Troncos, containers de transporte, bloques de hierro u otros minerales en bruto... Obstáculos que esquivar y en los que ocultarse para intentar perder al jodido helicóptero. Sin embargo, este seguía al acecho. Evitaron el control de seguridad del sector uno de una forma simple a la vez que estúpida: Evitando las entradas. Kurtz no entendió a que se refería Han, cuando le dijo que sacase la mano por la ventanilla y plegase el retrovisor. Cinco minutos después, con sus respectivos gritos y ataques de pánico. El coche se salió de la calzada atravesando una plaza vacía para dar irrumpir en el túnel por donde accedía el antiguo tranvía. Sus viejas vías seguían allí, acumulando óxido, y nadie se había molestado en hacer nada con ellas. Lógico, cuando se vive en los suburbios. Clavado al asiento por la impresión, el turco necesitó tres avisos y un manotazo en el pecho para despertar y volver a colocar el retrovisor en su sitio.

- Kurtz... ¿Seguro que en la próxima misión no puedo venir y pirarme por mi cuenta, en moto? – Preguntó Rolf. - ¡Por favor! ¡Haré las mismas temeridades, pero más tranquilo!
- ¡Cabrón! – Gritó Paris. - ¡Si nosotros pringamos, tu pringas también!
- ¡Por favor! – Gimió Rolf, volviendo a echarse sobre su asiento, agarrado a todo lo que hubiese, viendo como Han se volvía a meter en dirección contraria.
- ¡Para tocar los cojones, píllale la moto a uno de esos y pírate, pero no pienso parar para que te bajes! – Gritó el piloto. - ¡Y ahora cierra la puta boca! ¡Cuando acabe este solo más me vale haber recorrido dos calles más, o nos encontraremos de frente con...!

Fue tan rápido que Han no tuvo tiempo de acabar la frase. En los diez segundos restantes de solo desde la primera protesta del tirador hasta su final con un agudo estridente y la voz aguda del cantante gritando sobre ir gimoteando carretera adelante. A su izquierda oyeron de repente el chirrido de los frenos del camión de reparto de una reconocida panadería local, que intentaba no embestir a ese destello plateado que cruzó delante de él a una velocidad endiabladamente ilegal. La inercia del vehículo era tal que el conductor, pese a estar a punto de perforar el suelo del habitáculo a base de pisar el freno, no pudo evitar invadir la carretera con su mastodonte, sintiendo como varias cosas ligeras y muy rápidas impactaban contra su costado derecho. Al su izquierda, el pobre repartidor pudo atisbar las luces de freno de un cohete plateado que desaparecía en la siguiente curva.

- Muy bien, gente... Seiscientos metros más por esta avenida y llegamos a la salida del puente. – Informó Han... - ¡Si no lo hemos hecho antes de que entre la batería en la canción, estaremos muy jodidos! Y tú, Kurtz. Coge el PHS de la guantera y llama al primer número de la memoria. Diles que preparen la lluvia.
- ¿La lluvia? – Preguntó sorprendido.
- ¡Tu hazlo, maldita sea! ¿O prefieres que se ocupen ellos? – Gritó señalando atrás. La presencia de varios Soldados motorizados hizo patente que no se refería a Paris ni a Rolf.

Entre maldiciones, Kurtz hizo la llamada. Paris, seguía con la pistola cargada en la mano, a la espera de la orden de volver a liarse a tiros, pero Rolf miraba fijamente a Han. Su máscara de concentración absoluta se iba resquebrajando poco a poco a medida que la canción avanzaba. Avanzaban saltando de un carril a otro, sin importar en que sentido fuesen los coches en él. Al fondo se veía un cruce, donde unos pocos vehículos permanecían a la espera de que se abriese. La canción se volvió silencio, y en su quietud la blasfemia del piloto sonó como un trueno. Dos guitarras distorsionadas, un bajo, la voz y una percusión brutal estallaron en los altavoces del coche, perfectamente coordinados con la puesta de los semáforos en verde. Los coches del cruce empezaron a circular, tanto en el mismo sentido que el grupo a la fuga como en su contrario. Estos últimos cerraban la posibilidad de girar a la izquierda, maniobra pretendida por Han.

- ¡A la mierda! – Gritó, haciendo la maniobra igualmente.

Fue tan súbito que ninguno de los demás ocupantes tuvo tiempo de gritar, maldecir o perder el control de los nervios, o de algo menos decoroso. Antes de girar, tiró como un poseso del interruptor de las luces largas, cegando a los conductores que venían de frente, y obligándoles a frenar. En un hueco que a Kurtz le pareció aún más estrecho que el túnel, el Cavalier evitó una colisión comiéndose el bordillo. Eso hizo que las ruedas perdiesen levemente el contacto con el suelo. Mientras los pasajeros se agarraban, suplicando a un dios, el que fuese, que por lo menos fuese rápido y doliese lo menos posible, el piloto reducía a una marcha más adecuada para salir cagando hostias tan pronto como el coche recuperase el contacto con el asfalto.

- ¡El túnel, al fin! – Exclamó Han triunfal. Sus tres compañeros entendieron la frase como “seguimos con vida, aunque eso solo signifique que esto aún no ha acabado”.

Nada más entrar, tres toques de claxon dieron la señal, para un apagón total en la iluminación del túnel. Iluminados únicamente por los faros del coche, avanzaron a lo largo de los cuatrocientos metros de extensión que tenía, tomando una de sus muchas salidas. En ese momento los pasajeros comprendieron que era esa “lluvia”: Entre el poco tráfico que había ahí, pudieron ver otros muchos Shin-Ra Cavalier que les saludaban con un pitido al pasar a su lado, y les hacían señales con las luces largas. El Helicóptero recibió avisos por radio de que se habían visto salir siete coches distintos, mismo modelo y color que el dado a la fuga, y todos con el mismo número de ocupantes. Antes de poder tan siquiera reaccionar, su objetivo original ya surcaba carreteras secundarias a una velocidad más relajada hacia el garaje de la casa de Han.



Paris ganó, con lo que Rolf tuvo que esperar a que acabase de vomitar para entrar en el baño y vaciar su vejiga. Kurtz, despojado de su equipo de misión, permanecía sentado mirando en silencio como Han Parker Cliff levantaba el capó y se ponía a revisar el motor. Impresionado era decir poco: No recordaba una demostración al volante así de ninguna película, y menos aún en la vida real. ¡Y eso que había participado en muchas! Lo más sorprendente era que había cumplido su palabra: El coche seguía impecable, aunque algo sucio de polvo, por el descampado, probablemente. A su lado había aparcado un Shin-Ra Alraun, de gastado color rojo. Kurtz recordaba haber conducido uno de ellos en un pasado muy lejano, antes de Wutai.

- Juraría que te habías hecho famoso con un Fenrir negro. – Preguntó intentando romper el hielo. Mientras tanto Paris bajó dando tumbos por la escalera que comunicaba el garaje con la vivienda que había en el piso superior.
- Un Fenrir R34 negro, con el emblema de los Devil Drivers en una pegatina sobre el capó, en la esquina de la derecha.
- ¿Qué fue de ese coche?
- Vendido... A un ricachón que vive sobre la placa. Saqué ochenta mil por él, ya que estaba preparado y tenía su reputación. Antes de venderlo, le gané el coche en una apuesta, el Cavalier este, y usé el dinero para instalarle tu motor.
- ¡Por eso tu coche sonaba raro! – Exclamó Paris.
- Si: Mi coche tiene ahora el motor que tenía el Cavalier, y este tiene mi Blackbeast.
- ¡Mi Blackbeast! – Concretó Han. – Por lo que se, fui el único que cobró por entrar en el grupo. Sin embargo, para lo que me ha costado meter el motor dentro de este coche...
- ¿Tanto? – Paris sentía una cierta aunque discreta curiosidad, pero Kurtz, sujeto masculino estereotípico, no podía resistirse a cosas que sirviesen para golpear, disparar o corriesen rápido.
- No puedes quitarle a un coche un motor de 2500cc y cambiarlo por uno de 6000cc así por las buenas: Necesitas redistribuir todo para que quepa, ponerle las baterías adecuadas, palieres, sujeción... Al poner un motor distinto, hay que rediseñar las entradas de aire para refrigerarlo, y este alcanza unas temperaturas increíbles, por no hablar de los frenos, que ahora mismo estarán a unos ciento ochenta o doscientos grados. Aún así, el motor fue un dolor de huevos: Buscar una caja de cambios capaz de aguantar tanta fuerza, y una estructura que resistiese toda la torsión que produce. Tras romper cuatro, tuvimos que fabricar un chasis entero con fibra de mithrilio. – Perdido en los tecnicismos, Paris se echó hacia atrás, deseando ducharse y dormir para olvidar tan este día tan movido, pero Kurtz seguía atento, absorbiendo información como una esponja.
- Siento que hayas tenido que vender tu coche... – Dijo Paris, incómodo, para no parecer un ignorante.
- ¿Por probar un Blackbeast? ¡Cada revolución de este monstruo es impagable! Teniendo en cuenta lo que dijo Jonás, no han de quedar más de dos o tres. Cinco como mucho... – Paris lo observó en silencio, sin responder. - ¡Joder! ¡Es que es como si te gustan los caballos y pudieses montar a Pegaso! Por eso dije que ya no soy La Muerte...
- ¿No es un apodo muy pretencioso para un piloto? – Habló Paris, al fin.
- Tenía sentido: Siempre me gustó más perseguir que escapar, así que dejaba adelantarse a mis rivales antes de atraparlos y sobrepasarlos. De ahí el apodo: ¡La Muerte! ¡No importa cuanto corras, siempre te acabará atrapando! – Paris asintió, pero dejó continuar al piloto. – Pero este coche no es la muerte... Es como... Un plateado pájaro de libertad...
- ¡Dulce y plateado pájaro de libertad! – Bromeó Kurtz. - ¡Así llamábamos en Wutai al avión que nos transportaría de vuelta a casa una vez concluido el servicio! ¡Me gusta!
- ¿Y lo que dijiste al principio, sobre pasar el sombrero? – Preguntó Kurtz, decidido a afrontar la parte incómoda.
- Esta fuga nos va a costar cara... Mil giles.
- ¡Mil! – Exclamó Paris, incrédulo. Sus ojos se abrieron como platos, mientras que los de Jonás se entrecerraron.
- La factura viene a ser...
- Un juego de neumáticos deportivos, cincuenta litros de gasolina y la comisión de los que montaron la “lluvia”.
- ¡Yo lo pagaré! – Interrumpió la voz de Rolf desde las escaleras. Todos lo miraron aún más incrédulos. - ¿Con tal de repetir experiencia? ¡Me vale!

Estalló una risa generalizada que aniquiló cualquier resto de tensión en el ambiente. Llenos hasta arriba de los restos de la adrenalina, pero victoriosos, rieron descargando todas sus preocupaciones, o casi todas. El teléfono móvil de Kurtz hizo su duro llamamiento a la realidad. No necesitó ni mirar para saber quien era.

- Har... – Gruñó, mirando a Paris.



- ¡¿Por qué, Jonás?! – Harlan estaba cabreado, de un modo que solo él sabía estarlo: Sus pupilas permanecían clavadas en los ojos de su amigo, inmóviles y acusadoras, mientras respiraba profundamente. Estaba sentado en un banco de un parque público, cerca del fin del distrito. Desde los límites de la ciudad se podía ver amanecer. A su lado estaba Kurtz, compartiendo con él algo de café y unos donuts. - ¡¿Por qué putos cojones te alías con el niño del cuchillito al que teóricamente habías fostiado para no volver a ver nunca más en un reactor hace ya no se cuantos meses?!
- Porque quiero ser de los buenos, Har. – Esa respuesta desarmó a su compañero del todo. – El niño me propuso una alianza. Los guardias a los que mató en el reactor tenían un historial de asesinos sobre el que se había echado tierra. Su problema era que no sabía elegir los objetivos, así que se dedicaba a eliminar proxenetas y asesinos de tres al cuarto. En mi primera misión, acabamos con una célula negra de mercenarios pagados por Shin-Ra para cometer atentados terroristas y sacar esta mierda de estado de excepción que han impuesto por el meteorito. Seguro que lo recuerdas: Nos cargamos a Sergei Brenzov.
- ¡¿Vosotros?! – Preguntó incrédulo. - ¿Todo ese fregao, con los restos de explosiones, tiros y signos de lucha, y esos siete cadáveres y fuisteis vosotros cuatro?
- Entonces éramos solo el rubiales y yo. – El turco sintió como su negra piel palidecía. ¿Qué clase de demonio de la guerra era su compañero? – Har... Soy un puto asesino...
- ¿Asesino? ¡Una masacre ambulante es lo que eres!
- En serio, tío... Durante la guerra, después de que me “licenciasen”, seguí luchando. En un grupo que, por así decirlo, no existía. ¿Entiendes a que me refiero?
- No. Lo siento, pero con todo el jaleo de esta noche, estoy algo espeso.
- Básicamente nos ocupábamos de todas esas cosas que ayudan a ganar una guerra pero que no está bien que el público sepa que se hacen. ¿Entiendes? ¡Operaciones negras!
- ¡Joder, nosotros mismos hacemos “operaciones policiales negras”!
- Pero esto no es una guerra. ¡Imagínate hasta que punto me llené de mierda! – Harlan finalmente asintió, dando la razón a su amigo. – El sector 7 fue la gota que colmó el vaso. Tío... Quiero seguir siendo turco, defendiendo el orden y todo eso... Pero no voy a permitir que en mi puta ciudad se haga la mierda con la que destrozamos Wutai.
- Por eso fuiste a por esto... – Harlan sacó del interior de su chaqueta un pequeño pendrive. – La lista de miembros de Soldado potencialmente peligrosos.
- ¡Joder, tú viste lo que hicieron esos hijos de puta en el edificio-comuna del sector 8, el otro día!
- Y no lo podré olvidar nunca. Es más, Jonás... Te creo. Y por eso, creo que tengo que darte las gracias. Me vas a joder la vida, pero si tienes éxito, Rubanza y Amira no tendrán que tragar la mierda que nos tocó a nosotros.




Desde el coche, los compañeros de Kurtz pudieron ver como ambos turcos se daban un abrazo y se despedían, cada uno hacia sus respectivos coches. Harlan se piró en el Shin-Ra Supreme negro que solían usar los de su unidad, y Kurtz se sentó en el asiento trasero del Alraune. Nada más hacerlo, le tendió a Paris su daga, su máscara, su pistola y su pendrive, que los recibió con sorpresa.

- Mucho te cuidan tus amigos... – Bromeó Rolf, relajado.
- Har y yo nos hemos cubierto el culo tantas veces que ya ni nos molestamos en llevar la cuenta. – Paris no respondió. Con toda la escena, ni siquiera se dio cuenta de que había sido desarmado mientras estuvo inconsciente. Ni se imaginaba que haría si perdiese a Katherinna... - ¡Niño-mierda! – Gritó Scar, sacándolo de su ensimismamiento. – ¿Me estas oyendo? Yo cubro tu deuda con Harlan.
- ¡Dale las gracias! – Se apresuró a responder.
- No tan de prisa. No puedo hablar por la rubia. – Dijo con una sonrisa que retorcía sus cicatrices. - ¡Más te vale tener libre el sábado de la semana que viene!

viernes, 6 de junio de 2008

122.

Dos hombres irrumpieron en Mercado Muro a última hora de la tarde, el mayor era más alto y también más corpulento, vestido con una vieja guerrera, camiseta desgastada con el gráfico de un viejo grupo de los 80, los vaqueros tenían múltiples bolsillos y las botas parecían bien de montaña bien militares –quizá ambas cosas a la vez-; su pelo revuelto, descuidado y la mirada ceñuda y agresiva. A su lado el más joven era radicalmente opuesto, con un fino traje de lino oscuro decorado con delgadas rayas grises, la camisa de seda tornasolada en rojo sangre y púrpura oscuro abierta hasta el segundo botón, los zapatos estilo wingtip blucher en brillante piel negra y aquel pelo azabache cuidadosamente despeinado que acentuaba el color verde de sus ojos, ojos que parecían hechizar a cuanta jovencita -y no tan jovencita- les salía al paso.
Más de uno se volvió a mirar a la extraña pareja, al primero lo hacían en una banda de matones, y al segundo en un café de la placa superior rodeado de gente culta y agradable compañía femenina.
Sus pasos les llevó hasta el chocobo de neón que señalaba el camino al bar de apuestas “La cuadra ganadora”. En cuanto abrieron la puerta una bofetada en forma de ola de calor y griterío les recibió desde el final de la escalera descendente; al final de la misma se abría un local relativamente espacioso e iluminado por algunas lámparas de techo que descendían un metro hasta casi rozar la cabeza del personal, seguramente alguien anormalmente alto chocaría con ellas de vez en cuando. A la izquierda había un pequeño patio con mesas sillones y pequeños habitáculos para los que buscaban intimidad para sus negocios; al fondo la barra principal y a la derecha un par de mesas de billar. La gran pantalla de televisor que retransmitía las carreras de chocobos de Gold Saucer evidenciaba la buena salud del negocio casi tan bien como la presencia de algunos miembros de poca importancia de la mafia.
- Ve a preguntar a la barra, yo echaré un vistazo – dijo el mayor, en un tono que no admitía discusión.
Su compañero se encaminó al destino prefijado con ese andar chulesco tan característico en él, robando miradas aquí y allá. Tomó asiento en un viejo taburete forrado de imitación de cuero y alzó la mano para reclamar la atención de la camarera, quien no tardó en atenderle con una sonrisa tan falsa como el color magenta de su flequillo.
- Hola, guapo. ¿Qué te pongo? – La chica apoyó una mano sobre la barra y otra sobre la cadera, en una postura que, aunque para ella era natural, no dejaba de ser insinuante, sobre todo cuando el escote en “V” llegaba casi hasta el ombligo y no llevaba sujetador.
- Alegre, eso lo primero, y acabamos de empezar – el hombre curvó los sensuales labios en una sonrisa.
- ¡Vaya! ¿No me digas? ¿Te gustaría continuar con un trago entonces?
- Si me acompañas sí, desde luego.
- Ya me gustaría –espiró con resignación- pero no puedo beber en horas de trabajo. Tendrás que hacerlo tú sólo – el chico captó el doble sentido de sus palabras a pesar de la sonrisa que aún lucía; decidió cambiar de técnica.
- Lo siento, no quería ser grosero, tan sólo bromeaba – aunque la curva de sus labios seguía intacta, la voz sonaba más suave.
Ella enseñó los blancos dientes bajo los labios pintados de magenta, y se apoyó sobre ambos brazos encima de la barra, en una actitud directa que directamente exponía su canalillo, aunque tal no parecía ser la intención.
- Bueno, al menos eres considerado, y aunque te hayas portado como un capullo, han sido gracioso, así que no te preocupes. De todos modos, tengo novio así que… - dejó la frase en el aire a propósito, dando a entender su indisponibilidad y sus pocas ganas de ser infiel.
- La verdad es que no soy cel…
Un golpe seco resonó en la mesa, haciéndola vibrar. El tipo galante escuchó la voz de su compañero antes siquiera de ver su rostro.
- Perdona – el tono de su voz era autoritario- Buscamos a Paris Barans.
Ella se quedó un momento en silencio, aguantando la mirada de su interlocutor, que comenzaba a pensar si había hablado en lengua de Wutai o si la chica se había vuelto muda de pronto. Finalmente reaccionó… de una forma cuanto menos inesperada:
- Claro, cariño. ¡¡Paris!! – vociferó, haciéndose audible por encima del ruido del televisor y la tenue música que creaba ambiente en el local -¡Un hombre en el grado superlativo de la palabra pregunta por ti!
-¡Qué coj…!
El exabrupto del tipo quedó eclipsado por la sonora carcajada de su compañero, algunos habituales también rieron ante el desparpajo de la chica.
- ¡Y vosotros qué! – aulló el hombre al gallinero que carcajeaba a su espalda, con el rostro contraído por la ira, enseguida las voces se apagaron, siendo el tipo galante de los ojos verdes quién aún reía, ahora más discretamente.
- A veces pienso que te has escapado de una granja, porque lo tuyo no es ni medio normal – la voz molesta del camarero se pronunció.
Apareció tras su compañera, salido de la puerta tras la barra que daba al almacén; con su rubio cabello atado en una cola y vestido con una camiseta de manga larga sencilla lo suficientemente estrecha para que los músculos se intuyesen bajo la fina capa de lycra y algodón. La chica le guiñó un ojo y se fue a atender a otro cliente que reclamaba su presencia, fue entonces cuando él se fijó en los dos individuos.
- ¿Ya estáis aquí?
- Hola, principito – saludó Rolf, enjugándose una última lagrimilla.
- ¿Jonás?
El turco sostenía la cabeza sobre un par de dedos, con expresión de evidente hastío y se podría decir que incluso vergüenza.
- ¿Cuándo terminas? – preguntó entre dientes, lanzando una mirada asesina por el rabillo del ojo al tirador, que le daba un par de palmaditas en la espalda.
- Eh… - Paris se volvió a mirar al reloj con la serigrafía de una marca de cerveza, colgado frente al estante con las botellas – Una media hora larga. No sé por qué habéis venido tan temprano.
- Es que te echábamos de menos – intercaló Rolf, apoyado sobre el dorso de la mano, con esa sonrisa cínica suya.
- Ya me parecía a mí – Paris le devolvió el gesto, aunque por algún motivo en su rostro aquella expresión adquiría un matiz hostil - ¿Os sirvo algo?
- Ya que estoy aquí voy a probar ese “Mako Stream” del que tanto se habla.
- Vodka – dijo Kurtz, comprobando la hora en su reloj de muñeca.


Ante la cantidad de tiempo que aún tenían por delante hasta que su compañero terminase tu turno, Kurtz y Rolf se hicieron con la mesa de billar; una sutil mirada del turco sirvió a la pareja que pretendía hacer de la tabla una cama de advertencia para que se fuesen a otra parte.
- Veo que no temes al ridículo – dijo el tirador con sorna, mientras sacaba las bolas y las colocaba una a una.
- ¿Al mío o al tuyo? – el turco encendió su puro, sin prestarle demasiada atención al tipo.
- La cruz para ti – obvió el comentario anterior, ahora sacaba una moneda y la tiraba al aire, para después capturarla y posarla de un golpe sobre el dorso de la otra mano – Rompo yo.
Empolvó la punta del palo con el taco de tiza, se agachó sobre la mesa y lanzó la bola blanca, que rompió contra el grupo triangular desperdigando las esferas lisas y rayadas.
- ¿Quién me iba a decir a mí que acabaría haciendo grupo con Mr. Berserker? Aún recuerdo ese informativo en el que amenazaste al periodista. ¿Cómo era? “¡No por favor! ¡Sólo hago mi trabajo! ¡No me meta eso por ahí!”
Kurtz golpeó la bola blanca y acertó a meter una lisa, por lo que seguía tirando.
- Seguramente tú si habrías querido que te metiesen algo por ahí, aunque para eso ya tienes a “la potra” ¿no?
Rolf echó un trago del licor verde turquesa de brillo fulgurante, apoyando la otra mano sobre el palo.
- Pse… ése ya está muy manido. Además, soy de los que piensan que uno debe comer de todo – hizo una breve pausa para analizar a su interlocutor, cuyo saque recibió más fuerza de lo debido e hizo botar la bola blanca – Vaya, ese ha sido un comentario desafortunado dada la circunstancia – tenía un tono de fingida inocencia en la voz al decir esto último.
- Preferiría que lo que haces en tu vida privada siguiera siendo privado.
Rolf sonrió, mientras tomaba posición para hacer una carambola y meter dos rayadas. Observó con cuidado el ángulo, tomándose su tiempo para colocarse adecuadamente, dio un toque a la bola blanca, ésta rozó la primera esfera, que se deslizó lentamente hasta un agujero en mitad de la mesa; la trayectoria de la albina la llevó hasta la segunda bola, en el centro, la golpeó y la envió hasta el hoyo en la esquina contraria. Aún concentrado, con la expresión sería, caminó hasta el otro lado de la mesa para seguir la jugada.
Kurtz lo observaba en su ejecución, cuando no tenía otra cosa que hacer el tirador siempre lucía una sonrisa confiada y hablaba aunque no tuviera nada que decir; en cambio, ahora mostraba la faceta que lo convertía en el gran francotirador que era, veía su objetivo claro y se concentraba en él. Sólo era un juego, no había vidas en juego ni una misión, pero era un pequeño ejemplo a escala reducida de su potencial.
El turco se llevó el vaso chato con el incoloro líquido a los labios, echó un vistazo al reloj de muñeca y buscó de refilón la cabeza rubia tras la barra: allí estaba el tercero en discordia, regalando una sonrisa engañosa a la jovencita de cabello corto que se apoyaba sobre la barra y parecía querer acortar la distancia entre ambos. Se le veía extrañamente cómodo pese a estar rodeado de tanta gente, y él sabía, porque en eso se parecían bastante, que sus gusto por las personas era mínimo.
- Lo que no entiendo… – la voz de Rolf le hizo volverse, lo vio apoyando ambas manos sobre el palo y la mano sobre ellas – cómo acaba un Turco reclutando a un asesino en serie para ir por ahí haciendo heroicidades – hizo un gesto con el palo para advertirle de que le tocaba tirar.
- En realidad él me reclutó a mí Todo este embolado es cosa suya.
- Pero tú eres el que está al mando.
- Es el tipo más ágil que he visto en años y pelea duro como pocos. Sin embargo no es al tipo al que pondría a diseñar estrategias de combate. Le echa huevos pero aún está verde. Es un buen soldado, pero no tiene cerebro de general.



- Oye – la camarera del flequillo magenta se acercó a su compañero por la espalda, en tono confidencial – Tus amigos son un poco raros ¿no?
- ¿Por? – Paris pensó en el término “amigos”, nunca había usado esa palabra para referirse a ellos, en su lugar “compañeros” o “aliados” era más común.
- No sé, tienen pinta como de matones. ¡No te lo tomes a mal!
- No parecías opinar lo mismo cuando gritaste a los cuatro vientos aquello de “un hombre en grado superlativo” – el chico río, ella se puso colorada – A buenas horas te entra la vergüenza, Holly.
- ¡Dios! ¡Te juro que me salió del alma! Está como un queso.
- ¿Jonás?
- Supongo. ¿Tiene novia?
- … creo que ese tema será mejor no tocarlo.
- ¡No me digas que es marica!
- ¿Qué dices? No es eso – Paris lavaba algunos vasos, tratando de explicarse a sí mismo que era exactamente lo que era.
- Problemas con la parienta ¿no? – Holly se apoyaba sobre la barra, mirándolo con suspicacia.
- Eso creo – dejó el vidrio en la pila junto a sus hermanos.
- No te preocupes, esas cosas pasan siempre, y lo mejor son las reconciliaciones: mi novio y yo nos lo mon…
- Valeee… - el chico alzó la mano, señalando su indisposición a seguir con la conversación. No entendía qué manía tenía todo el mundo con hablarle de sus experiencias sexuales sin venir a cuento.
Holly rió y le frotó el pelo, como una hermana mayor a su hermano pequeño.



Rolf se agazapó una última vez sobre la mesa, disparando la bola blanca contra la negra, que encontró su guarida en un hoyo en la esquina izquierda.
- ¿En serio creías que ibas a saber más que yo en medir distancias y parábolas? Chico, soy un profesional – apoyaba el peso del cuerpo sobre el brazo que descansaba en la mesa, con una pierna cruzando la otra.
- Precisamente por eso te quiero en el equipo – dijo Kurtz
- No por nada soy el mejor – replicó Rolf, satisfecho.
- No es que seas el mejor, es que yo no puedo hacer tu trabajo y el mío a la vez – las palabras del turco venían a corregir el falso elogio que parecían decir sus palabras anteriores.
- Lo que tú digas, “macho alfa” – bebió el último trago de su cóctel, trazando un círculo con las pupilas esmeralda.
Jonás comprobó el reloj por última vez con la nariz arrugada ante el nuevo apodo, cuando alzó la cabeza para buscar al rubio tras la barra lo vio acercándose mientras se ponía la cazadora de cuero.
- Ya era hora – dijo, mientras tiraba la colilla del puro y la pisaba con el pie.
- No es mi culpa que pases de todo lo que te digo – replicó el joven, que sentía como esa sensación de ser tratado como un hermano menor o incluso un hijo no desaparecía.
- Yo me lo he pasado bien – soltó Rolf, divertido al ver la extraña camaradería que había entre el chico y el turco – Creo que vendré más a menudo.



El Mercado Muro estaba lleno de bullicio, no importaba si el fin del mundo estaba cerca o no, para ellos la vida seguía, igual de puta, pero seguía. Llegaron al pequeño edificio de viviendas cuando Kurtz se separó del grupo para ir a comprar algunas cervezas a la licorería de unas calles más arriba. Un sonido como de una pesada bola repicando sobre el suelo se oyó unos pisos más arriba seguidos de los gritos de dos chicas. Paris y Rolf acababan de irrumpir en el portal y miraron hacia la escalera, vieja y carcomida; los ruidos y los gritos venían siendo algo común en aquel edificio. El más joven tomo la iniciativa y comenzó a subir, seguido por el tirador.
La puerta del segundo se abrió de pronto y una joven vestida de negro riguroso y diez kilos en abalorios metálicos salió gritando hacia el interior.
- ¡No la toques! Tengo un libro en el trastero, a ver si sabemos de qué es.
Se volvió para bajar la escalera cuando vio subir a su vecino con el otro hombre, quien había retomado la conversación en la que habían estado enfrascados antes.
- Entonces ¿te gustó?
- Lo único que no me gustó es que fuera contigo – replicaba el efebo angelical, con las manos en los bolsillos.
- Mira que eres borde – río el tirador.
- Hola – saludó la chica gótica, ligeramente ruborizada bajo el polvo blanco que maquillaba su rostro.
- Hola – respondió el rubio.
- ¿Qué tal? – el moreno le guiñó un ojo.
Los dos hombres siguieron subiendo cuando a sus espaldas oyeron a la chica de nuevo.
- ¡Te dije que era maric…!
- ¡¡SSSHHHHHHHHH!! ¡Maggie! – se oyó un furibundo grito desde el interior de la vivienda.
Los dos tipos siguieron a lo suyo, uno más divertido que el otro con el suceso, aunque no tardaron en continuar a lo suyo.
- Las motos es lo que tienen, por eso se liga tanto con ellas. Podría dejarte una de las mías y marcarnos una carrera. ¿Sabes conducir?
- No.
- Es fácil, es como… ¿has montado en bici alguna vez?
- Me da que no.
- ¡Pero qué pasa contigo! ¿Es que no tienes infancia?
Paris rió aunque Rolf no pillaba el chiste.
- Creo que no fue una infancia muy común.

Llegaron al tercero, donde Paris sacó las llaves del bolsillo del pantalón y abrió la pesada puerta. Encendió la luz casi por cortesía, ya que él estaba tan hecho a su vivienda que podría andar por ella en total oscuridad. Rolf observó la “decoración” espartana del piso, tan sólo un jarrón con una rosa en un mueble al fondo del salón, a su lado un peluche de cuestionable gusto; le recordaba a aquellos anuncios de productos de limpieza en los que todo era blanco y reluciente, incluso a un hospital.
- Ponte cómodo – dijo el anfitrión, dejando las llaves en una cesta.
- Se intentará – desconfiaba de la confortabilidad del adusto sofá negro, aunque comprobó que en el fondo era blandito y suave.
- Voy a darme una ducha – el tirador vio al chico caminar de aquí a allá, saliendo y entrando de una habitación – Ábrele la puerta a Kurtz en cuanto llegue.
- ¿Y no tienes miedo a que vaya a hacerte cosas guarras mientras te duchas? Fijo que tus vecinas pagarían por verlo – rió, recostándose en el sofá mientras cogía un periódico del día que estaba sobre la mesa de cristal.
Paris se asomó a la puerta de la habitación, con una toalla sobre el hombro, aún vestido.
- Tú inténtalo – aunque el tono era de broma, Rolf pudo captar un tinte de amenaza.
Se sonrió y meneó la cabeza. Ahí estaba él, en la casa de “el fantasma de Midgar” que resultaba ser un chaval de lo más normal, en principio, y esperando a un Turco que pretendía limpiar la ciudad de la escoria. Era todo tan surrealista que no se le ocurría mejor sitio para estar ahora mismo que ése.
Terminó con la sección de sucesos, había algunos nombres rodeados con bolígrafo, futuras victimas, suponía. Dejó el periódico sobre la mesa y se levantó a inspeccionar al lugar, de todos modos no había un televisor con el que entretenerse y el portátil estaba apagado. Avanzó hasta la estantería que contenía varios archivadores en orden alfabético, tomó la carpeta con la letra “K” casi de forma instintiva y ojeó algunos ficheros por encima, encontró una ficha de “King Tomberi”, su amigo Kazuro Kowalsky; presumía que estaba allí por su profesión como periodista y el joven ya había dejado claro su desconfianza hacia ese sector el día que se conocieron. Leyó algunos nombres sin demasiada relevancia hasta llegar al nombre “Kurtz”. Había varios recortes de periódicos, revistas militares y screeners de webs de internet, con información aquí y allá subrayada en rojo. Bajo ellos un folio con la información recopilada de forma esquemática y ordenada.

Kurtz, Jonás “Scar”
Fecha de nacimiento: 23 de julio de 1975
Altura: 1’89
Peso: 86 kg

1992 – 1995
Soldado al Servicio de Shin-Ra S.A
- Entra en acción en Wutai
- Sección 244 de Aerotransportados
- Licenciado con deshonor.

1996 – 1999
???

2000 – presente
Miembro al servicio del Departamento de Investigación Administrativa (TURK)


Características: Lucha cuerpo a cuerpo, armas improvisadas, armas de fuego.
PELIGROSO.


Se preguntaba qué era ese vacío de tres años entre su vida de soldado y el puesto en Turk, aunque no tuvo demasiado tiempo para planteárselo a fondo ya que un puño había golpeado la puerta un par de veces. No le hizo falta verlo para saber que era Kurtz. Dejó el archivador sobre la pila y luego abrió a su compañero. Jonás entró llevando una bolsa de plástico, dentro de la cual tintineaban las botellas de un pack de cervezas.
- ¿Y el niño? – preguntó.
Aunque era la primera vez que estaba allí, supo adaptarte sin ningún problema. Dejó la bolsa sobre la mesa y se sentó en el sofá que ya había recuperado su forma original tras soportar el peso del tirador.
- En la ducha – respondió mientras cerraba la puerta.
El turco, una vez sentado, y con una botella en mano, observó el piso, estaba tan ordenado que se diría que una mujer vivía allí. Reprimió esos pensamientos, temiendo empezar a cavilar y que estos le llevases a recuerdos que en estos momentos no venían al caso.
- ¿Sabes que tiene un dossier sobre ti? – aventuró Rolf, con una sonrisa cautelosa – Aunque no sé si “dossier” es el término apropiado.
- Sería un estúpido si no me hubiera intentado investigar antes de llamarme – echó un trago, luego alzó la botella, invitando a su interlocutor a tomar una – De todos modos, todo lo que podría saber sobre mí ya se lo he contado yo mismo. – le dedicó una sonrisa lobuna al tirador, quien se percató del doble fondo de sus palabras: hablaba del vacío de 1996 a 1999.
- O sea que el rubiales lo sabe todo sobre ti y…
- Yo no he dicho que lo sepa todo sobre mí, sino lo que debe saber sobre mí.
- ¿Y tú de él?
- Más de lo piensa, me temo.
El ruido del agua cesó y oyeron una puerta abrirse, en un par de minutos vieron a Paris salir de la habitación frotándose enérgicamente el cabello con una toalla, una camiseta sencilla y vaqueros, descalzo. Con Jonás y Rolf ocupando el sofá más grande, el novicio se sentó en la oreja de un butacón. Sus ojos se encontraron una centésima de segundo con los del turco, antes de quitarse la toalla de la cabeza y dejarla sobre sus hombros.
El aristócrata sintió como el ambiente parecía ponerse tenso y no tardó mucho en descubrir el por qué: Kurtz sacó su navaja táctica de hoja aserrada y la clavó entre las piernas abiertas de Rolf, no era más que una advertencia, pero el mensaje quedaba claro: “ni se te ocurra moverte ni mentirme”.
- ¡Pero qué…!
- Ahora, Rolhelm Vassaly, vas a responder a unas cuantas preguntas – interrumpió Scar, que mudo esa expresión seria con la que llevaba todo el día por una sonrisa para nada amistosa, casi prefería verlo serio.
- ¿A qué viene esto ahora? – el tirador buscó una respuesta en Paris, a quien encontró con los brazos cruzados y cara indiferente, inmediatamente supo que él no haría nada.
- ¿Qué esperabas? Como comprenderás no podía montar una escena en el bar, no queremos que despidan a nuestro camarero favorito, ¿verdad?
Rolf se cruzó de brazos, resignado.
- Bien, ¿qué quieres saber?
- ¿Por qué aceptaste unirte a nosotros?
- ¡Pff! ¡Si fuisteis vosotros quienes me lo pedisteis! – todo esto le parecía ridículo y una pérdida de tiempo.
- Y si nosotros te pidiésemos que te tirases por la ventana ¿también lo harías? – la sonrisa de Scar se alargó, como el gato que juega con un ratón.
El interrogado entendió el sentido de la pregunta aunque se resistió a dar una respuesta honesta.
- Porque me parecía divertido – se detuvo un momento, percatándose que aquellos ojos oscuros como el infierno no aceptaban esa respuesta como válida. Finalmente habló con sinceridad, relajando de paso su postura defensiva – Y me intrigaba lo absurdo del plan y que alguien quisiese contar conmigo para un fin tan “noble” – se echó una mano a la oreja mutilada de forma instintiva, acariciando la curva que formaba su trepanado lóbulo – Además cuando me enteré que tú, Scar Kurtz, estabas dentro no pude sino sentirme confuso. Cuando un turco te dice que quiere librar este mundo de escoria, piensas que tienes ante ti la primera persona que debería tener en su lista. Tampoco entiendo cómo un tío con la vida resuelta se expone de esta manera; del principito lo entiendo, al menos es una persona anónima, en cambio tu nombre y tu cara ha salido cientos de veces tanto en prensa como en televisión. Ya no era el plan de un chalado chantajista – lanzó una mirada a Paris, que alzó una ceja pero no dijo nada – si no algo bien cimentado y con posibilidades. Eso o que tú estás igual de chalado que él, eso lo dirá el tiempo.
- ¿Ése amigo tuyo se irá de la lengua? – preguntó Paris, recordando al contraído hombrecillo de ojos saltones que estaba a su lado la primera vez que se encontró con Rolf.
- ¿Kowalsky? Bastante tiene con lo suyo como para meterse en los asuntos de los demás. No, no hablará. Tiene mi plena confianza.
- Bien, ahora que tenemos claro por qué estás aquí y que no hay riesgo de que nadie largue nada, vamos a decirte qué haces aquí – el tono casi dictatorial de Scar no admitía réplica alguna – Tú eres nuestro miembro de apoyo, vigilarás la zona desde una posición de ventaja y nos cubrirás las espaldas si las cosas se ponen difíciles. Permanecerás fuera de la acción, pero no te confíes, si te necesitamos tendrás que arriesgar el culito como nosotros. Supongo y espero que sepas actuar con cierta independencia pero que no cometas el error de descubrirnos: No estás tú sólo contra un enemigo, somos un equipo – el turco hizo especial hincapié en la última frase, consciente de lo individualistas que podían ser los francotiradores - ¿Todo claro?
- Cristalino – afirmó Rolf.
Kurtz arrancó la navaja, llevándose algo del relleno del sofá enganchado en la guarda.
- ¿Ahora puedo preguntar yo? – inquirió el tirador, con una expresión más relajada, recuperando su sonrisa cínica.
- Adelante – Jonás se recostó en el sofá, hundiéndose en el mullido respaldo mientras le daba un lingotazo a su cerveza.
- ¿Cómo os conocisteis vosotros dos? No es que sea muy normal ver a un agente de la ley y a un buscado por la ley de la manita – señaló al uno con una mano y al otro con la otra.
- Le di una paliza –soltó el turco, sin atribuirse gloria alguna, tan sólo reportando un hecho.
Rolf miró a Paris quien asintió para corroborar la versión de Kurtz. Se apartó el pelo de la mejilla izquierda, descubriendo la larga cicatriz que corría paralela al ojo, a un par de centímetros de sus pestañas.
- También me rompió la nariz, me disparó en las costillas y me aporreó con una llave inglesa…– enumeró Paris, mirando al techo.
- Casi te saco un ojo con la pistola, pero no te quejes, al menos yo no te mordí, maldito bastardo de perra.
El más joven rió y el turco esbozó una sonrisa torcida antes de llevarse la botella de nuevo a la boca.
- A propósito ¿Cuál es la mía? – inquirió Paris, echándose hacia delante, escrutando el rostro del turco.
El tirador se sintió perdido, sin saber de qué hablaban en absoluto. Kurtz señaló una cicatriz de su marcada faz, prácticamente igual y en el mismo lugar que la que el asesino lucía; con un leve tono rosado.
Rolf no supo muy bien qué pensar: ahí estaba él entre dos tíos que bromeaban con las palizas que se daban y que pretendían cambiar el mundo, o la ciudad, aunque para algunos fuese lo mismo. Sería divertido por fuerza.

Kurtz se echó hacia delante, recuperando la seriedad en su rostro, Paris ya sabía qué venía a continuación, Rolf lo sabría de inmediato:
- Bien – sacó un papel doblado del bolsillo interior de la guerrera y lo desplegó sobre la mesa – hoy tenemos una misión, en principio, sencilla: No vamos a por ninguna célula terrorista ni nada por el estilo; debemos hacernos con una lista de miembros de SOLDADO potencialmente peligrosos que mi departamento ha desarrollado. Supongo que estáis al tanto del incidente de hace un par de semanas: esos tarados que tomaron un edificio y quemaron a cuanto ocupa había en él – el asesino y el tirador asintieron – No es probable que los miembros de esa lista vayan a volverse locos pero, como dicen las viejas, “prevenir es mejor que curar”, y si a algunos de éstos se les va la olla podremos identificarlo rápidamente y darle matarile.
Hizo una pausa por si sus compañeros tenían algún tipo de duda, ante el silencio y la expectación en el ambiente continuó:
- Debemos infiltrarnos en el edificio Loble, dentro del complejo Shin-Ra en el Sector 0. Es un edificio secundario en el que se realizan la mayoría de los trámites burocráticos para el edificio principal. No creo que esté demasiado protegido pero es mejor andarnos con ojo. El niño y yo no infiltraremos por la entrada al complejo situada en los suburbios del Sector 0 – señaló un punto en el mapa – Y subiremos hasta el edificio por una escalera secundaria. La construcción es de metal y cristal, por lo que no tendrás problema en ver la acción desde el exterior, Vassaly – pasó la mano por una amplia zona que rodeada el complejo – tú eres el experto así que dejo a tu elección la posición que creas más ventajosa. Una vez dentro nos dirigiremos al Departamento de Investigación Administrativa II, es donde van a parar los documentos que los turcos confeccionan para su posterior difusión al resto de áreas de la infraestructura de Shin-Ra.
No venimos a cargarnos a nadie, noquearemos a los guardias y seguiremos nuestro camino alegremente – lanzó una mirada significativa a Paris – Un coche nos estará esperando cuando salgamos, si todo sale bien estaremos en casa en un par de horas…
- Vamos, que al final me tendrás dos horas mirando sin hacer nada. Esa no es la clase de diversión que me prometiste – miró al asesino, exigiendo responsabilidades.
- Esta misión también sirve de prueba para ti – argumentó Scar – Sabemos que eres bueno pero lo que no sabemos es si eres el adecuado para nuestro grupo. Alégrate, lo tienes fácil.

Rolf se cruzó de brazos observando el área de edificios que rodeaba el complejo, buscando en su mente la imagen que tenía de ellos. Como francotirador hacía bien sus deberes, y conocía gran parte de la ciudad… y de sus alturas. Enseguida su expresión se relajó, observó que Paris parecía más serio de lo habitual, casi decepcionado.
- ¿Qué te pasa, principito? – preguntó, sonriendo.
- Nada – su tono no era muy convincente – Es sólo que esperaba algo más… efectista.
- Eres muy impaciente – el tirador espiró, para él la espera era algo casi natural.
- Antes de dar grandes golpes tenemos que organizarlos – dijo Kurtz, recogiendo el mapa y guardándolo en el bolsillo de la guerrera – Paso de repetir la experiencia del piso franco, casi nos fríen el culo.
El turco miró su reloj de muñeca, los números digitales marcaban las 22:47. Se levantó, señal más que suficiente para advertir a los otros dos que ya era la hora. El rubio fue en busca de un par de botas y su mochila. Cuando volvió de la habitación se percató del volumen con la letra “K” que yacía sobre el resto de archivadores, Rolf esperaba algún tipo de reacción negativa por su parte, pero el joven se limitó a guardarlo en su sitio. Se calzó las botas altas hasta la pernera, tomó la daga con la vaina rojo carmesí y dos esferas cristalinas de una pequeña caja negra situada al lado del soporte del cuchillo: la verde acabó en la empuñadura de kattherinna, la amarilla cayó en el fondo del bolsillo de su pantalón.
- Cuando queráis.


La calle seguía abarrotada, con su brisa caliente y cargada de olor a fritanga y suciedad.
Caminaron hasta salir del Mercado Muro, cerca de la pequeña “muralla” que servía de entrada estaban aparcados el coche del turco y la moto del francotirador. Éste último echó un vistazo, receloso, al coche de Jonás, aunque lo había visto al llegar seguía creándole una mala sensación aquel viejo automóvil usado por Shin-Ra hacía unos 25 años.
Esperaron a que el borracho terminase de mearse encima de los zapatos y se largase de una puñetera vez. Kurtz sacó del coche un maletín pequeño de textura rugosa, al abrirlo descubrió un juego de intercomunicadores, similares a un auricular con un pequeño micrófono incrustado. Le dio un a Rolf y los otros dos quedaron dentro del maletín.
- Tienen un radio de 1 kilómetro. El sistema es muy rudimentario y funciona por onda corta por lo que no interferirá con las comunicaciones por satélite de Shin-Ra. Responderás al nombre de “Eye in the Sky”, yo seré… veamos…
- “Macho Alfa” – apuntó el tirador.
El turco frunció el ceño pero no dijo nada. Paris observaba la escena apoyado en el capó del coche, con los brazos cruzados, sin mostrar demasiado interés.
- Y tú – Kurtz se dirigió al joven en tono imperativo, reclamando su atención, a la vez que le tenía un aparato – presta atención, que la cosa también va contigo.
- Que sí, tú “Macho Alfa” y él “Eye in the Sky”.
- Tú puedes ser “Boo Kid” – sugirió Rolf divertido por la expresión del chico.
- Ni de puta coña. Mira – se dirigió a Scar, pasando del gesto burlón del tirador- me importa un bledo cómo me llames, después de todo ya estoy más que acostumbrado a que te dirijas a mí por “tú”, “niñato de los cojones” y demás lindezas.
Kurtz asintió levemente, dejando el debate para más tarde; fuere como fuere no esperaba que necesitase comunicarse con Paris por el intercomunicador en esta misión. Adoptó esa actitud autoritaria una vez más para explicar el plan inmediato:
- Tardaremos una media hora en llegar al Sector 0, ya que por el momento sólo es accesible desde el Sector 1. Calculo alrededor de un cuarto de hora, quizá algo más, en llegar hasta el edificio en la placa superior: Antes de la 1 am seremos visibles desde tu ojo, así que estate al tanto.
- Tranqui, jefe. Cuenta conmigo.
Rolf arrancó la moto y se despidió haciendo un gesto con la cabeza. Jonás y Paris entraron al coche, al joven le pareció distinto pero no sabría decir por qué, sin duda era el mismo automóvil pero algo había cambiado; de todos modos no le dio demasiada importancia, después de todo él sabía poco de coches. El conductor le dio al contacto, haciendo rugir el poderoso monstruo que se escondía bajo el capó.
- Te pagaré lo del sofá.
- Más te vale.



El Sector 0 parecía una ciudad abandonada, a penas estaba iluminado por algunas luces piloto salpicadas sobre los edificios que se fusionaban con la placa. Ni siquiera había vagabundos o rateros allí; pese a que no había guardias, algo en el ambiente prometía un futuro funesto a cualquiera que quisiese empezar una vida allí.
Kurtz salió del coche ataviado con su chaleco de kevlar con materias incrustadas, las protecciones de cerámica en los antebrazos y los pantalones con bolsillos llenos de cargadores y otras “sorpresas”; su cara estaba pintada de negro. Llevaba la pistola enfundada y sólo sostenía una linterna para alumbrar la zona en busca de una vía de acceso.
Cuando le seguí me miró con reprobación, sabía que mi atuendo no era de su gusto pero yo ya estaba acostumbrado a moverme con él.
Me hizo una seña con la mano, indicándome que me acercara.
- Entraremos por allí – señaló a una puerta que parecía dada de sí.
Desde luego los Shin-Ras no se preocupaban demasiado por vigilar esta zona, probablemente el interior estuviera a buen recaudo.
- Nada de matar ¿estamos? –recalcó Kurtz.
- Que sí…-contesté con hastío, no sé qué extraña idea tenía de mí para insistir tanto con el tema.
Eché un vistazo a la fachada, pequeños puntos de luz, menos visibles que los pilotos, delataban la presencia de cámaras. Estábamos fuera de su campo de visión… por el momento.
- Hay cámaras allí y allí – señalé.
- Sobrecárgalas, no creo que nadie esté pendiente de esta zona.
Activé la materia de rayo incrustada en kattherinna, y dirigí el filo hacia los puntos luminosos, enseguida un hilo de luz los alcanzó; un fino humo no tardó en salir.
Scar me dio la señal y avanzamos hasta la puerta, no había guardias en el interior, las escaleras estaban limpias. Bufó.
- Mira que son gilipollas, ya se colaron tres tipos en el edificio principal del mismo modo y no han aprendido la lección.
Desenfundó la pistola y la usó de apoyo para la mano que llevaba la linterna. Subimos con precaución durante un rato pese a que el camino estaba despejado. A eso de los diez minutos decidimos ir más deprisa, era poco probable que encontrásemos resistencia en los pisos superiores.
4ª Planta
7ª Planta
15ª Planta.
Aquí arriba había más iluminación, quizá habíamos alcanzado ya la placa. Scar consultó el mapa, hizo un gesto que entendí como “seguir subiendo”. Podía oir el bullicio de la urbe apagado por los muros de hormigón que encerraban la escalera.
Kurtz se paró en seco, señaló la puerta. “17”. En total habíamos subido 32 plantas. Entreabrió la puerta cautelosamente, se volvió y me indicó “3” con los dedos. 3 guardias. Me escabullí primero, aprovechando la sombra proyectada por los maceteros, Scar iba detrás de mí, comprobando que nadie nos seguía. Llegamos hasta una puerta que pedía una identificación, Kurtz gruñó. Esperamos a que uno de los guardas se acercara a nuestra posición para atraparlo, le tapé la boca mientras Scar le arrancaba la tarjeta de identificación que llevaba colgada al cuello y abría la puerta. Llevamos al tipo adentro aún inmovilizado. El pobre tipo acabó con la cara estampada en la pared, al menos dormiría placidamente… hasta que el dolor por la nariz rota le despertase.
“Departamento de Investigación Administrativa II” se leía en un cartel de plástico transparente que colgaba del techo. La habitación se dividía en dos salas separadas por un “biombo” de oficina o algo así, a un lado escritorios con ordenadores y al otro impresoras, fotocopiadores y archivadores. El trabajo era fácil: yo miraba los ordenadores y él los impresos. Parecía ridículamente sencillo.
Empecé por el que parecía más caro, debía ser el del jefe de sección. Imbéciles, ni siquiera pedían contraseña. SOLDADO, SOLDADO, SOLDADO…
Oí el sonido de unas campanillas, parecían muy lejanas…





… No sé cómo, pero me había dormido, y al despertarme me di cuenta que eso no era lo peor: tenía las manos esposadas y un brazo de oso me agarraba por el cuello. Miré a mí alrededor, todo iba demasiado lento, me pesaban los ojos. Al otro lado del pasillo vi a Scar, agarraba a esa chica rubia que me miraba raro y apuntaba con su pistola en mi dirección. Sonreía como un cabrón pero sabía que no era más que una máscara y que estaba sopesando sus opciones. Sentí la voz profunda del tipo que me apresaba reverberar a mi espalda.
- Jonás…
Era el ex compañero de Kurtz, aquel negro de dos metros que vi en el reactor.
- Ni Jonás ni pollas, Inagerr. Suelta al chaval y nos iremos sin que nadie tenga que visitar el hospital.
Su voz resonó por toda la sala y en mi cabeza se oía una octava más alto de lo normal. La chica estaba muy quieta, esperando la respuesta del tipo que me retenía. Estaba muerta de miedo.
- Sabes que no puedo hacer eso.
El tipo estaba… ¿triste? ¿decepcionado? Fuere lo que fuere su agarre no cesó su fuerza un momento y aunque no podía verle la cara seguramente tenía aquella misma mirada determinante que Kurtz lucía.
Scar mudó la expresión una centésima de segundo y se llevó la mano al oído en el que llevaba el intercomunicador, subió el volumen. Volvía a sonreír como aquella vez en el reactor.
- >>Aquí Eye in the Sky. Objetivo marcado: lo tengo en el punto de mira<<