La gente había empezado a salir en masa del local cuando terminó el concierto, intentando buscar un espacio libre en el que volverse a reunir con sus respectivos grupos. Taranis Byron llevaba casi una hora fuera, ya que había tenido que salir con un amigo que se encontraba mal y estuvo a punto de vomitar en el local. Sus compañeros de trabajo habían insistido en que fuera con ellos a aquel lugar, a pesar de que a ella no le entusiasmaba ese tipo de música ni el rollo sadomasoquista que se inspiraba allí.
La verdad es que se lo había pasado bien a pesar de aquel incidente, pero los demás no tenían pinta de querer ayudar a su amigo mientras babeaban alrededor de esa tal Yvette. Buscó entre la multitud a alguien conocido, esperando volver a casa pronto una vez se hubieran reunido todos.
- Taranis... – dijo su amigo borracho.
- Dime – contestó ella sin prestarle mucha atención, mirando de puntillas por encima de la gente.
- Lo siento – se disculpó abrazándose a su pierna sin moverse del suelo, donde se había sentado para sentirse mejor -. Siento mucho que hayas tenido que salir.
- No te preocupes, me estaba agobiando ahí dentro – apartó un poco la pierna para soltarse.
Ya había tenido que soportar esa conversación de borracho durante bastante tiempo, pero no podía irse hasta que llegaran los demás, no iba a dejarlo solo. En parte era divertido, pues quien estaba disculpándose a sus pies era el jefe de su departamento, un hombre serio y responsable en el trabajo. Sin embargo sus compañeros ya se habían encargado de cambiar eso invitándole a unas cuantas copas. Ella misma también se había pasado con el alcohol, y se daba cuenta de ello.
Un hombre pasó entre ambos a toda velocidad y empujó a la chica, haciendo que cayera de golpe al suelo.
- ¡Imbécil! – gritó con todas sus fuerzas.
Le dio un vuelco el corazón al ver que el hombre paró al escucharla. No debería haber dicho eso. No convenía meterse en líos en esa situación, quizá había bebido demasiado. Se acercaba a ellos y su compañero se levantó como pudo.
- ¡¿Qué quieresh?! – balbuceó éste sujetándose a Taranis.
- No esperaba encontrarte aquí – dijo el hombre con una expresión seria, ignorando al amigo ebrio de la chica.
Era un hombre un poco mayor que ella, de unos treinta y algo o cuarenta. Sin embargo era bastante atractivo. Tenía el pelo negro, brillante y largo recogido en una coleta. Su expresión era rígida y solemne, pero interesante y profunda a la vez. Además vestía un elegante traje de chaqueta y olía bastante bien.
- Perdona, pero no...
- Ah, soy Darien Kane, un amigo de tu padre. Estuve en su funeral, aunque comprendo que no me recuerdes – le interrumpió, ahora con una media sonrisa elegante.
¿Un amigo de su padre en un lugar así? Bueno, los peces gordos también solían frecuentar sitios de ese estilo, pero de un modo más discreto. De todas formas, su cara le sonaba de haberlo visto alguna vez, por lo que seguramente estaba diciendo la verdad.
- Oh... Encantada – respondió sin saber qué decir.
Aquel hombre imponía respeto y un cierto temor a su alrededor, pero no sabía muy bien por qué. Llevaba un minuto a su lado y ya se sentía bastante incómoda.
- ¡Eh! – gritó uno de sus compañeros desde la multitud. Llevaba la corbata atada a la frente.
- Ah, ahí están – dijo Taranis señalando quien le había llamado la atención y dando la espalda a Kane. Era una forma de escapar de la tensión que le provocaba ese hombre.
Kane no se movió de su sitio, incluso cuando Taranis hablaba con sus amigos y él permanecía callado, fumando, mirando a la multitud que seguía amontonada en la entrada del local.
- Eh, bueno... Yo me voy ya – dijo mirando a Kane, una vez se hubo despedido de los demás.
- ¿Quieres que te acompañe a casa? – preguntó él.
Era un hombre raro. De hecho había estado esperando ahí hasta que ella había decidido irse. Por mucho que fuera un amigo de su padre, eso no implicaba que fuera una buena persona. Además tampoco le apetecía recorrer todo el camino hacia su casa con un hombre con el que no tenía nada de qué hablar.
- No, gracias – respondió de manera educada -. Puedo ir sola.
- Bueno, la verdad es que mi casa está en la misma dirección, así que al menos puedo acompañarte un rato – dijo dando media vuelta. No parecía dispuesto a admitir otra excusa.
Caminaron juntos en silencio hasta que se hubieron alejado bastante de la multitud. Las calles seguían llenas de gente, pero no era lo mismo que la aglomeración del local.
- ¿Cómo va la investigación acerca de la muerte de tu padre? – preguntó de golpe Kane.
Era algo que la había tenido ocupada durante varios meses, y todos los que conocían a su padre sabían lo extraña que fue su muerte. Sin embargo esa pregunta iba demasiado al grano y era, aún si cabe, más incómodo viniendo de un desconocido.
- Pues no se ha confirmado nada todavía... – tampoco sabía qué decir en esta ocasión.
- Hay algunas pruebas que apuntan a tu hermano – dijo Kane tajante.
Taranis se quedó callada y miró al suelo. ¿A qué venía ese tema ahora? Había salido a pasárselo bien, y en ese momento no tenía ganas de pensar en esas cosas.
- Y además no se le ha vuelto a ver desde el asesinato – continuó mirándola a la cara, esperando ver su reacción.
- No sé qué pensar – respondió ella al fin.
Pasaron varios minutos caminando en silencio en una solitaria y estrecha calle en la que varias farolas parpadeaban.
- Pero yo te puedo decir que él no fue quien lo asesinó – mintió Kane -. Está cumpliendo un trabajo para Turk que le pedí yo mismo como favor. No puedo darte ningún dato de su misión, pero puedo asegurarte que cuando tu padre murió, el ya estaba fuera.
- ¿Eres un turco? – no sabía qué decir, y eso fue lo primero que se le pasó por la cabeza. Realmente no le sorprendía. No todos los tipos con traje eran turcos, pero ese hombre tenía algo que lo delataba.
Se alegraba de saber que no había sido su hermano, y quería creer a ese hombre. Durante los últimos meses se había intentado convencer de que Atlas no era capaz de hacer algo así, pero una confirmación externa valía mucho más que todo ese esfuerzo que había hecho.
- Fui yo quien le dio la noticia a Atlas – dijo Kane con un tono melancólico -. No pareció afectarle mucho, pero se preocupó por ti. Hace poco que hablamos y me dijo que fuera a ver cómo estabas. Iba a buscarte mañana, pero al parecer hemos coincidido hoy.
En realidad estaba siguiéndole la pista a un hombre que debía dinero a ShinRa, pero este encuentro le había venido bien. Era muy fácil actuar ante esa chica, más aún si le contabas lo que quería oír.
- Oh, vaya... ¿Sabes cuándo podré volver a verle? Ya sabes, cuando termine el trabajo ese...
- No creo que tarde mucho. De hecho hace poco me llamó un compañero diciéndome que Atlas había progresado.
La llamada que recibió no fue muy diferente. Un contacto llevaba siguiendo a Atlas desde que Kane le pidió que matara a Lucita. Al parecer, cuando llegó a su casa se encontró una foto en la que salían Lucita y el propio Kane, demostrando que lo que en principio era un encargo de Turk, al final había sido un encargo de Kane. Estaba utilizando a Atlas y él se había dado cuenta. Tampoco esperaba menos de él. De lo que no tenía ni idea era de qué iba a hacer ahora. ¿Iba a matarlo? ¿Iba a dejar el encargo y hacer como si no hubiera pasado nada? ¿Mataría a Lucita sin importarle lo que había descubierto? Probablemente sería lo primero, ese chico tenía unos prontos muy raros, y el contacto le había dicho que no salió demasiado contento del edificio en el que vivía Lucita.
De repente, Kane se volvió a Taranis y la besó. Ella se dejó llevar y continuaron así durante varios minutos. Finalmente ella le cogió de la mano y lo condujo hacia su apartamento. Se planeó si estaba haciendo lo correcto o si había bebido demasiado.
“¡¿Pero qué coño?!” – pensó -. “Hace siglos que no ligo y éste no está nada mal”.
Era una chica bastante atractiva, pero los últimos años los había pasado trabajando para ayudar a su padre a recuperar la importancia que perdió la empresa familiar con el tiempo, por lo que apenas se permitía momentos de ocio. Nada más entrar en la casa, Taranis se quitó los zapatos de tacón y los tiró tras un sillón.
- Sírvete algo del mueble bar, voy al baño un momento – dijo tras besarlo una última vez.
Kane obedeció y cogió dos copas de un estante. En el mueble bar había una gran variedad de botellas a medio terminar. Tras pensar unos instantes, cogió una que contenía ron.
Taranis se miró en el espejo del baño. Estaba totalmente despeinada, pero su cabello rizado de color escarlata solía quedarle bien de cualquier modo.
- Salvajemente sexy – dijo frente al espejo, desafiándose a sí misma con la mirada y echándose a reír después.
Oyó a Kane acercarse a la puerta del baño, por lo que supuso que se había reído muy alto. Se quitó el traje de fiesta y lo dejó encima del grifo. Luego cogió un pijama de seda que tenía guardado en un cajón. Tenía miedo de que el traje se rompiera con lo que fuera que hicieran después.
Kane notó vibrar su móvil dos veces en el bolsillo. Lo cogió y abrió un mensaje que acababa de llegarle mientras se quitaba la chaqueta con la otra mano.
“Atlas acaba de llamar a la puerta de tu casa”.
Si simplemente hubiera querido hablar le hubiera llamado al móvil, por lo que sus intenciones serían bastante diferentes. De cualquier forma, Atlas ya no era algo que le preocupase. Era poco probable que entrase a la fuerza en su casa si no estaba seguro de que él estaba allí. Y en el caso de que lo hiciera, no tenía nada de valor en aquel apartamento, pues su vivienda principal estaba sobre la placa. Volvió al salón y bebió la mitad de su copa.
Taranis salió del baño, se acercó a Kane y tiró de su corbata, llevándolo hasta su habitación. La cama estaba deshecha y chirriaba un poco al tumbarse en ella. Desabrochó poco a poco la camisa del hombre, aunque le desconcertó su expresión seria. Se incorporó y se puso sobre él para poder quitarle el resto de la ropa. Esperaba que él hiciera lo mismo con ella, pero al final tuvo que quitársela ella misma.
“Tu hermano quiere matarme” – pensó Kane.
Y sonrió.
Ya había amanecido, y Kane acababa de salir de la ducha. Apenas tuvo tiempo de dormir algo, pero ya aprovecharía algún rato libre más tarde. O se atiborraría a café, como solía hacer los días que tenía que seguir a alguien.
- ¿No te quedas a desayunar? – preguntó Taranis sin moverse de la cama.
- No, tengo mucho trabajo – respondió, serio.
Pudo ver cierta decepción en el rostro de la chica. Se acercó a ella mientras se ataba los botones de la camisa.
- Toma, mi número de teléfono – dijo sentándose en la cama y acercándole un papel -. Llámame regularmente, aunque sea para decirme que estás bien y que no ha pasado nada. Tu hermano se preocupa mucho por ti y quiero tener algo que contarle.
- Esto no se lo contarás, ¿no? – preguntó riendo, acariciándole la mejilla al turco.
- No.
Kane se levantó y se anudó la corbata. Poco después salió de la habitación y cogió su chaqueta.
- Bueno, me voy – dijo el turco abriendo la puerta.
- Adiós – dijo ella, que se había levantado de la cama y estaba mirándole desde el pasillo -. Te quiero...
Kane sonrió y cerró suavemente la puerta tras de sí. En aquel momento tuvo una sensación de dejà vu, pero no le dio mucha importancia. Bajó las escaleras para no tener que esperar al ascensor y notó una ola de calor antes de salir de nuevo a las calles del sector 6.
El móvil volvió a vibrar dos veces en su bolsillo.
miércoles, 10 de septiembre de 2008
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3 comentarios:
Bueno, seamos el primero en sacar el bisturí. Has tardado eones en retomar a Altas, y esto suena a la historia clásica de rivalidad.
Aún tendrás que aclarar con Kite que mierda hizo Lucita (ahora lleva él el personaje).
Se me hace raro que haya pasado tanto tiempo entre relatos tuyos, y eso se nota porque ahora mismo Atlas es un completo desconocido para mí.
La trama no pinta mal del todo, aunque aún es pronto para opinar. A ver por qué camino nos llevas.
A mí me da la sensación de que la parte del final está algo apurada, no metes casi detalles ni na ·__·
Pero bueno, que vuelve uno de esos personajes olvidados por el tiempo XDD a ver si no nos lleva otro año volver a oir hablar de Atlas XD
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