sábado, 15 de marzo de 2008

110.

El ruido de las explosiones y los disparos reverberando en la placa le despertó unos minutos antes de que el despertador hiciera lo propio. Por lo visto, un destacamento especial iba bien protegido a una misión bajo los suburbios de algún sector cercano. Aquel nuevo estado de emergencia estaba volviendo loco a todo el mundo, aun más que antes, potenciado por aquel rosado brillo del cielo. Su propio padre se lo había dicho: “El mundo va a ser aplastado por una gigantesca piedra, y las probabilidades de evitarlo son pocas. Más te vale hacerte a la idea, chico, y deja ya de pensar en tonterías”.

¡Cómo no, siendo su padre un “importante” secretario de economía del propio Rufus! James Peter Woodrow Hawkrad, el clásico lameculos de oficina que asiente siempre y sonríe diciendo que “Midgar va bien”, “La economía de beneficencia de Wutai se ha incrementado en un 12%”, y que “dentro de poco, los guiles lloverán del cielo”. “¡Ja!”, pensó el chico. “Cuanta ironía cruel: Mientras los suburbios se hunden en su propia mierda enlodada, si en Wutai fuera tal y como su padre decía, el arroz lo iba a recoger su puta madre. Y desde luego, no era oro lo que les iba a llover del cielo.”

Una roca espacial… Una roca del espacio que le dejaba una última oportunidad.

El reloj comenzó su irritante traqueteo, sacando al chico de sus pensamientos. Llevaba todo el día descansando para estar fresco y poder moverse con rapidez llegado el momento. No hacerlo podía tener consecuencias fatales. Aunque, si perdía, nadie quedaría vivo para recordar el fracaso de su duelo: un mar de fuego y piedra borraría mediante el meteorito a todos aquellos que presenciaran aquel final. Y si ganaba, al menos viviría con honor hasta el final.

Se levantó de la cama con pesadez, intentando despejar la mente y no pensar en nada mientras sus ojos recorrían su pequeño cuarto, compuesto por una sencilla cama, un armario de pálida madera junto a unas estanterías llenas de libros, bajo las cuales un sillón sostenía un estuche metálico de amplias dimensiones y reluciente asa: allí estaba su arma. Trató de no fijarse para evitar los nervios, y atravesó la puerta con el póster de un desaparecido grupo de música clavado; se dio una larga ducha y volvió desnudo a su habitación, secándose el húmedo pelo con una larga toalla. Abrió su armario, y sacó un pantalón vaquero y una ajustada camiseta negra, y se calzó las botas militares mientras el resto de su melena se secaba con el calor del ambiente. Abrió la ventana, y vio a su vecina, apenas dos años menor que él, nuevamente mirando embobada y sonriendo en dirección a su dormitorio. La chica ya llevaba un año haciendo lo mismo, acosándole a través de los cristales, insinuándose.

Había aprendido a ignorarla, agobiado por las intensas y lascivas miradas: se levantó, y cogió la gran caja de metal con gran esfuerzo, y bajó las escaleras hasta llegar a la entrada. Allí estaba, de pie, un hombre completamente opuesto físicamente al chico: bajo y con algo de pelo a los lados de la cabeza, trajeado y con corbata y alisándose el espeso bigote con la mano, allí estaba su padre:

- Hola, hijo – dijo con voz serena, aunque un tanto monótona e invariable en, al menos, tono y timbre - ¿Vas a algún lado? Hemos dedicado tiempo a trabajar en “ello” exactamente, y si quieres puedo llevarte.

- Gracias, pero puedo ir solo. No hace falta que te molestes – “no hace falta que molestes a nadie, ni que llames a unos de tus gorilas para que me vigile” pensó el chico deseando marcharse. Miró su reloj, que marcaba con números digitales una cuenta atrás: aun faltaba una hora para el encuentro.

- ¿Seguro?- aseveró nuevamente la voz impasible, sin variar sus cualidades, aunque levantando una ceja - ¿No será que vas a algún lado que no quieres que yo sepa, como los suburbios?

El joven permanecía inmóvil, mirando a los ojos directamente a su padre, silencioso, combatiendo con la mirada al furibundo reproche de un único tono y prefiriendo acabar con ello cuanto antes.

- ¡Te he dicho una y mil veces que no vayas allí abajo! ¡Deberías hacer algo útil, y no perder el tiempo en esas patochadas! – cansado de oír a su padre, el joven abrió la puerta y salió sin cerrar la puerta de casa. Ya iba por el final de la calle cuando dejó de escuchar la voz de su padre, reverberando en los edificios con un tono algo más brusco- ¡James Peter Woodrow Hawkrad jr., vuelve aquí ahora mismo! ¡Y no me dejes con la palabra en la boca, porque nadie tiene que decirme cuando puedo discutir y cuando se amable!

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James se encontraba dentro del tren que recorría el Pilar Central, mientras que leía un viejo titular de un periódico tirado por el suelo, abandonado por un vagabundo que intentaba orinar dentro del bolso de una avejentada mujer. Comenzó su lectura al tiempo que se realizaba un registro de tarjetas de identificación dentro del vagón. “La caída del pilar, junto con la parte de la placa correspondiente al sector 7 a causa de una acción terrorista perpetrada por el grupo criminal conocido como Avalancha, ha causado unos daños cuyos costes ascienden hasta los 100 millones de guiles. La corporación Shin-ra, en acción conjunta con el venerado e ilustrísimo alcalde Domino, han anunciado una reconstrucción para la zona afectada que comenzará dentro de tres años…” era el comienzo de la noticia. Todo pura mentira.

Había conseguido leer uno de los informes de su padre, donde se explicaba bien claro que el coste no sumaba tal cantidad, sino cien billones. Además, la reconstrucción no comenzaría en tres, ni en cinco ni diez años: Rufus ni siquiera pensaba apartar los escombros. Con toda esa información, que James robaba del maletín de su padre, el joven había descubierto que Shin-ra no sólo engañaba con mucha frecuencia en cuanto a costes y beneficios, sino en todo lo referente a noticias en un intento de ganarse el amor del pueblo y hacerle creer aquello que querían que el pueblo creyera. Manipular su mente, y sus sentimientos. Por ello, James únicamente se sentía libre de aquella opresión cuando luchaba por su reputación en los suburbios, hasta haber alcanzado un segundo puesto: el anterior segundo puesto había ascendido al eliminar de la lista al primero. “Espero que, al menos, no aparezca SOLDADO para interrumpir nada” fue lo único que pudo pensar al acabar el segundo registro, mientras que las ruedas chirriaban comenzando su frenada sobre las vías del sector 5.

Miró de nuevo su reloj: diez minutos. Con su estuche bajo el brazo, comenzó a caminar por las oscuras calles, donde unos tipos intentaban vender drogas a unos chavales de trece años argumentando que “todos los miembros de SOLDADO de primera clase lo hacen”; por fin llegó a un oscuro callejón cerrado, junto a un bar cuyo letrero se caía a pedazos y apenas conservaba el nombre. Avanzando por el callejón, distinguió una sombra apoyada sobre una moto, y habló con ella:

- Vaya, me sorprende que alguien como tú no venga en un medio de transporte público. Te tenía por una persona anodina e invisible, profesional que requiere de concentración. – La sombra le rió de buena gana la gracia, sin perder la compostura. La silueta representaba a un hombre delgado, que parecía vestir pulcro y arreglado, con el pelo desarreglado de forma muy cuidada. Esbelto, pero de cuerpo claramente fibroso. – He venido porque tú me has desafiado –dijo, mientras lentamente su mano izquierda se dirigía a su oreja izquierda, toqueteándola. Hecho un vistazo al lugar: había unos cuantos cubos de basura bastante llenos a lo largo del callejón, y varios metros más adentro de la sucia callejuela, la oscuridad se abultaba de formas siniestras y vomitivas.

- ¿Lúgubre, verdad? –supo su adversario por su expresión – De todas formas, estoy seguro de que ya has tenido aquí suficientes duelos como para conocer el lugar de memoria.

- Diez, en sólo dos años.

- Vaya, eso tumba mi marca. Yo en dos años llegué a cinco. Ahora llevo cuatro años, y diecisiete duelos –dijo mientras posaba en el suelo el enorme estuche – Ambos tenemos reputaciones temibles.

- O no… - James se encogió de hombros. – Al fin y al cabo, estamos a punto de cargarnos el status quo.

- Estoy sorprendido, James. La otra ocasión, cuando te vi llegar, me esperaba un listillo pagado de si mismo que no era capaz de respirar sin decir estupideces, o incordiar con bravatas. – El veterano tendió su mano. – Me alegro de haberte conocido.

- ¿Mismas reglas de siempre? – Tras el breve apretón de manos, fue directo al grano. No podía perder más tiempo – Ya sabes lo que toca, ya te lo dije la última vez. Media hora para situarse, y después comenzamos, con la nueva luz. Traigo el Ifrit doble, de seis y doce.

- ¿Doble? –preguntó extrañada la figura.

- Hace unos meses un hijoputa me montó una buena, y me hizo sudar lo mío con mi viejo Skygrap. Esto simplifica las cosas, aunque esta vez no será necesario.

- Debió quedar bastante poco de ese tío, después de semejante lucha con un Skygrap. Por mi parte, he traído el Farsight V, como siempre. –Dijo, mientras devolvía el estuche a su espalda con un gesto de resignación. – Me temo que no podemos demorarnos más, James Peter Woodrow Hawkrad. Ha sido un placer.

- Igualmente, Rolfhen…

Hubo un leve saludo con las cabezas, por ambas partes, mientras se volvían en dirección al fondo del callejón y comenzaban a caminar. Avanzando una docena de pasos, James descargó su maleta en el suelo, y abrió las cerraduras que contenían a su arma: Ifrit, su compañero en las batallas.

Tenía la cubierta llena de demonios en llamas, dragones y calaveras, en colores oscuros y tonos cálidos, ascendiendo por los dos mástiles: uno con las seis cuerdas básicas del instrumento, y otro con doce, ideales para los acordes más complicados, aunque aquella vez no los iba a necesitar. En un pequeño hueco apartado de la silueta que el Ifrit dejaba sobre la espuma, había una serie de púas de diversas durezas y tamaños, además de una palanca de vibrato y un afinador. Equilibró el sonido de cada una de sus cuerdas con el aparato digital, y lanzó una serie de rápidos disparos para probar algunos acordes dentro del mástil simple.

Cerró su maletín, y avanzó hasta el final del callejón, mientras que éste se llenaba poco a poco de una serie de sombras silenciosas. Subió unos pequeños escalones, y a duras penas encontró un amplificador bajo la luz de los pocos neones que quedaban encendidos. Respiró profundamente. A su izquierda, se encontraba su oponente, con su Farsight. Rolfhen, el nuevo líder… Por poco tiempo.

“… después comenzamos, con la nueva luz…”

Los focos del escenario se encendieron, y pudo ver a toda una muchedumbre gritando y animando bajo el tablado, ansiosos por ver un nuevo duelo. El sonido de la batería marcaba el inicio… Lanzó un vistazo a su oponente, Rolfhen Dnerhix, y a su Farsight. Tenía la piel de ébano, con una bandana sujetándole el pelo que tan cuidadamente desarreglado llevaba. En sus manos, su Farsight V, en cariñoso homenaje al rifle del mismo nombre. Tenía dibujos de flores, volutas, y otros grabados de muchos colores y formas que se alejaban de la tónica contemporánea.

La batería marcó el comienzo.

Cuerda uno, al aire; cuerdas dos y tres, segundo traste. Un rasgueo, y esperó un silencio de tres negras. Traste 7 en cuerdas tres y cuatro, y en la cuerda dos el traste cinco. Tocó la nota con una duración de negra, y fue pasando a los trastes anteriores, hasta llegar a los trastes cinco y tres, prolongando el sonido con una blanca y enlazando con una redonda. Cuerda uno, al aire, dos veces; traste siete, cuerda dos; de nuevo dos veces la cuerda uno al aire y otra vez la cuerda dos con traste seis. Nuevamente, cuerda uno al aire. Repitió de nuevo la parte del traste siete en las cuerdas tres y cuatro y el traste cinco en la dos, con su ascenso en el mástil. En la cuerda uno, tocó dos veces la cuerda sola, traste siete, cuerda sola dos veces, traste seis, traste cero dos veces, cinco, cero, cuatro, cero, tres, cero, dos, cero. En la misma cuerda, cero, cero, y subió una cuerda para pisar el traste siete y rasguear. Bajo, y tocó las cuerda dos veces sin pulsar ninguna zona del mástil. Subió al traste seis en la cuerda dos, y bajó de nuevo para tocar un nuevo doblete al aire. Repitió de nuevo el mismo esquema, desde la sexta estrofa, dos veces más, y repitió una tercera hasta la mitad. Tras tocar la primera cuerda en el traste dos, y tocarla al aire, repitió el último movimiento y tocó la cuerda en el traste uno. Subió hasta la cuerda dos, y pisó el traste dos; bajó de nuevo, y pulsó los trastes cero y uno, para después ascender una cuerda y desplazarse dos trastes más. De nuevo, bajó para tocar las mismas notas, y subió hasta el traste cuatro. Tras esto, continuó con los mismos movimientos, pero cada vez que subía, lo hacía un traste más arriba, subiendo en el mástil.

Mi, Fa, Do sostenido, Mi, Fa, Re, Mi bemol, Mi, Fa, Re, Mi, Fa, Do sostenido, Do sostenido. Continuaba tocando, aceleradamente, al ritmo que marcaba la canción; había escuchado la melodía millones de veces, la había tocado otras tantas, y sin duda sabía a la perfección toda su estructura. El corazón le latía muy rápido, a una velocidad vertiginosa comparable al movimiento de sus brazos. El sudor le resbalaba por la frente a causa del calor de los focos, y sus ojos no dejaban de moverse del mástil, a su rival; del público en dirección al fondo del callejón, donde las únicas salidas en caso de que llegara una patrulla eran la propia entrada a la trampa, y una pequeña salida trasera del ruinoso bar. Continuaba tocando, a la par que su contrincante. Por fin, llegó la parte cantada de la canción. Un hombre perilludo y con un largo pelo que impedía ver sus ojos, se acercó al micrófono:

“End of passion play, crumbling a way, I’m your source of Self-destruction. Veins that pump with fear, sudden dark is clear, leading on your deaths construction. Taste me you will see, more is all you need, you’re dedicated to, how I’m killing you”

Pasaban los minutos, y James continuó tocando a la perfección. Pasó el solo sin problemas, y tan solo falló dos notas, en compensación con las tres que había fallado su oponente. Por fin, llegaron al final. Cuerda uno, traste tres, y cuerda dos, traste cinco, para enlazar con un hammer a los trastes dos y cuatro, respectivamente. Después, tocó el Mi de la cuerda uno, y repitió una vez más. Con un último movimiento, punteó de nuevo el hammer, y lanzó un último acorde con las cuerdas tres y dos en el traste dos, y con la primera cuerda al aire, prolongando durante seis compases y distorsionando el sonido con sus dedos, al tiempo que su contrincante lo hacía con la palanca. En los últimos instantes, ambos lanzaron unas notas de improvisación, el símbolo que verdaderamente marcaría al vencedor. Fa, Mi, Re, Do, La, Sol, Sol, Mi, Sol, Do, Si…

El público estalló en una ovación enorme, y comenzó a aplaudir y vitorear a ambos. Los dos estaban sudorosos y extasiados, exhaustos, y sonrientes. El cantante perilludo, de pronto, lanzó un grito de alegría, y comenzó a hablar:

- ¡Genial! Decidid, ¿James o Rolf? – dijo con una voz que también mostraba cansancio.

El público comenzó a montar un bullicio espectacular, pero por encima de todo se escuchaba el nombre de James. De pronto, alguien comenzó a gritar “¡Perros!”, y todo el mundo comenzó a correr.

Turk, o SOLDADO, había entrado en escena. La gente se abalanzó como loca contra la entrada de la calle, taponándola, o contra la cerrada salida del mugriento bar. Los pocos que conseguían salir, comenzaban una huída en todas las direcciones, sin saber bien por donde vendrían. James y Rolfhen, su contrincante, se lanzaron una última mirada, mezcla de complicidad y de futuro desafío, y comenzaron a guardar sus instrumentos. Poco después, James comenzó la huída por el callejón, cuando se golpeó contra uno de los coches oficiales de las patrullas de Turk.

Del coche salió un hombre alto, con un kevlar y una MF22, que le empujó violentamente contra el capó del auto negro. Lanzó su maletín al compañero que acababa de salir del coche, y le esposó las manos diciendo:

- ¡Quedas detenido como principal sospechoso del asesinato de James Peter Woodrow Hawkrad, y de otras 25 personas más, además de ser conocido como el asesino Frank Tombside!

7 comentarios:

Astaroth dijo...

Aclaraciones:

El relato es un homenaje al duelo que mantuvieron Rolf y Elaccor, y de hecho, si os fijáis, algunas escenas son muy parecidas.

El arma de Rolfhen (no iba a ser el único con ese nombre en un mundo con millones de personas, ¿no?) es la Flying V pintada por Hendrix, y de hecho su apellido es un anagrama de Hendrix.
Mientras, el de James es una Gibson doble.

Por si a alguien le interesa, la canción es Master of Puppets, de Metallica. Estaba entre poner ésta, o Through the fire and the flames, y es evidente cuál es más fácil.

Paul Allen dijo...

Rozaste el plagio con mucha elegancia. Bravo. Al final nos das con un canto en los dientes a todos.
Me ha gustado mucho. A ver cómo lo continúas después, que se pone interesante.
Supongo que es un relato que entretendrá más a los que sepan de guitarras, porque yo me perdí en la parte de los trastes.

Ukio sensei dijo...

Supe que o no era mi Rolf o no habías pifiado, ya que es Rolfhelm, no Rolfen.

Me habría gustado que me dejases adivinar que era Master of the Puppets, aunque no era demasiado difícil. Aunque sabe que en mis trece años tocando la guitarra, nunca oí hablar del traste cero. XDDD

Aún así, me ha gustado. Y por cierto:

Tigre 1, Tombside 0



Otro detalle sería cambiar lo de que el turco que lo pilla lleva un MF22, sino un fusíl de asalto y punto. Más que nada, por si James no lo reconoce, o en caso de que lo reconozca, decirlo expresamente. No me gusta la expresión "un kevlar". El kevlar es un material con el que se hacen blindajes. Punto. Di "Un chaleco de kevlar" o "un peto de kevlar". O "protegido con kevlar". Es como decir que el rey arturo iba con Excalibur y "un acero". En lugar de la armadura.
Además, si es Kurtz, tiene compañera, no compañero. Ahora va con Svetlana.

Pero me gusta, y agradezco el detalle de inspirarte en un relato mío. Queda muy elegante la conversación antes de un desafío guitarrístico.

PD: El modelo de la Ifrit, supongo que te referirás a la Gibson SG de doble mástil. Y las doce cuerdas son más difíciles, pero los acordes quedan más "llenos".


Me ha gustado, y me gusta además el hecho de que sigas avanzando la trama de Tobmside.

Astaroth dijo...

Me pasé toda una tarde preguntándote si era Rolfeen, Rolfhelm o vete tú a saber cómo, porque cambia el nombre (si te fijas en ese relato, le llama de una manera, y en el perfil de personajes de otra... Incluso cambia el apellido).

Traste cero es también la forma de llamar a la cuerda al aire (traste cero es también el lugar donde comienza el mástil, sujetando las cuerdas)

¿Tigre 1, Tombside 0? ¿Por qué? Exijo una satisfacción. O mejor, una explicación.
Supongo que siendo hijo de un directivo, al menos conocerá un poco el armamento. De todas formas, lo editaré y corregiré lo del kevlar. Y no, no era Kurtz. Este turco puede que vuelva a aparecer dentro de algún tiempo... Mucho tiempo.

PD: Sí, exactamente es ese modelo de Gibson, aunque no recordaba el nombre en ese momento.

Lectora de cómics dijo...

Un apunte: no me cambieis el color de la letra porfa (a menos que haya un motivo estilístico en un momento determinado), puse el gris porque no cansa tanto leerlo sobre fondo negro y no veáis como jode leer el blanco cuando tienes fiebre x___x

A parte de eso, no es plagio, es tributo XDDDDDDDDDD
Yo de guitarras lo único que sé es la forma que tienen así que en las descripciones del guitarreo me he quedado pez. A parte de eso, técnicamente bien, me gusta como has enlazado el final con Tombside, no te lo esperas :)

Mepui, tocache.

Astaroth dijo...

Tuve que cambiarlo porque no sé qué le pasaba a blogger, pero había fragmentos que no me aparecían bajo el fondo negro.

Ukio sensei dijo...

Como mencionaste la MF22, supuse que sería Kurtz, ya que supuse que sería el único en usarla (por qué usar un M16 viejuno cuando puedes llevar un M4 más pequeño, más cómodo y mejor?)

Entonces Tigre 0, Tombside 0.

Supuse que el traste 0 sería ese, y es como aparece en las partituras de tabulación, pero nunca en la vida oí llamar así a tocar una cuerda al aire.