Victoria caminaba con paso pensativo por los oscuros callejones de Mercado Muro. Hacía rato que llevaba esa expresión abstraída en la cara, y Eduardo había preferido no molestarla, dejando que pasease a su aire mientras él se quedaba a charlar con Liam.
Todo empezó en la Higland Tabern, durante el grandioso concierto. Hasta el momento, la joven se había dedicado a disfrutar de la música mientras saboreaba un zumo de Nuez Kupó. Su abuelo era capaz de jurar que seguramente estaba trazando en su cabecita los próximos planes de asesinato y escogiendo a las víctimas. No estaba lejos de la verdad, hasta que a Victoria le dio por ojear el lugar.
Y una escena captó su atención.
Dos heavys melenudos, con chupas de cuero y garimbas en mano, reían con grandes carcajadas mientras se soltaban puyas criminales, acompañados por una chica alta de largo cabello oscuro y mismo estilo de ropa, que no hacía más que brincar junto a ellos y fingir atacarlos, o simplemente los abrazaba con espontaneidad.
En uno de sus ataque fingidos al más alto, éste se lo devolvió, y ambos empezaron un... ¿combate? No se podía definir así, teniendo en cuenta que el greñudo no tardó ni un minuto en perchar a la chica por el cuello y semi-inmovilizarla, mientras ella se revolvía como un gato furioso. Ambos ejecutaron diferentes llaves y movimientos de lucha, aunque el hombre siempre llevaba las de ganar.
Pero no era eso lo que había captado la atención de Victoria, si no el sencillo hecho de que, mientras todo aquello ocurría, la chica estaba sonriendo con ganas.
¿Dónde estaba la lógica? ¡Le había retorcido un brazo y la había aplastado contra el suelo! ¿Cómo podía reírse tan alegremente y a los dos segundos darle un abrazo de oso a su atacante, aderezado con un "Myuuuuuuuuuuuuuuuu..." mimoso? Se fijó más en la joven morena. No debía tener más de 19 años, cuando sus acompañantes tenían pinta de haber pasado los 22. Y allí estaban los tres, tan amigos.
Esa escena se grabó en la mente de Victoria. Y con ella bailándole por la cabeza, su expresión pensativa, se levantó de manera casi inconsciente y salió del local. Su abuelo no la detuvo, algo en su actitud le incitó a no hacerlo. Y ahora estaba allí, preguntándose algo que ni siquiera sabía lo que era.
¿Qué le pasaba? Ella nunca quiso amigos. Cuando fue consciente de lo que era, cuando sus síntomas se hicieron evidentes, entendió que jamás podría tener una vida normal, ni unas amistades normales, y por tanto se resignó. No hizo nada por cambiar una situación que hasta le convenía, pues hacía más fácil su trabajo. Pero ahora...
Al ver a aquellos tres amigos, algo se había removido en su interior. Recordó las palabras de su madre.
"Tú nunca crecerás más físicamente, hija mía. Serás una niña hasta tu muerte. Este es el resultado por el cual tu padre y yo fuimos tan torturados."
Sacudió la cabeza, pero la voz de Maya Renlen siguió retumbando.
"Si la gente descubre lo que eres, te rechazarán y te harán daño. No debes confiar en nadie. Todo lo que es diferente asusta a la gente, y lo que a la gente le asusta, la gente lo destruye. Y tú eres diferente, hija mía".
- Lo sé...- eran las primeras palabras que pronunciaba desde que salió de la Higland.- Lo sé, maldita sea, claro que lo sé, lo compruebo cada mañana cuando m veo al espejo...- su andar se detuvo, sus puños se apretaron.- Pero por qué...¡¿por qué no puedo ser como ellos?!- dejó escapar a la nada, revelando lo que realmente le dolía.
Porque cuando vio a aquellos chicos, por un fracción de segundo, quiso ser una de ellos.
- Madre... ¿realmente no puedo tener amigos? ¿Gente en la que confiar?- una lágrima rabiosa recorrió su mejilla izquierda.- ¿No puedo tener una vida normal, aunque sea sólo por unos instantes?-
Alzó la cabeza.
Frente a ella, el escaparate de cristal de una tienda de ultramarinos-licorería le devolvió su reflejo. Lentamente, extendió una mano para tocarlo, como si aquello fuese otra persona y no su imagen. Delineó con cuidado su cara y sus rasgos, deteniéndose levemente en sus ojos.
Niña. Adulta. Atrapada entre ambas realidades, nunca jamás podría ser normal. Pero podía encontrar personas que la aceptasen... ¿no? Suspiró, apoyando la frente contra el cristal. ¿Qué era lo que realmente quería? ¿Qué era aquél extraño vacío al que no conseguía dar nombre?
- ¡Ups! Disculpe, jovencita, pero ya hemos cerrado hace rato.- se excusó un hombre maduro de tranquilos ojos castaños que salía del local acompañado por dos jóvenes cuyo parecido facial permitían suponer un parentesco cercano. Seguramente un padre y sus dos hijos. Vic clavó en ellos su mirada errática como si no los viera realmente.
- ¿Eh?-
- Es que la vi junto al cristal, como mirando a ver si estábamos abiertos...- explicó el hombre. Su voz era serena y amable.- ¿Deseaba algo?-
- No... no realmente...- fue la vaga respuesta.
- Papá, tenemos que ir pronto o estará cerrado para cuando lleguemos.- protestó uno de los chavales, aparentemente l más joven, al tiempo que agarraba la manga de la chaqueta del señor.
- Cálmate, hermanito.- rió el otro.- Con la fiesta que va a haber, aún llegaremos a tiempo de escuchar un par de canciones.-
El joven puso morritos de niño enfadado, pero luego sonrió y le sacó la lengua al mayor.
Vic los miró con ojos vidriosos, ahí estaba otra vez esa punzada en su interior que no conseguía ignorar.
- Usted disculpe, señorita, pero hemos de irnos. ¡Adiós!- se despidió el hombre. Sus hijos hicieron gestos de despedida con las manos y luego los tres juntos continuaron camino.
Victoria avanzó unos pasos y se encaramó a un muro, sentándose a buscar aquello que se le escapaba. Hundió la cabeza entre las manos, agitada y confusa.
De un bar cercano llegaban voces apagadas y el sonido de un televisor barato, que en aquellos momentos daba noticias de última hora. Por pura curiosidad inconsciente, la joven tricolor prestó oído a lo que el presentador decía.
<<... la expectativa de un comunicado de Shin-Ra. Los expertos han estimado que se trata de un objeto de grandes dimensiones debido a su tamaño y distancia y que su trayectoria es de impacto. Ya se han registrado los primeros ataques de histeria en zonas de población elevada y…>
Eso definitivamente llamó su atención. Como guiada por un impulso irresistible, echó a correr, sus ojos no veían el camino pero su cuerpo lo conocía. No fue consciente de como entró en su "casa" (si así podía llamársele), ni de cuando encendió el televisor, pero el cuanto aparecieron las imágenes lo vio perfectamente. Aquella enorme cosa se acercaba al planeta.
Se le acababa el tiempo.
Su venganza no estaba completa, y era su prioridad, o lo había sido hasta hace unas horas. Pero ahora...
Aún podía hacer algo. Aún podía llenar su vacío, si dejaba su obsesión de lado.
Con ojos fijos, siguió mirando a Meteorito.
¿La venganza... o la redención?
************************************************** ************************************************** **
Cerca ya de la higland Tabern, Eisuke y sus hijos, Segu y Shindo, conversaban animadamente.
- Esa chica de antes...- murmuró Eisuke.- Creo haberla visto antes por Mercado Muro.-
- Tenía un pelo muy raro.- opinó Shindo.- Me parece que un día vino a encargar un licor especial a la tienda, de parte de su abuelo.-
- ¿Y cómo es que no lo recuerdo?- funricó el ceño su padre.
- Ese día estabas entregando un recado, se lo pidió a mamá.-
- Era muy guapa...- murmuró Segu, que hasta entomces había permanecido en silencio.
- ¿Ehhhhhhhhhhh? ¡A Segu le gusta, a Segu le gusta!- se burló Shindo.
Su hermano no respodnió a las provocaciones, pero el rubor se insinuó en sus mejillas.
Y así, entre un hijo ruborizado y uno jocoso, entró Eisuke en la Higland Tabern.
domingo, 3 de febrero de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Parece que en el evento especial toca sacar a relucir la parte sensible de los churumbeles, eh? xDDD
Está bien el relato, Vicky a dado un paso a ser más niña que asesina. A ver si lo consigue :3
Publicar un comentario