lunes, 24 de diciembre de 2007

100. EVENTO ESPECIAL

El gato volvió a respirar.

A su lado, el surco dejado por la rueda de moto al pegar el frenazo seguía emitiendo calor, pero la máquina ya se había ido entre improperios de su piloto.

-¿Seguro que conoces el camino? Esto no parece un atajo...
-Lo es, ¿vale? Puede que hayas dado la puta vuelta al mundo, samurai, pero el sector 7 es mi territorio, y el cementerio de trenes es mi jodido campo de juegos.
-Ya veo... – Comentó con sorna el pasajero, mientras se agarraba más fuerte a cada nuevo balanceo de la moto.
-Esto es por el peso extra. Normalmente no suelo llevar a nadie de “paquete”.
-Vaya... No consigo imaginarme por que.


La motera estaba poniendo el candado a la rueda trasera, mientras el joven al que había llamado samurai la esperaba abriéndole la puerta del local, mientras una mujer de mediana edad y hermosos rasgos orientales salía. Al lado de esta, un cartel anunciaba la reinauguración del pub al que estaban entrando: La Highlander Tavern reabría sus puertas celebrando un concierto de los Rooftop Ravens, prometiendo una noche entera de clásicos del rock, oferta de 2x1 en primeras marcas y concurso de bebedores de cerveza. Liam, el dueño, se había retirado ya: Sobrevivir a 20 tiroteos es suerte, dijo, intentarlo con el 21 es estupidez. Ahora regentaban el local sus sobrinos, los gemelos Aiden y Garth, pelirrojos, peleones y carismáticos, como lo había sido su tío en su juventud. Dos melenudos amantes del heavy metal competían con un mastodonte pelirrojo de sonrisa fácil y aspecto peligroso y cerveza negra en la barra, mientras una delgada mujer vestida como ellos los miraba sus vasos con gesto de desagrado, mientras la música sonaba y los brindis se gritaban una y otra vez. El local estaba totalmente atestado. Una mujer trajeada, acompañada de un inmenso hombre de color seguía con la vista entre la multitud una melena rubia, antes de verse interrumpida por el resto de trajeados: Un cuarentón de aspecto tranquilo e impasible acompañado de un joven agresivo de gesto confiado. Una mujer de treinta y tantos, morena de mirada glacial completaba el grupo, que disponía de un cierto hueco entre la multitud gracias a sus uniformes.
Los recién llegados se sentaron a la mesa con un gigantón barbudo, cuyo pelo cada vez más largo estaba sujeto con una pañoleta. Con él había un hombre bajito, de aspecto desaliñado, sentado al lado de una rubia espectacular que hacía compañía a un joven apuesto, de ojos verdes con la oreja mutilada, cuya mirada se había desviado temporalmente hacia otro hombre, al que dudaba si reconocía o no. Este estaba sentado en la barra, trasteando con un reproductor mp3 y un portátil, pero no se había llegado a sentir observado.
Un chaval joven, de pelo largo, no paraba de parafrasear a un difunto poeta/estrella del rock, mientras él y otro mayor que él de gestos estrafalarios, contemplaban la libreta de dibujos de una mujer que a todas luces había copiado su peinado a algún personaje de dibujo animado, acompañada de otra que opinaba con un gracioso acento.
Los primeros compases de una pieza clásica de rock empezaban a inundar el ambiente, con algún que otro coro por parte de un dúo de jóvenes de aspecto cuidadosamente desaliñado que alzaban sus cervezas en el piso superior del local, mientras miraban sobre la barandilla a otro, unos cuantos años mayor que ellos, que llevaba unos cuantos libros de ciencias, debatiendo algo con una rubia impresionante, cuyo pelo le caía justo donde se centraban las miradas de los precoces cerveceros: El final de la espalda.
Un hombre mayor, de expresión severa y tranquila salía del baño, chocando con otro más joven, que se disculpó inmediatamente. Dijo no mirar por donde iba por estar atendiendo a algo que le comentaba en ese momento su mujer, sentada en una mesa contigua, tras la que dos adolescentes pasaron, para subir al piso de arriba a unirse a los que se deleitaban en las curvas de la rubia. Uno de ellos se quejaba, molesto por las acusaciones de ser comercial al grupo del que llevaba una sudadera por parte de los heavys que se habían adueñado de la barra del local, pero su amigo aun era incapaz de dejar de reírse de ello. El ruido de cristales rotos hizo detenerse a dos jóvenes más, un adolescente y otro entrado en la veintena rubio y vestido con gabardina, cuyo debate sobre artes marciales había pasado a una demostración amistosa entre ellos, pero que a la camarera que derribaron por accidente le hizo poca gracia.En medio del bullicio, Liam veía con orgullo como sus sobrinos habían logrado llenar el local, quizás gracias a las camareras, que paseaban sus bandejas entre las mesas, y su prenda más destacada era una especie de falda, que de no ser tan corta y ceñida, se le podría llamar kilt. Una de ellas, la que parecía más novata, se quejaba por el humo del local, especialmente cuando pasaba al lado de la mesa del tío de la gabardina sucia, que prácticamente encendía cada cigarrillo con la colilla del anterior. Sus dos compañeras de mesa, una gótica y una mujer morena, de aspecto tímido, ya parecían acostumbradas, pero la pobre camarera casi se desmaya. No cayó al suelo gracias a la rápida intervención de una mujer madura, de mirada profunda, que la agarró a tiempo, mientras miraba alrededor desde su mesa, en una esquina de la planta superior, que le daba una gran panorámica del local.

Una breve introducción de piano, de una canción melancólica se vio acallada bruscamente por el botón de stop del reproductor musical marcó un cambio en el ambiente que silenció algunos murmullos. La multitud, intrigada y ansiosa, concentró sus miradas en la barra del bar, donde Aiden golpeaba una maza medieval contra un escudo, llamando la atención del público para que su hermano Garth se pudiese dirigirse a ellos: El concierto que habían venido a ver iba a comenzar inmediatamente. Su anuncio fue respondido con vítores, alabando al nuevo local, a la bebida, a las camareras y a la madre que los parió a todos, en un ambiente distendido y festivo. Se habían abierto las mejores botellas de brandy, whiskey, bourbon y vodka, y la cerveza se contaba por barriles vacíos. Aiden seguía calentando los ánimos, caminando sobre la barra, con la maza en una mano y una jarra de cerveza en la otra, con la que propuso un brindis para todos, en honor a los años que había durado la antigua Highlander Tavern, propiedad de su familia durante 4 generaciones, con algunas de ellas presentes. Garth blasfemaba y maldecía a su hermano, que se divertía y brindaba mientras él se veía obligado a llenar vasos, pintas y jarras a la velocidad del sonido, y para colmo todos ellos parecían vaciarse aún más rápido. El karma se cobró su parte cuando Aiden resbaló, desplomándose tras la barra. Las risas llenaron el local, mientras Liam gritaba un sonoro “¡Trabaja!” que añadió más combustible al ambiente.

-Ahí tienes un adelanto del pago... – Dijo Garth a uno de los heavys que hacían servicio de barra, alto, de melena negra y ojos oscuros. Se saludaron con un apretón de manos, mientras una de las camareras le ofrecía una cerveza. – Ahora destrózalos.

Las risas seguían, mientras Aiden se levantaba. Desafiando a cualquiera que se atreviese a bailar con él sobre la barra y no morir en el intento. Fueron muchas las voces que respondieron a su reto, algunas bravatas, y otras dispuestas a todo. Mientras el tabernero elegía a la más guapa para tener contrincante, un trueno tocado con la guitarra irrumpió en el local, adelantándose al rayo. Un riff agresivo y rápido acompañado de bajo y batería que centró en el escenario toda la atención, mientras la guitarra, negra con detalles en dorado, subía el tono de su aullido hasta un armónico para luego bajar en una sucesión de notas rápidas hasta quedar el local entero en silencio. La multitud, cogida por sorpresa, dudo a la hora de empezar a aplaudir, pero la banda no hizo concesiones. Inmediatamente empezó con los acordes de un clásico de rock, solenme y poderoso. El público coreaba: “While the sun hangs in the sky... And the desert has sand…”. La canción, clásico célebre de una banda disuelta años atrás, unía a todas las voces de la Highlander Tavern, altas, bajas, discordantes o histriónicas, mejor o peor afinadas, en una sola. Liam lo negará mas tarde, pero le emocionaba ver que el local que había heredado de su abuelo seguía vivo, en cada tablón del suelo, en cada mesa, en cada vaso y en cada pared, latía de nuevo, como la primera vez que se colgó el cartel de abierto. Las camareras habían dejado de servir copas, porque estaban cantando con la multitud. Puede que algunos no conociesen la canción, pero unían su voz al coro, ansiosos por formar parte de la comunidad. La taberna había sido siempre eso: Era un espacio pequeño, y su cuerpo era de madera, acero y cerveza, pero su alma era toda la gente que la había pisado. Liam la creyó perdida con el último tiroteo, pero ahora que sus sobrinos llevaban el testigo, sabía que la taberna perduraría. Cuando la canción acabó, la voces no se callaron. Gritos y silbidos atronaban junto a los aplausos, y la cerveza volvió a fluir, como si el tiempo se hubiese detenido y ahora volviese moverse. El grupo estaba a tono, dispuesto a hacer saltar el techo del local, y la placa de Midgar si fuese necesario. Rápidamente, ajustaban sus pedales de efecto, mientras el cantante aprovechaba para aligerar un poco la cerveza, cortesía de Garth, y se dirigió al público, para ganar algo de tiempo para sus compañeros.

-Bueno, gente... Y vosotros también, Aiden y Garth. Somos los Rooftop Ravens, y estamos aquí por que esos dos de allí usaron todo su ingenio y cerveza para convencernos y que tocásemos hoy aquí. La verdad, no les habría costado, pero nos hicimos los duros solo para ver cuanta cerveza gratis éramos capaces de conseguir. – Cuando las risas se apagaron, el cantante prosiguió. – Por desgracia, los muy astutos nos conocen demasiado bien, ¡pero aún así logramos la suficiente para proponer un brindis por la Highlander!

-¡Brindar y no beber, siete años sin joder! – Gritó Garth, mientras la multitud se unía a él en un trago largo e intenso de licor.

- ¡Garth, con lo que bebemos, no viviremos tanto! Aun así, quiero saludaros a todos, conocidos y desconocidos, por estar hoy aquí. Algunos vinisteis por la fiesta y estáis descubriendo el mejor local que veréis en vuestra puta vida. Otros sois parte del mobiliario, y habéis estado aquí en lo mejor y lo peor, siempre con un trago para animar el espíritu y seguir adelante. Algunos estuvisteis y no habéis vuelto, y otros están a punto de cruzar esa puerta. Con todos vosotros, alzo mi copa y brindo: ¡Por cien años más de Highlander Tavern, y por teneros a todos aquí en todos los días que esos años duren!

1 comentario:

Ukio sensei dijo...

He aquí la lista de cameos de este pequeño relato a lo "Escuela de Atenas":


Motera: Isabella
Pasajero: Shosuro Ukio
Mujer oriental: Aang
Amigo de Liam y nieta: Vic y el yayo
Melenudos jevis: Jandro y yo
Mastodonte pelirrojo: Cryde Crancy
Mujer delgada con los jevis: Morgana.
Mujer trajeada e inmenso hombre de color: Yvette y Harlan
Melena rubia: Paris
Resto de trajeados: Dawssen, Larry y Svettlana
Giganton barbudo: Henton
Bajo desaliñado: Kowalsky
rubia espectacular: Daphne
Joven apuesto de ojos verdes: Rolf
Hombre en la barra con portatil y mp3: CharlieRVesco
Joven de melenas imitador de Jim Morrison: Kite
Tio de gestos estrafalarios: Hades
Tia de pelo de dibujo animado: Noiry
Tia con acento: Arikami
Jovenes de aspecto cuidadosamente desaliñado: Meph y Willo
Tio del libro de ciencias: Sinh
Rubia con Sinh: Jaune
Tio mayor severo: Kaleb
Tio que tropieza con Kaleb y su mujer: Taro y Hana
Adolescente al que insultan por el grupo de su camiseta: Drazharm (Mago de oz son unos putos vendidos)
Adolescente que va con él: Yasú
Tio con coleta y con gabardina: Edward Lambert
Chaval que se pelea con él: Astaroth (te puse con tu personaje para que se te reconociese, pero la verdad es que como no recuerdo ninguna foto tuya...)
Gente con pelos raros y pistolas: Los turcos jóvenes.
Fumador de gabardina sucia: John Alexander
Sus compañeras de mesa: Noche y Lucita
Mujer madura de mirada profunda: Alma Farish