Ascer vio como la joven se iba del edificio a toda prisa, cogiendo un taxi, apurada posiblemente por algún problema de pareja. Dio un hondo suspiro. Odiaba Midgar y no quería tener que pasar mucho tiempo allí, pero su humilde origen no le permitía salir de allí y dirigirse a otro lugar cualquiera, sino tener que hacer trabajos que odiaba, tales como dar palizas a otros, robar o incluso, asesinar…
Aquello se tenía que acabar pronto, tenía que encontrar un buen trabajo, pero no podía, ya tuvo demasiados incidentes con la justicia, y nadie le permitiría entrar en su negocio a alguien como él. Su aspecto era el de un hombre delgaducho con el pelo enmarañado, inofensivo aparentemente, de unos veintidós años, pero en realidad era un arma de matar. Sí, tenía bajo su gabardina dos pistolas glock de 9 milímetros, por si algunas cosas se ponían feas durante el transcurso de sus trabajos, y una navaja en el bolsillo del pantalón vaquero “por si las moscas”. Apenas rozaba el metro ochenta de estatura.
Estuvo deambulando un buen rato por todo el sector, como era de costumbre, a aquellas horas de la noche casi nadie paseaba por las sucias y destrozadas calles de Midgar. Finalmente entró en un pequeño bar, desierto a primera vista, con la mayoría de las sillas tiradas por el suelo y algunas mesas rotas. Arqueó una de las cejas, una pelea posiblemente. El mostrador de detrás de la barra estaba con todos los vasos y botellas rotas, aquello no pudo ser una simple pelea de borrachos. Se llevó una mano a la navaja del pantalón, mientras la soltaba de su funda hábilmente. La puerta que daba a la trastienda estaba abierta.
Entró dentro, estaba completamente a oscuras, aunque unas pequeñas escaleras separaban el suelo de uno y otro piso. Oyó un tosido delante de él. Buscó el interruptor tanteando con las manos la pared. Finalmente pudo encontrarlo, lo apretó y una tenue luz se materializó en la bombilla que estaba en el centro de la bodega. Pudo ver una serie de barriles, luego un pequeño estante donde podría encontrarse con unas pocas botellas de vino. “¿De dónde narices vino el dichoso tosido?” Pensó para sus adentros, mientras bajaba las escaleras.
Dobló la esquina hacia la derecha, un hombre mayor, de unos cincuenta años estaba tumbado en el suelo con el rostro ensangrentado y con múltiples moretones, con un cuchillo militar clavado en un brazo.
Acudió a socorrerlo mientras se aseguraba que nadie más estuviera allí. El viejo abrió los ojos y volvió a toser.
-¿Qué ha pasado?-Preguntó Ascer.-¿Quién le ha hecho eso?
-E… él…-Dijo tartamudeando.
-¿Él quién?-Preguntó de nuevo
-E… el…-Levantó el brazo que tenía sano y señaló hacia atrás del asesino. Los ojos del anciano rebosaban de terror, por lo que Ascer se dio la vuelta, pero no había nadie.
-Viejo, aquí no hay nadie. Pero nadie, nadie.-Dijo mientras se intentaba fijar. Su sexto sentido le empezó a sugerir que abandonase aquel sitio. A pesar de estar completamente desprevenido, pudo esquivar un cuchillo que se dirigía hacia él, clavándose en un barril.
Una sombra se materializó detrás de todos los barriles, era casi tan alto como él, y un hombre de cabello del color de la sangre apareció por allí detrás. Iba vestido con pantalones vaqueros y una chupa de cuero negra, con una colt en la mano izquierda.
-Yo de ti abandonaba este lugar, chaval.
-Déjame que lo piense, Lais… No.-El hombre arqueó una ceja mientras reía:
-Venga ya Ascer, no seas ridículo, sabes que si me desafías no sales vivo.
-Sí, pero bueno… ya sabes lo que opino de estas cosas. Sacó ambas pistolas de debajo de la gabardina y empezó a apuntarle:-Te lo aviso, en dos años cambian muchas cosas.
-Sí, y tanto.- Levantó la Colt apuntando:- Pero por mucho que hayas mejorado seguirás muriendo.
-¡No lo creo!-Gritó exaltado mientras se ocultaba detrás de uno de los barriles y Lais empezó a disparar. Ninguno de los tres tiros le había dado por suerte, empezó a oir los pasos del asesino en su dirección. Se dejó al descubierto y disparó con ambas pistolas a la vez. Un tiro le dio en la pierna al asesino, mientras que el otro fallaba. El balazo desequilibró a Lais y lo hizo caer al suelo, mientras pegaba de nuevo un disparo. Tanto por el desequilibrio, tanto por la caida, erró el tiro. Con una sonrisa de satisfacción en la cara, Ascer se acercó a Lais y le dio una patada a su pistola, dejándolo indefenso.
-¿Ahora qué? ¿Eh?- El hombre no parecía asustado en absoluto, más bien tranquilo.
-Haz lo que tengas que hacer, chico.-Con toda la frialdad que pudo, Ascer disparó con la pistola derecha, acertándole al asesino en la cabeza, dejándolo sin vida.
-Lo siento Lais, pero como me dijiste hace años, hay sitio para uno solo.-Fue a ayudar al anciano, pero ya había muerto desangrado. Escupió una maldición mientras se escabullía del antro lo más rápido y discretamente que podía.
Aquello estaba decidido, y las cartas echadas, tenía que ejercer el oficio de asesino a sueldo.
lunes, 24 de diciembre de 2007
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