lunes, 24 de diciembre de 2007

98.

Blakerdan corría atropelladamente por las calles de Midgar, sin fijarse bien en qué lugares recorría o a dónde iba. Tampoco es que lo hubiera pensado mucho, y únicamente lo que hacía era tropezar y realizar movimientos ondulatorios por la calle: John Blakerdan estaba borracho perdido.

Tras varias copas de “Anís del molbol”, un poco de absenta para calentar el cuerpo y un par de tragos más de dios sabe qué, era sorprendente que aun pudiera sostenerse en pie, y mucho más increíble que pudiera correr, aunque fuese de manera tan atropellada. Acababa de salir de un bar de mala muerte en el cual se había organizado una trifulca, durante la cual un tipo vestido con vaqueros y chupa negra había comenzado a disparar y rajar a todo el que pillaba. Johny (como a él le gustaba que le llamaran) se había salvado gracias a que en esos momentos se encontraba tirado por el suelo y pudo deslizarse hasta la puerta mientras el grandullón se enzarzaba en golpear al viejo camarero. En cuanto estuvo en la puerta, se levantó de golpe y comenzó a correr, tratando salvarse.

Chocó contra unos cubos de basura bastante llenos, tirándolos y esparciendo su contenido por la calle y cayendo él mismo al suelo. Se levantó con gran dolor en la cabeza, y observó su aspecto en el cristal de un escaparate. A pesar de tener solamente 22 años, su cuerpo ya se encontraba como el del más anciano: la bebida había arruinado su vida, confiriéndole un aspecto descuidado, además de dañándole seriamente el hígado y el sistema cardíaco. También le había causado demasiadas deudas económicas, y solo le permitía llevar su vieja sudadera azul, roja y blanca con capucha, bajo la cual llevaba una camiseta azul de tirantes, y un pantalón de chándal acorde con los colores. Su pelo, corto y rubio, y su cara joven y atractiva, ahora se encontraban manchados de barro y cubiertos por una raspa de pescado y restos de algo que no conocía, pero que tenía un color verdoso y tacto repugnante. Limpiándose un poco, comenzó a sentir sus tripas revolverse tras semejante carrera por medio sector, y se adentró en un oscuro callejón que había junto al montón de basura y desperdicios.

Un líquido amarillento acompañado de sonoras arcadas comenzó a extenderse por el charco que la lluvia artificial había ocasionado esa mañana sobre el sector 4. Tras expulsar el contenido de su estómago, su cabeza comenzó a despejarse un poco. Fue entonces cuando se dio cuenta de algo importante.
A su espalda, en el fondo del callejón, había dos figuras, una sujetando a otra por el cuello. La persona sujetada era una mujer de aproximadamente 30 años, desnuda completamente y con el cuerpo lleno de heridas. Por otra parte, las sombras impedían reconocer completamente la cara de la otra persona, aunque podía averiguar que era un hombre alto, con una gran gabardina o algo que se parecía mucho. En su otra mano, llevaba algo que parecía un gran cuchillo de caza, que fue levantando hasta llegar al pecho de la mujer. Seguidamente, lo clavó y comenzó a rasgar la piel como si escribiera o dibujara algo.

Asustado, Johny comenzó a caminar de espaldas, tratando de alejarse. Había oído hablar de aquel hombre, del nuevo asesino en serie que acechaba la ciudad. “Blooder”, “Bloodman”, o algo así era como le llamaba la prensa, en honor a sus asesinatos sangrientos y macabros. “Tengo que salir de aquí mientras pueda” pensó Johny, “No puedo hacer el más mín…”. Acababa de tropezar con otro montón de basura, y no pudo más que gritar:

- ¡Ay! Jodidos cubos de mierd…

Instantáneamente enmudeció, acordándose del asesino. Este se giró, e inmediatamente dejó caer el cadáver de la joven. Johny Blakerdan estaba asustado, el hombre se había girado hacia él, y con el cuchillo en la mano, dio un paso al frente. Johny sintió que sus pantalones de pronto pesaban más, y sintió el súbito terror que produce la cercanía a la muerte. De pronto, el hombre ensombrecido comenzó a correr en la dirección contraria a la que estaba Johny. Algo cayó de sus bolsillos, pero no se detuvo a recogerlo; fuera lo que fuera, se abrió y esparció algo por el suelo. Sin detenerse a mirar, Johny comenzó a correr, continuando con alguna ”S” accidental debido al mareo, hasta el puesto de SOLDADO más cercano. Entró atropelladamente, y comenzó a gritar a un miembro corpulento:

- ¡Dios mío! He visto a ese tipo… “Bloody Mary”, o “Bloodico”… ¡O cómo sea que le llamen al tipo ese!!! – dijo Johny entrecortadamente, salpicando de saliva la caja de rosquillas abierta que había encima de la mesa
- Aggh… Te apesta el aliento a alcoholazo del malo. Creo que deberías pasarte la noche encerrado en un calabozo, hasta que se te pase la mona.
- ¡Pero es cierto! ¡Vi al tipo ese que busca todo el mundo, al asesino en serie! ¡Qué nos caiga encima una piedra enorme del cielo si miento! Se lo puedo demostrar, está a tres manzanas de aquí y… ¡Oiga, suélteme!

Mientras dos soldados más delgados le arrastraban, el corpulento volvió a afanarse en leer su periódico mientras devoraba a conciencia las rosquillas salpicadas por las babas y el anís.

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A la mañana siguiente, un furgón patrulla de SOLDADO se unía a un par de coches de Turk en un callejón oscuro del sector 4. De nuevo, el asesino había actuado.

Nuevamente, se habían reunido las personas encargadas de la investigación: Jerry McColder y el soldado de 2ª Jonhson.

- ¿Qué tenemos esta vez? – preguntó el detective mientras encendía un cigarro con un paquete de cerillas.
- Mujer blanca, de aproximadamente 30 años. No se ha encontrado su tarjeta de identificación, así que no sabremos nada de ella hasta que no la llevemos al depósito. A su alrededor, hemos encontrado esparcidos un paquete lleno de dedos de niños; esta vez había traído nueve en total. Había grabado sus iniciales en los pechos de la joven, y todo indica que iba a seguir su “modus operandi”. Según parece, fue interrumpido por un joven que estaba vomitando en el callejón.
- ¿Dónde se encuentra el joven ahora mismo?
- Está detenido. Anoche iba completamente ciego, había bebido más de la cuenta e iba gritando incoherencias, según el propio vigilante. Al parecer se enfadó cuando le escupió sobre el almuerzo…
- Que le mantengan detenido un par de días más. De momento, es el único que puede ayudarnos a atraparle: es el único que ha sido capaz de verle y hacerle huir. Nos ha ayudado a encontrar puntos débiles del asesino.
- Al a orden, señor – Dijo Jonson, y acto seguido se encaminó al furgón traspasando el cordón de seguridad.

Le habían visto, y había huido. Jerry sonrió para sus adentros, estaba un paso más cerca de encontrar al asesino.

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