jueves, 23 de abril de 2009

167

RELATO NO TERMINADO: Posteo esta parte (La mitad mas o menos) ya que es "publicable" y se acaba hoy mi plazo, la otra mitad necesita ser bastante pulida pero mañana me voy de viaje y volveré el Domingo, así que sobre el Lunes o Martes estará supongo.

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- ¿Cortado o con leche?
- Mejor un solo, y con cocaína en lugar de azúcar. – Roy estiró sus brazos por encima de su cabeza mientras se echaba hacia atrás, arqueando la espalda todo lo que el respaldo de la silla le permitía y profiriendo un descomunal bostezo sin disimulo alguno – No creo que haya otra manera de acabar este programa a tiempo y no dormirme sobre el teclado en el intento.

“Aunque no me queda mas remedio”, pensó a la vez que descendía sus brazos de nuevo en dirección al teclado del viejo Ramstad 3. Hacia ya 5 años que la empresa que producía ese modelo de ordenadores había quebrado. Nunca fueron una maravilla, pero para escribir páginas y páginas de códigos en lenguaje ensamblador no hacía falta toda la parafernalia de tarjetas gráficas supermodernas y toneladas de memoria RAM que incluían los ordenadores más modernos, encareciendo enormemente su precio para que los esclavos de la tecnología pudieran tener el modelo mas puntero del momento.

Si alguien le hubiera dicho que cuando tenia 18 años que iba a acabar de programador en una empresa que luchaba por tener mas ganancias que gastos… Bueno, posiblemente nada hubiera cambiado, pero desde luego se hubiera desanimado mucho, pensó con una ligera sonrisa al recordar su juventud tan llena de esperanzas. Se había licenciado en física con unas notas decentes, aprobándolo todo al primer año. Siempre quiso realizar un master en Física Teórica, pero su familia decidió guardar los escasos ahorros que le quedaban para la futura carrera de su hermano menor, con el que se llevaba nueve años. Nunca les culpó por ello, pero sin duda eso le condenó para el resto de su vida. Con un currículum mediocre para el terriblemente exigente mundo de la investigación científica, donde la química experimental se imponía por mucho a las posibles elucubraciones de los físicos, acabó como la mayoría de los licenciados en física que no consiguen matrícula de honor, ya sea por meritos propios o por enchufe: trabajando de programador informático de tres al cuarto. Ahora ya llevaba mas de quince años en la misma empresa y a todo se acostumbra uno, después de todo, a expensas de su frustración laboral, la vida le trataba bastante bien. Tenía una mujer preciosa y un niño de doce años que, por fortuna o por desgracia, parecía compartir la afición de su padre por la ciencia, lo cual resultaba a la vez un gran orgullo y una preocupación por su futuro. Su esposa Amelia, que impartía clases de historia en un instituto público solía reprocharle en broma que su hijo había salido clavado a el, mientras que de ella no conservaba mas que sus ojos. Se permitió un parón momentáneo en su tecleo para observar la foto que reposaba al lado del antediluviano ordenador, en la que su hijo y su esposa le miraban con una sonrisa. Les devolvió la sonrisa. Hubiera querido seguir mirando la foto, pero una taza blanca rellena de café que humeaba asida de la mano de su compañero se interpuso en su mirada.

- Cocaína no nos queda – Dijo a la vez que depositaba la taza en la mesa con suavidad.- Pero si quieres puedo escupir dentro.
- ¿Crees que eso me ayudará a mantenerme despierto? - Alzó una ceja mientras medio sonreía. Ernie era, junto al descanso de quince minutos para el café, la única cosa que salvaba su trabajo de ser una absoluta mierda. Se cayeron bien desde el primer día que el entró en la empresa, hacía ya once años, y siempre habían mantenido ese tono de humor tan distinto a la fría pantalla del ordenador.
- No, pero sin duda mejorará el sabor. – Se sentó en el borde del escritorio y dio un trago al oscuro líquido que contenía su propia taza - ¡Puaj! ¿Estás seguro de que es grano de café y no estiércol de gurami lo que mole esta máquina infernal?
- Eso me pregunto yo cada día sobre tu crecepelo… Empiezo a preguntarme si no fueron sus vapores tóxicos los que acabaron con el pobre Muller, en paz descanse.
- Unos tanto y otros tan poco… Casi prefiero la paz eterna a enfrentarme al plazo de entrega de este infierno de programa. Hace ya casi dos semanas que trabajamos al ritmo de tres personas siendo solo dos, es una jodida carrera que cada día me parece mas imposible.
- Piensa que cobraremos un 50% mas – Digo encogiéndose de hombros.- Así le podrás comprar algo bonito a…
- ¡Mi amada mano derecha! - Ernie sonrió con desgana mientras su compañero le miraba extrañado tras la taza de café, dándose cuenta de que podía haber tocado un tema que no debía. – Mira, no te des mal, pero hace tres días que Betty y yo cortamos definitivamente – Se adelantó a la avalancha de disculpas de su amigo, el cual casi escupe el trago que acababa de dar - ¡No te des mal he dicho! Fue una decisión mutua, y no me arrepiento de ella. No te conté nada pero hacia ya varios meses que habíamos caído en una rutina de discusiones que no encontraba modo alguno de detener. Betty es una chica estupenda, pero necesita mucha atención, mas de la que yo le puedo dar con este trabajo tan exigente. Estas dos últimas semanas de trabajo extra fueron más de lo que nuestra ya desgastada relación pudo soportar. Si te digo la verdad, fue casi un alivio. Ya empezaba a estar preocupado de que… Bueno, ya sabes. – Se llevó la mano izquierda detrás de la cabeza, asomando el meñique y el índice por ella. – Ahora al menos puedo volver a casa tranquilo sin tener que preocuparme de si voy a poder rendir en la cama con el cansancio acumulado que llevo encima.

Roy torció el gesto, conocía a Ernie perfectamente y estaba seguro de que esto le había dolido bastante más que cuando se enteró que su jornada de trabajo pasaba a ser de doce horas. A sus treinta y cuatro años nunca había tenido una relación que durase más que la que había tenido con Beatriz, de la que tenia conocimiento desde hacía dos años. Ernie tenía un espíritu muy joven pese a su ya avanzada edad y siempre había rehuido al compromiso, pero recordaba perfectamente como seis meses atrás le había escuchado hablar de sentar la cabeza definitivamente. Claro estaba que su alopécico compañero hubiera preferido ingerir realmente heces de gurami a reconocer que sentía tristeza, pero no había manera de sacarlo de ahí, era parte de su carácter.

- Y bueno, ¿Qué vas a hacer al respecto? – Roy pensó que era más inteligente hablar del futuro a insistir con el doloroso pasado.
- Bueno, no tengo el físico de cuando acababa de salir de la facultad, pero seguro que con tanto niñato con peinado de película de terror de serie B alguna bella dama se da cuenta del atractivo que desprende un hombre hecho y derecho de pelo rapado…
- O inexistente…
- …y acaba compartiendo sus encantos con el. – Terminó la frase exagerando una mirada de odio hacia su compañero, el cual se reía oculto tras la taza de café. ¡Dirás misa, pero aun no he encontrado a una mujer que se queje de la calvicie de alguna de mis dos cabezas!
- Seguro que ligas mucho con ese tipo de frases… Me recuerdas con ellas a cuando salimos juntos por primera vez y llevabas esa camiseta. ¿Qué ponía exactamente?
- “Si puedo arreglar un ordenador también puedo hacer que te corras” – Acertó a decir entre risas. - no veas como triunfaba en la facultad de ingeniería informática.
- Proporcionalmente a como fracasó el resto de tu vida, supongo – Las risas de los dos compañeros de trabajo se pronunciaron mas, hasta el punto de que Ernie tuvo que dejar su taza en el escritorio por miedo a tirársela por encima de la camisa en una carcajada especialmente pronunciada. Cuando por fin se calmaron, Roy se secó las lágrimas de los ojos con el dorso del dedo índice. – Ay… No, ahora en serio Ernie, creo que ahora deberías empezar a buscar una candidata para una relación seria. Si no, se te va a pasar el arroz.
- Pues me pasaré a las zorras – Dijo encogiéndose de hombros, consciente de que el juego de palabras había desencadenado otro ataque de risa en su compañero. – Bah, no te preocupes por mí, estaré bien. Debería importarte más por tu propia familia. ¿Cómo se han tomado el “ligero” aumento de jornada? – Mientras hablaba había cogido la foto en la que se veía a los susodichos sonreír y la miraba atentamente.
- Bueno… - Suspiró - Amelia lo lleva bien, es consciente del esfuerzo que supone y siempre me recibe con amabilidad y dulzura, cosa que agradezco enormemente como comprenderás. Phelan ya es otro cantar. Pero bueno, está haciendo migas con los chavales de los nuevos vecinos y queda con ellos de vez en cuando. En algún momento se tendrá que separar de su padre, digo yo. Seguro que cuando eso ocurra lo echaré de menos.
- Eso será si sobrevivimos al plazo de entrega, claro. – Dijo devolviendo la foto a su sitio.

Estuvieron en silencio casi medio minuto, y ambos apuraron a la vez el último sorbo de café.

- ¡En guardia! – Exclamo Roy a la pantalla del Ramstad al dejar su taza vacía sobre el escritorio y volver al programa.




Tres horas y un café mas para cada uno después, los dos compañeros salían de la edificación conversando con avidez. La oficina residía en el tercer piso de un edificio de los suburbios del sector 3 que albergaba una gran cantidad de negocios, tales como psicólogos, oficinas de abogados e incluso un médium. La fachada, de ladrillos originalmente rojos, lucía un color entre marrón y negro debido a los años y la polución característica de la parte menos favorecida de Midgar.

- ¿Seguro que no quieres tomar algo?
- ¿Estas de broma? ¿Quieres que me crea que me ves el culo doce horas al día y ahora tienes ganas de seguir viéndomelo? No seas idiota, vete a tu casa antes de que Amelia se quede dormida en el sofá esperándote.

Roy sonrió mientras bajaba la cabeza. Desde luego que se moría de ganas de volver a casa, pero poseía ese instinto de camaradería que le impedía quedarse sin hacer nada el día que se enteraba que su mejor amigo posiblemente las estaba pasando putas.

- Bueno, es sábado… Mañana estaré todo el día con ella. Puedo mandarle un mensaje ahora, seguro que comprende…
- ¡Oh dios! ¡Detrás de ti! ¡Al suelo!

Instintivamente, se echó contra la pared y se agachó. Lanzó una fugaz mirada por encima de su propio hombro para comprobar que era lo que había hecho alarmar a su amigo, el cual había salido corriendo, pero no pudo ver nada especialmente amenazador. Tardó un par de segundos en comprender por qué su amigo corría bastante tranquilo y con una mano levantada.

- ¡Será…! – Dijo entre dientes, aunque reconoció que la idea había sido bastante original.
- ¡Hasta el lunes! – Gritó sin darse la vuelta su compañero, con un tono cómico.

Se incorporó apoyándose contra la desvencijada pared y, tras sacudirse la chaqueta un par de veces, emprendió el camino a la estación de trenes del sector 3. Pese a tener coche prefería ir en tren, ya que así podía dejárselo a su pareja, la cual tenía mas complicaciones para llegar en transporte público al instituto donde impartía clases. Del bolsillo interior de la chaqueta sacó unos auriculares que iban conectados a un Mp3 de tamaño considerable que permaneció en su guarida solo alterado por un ligero toque por encima de la tela, que le hizo activar la reproducción automática. El sonido de una guitarra acústica crecía poco a poco en una combinación de acordes sencillos. Sencillamente geniales, pensaba Roy mientras escuchaba la voz joven y cruda del cantante preguntarle a su hijo de ojos azules donde había estado. Observar las calles de los suburbios del sector 3 mientras escuchaba a su cantautor favorito le provocó una oleada de nostalgia que resultaba a la vez agradable y triste. El se había criado en ese mismo sitio. De hecho, su antiguo hogar antaño estaba situado a apenas diez minutos andando de su actual edificio de trabajo. A la vez la voz nasal del cantante llevaba acompañándole desde que decidió escuchar los viejos vinilos de su padre, más o menos cuando empezó la universidad. Todo esto ahora sonaba muy lejano, la colección de vinilos ahora reposaba en su propio hogar, recibida directamente mediante herencia. Era todo cuanto quedaba de su infancia, junto a recuerdos y frustraciones que nunca habían dejado de causarle inquietud. Quiso mirar al cielo, recordando cuando iban cada fin de semana a la pequeña casa rural que poseía su abuela a las afueras de Kalm, pero solo encontró la fría placa, cableado y unas cuantas luces de neón. Recordó que al morir su abuela hubo que vender la casa para poder pagar sus estudios universitarios. No dejaba de ser una curiosa ironía del destino que fuera en esa casa donde, gracias al viejo telescopio del abuelo, había pasado incontables noches en vela observando planetas, constelaciones y nebulosas, lo que más tarde le había hecho cultivar su profundo amor por la física. Roy suspiró al darse cuenta de que ya no le quedaba nada de todo lo que había sido tan importante para el antaño: Ni su abuela, ni sus padres, ni la vieja casa rural, ni la física… El jodido destino se había encargado de quitarle hasta el cielo. La canción había llegado al estribillo y hablaba de una lluvia que iba a caer con fuerza, de ser así, el no lo notaría. Diez minutos más tarde llegó finalmente a la estación del tren que ascendía a la placa superior. Según la señal electrónica, al tren le quedaba poco más de dos minutos para llegar a la parada, de modo que se sentó en el banco a esperar, cerró los ojos y se dejó llevar por la música.



- ¡Ya estoy en casa! – Roy lanzó su chaqueta al perchero casi sin mirar, años de práctica le habían convertido en un maestro en ese dudoso arte. La respuesta que esperaba tardó unos cuantos segundos en surgir de la boca de la mujer de pelo liso color avellana cortado a media melena que se asomaba por la puerta de la cocina.
- Pobre… Debes estar agotado.
- ¿De estar doce horas sentado en una silla? – Dijo esto como queriendo expresar “Podría ser peor” quitándole lastre al asunto. Se dirigió hacia ella mientras se aflojaba el nudo de la corbata, le acarició el pelo y depositó un beso en sus labios. Hoy estaba especialmente bella. Tenía los ojos del mismo color de su pelo con un brillo en el que podía perderse durante horas sin sentir pena por ello. Era de estatura media tirando a baja e iba vestida con un camisón de dormir negro que estilizaba su figura. Antaño había sido una chica bastante delgada, pero tras el parto su cuerpo había ganado unas cuantas curvas más que, a ojos de Roy, le habrían hecho ser más sexy que antes de no ser porque ella siempre había sido perfecta para sus ojos. Cesó el beso y la miró a los ojos. - ¿Cuántos alumnos se te han declarado hoy?
- Idiota… - Amelia rió. Lamentaba la cantidad de trabajo que su marido estaba obligado a afrontar temporalmente. Se puso ligeramente de puntillas para revolverle el pelo, liso y echado hacia atrás en punta. Roy era un hombre alto y corpulento, del tipo atlético pero sin llegar a ser extremadamente musculazo. – Me queda poco para acabar la cena. ¿Que tal si vas al cuarto de Phill y le ayudas un poco con los deberes? – Le dio un último beso antes de volver a los fogones de la cocina.

Roy suspiró, su cuerpo le pedía echarse a la cama y dormir pero se hubiera enfrentado a un Bégimo armado solo con el teclado de su Ramstad antes de desaprovechar la única noche víspera de festivo que tenía a la semana. Se apoyó en el marco de la puerta mientras observaba a Amelia cocinar con destreza. Olfateó un poco el aroma de la cocina intentando adivinar lo que su conyugue estaba preparando pero se rindió a los diez segundos. Finalmente se dirigió al cuarto de su hijo.

- ¡Toc toc! ¡Papá está en casa! – Dijo mientras golpeaba ligeramente con los nudillos la puerta de su habitación y la abría con suavidad.
- ... Buenas – Respondió sin levantar la cabeza de la página 45 del libro “Ciencias de la vida y de la tierra: Segundo de primaria”

Roy puso los ojos en blanco. “Algún día entenderás que esto es mas duro para mí que para ti hijo…” pensó mientras se acercaba hasta el y le revolvía el pelo con la mano derecha mientras que con la izquierda se apoyaba en la mesa y observaba la página del libro, que hablaba de astrología.

- Tu madre me ha dicho que tienes algún problema con esta lección. ¿Cómo es posible si sabes mas del espacio que la mayoría de chicos que ya van a cursos superiores?
- No es un problema… Es que esto está mal.
- ¿Qué está mal? – Alzó una ceja. - ¿El qué exactamente?
- No lo explica todo. Entiendo que la gravedad hace que las cosas caigan, que las fuerzas eléctricas hacen que los átomos se mantengan unidos… Todo eso puedo entenderlo. Pero…

Roy no pudo evitar henchirse de orgullo. Su hijo era, sin necesidad de hacer ningún estúpido test, un superdotado en lo que a ciencia se refería. Era su pasión, solo con mirar su cuarto uno se daba cuenta enseguida. Postres de planetas e impresionantes reacciones eléctricas descubiertas mediante una máquina antediluvianas, una figura de un hombre cuya mitad izquierda era transparente y podían verse sus órganos y sistemas óseo y nervioso, una replica a escala del vehiculo espacial de ciudad cohete… La había heredado de el, sin duda alguna. Phelan y el siempre habían estado muy unidos. La desmesurada curiosidad de su hijo siempre se veía satisfecha por las acertadas explicaciones a todo lo que englobaba el mundo de las ciencias. El reciente aumento de horas de trabajo había hecho que apenas pudieran conversar durante seis de los siete días semanales, lo que había causado un gran recelo por parte de su hijo. Su hijo cerró el libro de golpe, demostrando enfado.

- Pero no hay una sola página de este libro o del que me toca el año que viene que me explique como demonios hay gente que lanza fuego por las manos y cosas así…

Así que era eso… Roy sonrió, recordaba perfectamente como de joven había tenido el mismo dilema.

- Bueno, si te sirve de consuelo, no lo pone en ningún libro porque… Nadie lo sabe.
- ¿Y entonces para que se hace uno científico? Se supone que la ciencia lo explica todo… Y ni los mayores más listos saben por qué pasan la mayoría de cosas en este mundo.
- Lo cual es un alivio, porque si supiéramos como funciona todo ya no tendría ninguna gracia.
- ¿Pero como es posible que nadie lo haya averiguado?
- Hay tantas lagunas en el mundo de la física que el conocimiento científico en general se ha tenido que dividir desde siempre en dos ramas. Por un lado está la física, que estudia las propiedades del tiempo, el espacio, la materia del tipo regular, la energía y sus interacciones.
- ¿Y por el otro?
- La mística.
- ¿La qué?
- La mística. – Repitió. – La mística se dedica a estudiar todo aquello que no se puede explicar por qué existe de modo que al menos se pueda explicar para qué existe, como por ejemplo lanzar fuego por las manos.

Phelan miraba a su padre con un interés desmesurado. Cualquier tipo de enfado que pudiera tener hace diez segundos con el se había disipado de forma inmediata en cuanto vio que su padre, fuente infinita de conocimiento, estaba dispuesto a explicarle mas acerca de este mundo del que tanto desconocía.

- Tú dices que la ciencia no sabe nada acerca de estas cosas, pero no es cierto. Sabemos exactamente cuanta densidad de Mako es necesaria para que se formen los tipos diferentes de materias: Amarillas, Verdes, Moradas o las rarísimas Rojas. A la vez también sabemos que dependiendo del lugar en el que se forman las materias nacen con unas propiedades u otras. Por ejemplo, la materia verde “Fuego” surge de los puntos concentrados de Mako cercanos a una alta fuente térmica, mientras que “Hielo” surge de los páramos helados de Iciclos con gran frecuencia. También sabemos que cuanto mas se usa una materia más energía se acumula dentro de ella, alcanzando un nivel de energía mucho mayor cuando se llega a una velocidad concreta. A la vez sabemos que para que una persona haga funcionar la materia es necesario que sepa canalizar su propia energía vital de modo que se acople a la que ella desprende de modo que reaccione. Sabemos todo acerca de la materia… Pero no tenemos ni idea de cómo esa energía hace que el oxígeno del aire se reúna en un punto concreto y lo inflame de forma violenta, o como crea un campo eléctrico tan intenso que fluyen los voltios entre el de forma visible y de consecuencias brutales, o como regeneran células destruidas, cicatrizan heridas y recomponen huesos, o como teletransportan de la nada una gigantesca criatura mística. Es por eso que el mundo de la ciencia es tan maravilloso Phill, la realidad es algo más fascinante y misterioso de lo que cualquier libro de ficción puede expresar.
- Vaaaya… Jo, cuanto sabes papá. – Su hijo le sonrió al fin, lleno de orgullo por su padre y le dio un fuerte abrazo – Me alegro de que al fin sea Sábado.
- ¡Pues no te imaginas lo que me alegro yo! –Rió aliviado. Un abrazo de su hijo era más que suficiente para recobrar las fuerzas. Lo alzó en el aire y le dio un par de vueltas. – ¡Siente la fuerza centrípeta!
- ¡Paraaaaaaaaaaa! – Gritó entre risas, antes de ser devuelto suavemente al suelo.

Roy volvió a revolver el lacio pelo de su hijo un segundo antes de que se oyera un grito desde la cocina que anunciaba “¡La cena!”.

- Me alegro de que te preguntes tantas cosas día a día y no te conformes con la tristísima parte que dedica a la ciencia la educación escolar. A este paso vas a llegar a mucho mas que yo, claro que no es muy difícil.
- Me da igual en que trabajes Papa, tú eres el mejor.
- Pero para la próxima vez no hace falta que te vayas a los mundos de la mística para descubrir enigmas inquietantes de este mundo.
- ¿No?
- Que va. Solamente con que mires a tu alrededor… Según nuestro modelo científico, para que todo esto funcione son necesarias doce o más dimensiones.
- ¿Doce dimensiones? – Los ojos heredados de su madre brillaban de emoción. – ¿Y cuales son las otras nueve? ¡Si solo vemos tres!
- En realidad vemos cuatro, la cuarta dimensión es el tiempo. En cuanto a por que no podemos ver el resto… A ver, imagínate un pez totalmente plano que va por el fondo del océano y…

Una figura femenina apareció por la puerta blandiendo un enorme cucharón de sopa como arma.

- ¡He dicho a cenar! – Dijo en un tono que no admitía réplica.

1 comentario:

Ukio sensei dijo...

A hard rain is going to fall, de Bob Dylan. No necesité la canción, ya que la voz nasal te delató.

Está curiosa, pero yo creía que si hacías girar a alguien, la inercia lo intentaría expulsar del círculo, haciendo fuerza centrífuga. Y ahora... Queda la parte del relato en la que pasa algo. ¿Verdad? ¿Tengo razón?