Decenas de conversaciones se fundían en los vestuarios de la planta de Turk, en el Edificio Shin-Ra. Algunos hablaban de lo que iban a hacer esa noche, otros tan sólo tenían ganas de volver a casa a tirarse a la bartola. Y otros se preparaban para quedarse un rato más en las instalaciones.
Yvette acababa de anudarse la coleta alta, cerró la taquilla y se ajustó los protectores de los nudillos.
El chiquillo del peinado estrafalario y las lentillas azul eléctrico pasó a su lado al tiempo que ella se volvía.
- ¿No te vas? – le preguntó, levantando la vista de su PDA.
- No, voy a entrenar un rato con el viejo caracortada.
- Suerte entonces – el chico sonrío – Nos vemos mañana.
- Sayonara, Mashi.
Yvette palmeó el hombro del proyecto de canario antes de avanzar por el pasillo hasta llegar al gimnasio. En la sala sólo había una pareja que ya estaba recogiendo los bártulos y Jonás Kurtz, calentando al otro lado.
Se despidió con un gesto de cabeza de los otros compañeros y caminó a la esquina donde el veterano rotaba las muñecas.
- Más te vale que estés preparado porque te voy a machacar, nenaza – amenazó ella, bravucona.
- ¿Has tenido un mal día o es que buscas revancha por la paliza que te di el otro día? – Kurtz sonrío con aquella mueca extraña que deformaba sus cicatrices, sabía que eso siempre perturbaba a sus oponentes.
- Llevo con un mal día desde hace… yo qué sé, semanas – Yvette empezó a calentar, trazando círculos con la cabeza.
- Creía que la regla sólo duraba tres o cuatro días.
- Anda que no eres gilipollas ni nada – la rubia sonreía aunque su mirada parecía amenazadora
- ¿Entonces? – Kurtz dejó de calentar y se puso en guardia.
- Por culpa del idiota de tu amigo estoy que exploto – Yvette dio unos pasos de lado, buscando algún punto por dónde empezar el ataque.
- ¿Qué te ha dicho? – Jonás sonrió.
- ¡Ese es el puto problema! ¡No me ha dicho nada en semanas!– la rubia lanzó un gancho de derecha aunque al veterano no le costó demasiado esquivarlo – O sea que al final me he zurrado tanto la badana que los adolescentes pajilleros a mi lado son unas nenazas. Le envié un mensaje esta madrugada y como no me responda antes de terminar el día lo mando a tomar por el culo. Estoy tan cargada de hormonas que me follaría cualquier cosa.
Kurtz esquivó otro derechazo, esta vez agarrando el brazo y lanzando a Yvette al otro lado de la sala. Ella se volvió unos metros más allá para observar en el rostro de su maestro una cómica pero amarga expresión, con los ojos muy abiertos y la boca torcida en una mueca acusadora.
- ¿Perdona? – dijo él – Y yo qué, ¿eh? ¡Lo mío sí que es para llorar y no me oirás quejarme, ninfómana del carajo!
Yvette se llevó las manos a la boca al caer en la cuenta.
-¡Hostia, perdona! ¡No me acordaba, lo siento!
- Hay que joderse con la follodependiente esta – Jonás volvió a ponerse en posición, haciendo un gesto a la rubia para que atacase.
Ella adoptó una postura de ataque y se acercó con cautela.
- Pero tienes que reconocerme que a mi edad es normal.
- No creo que nada en ti sea normal.
Yvette lanzó un revés que fue bloqueado y acto seguido giro el tronco por debajo del brazo en alto para tratar de hincar el codo del otro en la nuez de Kurtz, aunque no esperó el golpe en la parte anterior de las rodillas que la desestabilizó, trastabillando hacia delante aunque sin llegar a caer ya que Scar hizo presa de su brazo derecho y lo retorció. Recuperado el equilibrio Yvette lanzó una patada hacia atrás sin llegar a impactar ya que fue capturado por la otra mano del turco.
- ¿Y ahora qué? – Jonás se sonrió ante la extraña postura de la chica en esos momentos, si se le ocurría dar otra patada él podría soltarla y caería de bruces, y con el otro brazo no tendría fuerza suficiente para liberarse.
Yvette gruñó, frustrada, se sacudió desesperadamente hasta que Scar accedió a soltarla, a penas recuperó sus miembros se volvió y le lanzó una patada baja que consiguió alcanzarle en la espinilla, a veces las acciones infantiles eran las que mejor funcionaban.
- ¡Por idiota! – le gritó ella, retrocediendo enseguida.
- Serás perra…
Kurtz parecía más violento en sus envites, sin duda buscaba venganza por aquella bajeza contra su espinilla. Yvette se aprovechaba de su estatura y su agilidad para esquivar a la iracunda mole. Recibió un par de golpes que logró bloquear con más o menos éxito.
En un momento dado Scar se abalanzó contra ella, los fuertes pasos retumbaron en la sala, extendiendo un sentimiento de alarma en la rubia. Ella se preparó, encogiéndose y adelantando un hombro para reducir el impacto aunque éste fue tal que logró arrancarla del sitio. Recuperó enseguida la postura defensiva aunque Jonás no volvió a embestir, en su lugar agarró una de sus muñecas y trató de separarla del torso de ella, Yvette se resistió pero finalmente el veterano se hizo con ella y ahora se lanzaba a por la otra haciendo que la rubia abriese los brazos de lado a lado, ella lanzó un cabezazo contra la mandíbula de Scar, mientras hacía fuerza con las piernas hacia abajo para liberarse. Kurtz devolvió el mismo golpe y causa de su movimiento hacia delante y la presión de ella hacia abajo acabaron en el suelo. Yvette fue lo suficientemente rápida para encoger las piernas sobre su pecho y tratar de hacer palanca para quitarse de encima al veterano. Él apoyó una rodilla en el suelo y puso la otra sobre las piernas de ella, oprimiéndole el pecho con el peso de ambos. Con un brazo a cada lado y las piernas inmovilizadas la turca se sintió atrapada y se convulsionó logrando únicamente cansarse más.
Jonás acercó el rostro al de su prisionera, para jactarse de su victoria. Ella jadeaba, sus pulmones estaban tan oprimidos que apenas podía respirar.
- Te tengo dominada, ¿qué piensas hacer aho... – una perla de sudor se desprendió de su frente y rodó por la mejilla de ella.
Yvette sonrió. Kurtz se dio cuenta demasiado tarde de lo comprometido de sus palabras en aquel contexto y con el recuerdo de su conversación anterior aún golpeándole en el fondo del hipotálamo.
Deshizo el agarre y se levantó, ni demasiado lento ni demasiado apresurado, tratando de restar importancia a ese momento. Le echó una mano a su pupila, que miraba distraída hacia otro lado.
- ¿Qué tal una ducha y a casa?
- ¿A la tuya o a la mía? – dijo ella, socarrona, recibiendo una colleja por respuesta.
La ducha había sido fría y larga. Si tuviera polla se le habría más puesto más dura que una barra de pan de dos semanas. La verdad es que, y aún pareciéndole un tío atractivo, nunca se había planteado a Kurtz como una posibilidad pero si hubiera estado un segundo más en esa posición la cosa habría acabado en más que una ducha.
Se vistió con la ropa de trabajo y echó un vistazo al PHS, una vaga esperanza le llevaba a hacerlo pero en el fondo sabía que no habría nada… y hoy, para variar, se equivocó.
“Tengo libre la noche del jueves”
Tan escueto como él mismo.
Habían pasado los días e Yvette podía sentir como la tensión crecía en su interior. Sus compañeros de trabajo podrían decir que pese a verla más sonriente había crecido en susceptibilidad.
El jueves por la noche se encontró a sí misma esperando en una plaza del Sector 6 apoyada en su coche. No le gustaba ser la primera en llegar, y no se iba a admitir a sí misma que el motivo de que hoy hiciese una excepción era la impaciencia.
Eran las diez y media de la noche pero no se sentía insegura pese a encontrarse en uno de los Sectores más bajos de Midgar, nadie con dos pipas bien visibles lo estaría, y pese a que dos tipos de mala pinta la miraban desde el otro lado de la calle no se atrevían a acercarse: había dejado la placa de Turk a la vista sobre el salpicadero. Yvette era osada pero no idiota.
Obedeciendo a sus hormonas había decidido vestirse para poner el mundo a sus pies: minifalda de cuadros rojos, medias de látex negro de un corte original que recordaban a la silueta de los ligueros, botas de correas de tacón alto y para esa noche había elegido una ceñida cazadora de charol negro con múltiples cremalleras y zurcidos; su arma secreta se escondía bajo ella.
Recorrió con la mirada la destartalada plaza, zapateando en el suelo. La gente iba y venía de un lado a otro, algunos chiquillos fantasearon en voz alta con su despampanante figura. Ella clavó la mirada en un tío al que parecían haber pegado la paliza de su vida, con el brazo en cabestrillo y que avanzaba arrastrando los pies y rostro contraído, como si hubiese visto un fantasma.
Finalmente su cita se dignó a aparecer, cruzando la calle con paso ágil.
- ¿Llego tarde? – preguntó a un par de metros de la rubia.
- Nah… tengo el reloj adelantado – mintió ella.
Yvette recibió al chico con dos besos. Pudo captar el aroma a menta en su cabello y por un momento deseó que él hubiera sentido el mismo chispazo en la nuca al oler su perfume de flor salvaje de Nibel.
Se echó hacia atrás para echar un vistazo rápido a su acompañante, sorprendiéndose de que lo único que parecía distinto en él con respecto a su primer encuentro era que vestía camisa en lugar de nicky.
- No es que te mates eligiendo la ropa, ¿eh? – rió ella.
- ¿Es que eso importa? - aunque Paris amagó una sonrisa, Yvette notó cierta frialdad en sus palabras - ¿Las pistolas son parte de tu conjunto?
- ¿Te gustan? Si quieres podemos jugar con ellas – la rubia se arrepintió enseguida de esas palabras, estaba demasiado acostumbrada a jugar en su terreno. Para su sorpresa el chico se limitó a sonreír, descolocándola y dejándola sin saber cómo reaccionar.
- ¿Algún plan?
Una nota de frustración se coló en el ánimo de Yvette, que notaba cómo una vez más parecía que el chaval estuviera allí por obligación. Decidió darle el beneplácito de la duda y creer que sólo se trataba de inseguridad inicial.
- Trabajas en un bar ¿no? ¿Qué tal si tomamos allí la primera copa?
- No creo que sea de tu agrado.
- No me menosprecies, soy muy adaptable – por mucho que lo intentase no lograba que sus palabras no tuvieran un tono insinuante y ambiguo.
- Está bien.
Extrañamente y pese a que Paris se mostraba más hablador y atento, Yvette tenía la sensación de que algo raro pasaba. No sabía muy bien qué exactamente, pero él actuaba de forma muy condescendiente y amable, casi como cuando alguien está preparando la situación para soltar una mala noticia y mantiene una barrera emocional contra el aludido. Y ese pensamiento la desconcertaba.
Yvette se deshizo de la cazadora de charol mientras esperaba que su acompañante llegase con las copas. Era la técnica más antigua pero la que mejor funcionaba, sobre todo cuando se trataba de ella.
Cuando Paris llegó con sendos vasos de líquido turquesa se encontró a la rubia lanzando su cabellera hacia un lado, dejando ver el ceñidísimo corpiño negro con bordados y lazada rojos que realzaba su voluptuosa delantera, y un collar de intrincado diseño del que colgaban varias lágrimas negras.
- Vaya cicatriz – fue lo único que llegó a decir mientras posaba las copas sobre la mesa.
- ¿No te han dicho que es de mala educación mirar de forma tan descarada el pecho de una mujer? – reprendió ella, socarrona.
- No creo que llevases esa ropa si quisieses que no lo mirara – respondió con sencillez, haciendo que Yvette se atragantase con el primer sorbo.
- Touché – la rubia alzó su copa, proponiéndole un brindis – Pero deberías saber que no nos gusta que los tíos descubran nuestras tretas.
Paris rió.
- Lo tendré en cuenta – chocó su vaso contra el de su interlocutora y bebió un sorbo.
- ¿Para tus otros ligues? – aventuró ella, sin sonar demasiado acusadora.
- No sé por qué piensas que soy un ligón empedernido.
- Es lógico, eres un tío atractivo. Raro y un capullo, pero atractivo.
- Eh… no sé muy bien como debería tomarme eso – el chico se removió en su silla, buscando una postura más cómoda – Y no, no estoy muy interesado en ligar.
- La camarera no te quita ojo…
- Es una cotilla… y tiene novio.
- Ah… - Yvette lanzó una mirada significativa por encima del vaso.
- ¿Cómo te la hicieron? – preguntó Paris, indicando con el mentón la cicatriz en el pecho izquierdo.
- Blooder.
- ¿El psicópata?
- ¿Conoces a otro? Casi muero ese día. – Yvette hizo una breve pausa para analizar a su interlocutor.
Él alzó las cejas pero no dijo nada.
- ¿Y tu qué? ¿Nunca has tenido una experiencia cercana a la muerte? – a la rubia le pareció una conversación casi demasiado lúgubre para una cita.
- No tan cercana.
Se abrió un silencio que de haber sido breve habría sido cortés, pero que se prolongó hasta convertirse en un vacío incómodo. Yvette se entretuvo un rato mirando la decoración, con múltiples cuadros del dueño, suponía, fotografiado con diversos jockey, incluso el famosísimo Joe. La forma de chocobo era la más frecuente en los bártulos decorativos.
La rubia agitó su copa, luego tamborileó con las uñas sobre el cristal, con la cabeza apoyada sobre la otra mano.
- ¿Un billar? – preguntó Paris de pronto.
- ¿Eh? Ah… claro.
Decididamente las cosas no estaban saliendo bien. El muy idiota se había buscado una excusa perfecta para los largos silencios sin tener que sentirse demasiado incómodo. Yvette sintió la necesidad de romper su palo contra la espalda del muy maldito y dejarlo paralítico. Casi prefería su actitud monosilábica y abiertamente desinteresada a esta nueva faceta que no sabía cómo interpretar.
La turca trataba de descargar parte de su frustración arremetiendo contra las inocentes bolas y gritándole improperios a algún cliente habitual que según ella le entorpecía.
Paris decidió actuar cuando amenazó a la acompañante de un tipo con pinta de mafioso.
- Sería mejor que te relajases – sin llegar a ser amenazador, el tono se le antojó a Yvette demasiado autoritario.
- Sí, vayámonos ante de que le parta la cara a esta chupapollas.
Bebió de un trago el resto de su copa y cogió su cazadora, levantando un gran revuelo allí donde pisaron sus pies.
Una vez en la calle Yvette caminó delante todo el tiempo, teniendo que doblar su velocidad normal para mantener la distancia con su acompañante. Paris la seguía sin decir nada.
- Sube – ordenó ella al llegar hasta el coche en la plaza donde habían quedado hora y media antes.
El trayecto hasta la Tower of Arrogance fue silencioso, tenso y demasiado corto para estar a cuatro sectores de distancia, sin duda debido a que la bota de aguja no se había levantado del acelerador por un solo minuto.
- ¡Mal! ¡Ponme un chupito de lo más fuerte que tengas! ¡Ya! – gritó Yvette al llegar a la barra, espantando a un par de chiquillas que se agolpaban esperando que un chico viniera a cortejarlas.
- ¿Yv? ¿No tenías una cita?
- Mi cita está en el baño y yo al borde de un ataque de nervios.
Malcolm frunció el ceño, prometiendo una tortura larga y cruel al maldito “príncipe”.
- ¿Qué ha pasado? – preguntó el camarero mientras se hacía con un par de botellas y un vasito de cristal.
- Eso me pregunto yo. El otro día terminamos de buen rollo y hoy vuelve a portarse como un gilipollas o peor. Vamos de culo.
Malcolm se apoyó en la barra, acortando la distancia entre su rostro y el de ella.
- ¿Puedo darte mi opinión? – aventuró él, arrimándole un vaso de chupito y llenando otro para sí mismo. Espero a que ella asintiese – Me parece del tipo de tío que te va a estar dando largas y te va a marear hasta que te aburras y pases de él. De esos que esperan a que seas tú quien corte.
- No sé, pensé que habíamos conectado y de verdad quería él fuera ese.
Yvette se mostró ligeramente abatida, cruzando los brazos sobre la barra.
- ¿Te alegraría un poco si le retuerzo el escroto con un alicates? – bromeó él, acariciando la rubia cabeza de su amiga.
Yvette hizo un puchero y asintió como una niña pequeña, siguiendo la broma pese a su desánimo.
A su entrada en el servicio Paris fue recibido por un gemido ahogado y un salvaje golpeteo contra una de las cabinas. “Mierda” pensó, azorado. Necesitaba un momento a solas con su cerebro pero los gritos cada vez agudos de la chica le incomodaban tremendamente.
Se enjuagó la cara con fuerza en el momento en el que el canto del cisne de la chica anunció su orgasmo. Buscó con la mirada el dispensador de servilletas de papel mientras oía el sonido de una cremallera y hebillas. A la mierda su momento de intimidad mental, se largaba antes de ver el careto de ninguno de los dos amantes pero la puerta del cubículo se abrió antes de dar dos pasos.
- ¡Principito! – exclamó el tipo de traje caro, el pelo cuidadosamente despeinado y los profundos ojos verdes.
- ¿Rolf? – Paris se sintió aún más incómodo a la vez la sensación de estar siendo manipulado por algún ser cósmico de siniestro sentido del humor creció en él.
- Justo estaba pensando en ti – dijo el aludido, dirigiéndose al lavabo.
- Espero que no…
Rolf sonrió con cinismo mientras tomaba una servilleta de papel. Iba a decir algo en el momento que oyeron algo dentro del cubículo, pero aún no salía nadie más. El tirador se mostró indiferente y encaró a Paris.
- Qué coincidencia. ¿Qué haces aquí? – preguntó Rolf, observando con ojo analítico el vestuario del chico.
- He venido con Yvette.
- Oh… entonces… ¿vas a intentarlo?
Paris se apoyó en el lavabo, cruzándose de brazos.
- No lo sé – hizo una pausa antes de continuar - Por una parte no creo que sea conveniente…
- ¿Para ti o para ella? – Rolf pasó el peso del cuerpo de una pierna a otra.
- Para… ella. – dudó al principio, para luego admitir – Y para mí también. Me ahorraría el preocuparme de que en algún momento yo pudiera…
- ¿… estamparla contra la pared? – aventuró el tirador, con un tono a medio camino entre la conciliación y el reproche.
Paris asintió no demasiado seguro.
- ¿Has hablado con alguien más de eso?
- No exactamente de eso, pero si de algo parecido, con Jonás.
- ¿Y qué te dijo?
- Me dio una charla sobre el vivir mi vida, barrer mi casa y esas cosas…
Rolf se apoyó también en el lavabo, al lado de su amigo.
- Mi consejo es que te diviertas mientras puedas, dentro de nada podríamos estar todos criando malvas. “Fuma, folla y bebe que la vida es breve”. Deja que sea ella quien decida si quiere estar con un tarado o no.
Paris sonrió con una mueca torcida.
- Eso no es muy responsable.
- ¿Y qué lo es? A veces hay que arriesgarse… y si sale mal sabes que tienes mi “apolladura”.
- No podías dejarlo pasar, ¿eh? – rió el rubio.
- ¡Nunca!
Paris se enderezó, dispuesto a volver con su cita, pero Rolf no le dejó ir.
- Espera, ¿no pensarás ir con estas pintas?
- ¿Qué pasa con mis pintas? – Paris, pese a ser consciente de que no tenía el sentido de la moda de su amigo, se sintió ligeramente ofendido.
- ¡Por favor! Me daría vergüenza si eres capaz de llegar algo serio con estas fachas – Rolf se quitó la chaqueta y la dejó sobre el mármol del lavabo – Mira, eres un tío con suerte y yo un amigo cojonudo. Ponte mi camisa.
- ¿Qué? ¡No!
- ¡Que si hombre! Si el que se lleva la peor parte soy yo, que voy a tener que llevar ese adefesio tuyo.
Rolf había terminado de desabrochar su cara camisa de color obsidiana, que había elegido cuidadosamente para realzar el color de sus ojos.
- ¡Venga! – le instó a Paris que lo miraba como si estuviera hablando en un lenguaje distinto.
Rolf echó las manos al primer botón de la camisa de su amigo, perdiendo la paciencia.
- ¡Quita! Ya lo hago yo – el rubio golpeó las zarpas del tirador.
Finalmente la puerta del cubículo se abrió, descubriendo a una preciosa mujer que trataba de ajustarse la línea del vestido. La escena con la que se encontró le hizo perder la extasiada sonrisa y la convirtió en una mueca de ira.
- ¿¡No te dejo ni dos minutos y ya estás poniéndole las manos encima a ese rubito?!
- Eh… ¿un trío? – aventuró Rolf, ganándose miradas letales por parte de ambos.
- Olvídalo, búscate a otra. Yo paso de tus jueguecitos.
Los tacones resonaron con fuerza en el cuarto hasta que su sonido fue engullido por la fuerte música que se coló al abrir la puerta.
- Lo siento, no quería joderte el plan – se disculpó Paris, deshaciéndose de su camisa negra y tomando la que Rolf le tendía.
- Bah, no te rayes, era una estrecha, ni siquiera me dejo hacerl…
- ¡No quiero saberlo!
Yvette esperaba en la puerta de los aseos. Iba a dejar las cosas claras de una vez por todas, se había hartado de segundas oportunidades y de esos tira y afloja que no llevaban a ninguna parte.
Abordó a Paris en el mismo momento en que puso un pie fuera del baño, justo detrás de él salió un tipo que se le antojó conocido, pero ahora mismo su mente estaba centrada en su cita.
- ¿Te importa si hablamos?
- Claro que no – el chico sintió la misma aura violenta que la primera vez en la pista de baile.
Yvette lo cogió de la mano y lo arrastró hasta una zona de descanso recogida en una semiesfera a un lado de la pista. El tejido aislante de la pared y la lejanía reducían el atronador volumen de la música unos cuantos decibelios y permitían una conversación más o menos entendible sin llegar el límite de la voz.
Una mirada de la turca sirvió a una pareja que estaba en los preliminares para tocar retirada; la chica hizo amago de resistencia pero él la arrastró, conocía, sin duda, la fama de la rubia.
- ¿Qué es lo que pasa? ¿Eh? ¿Es que no te pongo? – se volvió a su acompañante, con las manos en la cintura y la voz ligeramente contenida que le profería un tono más amenazador.
- ¿Qué?
- ¿No soy tu tipo o algo?
- No…
- El otro día quedamos de puta madre y hoy te vuelves a comportar como un capullo así que mira, si no quieres nada conmigo me lo dices y punto, soy mayorcita para poder superarlo. Pero no me gustan que jueguen conmigo ni que me mareen.
- Escucha…
- Y si te digo esto a la cara es porque creo que en el fondo no eres mal tío y porque creo que habíamos conectado. Pero si llegas a ser otro te hubiera partido la cara y santas pascuas.
- ¡¿Me dejas hablar?! – exclamó el chico que veía que ella no le estaba dando ninguna oportunidad de explicarse, con la manos crispadas a la altura del pecho – Primero que ya me partiste la cara, dos veces, para ser exáctos. Segundo, que si no quisiera nada contigo no te hubiera dejado pegarme la segunda vez sin responder.
El sonido de una guitarra rasgada cortó el aire, prometiendo una canción salvaje a medio camino entre el techno y el rock. Los haces de luz bailaron sobre toda forma que se encontraba a su paso, creando extraños claroscuros.
Yvette dejó sendos brazos caer a cada lado de la cadera, con el ceño fruncido y mirando fijamente los ojos grises que se alzaban una cabeza por encima de los suyos, sorprendiéndose de que no intentase esquivarla.
- Entonces… quieres…
La respuesta de Paris se hizo esperar, no estaba muy seguro de que hubiera querido decir lo que dijo… en realidad sí, pero no de que ella lo supiera. Respiró hondo y se dejó vencer por la obviedad.
- … Sí.
Yvette esbozó una sonrisa condescendiente, desconcertando más si cabe al chico, que no sabía qué esperar a continuación. La rubia echó las manos al rostro de él y lo trajo hacia sí.
- Eres un idiota.
Lo siguiente que sintió Paris fueron los carnosos labios de ella oprimiendo los suyos. A penas pudo reaccionar cuando una nueva maniobra de Yvette le sorprendió: le hizo abrir la boca e introdujo la cálida y húmeda lengua, buscando la suya.
La rubia hizo fuerza con todo el cuerpo para obligar al chico a retroceder, quien encontró que el chaise longue le impedía seguir hacia atrás. Una nueva embestida de ella le hizo perder el equilibrio, logró asir su brazo antes de caer sobre el mullido sofá cuando largo era, con una pierna colgando a un lado e Yvette sobre él en una postura un tanto incómoda. La rubia apartó algunos mechones de su rostro, ayudada por la mano que él tenía libre.
- ¿Y esto? – dijo con un tono una octava más baja de lo normal en ella, con una sonrisa.
- Si yo caigo, caemos todos.
Paris trató de apartar el cabello que le caía sobre los ojos soplándoles. Ahora fue ella quien le hizo el favor de ayudarle con eso.
Yvette se acomodó sobre él, provocando más roces que intensificaban el rubor de él y con los que disfrutaba enormemente. Jugueteó con las solapas de su camisa y notó como él hacía lo mismo con uno de sus largos mechones dorados.
- ¿Lo decías en serio? Lo de devolverme la hostia. ¿Lo harías aún siendo una mujer?
Paris miraba al techo, pero no parecía dudar acerca de la respuesta.
- Sí, lo haría. No te quepa duda.
Ahora buscó los ojos de ella, esperando encontrar un sentimiento contrariado pero la sonrisa seguía perfilada en sus labios.
- Eres un monstruo – le reprochó, antes de lanzarse de nuevo contra su boca, encontrando esta vez más cooperación por su parte.
Yvette mordisqueó el labio inferior de Paris antes de romper el beso. Se sentó sobre él, algo más seria. Él se recostó sobre los codos, dispuesto a oír lo que fuese que iba a decir.
- Sé que antes fui yo quien sacó el tema, pero no quiero que lo nuestro sea algo puramente físico – aclaró – Para eso no me habría complicado tanto la vida. De ti espero algo más que eso.
- Eso ya me lo habías dicho.
- Exactamente, tú aún no has dicho nada. Y como me digas que quieres estar conmigo porque estoy buena follaremos como conejos toda la noche y luego te meteré un tiro en la polla.
Paris dudó unos instantes. Finalmente se recostó en el sofá, dejando a Yvette sentada sobre sus piernas.
- ¿La verdad? – preguntó con voz grave.
- La verdad.
El chico expiró.
- No espero nada porque no sé qué debería esperar… – echó una breve mirada a la rubia, que mantenía la expresión seria pero parecía algo desilusionada - … pero me haces sentir inseguro y tus palabras y acciones me afectan hasta el punto de cuestionarme cosas que siempre han sido inamovibles para mí. No me gustan los cambios, me asusta perderme, pero en este caso no me importaría hacerlo.
Paris calló, había roto el contacto visual y jugueteaba con sus propios dedos.
- Creo que no era la respuesta que esperabas.
Cuando alzó la vista encontró el rostro de la rubia ligeramente enrojecido, con una sonrisa afligida en los rosados labios.
- No exactamente, pero me vale.
Paris se atrevió a traer a Yvette hacia sí, ella entrecerró los ojos esperando el beso… que recibió en la frente en lugar de en los labios. Roja de una súbita rabia tiró de las solapas de su camisa hacia abajo, obligándole a encararla.
- ¡No se te ocurra tratarme como a una princesita!
El rubio soltó una carcajada.
- Tú mandas – le dijo, en un tono ambiguo de arrancó una sonrisa cómplice en ella antes de que se lanzase con violencia a devorar su boca.
El local se fue vaciando progresivamente a medida que pasaban las horas. A eso de las siete de la mañana, la extraña pareja concordó que era un buen momento para irse ellos también.
Yvette a penas podía caminar, tantas horas con aquellos altísimos y puntiagudos tacones le pasaban factura, y el hecho de haber bailado durante un par de horas no ayudaban nada.
- Mira, ¡A la mierda! –exclamó de pronto, al llegar a la altura de un portal a la salida de la discoteca.
Se sentó en el pequeño escalón de la entrada y desamarró las correas de las botas.
- Nunca entenderé la manía que tenéis las mujeres de llevar tacón, siempre os acabáis quejando de ellos – dijo Paris.
- ¿Y qué quieres que lleve? Tira, anda – Yvette subió la pierna cuando pudo, indicándole a su acompañante que la ayudase a descalzarse.
El rubio tiró de la bota, que se resistió al principio. La puso a un lado y se dispuso a hacer lo mismo con la otra pierna.
- Pues botas normales.
- Bah… ¿Y qué tienen de sexy? – reprochó ella, poniéndose en pie sobre el escalón y cogiendo las botas – Aah… mucho mejor así.
- ¿No pensarás ir descalza? – inquirió el chico.
- Claro, total, el coche no está tan lejos – Yvette trató de restarle importancia, sin duda no era la primera vez.
- No – dijo él en tono autoritario – Podrías cortarte con cualquier cosa, o clavarte una jeringuilla o yo qué sé.
- ¡Venga ya! - la rubia vio cómo él se daba la vuelta y se encogía - ¿Qué haces?
- Sube.
- No, paso – fue la rotunda respuesta.
- Yvette… hazme el favor…
La aludida se resignó, encontrando la situación un tanto cómica e infantil.
- Se me va a ver el tanga – fue la excusa que dio, divertida.
- Eso no te preocupaba lo más mínimo cuando estabas bailando allí dentro – contrapuso él.
La turca cogió impulso y salto sobre él, sacudiéndole de paso con una de las botas.
- Imbécil – le regañó, fingiéndose ofendida.
- No pesas nada – se sorprendió él, irguiéndose y empezando a caminar.
- ¿Qué te pensabas?
Yvette se asió al cuello de su medio de transporte personal, con las botas colgando cada una de una mano. Se fijó en la rotura en la camisa de él: un botón había saltado y una de las solapas se había rasgado.
- Siento lo de la camisa – se disculpó ella, aunque en su expresión seguía dibujada una sonrisa triunfal – Tendrías que haber dicho antes que no era tuya… no digo que no hubiera acabado igual, pero podría habérmelo pensado.
- Tranquila… ya veré cómo se lo digo… ¿Una carrerita hasta el coche? – preguntó de pronto, Yvette pudo notar la sonrisa con la que había hablado aunque no pudiese verla.
- ¡Arre, caballo! – azuzó, animada.
martes, 10 de febrero de 2009
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7 comentarios:
Se hace corto, la verdad... Quizás le falte algo de relleno. De todos modos está bien.
Lo que no acabo de ver es a Yvette usando frases como la de los cangrejos.
¡Ja! Dos de las tres personas que han sobrevivido a Tombside se cruzan y ni siquiera lo saben. Irónico. Y divertido, si puedo decirlo.
Lo que ahora me asusta es que Paris se una a por mi pequeño, Harlan ya me daba miedo.
Muy bueno, aunque se me ha hecho corto...
Aleh, revisao.
Releedlo, que hay muchos pequeños cambios y algunos grandes exras.
Erh... no está mal, pero esta pareja cada vez me gusta menos... cuando leo sobre ellos, tengo la sensación de que en el siguiente párrafo será cuando se líen a greitos, hostias y reproches antes de cortar para siempre. Supongo que no me gustan las parejas tan melodramáticas, que parece que ninguno de los dos tira demasiado de la relación, o tiran por el lado equivocado. Amos, que prefiero las relaciones rápidas, simples y sin malentendidos de por medio (y esto último parece especialmente fuerte como componente entre Paris e Yvette).
Con todo, buen relato. Un poco de relax entre tanto asesinato y pelea XD.
Tio, este rollo de relacion me parece bastante soso. ¿Que tal si Tombside termina el trabajo y Paris vuelve a ser el asesino frio y calculador de siempre?
Vale: Por un lado tenemos a la que quiere a Paris en una pareja Pryca (cada uno con su chandal del Pryca, solo que él con detalles en verde, y ella en rosa). Diapositivas, catas de vinos y quesos...
NO!
Y tu, psicópata, historias emo como esa a fanfic.es !
Comento tarde pero comento!
Yo no se que le veis de malo a la relación, a mi me parece entrañable (la broma facil relacionaría esto con que parece que van a saltar entrañas a la mínima... Pero no)
Eso si, está claro quien lleva los pantalones en la relación, por mucho que le gusten las minifaldas xD
Buen relato, me gustó mucho la parte del entrenamiento con Kurtz, con el añadido de que creo recordar que te resultaba dificil escribir sobre hostias.
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