viernes, 25 de julio de 2008

127.

Las noticias se sucedían a una vertiginosa velocidad en las diversas cadenas, que emitían especiales informativos. Por lo visto, una inmensa criatura marina había atacado Junon hacía escaso tiempo, causando el pánico y numerosos destrozos a la compañía. Y lo que menos importaba en las altas esferas: vidas humanas sesgadas ante el poderoso avance de uno de los espectáculos naturales más desastrosos de los últimos tiempos, al menos hasta que Meteorito colisionara contra la superficie. “Eso sí que será una verdadera putada” pensó Sonya en el mismo momento en que pasó del canal de noticias a uno de música pop de elevado índice de audiencia entre las adolescentes de la Plataforma. “Cuando esa piedra caiga, ya no podré irme de compras”.

A pesar de que el noticiario sólo mostrara el poderío armamentístico de la compañía energética, además del sufrimiento que los, según la opinión de la chica de quince años, “nobles y brutos perros de guerra” que formaban parte de las filas de SOLDADO. El disparo en la cara del monstruo fue el desencadenante del apagado del receptor, que justo en el momento de su desconexión escupía la imagen de un combatiente siendo trasladado en helicóptero. Apartó un mechón rubio de su cara y lo fundió con el resto de la cabellera dorada, únicamente enturbiada por unas mechas azabaches. Un gran ojo marrón pudo ver la luz gracias al involuntario gesto de la joven, acompañando a su gemelo en el resplandeciente día. Debían ser las once de la mañana, pues un intenso zumbido procedente de la estrecha pantalla del ordenador le indicó que Sussan, su mejor amiga, acababa de levantarse y estaba conectada. Ella siempre se levantaba a esa hora, como una mala costumbre heredada de las faltas de asistencia a clase y las altas horas de la madrugada que daban cuando se acostaba. La conversación no pudo empezar de manera más anodina:

S0n¥A (L) Xq mi hamor s lo uniko q mantien atado nuestro corazón (8) (K)(K)(K)!! dice:
Ya era ora, caxo perra. Q stuvists aciendo qe t levantas aora?
[There's sOmethinG in yOur eyes I knOw I can't resist (8)] Because I LOVE YOU dice:
Bueno, anoxe stuve en ksa de Tato…
S0n¥A (L) Xq mi hamor s lo uniko q mantien atado nuestro corazón (8) (K)(K)(K)!! dice:
Q juarra ers!!! Y qe icistes?? :D
[There's sOmethinG in yOur eyes I knOw I can't resist (8)] Because I LOVE YOU dice:
Stuvimos oras ayí, dale q t pego al asunto ;-)
S0n¥A (L) Xq mi hamor s lo uniko q mantien atado nuestro corazón (8) (K)(K)(K)!! dice:
Fnatasma!! N se pued star tanto…

Ella siempre tenía la mala costumbre de exagerar, mintiendo de mala manera.

[There's sOmethinG in yOur eyes I knOw I can't resist (8)] Because I LOVE YOU dice:
Ants de eso nos metimos 1 mnton d mierda. No m cabe un gramo +
[There's sOmethinG in yOur eyes I knOw I can't resist (8)] Because I LOVE YOU dice:
Ad+ stoy toda skocida, kreo que dspues de darme estuvo +turbandom i chupando asta qe se durmió
[There's sOmethinG in yOur eyes I knOw I can't resist (8)] Because I LOVE YOU dice:
Q le den x el kulo. Sta noxe m busco 1 tia q me kiera + q el, q m izo daño
S0n¥A (L) Xq mi hamor s lo uniko q mantien atado nuestro corazón (8) (K)(K)(K)!! dice:
Pues cnmigo oy no cuentes. Yo boy a volber al Tower, a ver si m dan + koka
S0n¥A (L) Xq mi hamor s lo uniko q mantien atado nuestro corazón (8) (K)(K)(K)!! dice:
M salío barata, x 500 giles me saq 20 gr.
[There's sOmethinG in yOur eyes I knOw I can't resist (8)] Because I LOVE YOU dice:
20? Xo eso s 1 burrada, q icistes, comersla asta l fondo?
S0n¥A (L) Xq mi hamor s lo uniko q mantien atado nuestro corazón (8) (K)(K)(K)!! dice:
:D
S0n¥A (L) Xq mi hamor s lo uniko q mantien atado nuestro corazón (8) (K)(K)(K)!! dice:
Asta el mismo fndo. M parecia al humorista ese antiguo dl bigot i el puro
[There's sOmethinG in yOur eyes I knOw I can't resist (8)] Because I LOVE YOU dice:
xD
[There's sOmethinG in yOur eyes I knOw I can't resist (8)] Because I LOVE YOU ha enviado un zumbido
[There's sOmethinG in yOur eyes I knOw I can't resist (8)] Because I LOVE YOU dice:
Ntoncs sta noxe n nos damos mambo? Tia, sabs q yo pagaria x ti


Una sonrisa se dibujo en la redondita cara de la chica. Y es que su mejor amiga no había tenido ningún reparo en mostrar abiertamente su atracción por ella, y ella no se había negado. Por algo era su mejor amiga.
La blanca dentadura de Sonya acompañó a los labios carnosos en los versos finales de su declaración; “Debo dejarte. Voy a prepararme para la noche, desayunar, y puede que piense en ti mientras estoy en la ducha”. Le encantaba rabiar a su amiga con aquellas pullas sexuales, a pesar de que algunas más tarde se hubieran vuelto menos falsas de lo que su intención pretendía.

Tomó su desayuno, compuesto de cereales de la marca más cara que existía, además de la leche mejor tratada y otro surtido escaparate de productos que únicamente las altas esferas de la placa podían comprar. Eran las doce cuando subió los escalones de una escalera que giraba en cuarto de círculo y se dirigió a su habitación. Lanzó el fulgurante vestido blanco por los aires, acompañado de las mudas correspondientes, y se dirigió con paso firme a una puerta de madera blanca adornada con un póster de un musculoso y bien marcado macho de actitud provocativa. Hizo un guiño dirigido al torso desnudo del papel plastificado y giró el pomo. Lo último que ese hombre inmóvil pudo ver fue la cabellera rubia y un terso trasero, firme y al que seguro hubiera dado un mordisco, o una más discreta palmada, si hubiese sido un hombre de verdad y no una fotografía impresa.

Gel de frutas silvestres y aguacate, champú de mango y melocotón con toques de jazmín, acondicionador con extractos de miel, melisa y hierbabuena. Crema de berenjenas, colonia de banora blanca, y un desodorante acorde con el olor de la fragancia.
Toallitas perfumadas de limpieza facial. Esponja de raíces. Esponja suave de tacto aterciopelado. Y un largo etcétera de productos para el cuidado que se disponían en fila a lo largo de diversas estanterías, a su vez dispuestas alrededor del espejo de pared donde ella admiraba su cuerpo. Se decía a sí misma que era hermosa y espectacular, y su vanidad no estaba alejada de la realidad: muchos (e incluso alguna mujer también) habían intentado lograr algo con ella, pero sólo los más afortunados habían conseguido una noche en su cama.

Movió una mampara de traslúcido cristal, introduciéndose en el interior de una ducha de aspecto caro, al igual que todo lo que se encontraba en la casa; en el sector 5 vivían jefes y ejecutivos, además de sus familias o los vanos intentos de imitar a estas. La familia de Sonya era una de estas últimas: su padre siempre estaba trabajando, y su madre no hacía otra cosa que no fuera acudir a fiestas y orgías encubiertas para elevar su caché. Pero todo eso le importaba poco menos que las miles de muertes que el monstruo marino acababa de cobrarse en la aldea porteña.

A ella lo único que le importaba era sacar dinero de su papi y gastárselo en diversión. Le sobraba el dinero, por ello nunca iba a clase; y a pesar de ello siempre intentaba sacar el máximo beneficio con el mínimo coste. Entre las últimas cosas que había hecho estaba el sorprendente hito de engañar a unos traficantes para sacar más droga de la que debía recibir y colarse en la nueva discoteca gracias a sus dotes naturales, cuando normalmente no hubiera podido entrar. Por suerte para ella, aquel hombre no podía resistirse a un poco de buen escote, cosa que a ella le encantaba: jugar con las personas.
Fue gracias a eso que pudo conseguir la cocaína. Aquel tipo de actitud desafiante y verga suelta no se dio cuenta de que Sonya le quitaba unas cuantas bolsitas del maletín mientras el tenía los ojos entrecruzados, respirando fuertemente y apuntando al techo con sus fosas nasales, sentado sobre el blanco mármol frente a la chica arrodillada en el negro suelo.

El agua resbaló por su piel, cuya extraña tonalidad era una difícil mezcla de tostada y blanquecina, y cayó en unas mortecinas últimas gotas cuando apagó el grifo. Finalmente no había cumplido la promesa sexual hacia su amiga, atareada en repasar mentalmente su lista de asuntos por resolver.
Salió de la ducha envuelta en una toalla al tiempo que toqueteaba con un limpio índice izquierdo la bolita azul que se situaba bajo el labio inferior. Comenzó un cuidado ritual, iniciado con las toallitas de limpieza facial; cremas hidratantes por todo el cuerpo constituían el siguiente paso. Siempre era igual. Todos los días. Todas las semanas. Todos los meses. Una y otra vez.
Cogió un potente secador y lo conectó al enchufe, para acto seguido extender su mano hasta un poderoso cepillo. La melena rubia con dos estrechas franjas azabaches ligeramente desvaídas se extendió hasta tocar el final de las escápulas, pero tuvo que rendirse ante el poder de la corriente de aire y las púas, hasta que estuvo seco en su mayor parte y quedó libre hasta un rato después, donde finalmente volvería a ser domado y tomado a la fuerza. La toalla cayó sobre el suelo en una irregular y caprichosa forma, quedando en la superficie hasta que de una patada la chica arrastró el azulado objeto contra la pared.

Nuevamente desnuda, volvió a dirigirse a su cuarto. Comenzó a remover cajones, abrir armarios y lanzar todo tipo de ropa y complementos, a fin de buscar el atuendo ideal: cosa complicada cuando tienes cuatro armarios, cada uno con cuatro cajones y todo lleno de diferentes prendas. Por fin encontró lo que buscaba, que voló hasta posarse sobre la cama, mientras que el resto yacía por el suelo. Lo apartó de diversas patadas, amontonándolo contra una pared. Era una malsana costumbre, producto de la atención de los sirvientes que papá y mamá contrataban a cambio de cuidar de su hijita perfecta.
En la cama quedaban ya los atuendos de la noche: un corpiño de cuero negro que ajustaba mucho la cintura realzando los atributos superiores, una falda corta de seda del mismo color que se alargaba tapando el muslo izquierdo, dejando a la vista el derecho. Acababa con unos zapatos de tacón altos y azabaches y un bolso pequeño pero suficientemente espacioso como para guardar objetos que abultasen.

Una vez vestida y con el pelo ya domado y alisado, miró de nuevo el reloj. Eran las ocho de la tarde. El cuidado personal le había consumido gran parte del día, y ya sólo tenía una hora para preparar los últimos detalles. Introdujo en el bolso una caja de preservativos con sabor a frutas silvestres, otra de extrafinos, dos tampones, monedero con billetes y tarjetas, llaves, chicles de melocotón y piña colada y algunos enseres de maquillaje. Esa noche iba a disfrutar como nunca en una vieja discoteca del 2º sector bajo la placa: Doors of Heaven.

Diez guiles de taxi por ir desde el Sector 5 hasta el Sector 8, atajando por la Avenida Loveless. Quince por tomar el tren que llevaba al Mercado Muro, y diez más por ir hasta la puerta del local. El alto y musculoso guardia de la entrada mantenía una cola expectante a la puerta por culpa del detector de metales, que pitaba cada vez que una bien dotada veinteañera pasaba. La negativa del portero finalizó cuando ella declaró a voces “que llevaba un piercing en el chirri”; y tras eso la cola avanzó más rápido de lo que en un primer momento se podía pensar.

Las luces de los láseres y los focos se mezclaban con la repetitiva y electrónica música, a veces mezclada con alguna canción de éxito en los canales musicales de la televisión. Varios hombres y mujeres bailaban con la menor ropa posible dentro de jaulas y encima de pasarelas, recreando con movimientos lascivos y sugerentes orgías que en otros tiempos habían visitado algunos de los presentes en la amplia sala. No era raro que a veces alguien fuera sorprendido intentando meter la mano en partes del cuerpo ajeno, o incluso ser pescado cuando la mano ya apretaba bien alguna zona. En cierta medida, aquello no se diferenciaba de las fiestas sexuales. Y sin embargo, todo se rodeaba de miseria fuera del edificio, contrastando salvajemente con la calle donde se encontraba. Era la ventaja de aquello que estaba bajo la placa: los impuestos y alquileres eran más baratos para alguien que vivía arriba.

En la barra, dos camareras en bikini y dos hombres con bañadores, todos cubiertos de pintura que brillaba bajo las luces servían copas por todos lados. Sonya se acercó y llamó a voces a uno de los camareros, igual de sugerentes que el póster que mantenía en la puerta del baño:

- ¿Oye, me pones uno de vodka con limón – dijo asomando un poquito más el canalillo, empujándolo contra la madera de la barra de manera que el camarero lo viera – y me añades un chorrito de licor de hierbabuena?
- Claro. Y a ese invita la casa, por maja.

Sonriendo pícaramente el camarero le puso el vaso sin escatimar en el alcohólico producto. Sonya lanzó un guiño y le plantó un beso en la mejilla, dándole además un papelito con un número escrito con tinta roja. Siempre llevaba unos cuantos de esos en el bolso, y no era raro que repartiera un par cada vez que salía de fiesta o cambiaba de lugar.
Ya con la bebida, se adentró dentro de la masa de gente, con ganas de buscar a otra persona a la que dar su teléfono o simplemente divertirse durante una hora. El calor era abochornante, conseguía asfixiar; y para empeorar las cosas el dueño no dejaba de encender y apagar más focos, caldeando el ambiente.

Tras media hora bailando, Sonya se volvió a abrir camino entre la multitud, dirigiéndose al baño. Necesitaba mojarse y refrescarse un poco, y desde hacía rato tenía la impresión de que alguien la miraba con interés. Y ella estaba dispuesta a seguir el juego.
La hilera de cubiles de madera oscura garabateada con obscenidad, iniciales amorosas y mensajes recibieron a Sonya con una oleada de frescor alegre y con tonos de pino y limón. Lo más destacable es que aquellos baños permanecían blancos y relucientes, al contrario que muchos urinarios masculinos de sitios similares.

El último de los habitáculos estaba vacío, y ella lo agradeció. No quería dar una victoria fácil, ni quería recibir ella nada gratis: le gustaba gemir, suplicar y gritar pidiendo lo suyo, lo quería pero odiaba que se lo dieran nada más suspirar por ello. Quería recibirlo al final y gozar del disfrute y el placer que le brindaban. Ella no era menos con nadie: ni con ellos ni con ellas.

Las puertas comenzaron a abrirse, una por una. Estaba impaciente, y no podía dejar de poner una sonrisa con aviesas intenciones, lista para sentarle e ir a saco con todas.
Por fin, la puerta se abrió y no pudo poner sino una mueca de sorpresa. Alto, con melena lisa y perilla con bigote castaños. Traje negro con botas de hebillas y un abrigo largo a pesar de la sofocante atmósfera. Por supuesto, ya conocía a aquel hombre: era el camello al que le quitó las bolsas de polvo blanco.

- Vaya – dijo volviendo a poner su dentadura blanca a relucir acompañada de un guiño – Parece que te gustó tanto que vienes a por más, bribón – Chascó la lengua y la pasó por los labios rojos y carnosos.

Un sonoro “paf” le dolió en la mejilla. Cuando quiso darse cuenta, estaba sangrando del labio y agarrada por el brazo derecho. Cada vez apretaba más, y en la cara de aquel demonio vestido de negro podía verse una furia a punto de desbordar por sus ojos, sus dientes, son oídos y su piel enrojecida.

- ¡Tan lista te crees que pensabas que no me daría cuenta de que me habías robado! ¡Puta!

Una nueva bofetada, que esta vez le arrancó un pendiente de la oreja dejando un bello corte en el lóbulo izquierdo.

- Ahora vas a devolverme la droga y vas a pagármela con intereses. Y sé muy bien de qué manera puedes hacerlo.
- Por… por favor – las lágrimas desbordaban, arrastrando negro petróleo bajo sus pestañas – Tengo dinero. Mi padre es rico, puedo pagarte, pero no me hagas daño…
- ¡Cállate! Da gracias a que la música está alta y no pueden oírte, porque de lo contrario te metería la pistola por el coño y te dispararía, desgarrándote como la furcia que eres. Claro que vas a pagarme, pero trabajarás para mí. Lo primero que vas a hacer será llevarme a tu casita y darme las bolsas. Así sabré donde vives, y a partir de mañana comienzas a trabajar en la puta esquina. Eso, o te vuelo la cabeza mientras te enculo – exclamó mostrando una automática, al tiempo que se metía una mano entre los pantalones.
- No, por favor… ¡A mí noooooooo!

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Lágrimas negras mancharon la blancura inmaculada de la almohada. La sangre se arremolinaba en la sábana, mientras que los llantos se ahogaban en el silencio de la gran casa que permanecía abandonada, a excepción de la solitaria quinceañera tumbada boca abajo sobre la cama.

Una deuda de 3000 guiles más los correspondientes intereses.

La profecía de su amiga Sussan se había cumplido. Ahora podría pagar por acostarse con ella.

8 comentarios:

Astaroth dijo...

Mi primer One Shot, no sean duros.

Además, es un One Shot raro... Ya verán por qué más adelante.

Paul Allen dijo...

Un buen One Shot, la verdad. Además me deja un enlace cojonudo para lo mío.
Lo que me gustaría resaltar es el diálogo messengero entre las dos niñatas. Cuesta leerlo, pero es realista tanto en ortografía como en apariencia, si hablamos della mentalidad de criajas mimadas. Es original porque nunca se había hecho en todo el fanfic.
La historia es algo tópica, pero se ve tu intención de criticar a ese pequeño pero poderoso sector social formado por los vástagos malcriados de los ricos. Me gusta, sobre todo, la forma en que se le tuercen los planes cuando aparece el camello, pasando de ser una noche agradable a un canto en los piños.
No está mal para ser el primero.

dijo...

Primero, perdón por no comentar los relatos anteriores, ahora me pongo al día.
Segundo: buen one shot, si querías representar a la típica pija cani lo has logrado a la perfección. Pero hay algo que no me cuadra del todo; le da a la coca y se va bajo la placa para divertirse, pero luego para ducharse tiene veinte cosas distintas.
De todas formas buen relato.

Astaroth dijo...

Esa parte la explico un poco: se hacen discotecas bajo la placa porque el coste es menor. Además en la Placa los vecinos se quejarían.

Ukio sensei dijo...

Vamos a ver: Cuando vi lo de los 20 gramos de coca por 500 giles, flipé por colores.

Señores, ahora os daré una pequeña lección y agradeceré que no me preguntéis porque se esas cosas, ya que así no tendré que mentiros.

Un gramo de coca son 60€. 20 son 1200. Lo de 3000 con los intereses leoninos me parece aceptable. De todos modos, más lógico que obligarla a hacer la calle me parece tirársela ellos, grabarla en vídeo y el clásico chantaje. Aún así eso le quitaría karma al relato.

En cuanto al chateo, "hamor" y "juarra" me parecen faltas de horrografía excesivas, incluso para ese tipo de gente (especialmente "amor", ya que leen la palabra en 2 de cada 3 canciones, y se la escriben en todas las dedicatorias).

A veces eres retórico de forma un tanto gratuíta, pero la verdad es que para ser tu primer One Shot, apruebas y con nota. Felicidades

Ukio sensei dijo...

Añado que con 5 gramos, si es en poco tiempo (unas 4 horas, apróx), una persona podría tener una sobredosis. Con 10 en una noche entera, la tendría. Pero tampoco es tanta pega, porque podemos suponer que se pone a hacer el idiota, y a esnifar posando, con lo que la mitad se cae por ahí, o a invitar a todo dios.

Astaroth dijo...

Sí, lo del precio de la coca fue algo gracioso, porque me pasé un buen rato preguntando el precio. Es lógico que flipes, pero ten en cuenta que la niña roba una buena cantidad y la otra se la lleva para parecer buena. Explico esto porque al principio parecía no quedar claro.

Y lo de las faltas... Sí, algunas están sobrellevadas, aunque no mentiría si dijera que "hamor" lo he visto más de una y más de dos veces en nicks de msn. De hecho, uno de los nicks lo saqué de una chica que podría pasar mentalmente por la propia Sonya.

Lectora de cómics dijo...

Sólo un par de detallinos:
Se supone que la gente no sabe que el meteorito va a chocar contra el planeta, no sé si hablas de eso como una hipotético o como un hecho.
Y "negro petróleo" bajo sus ojos ·__· di mejor "negro kohl" o algo, es que no me da la sensación de simil.

Pero esto es porque soy una quejica. El relato está genial, bien llevado y con personajes bien personificados, le das la vuelta a la tortilla con mucha soltura.
Buen perrito, Astarotipoti!