martes, 19 de enero de 2010

200.

- ¡Joder, mamá, te he dicho mil veces que llames a la puerta!
- Lo siento, cielo, sólo quería colocar tu ropa interior en los cajones – Dora Sanks entró con una gran pila de camisetas blancas de tirantes y calzoncillos de colores que abarcaban todos los colores posibles. Entró golpeando con el muslo la puerta, que se abrió de par en par mientras la mujer, que rondaba los cincuenta, dejaba en un cajón medio abierto toda la colada. – Veo que por fin me haces caso y utilizas pañuelos de papel, no sabes lo molesto que es ver esas manchas blancuzcas que acartonan todo.
- ¡Me cago hasta en la puta de oros! Largo de aquí, mamá.
- Espera que coloque un poco tu cuarto. Parece que por aquí haya pasado un tornado. – Dora empezó a recoger cajas de videojuegos del suelo e insertó dentro los correspondientes discos, puso las revistas en las estanterías y dejó en un rincón un juego de pesas que no había sido tocado nunca, salvo para ser robado del gimnasio del barrio. Después, se acercó a la pantalla del ordenador, mientras su hijo escondía sus partes bajo la chaqueta del chándal – No sabía que te gustase ver a dos mujeres comiendo helado. Porque es helado, ¿verdad?
- ¡Joder, joder y joder, mamá! ¡Déjame tranquilo!

Su madre salió riéndose, y Samuel volvió a concentrarse en lo suyo. Le encantaba ver aquel video e imaginarse que estaba allí, con ellas. Por supuesto, suponiendo que aquella cosa era chocolate y nada más.

El ligero sonido traqueteante de fondo comenzó a ascender en potencia, hasta convertirse en un molesto ruido que le impedía concentrarse. Cuando le resultó imposible subir más el volumen, se fijo en que la tenía como un gusano y salió a encarar a su madre.

- ¡Me cago en la puta de oros! ¡Quita la puta aspiradora, mamá!
- Cielo, no tengo puesta la aspiradora. ¿Qué tienes puesto tú para que haya tanto ruido?
- Mamá, no creo que necesites ser un genio para adivinar que si he preguntado es porque no tengo ni idea de qué coño es.


Y así, la ciudad que nunca dormía se despertó.

Para muchos, siempre era de noche, pero en aquel momento los reflejos del amanecer eran más débiles que nunca bajo el siniestro brillo de Meteorito. Sin embargo, sobre la Placa la gente veía cómo los destellos dorados rebotaban sobre la superficie lisa del gran cilindro metálico, mientras era elevado por grúas y helicópteros. Poco a poco, el cañón fue elevándose desde las afueras de la ciudad, ascendiendo primero diez metros, después veinte, luego cincuenta. Los fuertes cables de acero trenzado parecían resistir el peso de la estructura, aunque la tensión ejercida amenazaba con partirlos de un momento a otro. Cien metros, ciento cincuenta. La grúas, inmensas y sujetas bajo bloques de hormigón y férreos cimientos comenzaron a combarse bajo las miles de toneladas de poder bélico. Doscientos metros. Fue entonces cuando el primero de los cables se partió, y los alambres de acero austenítico recubierto de molibdeno restallaron en el aire como si fuese el látigo de una cruel deidad, burlándose de los seres humanos que pretendían lograr una hazaña imposible. A los doscientos cincuenta, la grúa situada en el borde externo de la ciudad empezó a doblarse. William Grace, capataz de construcción de aquella zona y encargado de manejar el titánico brazo de hierro tuvo que soltar el enganche al cilindro para evitar que cediese la estructura, pero fue demasiado tarde. Tanto Bill como otros cinco operarios cayeron junto con su maquinaria. Casi arañando la cara exterior de la pared que separaba la ciudad del resto del mundo, descendieron cada vez más rápido, gritando, descendiendo cincuenta, cien, doscientos, trescientos metros, hasta convertirse en un cadáver de hierro con entrañas de carne y sangre junto a la puerta de bienvenida a la ciudad.

Trescientos metros.

Entonces, otras dos gruesas cuerdas de acero niquelado se rompieron, restallando en el aire como bífidas lenguas. Una de esas lenguas cayó sobre otra de las grúas, rompiendo el cristal que protegía al ocupante y matándolo al instante; ahora no era más que un cadáver con los brazos llenos de cortes y diminutos vidrios, mientras que su cara era pura pulpa y arañazos bajos el cable de diez centímetros de diámetro.
El otro cable fue a parar sobre una carretera que por fortuna estaba despejada, pero destrozó el pavimento e hizo que trozos de asfalto cayeran sobre un bloque de edificios situados en el sector cinco.

Trescientos cincuenta metros, cuando uno de los gigantescos vehículos aéreos tuvo que cesar su empeño. Cuatrocientos metros. El objetivo ya estaba cerca, pero lo complicado no había sido levantarlo.

A los cuatrocientos cincuenta metros, dejó de ascender. Sobre las cabezas de la gente flotaba un enorme cilindro cuya longitud era similar al diámetro de la ciudad. La gente estaba aterrada ante la posibilidad de que en cualquier momento los cables volvieran a ceder y aplastasen sus cuerpos, sus hogares, su vida.
Las inmensas estructuras comenzaron a girar sobre su propio eje al tiempo que los helicópteros empezaban a desplazarse. Susan Trade miraba, desde el pequeño balcón de su octavo piso del sector 3 como proyectaba su ancha sombra envolviendo en un halo de oscuridad hasta donde su vista alcanzaba. Su rosada bata de algodón se tiñó de un color amoratado a la altura de la ingle cuando el cañón pasó por encima.


Bajo la placa, todo era desconcierto. ¿Qué era aquel ruido? ¿De dónde procedía? Nadie tenía forma de saberlo, pero todo el mundo se temía lo peor: había llegado Meteorito, alarmas de evacuación, el ataque de un monstruo como el que atacó Junon o Mideel. El caos empezaba a estallar en los barrios marginales.

Por fin, el grandioso cilindro de miles de toneladas se situó encima de miles de andamios que recubrían un soporte de hierro y acero. Por encima sólo se alzaba el edificio ShinRa, que observaba con desprecio al cañón usando sus ojos de cristal. Yo he llegado más alto, decía el edificio, y por mí murieron cientos o miles de personas. Tú estás bajo mi mando, eres mío.

Lentamente, grúas de hierro y helicópteros de combate empezaron a bajar. La gente comenzó a respirar aliviada, incluso algunos lo celebraban. Vítores a Rufus, cánticos a dioses y otras formas de alegría se manifestaron en el aire cuando apenas faltaban veinte metros para acoplar definitivamente el cañón.
Soltaron los anclajes, las grúas dejaron de ejercer su fuerza, y el cañón descendió vertiginoso sobre la plataforma de sujeción. La precipitada caída sobre el andamiaje hizo que parte de este cayera sobre calles, edificios, coches, y arruinó el negocio de Ted Knukers, que a falta de tres meses para jubilarse, había visto como su pequeña pescadería era arrasada por meteoros de madera y metal. Mientras el mundo lo celebraba, un hombre arrugado de piel tostada lloraba arrodillado en el suelo.

Mientras miles de técnicos ocupaban sus puestos, haciendo llover chispas sobre la urbe mientras soldaban, o mientras algunos comenzaban a reparar desperfectos ocasionados en la maquinaria. Pero, por encima de todo, se alzó una voz:

- ¡No os relajéis! ¡Aún queda mucho por mover! ¡Empezad con los condensadores de mako!

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El club conocido como Antro de Chora estaba bastante vacío aquel día. El ruido de las obras era insoportable, y eso hacía que los clientes prefiriesen estar en sus casas que disfrutando de los exóticos bailes que ofrecían las estupendas bailarinas de Wutai, o los sensuales masajes de las chicas de Corel.

Un par de parroquianos habituales estaban disfrutando del baile en la barra de una recién llegada de diecinueve años, rubia de melena lisa y carnosos labios rojos. La joven había decidido obtener beneficio extra y se había quitado la parte superior de su conjunto, mostrando un par de pechos poco abultados, pero que en su pequeño cuerpo se hacían inmensos. Hasta el momento, había conseguido que aquella pareja de viejos verdes le lanzasen un buen fajo de billetes mientras babeaban.

Además del hombre calvo peinado con cortinilla y el de la incipiente papada triple, había otros dos hombres en cabinas privadas. En la número cuatro acababa de entrar un hombre, que cerró la puerta tras de sí e introdujo una moneda en la ranura, levantando la opaca barrera metálica que impedía ver a la mujer que se encontraba tras el cristal.
La mujer era ya mayor, podría decirse que una anciana para esa profesión, pero se conservaba muy bien: a pesar de rondar los cuarenta años, su piel estaba tersa y su vientre liso. Por los hombros caía una melena llena de rizos y ondulaciones, de un brillante color carbón a juego con sus ojos. Llevaba un conjunto de dos piezas de color rojo carmesí, imitación de cuero, y un largo fular negro de plumas que se extendía por los brazos y por la zona posterior del cuello.

Pero, al contrario que cualquiera de las bailarinas de Puño, dueño del local, no bailaba. Estaba sentada sobre los mullidos cojines de pluma, fijándose en el hombre de casi cincuenta años que esperaba, paciente. Tenía el rostro surcado de arrugas, y el pelo encanecido.

- ¿Qué, a pasarlo bien, Jerry?
- No soy de esa clase de pervertido que se pajea viendo como su hermana se desnuda, María – McColder se pasó una mano por el pelo, alisándolo – Vengo a lo de siempre.
- Ya lo sé, estúpido. Sólo quieres ver a tu hermana cuando tienes que desahogarte. ¿Qué coño pasa?
- ¿No lo sabes? Debes ser la única que no vea la tele en esta mierda de ciudad

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La sala era, de suelo a techo, de madera. O de algún plástico que imitaba la madera. Y estaba abarrotada de gente. Cámaras de televisión que monitorizaban toda la actividad del juzgado, curiosos que habían conseguido colarse para asistir a la sesión, vigilantes de seguridad, un abogado defensor recién salido de la facultad y el más experimentado de los fiscales. El novato, con traje azul y pelo de punta, sudaba a chorros, mientras que el fiscal, trajeado de color carmesí y con un pañuelo al cuello como si de una burla al letrado se tratase. El juez era totalmente opuesto a ambos, su edad ya era más cercana a los setenta que a los sesenta, y contrarrestaba la lisa calva con una espesa barba en tonos blancos y negros, no exenta de grises profundos. Tenía un rostro severo con un ceño marcadamente fruncido, lleno de arrugas que le aportaban sabiduría.

El público asistente hablaba organizando un alboroto digno de una plaza de mercado, que unos secos martillazos con la maza de madera silenciaron. Todo el mundo se puso en pie mientras el venerable juez iniciaba la sesión.

- Nos encontramos en el último aplazamiento del juicio con Edward Lambert, alias Frank Tombside. Hoy será el último día del juicio, donde por fin se decida el veredicto del acusado. ¿Está preparada la acusación, señor Bladeworth?
- Sí, señoría.
- Señor Gryphoon, ¿está preparada la defensa?
- L… lo está, señoría – el abogado sudaba a chorros, y en su cara se podían ver las ojeras marcadas.
- Bien, en ese caso, procederemos a entablar contacto con el acusado. Dado que hoy, bajo petición del gobierno, estamos televisando esta sesión, el acusado permanece bajo arresto en una celda de contención especial custodiada por Turk, y conectaremos con él gracias a una cámara integrada. Procedamos con la conexión.

La pantalla en cuestión era un sistema bastante extraño y novedoso, era circular y rodeaba una caja que conectaba en tres puntos diferentes con el panel. Estaba situada en pleno centro de la sala, curiosamente encendida mostrando la extraña niebla blanca y negra que sólo aparecía en las pocas televisiones que alguien podía permitirse en los suburbios. Al poco, la imagen se hizo nítida.
Presentaba un cuarto oscuro, donde una figura ataviada con una camisa de fuerza blanca situada en las sombras caminaba de un lado para otro sin detenerse.

- Que el acusado haga el favor de acercarse a la cámara, por favor.

Al oír esas palabras, el acusado se quedó inmóvil, respiró fuertemente y se acercó. Poco a poco, los rasgos de la cara se fueron haciendo más visibles, hasta que por fin se distinguió el biselado mentón cubierto de una fina barba de guerrilla de varios días, la nariz hinchada y el pelo revuelto largo y sucio cayendo sobre uno de los ojos. En un movimiento de cuello, el pelo se apartó lo suficiente como para ver un par de párpados de un tono violáceo. No había duda: habían pegado una paliza, o varias, a Blooder, el asesino sanguinario. Posiblemente hubieran sido los miembros de Turk, dado que habían intentado disimular las marcas con un poco de maquillaje barato y una iluminación insuficiente para causar “buena impresión” durante el juicio.
Un ojo de color dorado, similar a una moneda, asomó en la parte derecha de la cara. El rostro se repetía tres veces alrededor de la pantalla, apuntando una vez a su abogado, otra al acusador y una más al magistrado. Algunas personas se estiraron en los bancos para ver mejor, mientras otras se agolparon hasta casi abalanzarse encima del pobre defensor. Nadie se atrevió a hacer lo mismo en los bancos del fiscal, conocedores del carácter del mismo. “Esto ya no es un juicio, es un circo mediático” pensó Bladeworth.

- Que el acusado se presente, para que conste en acta.
- Detenido número 15834, Edward Lambert. – escupió en el suelo – También conocido como Frank Tombside, alias Blooder. – un fino hilo que mezclaba sangre con saliva corrió por la comisura del labio y se perdió en el bosque de pelos negros que tenía ahora por barba.

“Está hecho una piltrafa, y más muerto que vivo. Dará igual el resultado del juicio, su futuro está decidido”

- Bien, recapitulemos lo acontecido hasta ahora – dijo el juez, que estaba haciendo gala de su mejor actuación hasta el momento. – En las pasadas sesiones se debatió, sin mucho éxito debido a los numerosos aplazamientos – dirigió una fría mirada al abogado, que volvió a gotear en torno a las axilas – si el hombre que teníamos aquí era el conocido como Frank Tombside, y las condiciones de ese nombre.
- Señoría – dijo el fiscal, seguro de sí mismo y en una pose extraña, que consistía en curvar el cuerpo ligeramente hacia atrás y levantar una mano al frente -. No creo que debamos seguir con esto mucho más tiempo.
- ¿Cómo dice? – sobreactuando, el juez puso una cara de asombro que consistía en elevar las cejas y abrir exageradamente la boca en forma de o.
- Señoría, da igual que este hombre sea o no el citado asesino. Lo que está claro – sonrió – es que fue descubierto en el lugar de los hechos, rodeado por varias patrullas de Turk y de SOLDADO que estaban siendo atacadas por este individuo. Atacó, mató y mutiló a varias, e incluso se sabe que su abrigo apareció hace meses en el sistema de alcantarillado envolviendo a un agente de Turk con un puesto importante. ¿Me está diciendo que además de las condiciones especiales que le rodean, es coincidencia que dicho agente apareciera muerto en extrañas circunstancias el mismo día de su detención? Señoría, este hombre es culpable. No necesitamos de ningún nombre o seudónimo para llegar a esa conclusión. – hizo una reverencia y finalizó.
- ¿Algo que alegar, señor Gryphoon?
- Umm… bueno, verá… yo, quiero decir, esto… - nervioso, manoteó una serie de papeles que salieron volando, causando risas entre los asistentes. Salvo en el juez, cuya avinagrada cara no hizo más que acentuarse. – Debemos considerar… la opción de que mi cliente sufre… diversos, glups, trastornos basados en la múltiple personalidad, delirio paranoico y otras afecciones que han podido ser confirmados por el personal especialista tanto de Turk como de SOLDADO.
- ¡Ah, sí! La supuesta doble personalidad que hace que sus ojos se conviertan en los de alguien diferente, esos ojos verdes. Esos que todavía nadie ha conseguido ver. – Bladeworth lanzó un rápido vistazo a la pantalla, para ver como en la dorada moneda que le observaba atisbaba una pequeña brizna de hierba.
- ¡Basta! No permitiré infantiles puyas en mi sala. Señor fiscal, llame a su primer testigo.
- Como desee, señoría. – Hizo una reverencia – Que pase el testigo, nombre clave “Cosmos” –dijo al levantarse, hablando con un guardia cercano que se acercó a la puerta y llamó al testigo.

Una impresionante chica rubia, alta y de dotes majestuosas entró en la sala, ataviada con su uniforme: el traje negro. “Está todo el pescado vendido”, pensó el fiscal cuando entró en la sala. “Ni siquiera tendré que jugar mis cartas secretas”

- Nombre y profesión, señorita – dijo el juez, mirando a la chica que se colocó en el estrado, justo a su lado.
- Agente Yvette Marie Giulianna Louise de Castellanera e Bruscia. Miembro activo de Turk, como es evidente – su voz era despectiva y furiosa, y no conseguía apartar la mirada de la pantalla.
- Orden, por favor. Bien, relate todo aquello relacionado con el caso.
- Hace meses tuvimos una redada. No puedo precisar el día, debido a que toda la información de aquella operación está clasificada. Sólo puedo citar los datos que se revelaron a las fuentes de información: veinte muertos, y dos heridos: uno fue el agente Jack Kened, y la otra víctima fui yo. Salí mejor parada, seguramente porque me dio por muerta. Lo siguiente que recuerdo fue la cama del hospital.
- Bien. Continúe, por favor.
- Mucho tiempo después, un tipo bastante extraño se presentó en mi casa. Me hizo preguntas, algunas sobre Tombside, pero cuando empezó a tocarse le golpeé y le cerré la puerta. Horas más tarde, otro joven vino por lo mismo, y ya no tuve tanta paciencia. Lo extraño era que ese joven no me sonaba en principio, pero durante la última incursión de Turk, con colaboración del primer joven que fue a visitarme, pude ver de nuevo al acusado. Sus ojos no me engañaron esa vez: el era Tombside. Agredió a varios de mis compañeros, a civiles y emprendió la fuga. Poco después le encontramos tirado en un solar.
- Y ahí me golpeaste, puta arpía.
- ¡Orden! ¡No toleraré ese lenguaje!
- Poco después, un único disparo procedente de un edificio cercano acertó al acusado en el hombro, alojando la bala cerca del omóplato. Se extrajo la bala de urgencia, a pesar de que su vida no corría peligro. Según nuestra investigación, o era un mensaje o bien el tirador tenía poca experiencia, quizás mal pulso.
- A propósito – el hombre de la camisa de fuerza se recogió un poco más en la sombra -, esto me tira un poco y me duele la herida. ¿Nadie puede desabrocharme una correa al menos?
- ¡Silencio! – el juez sobreactuó en demasía la falta de paciencia, provocando la risa de unos pocos, bochorno en el acusador y miedo en el abogado, que parecía a punto de morir deshidratado por el continuo goteo de sus glándulas sudoríparas. – Si nadie tiene nada más que preguntar, procederemos a escuchar el alegato del siguiente testigo
- Sí, señoría – Viejo cabrón, pensó el fiscal mientras pasaba la mano por el grisáceo pelo, no has permitido que nadie interrogue a este. Así sólo vamos a tardar más. – “Caos”

Esta vez, pasó un hombre algo más mayor, posiblemente sacaría quince años a la joven. Tenía el pelo moreno y corto, el pecho amplio y cara de aspecto chulesco. Otro agente.

- Nombre y profesión, por favor.
- Michael Wallace, agente de Turk.
- Proceda a contar su versión de los hechos – pidió el fiscal.
- Bien. Yo participé en la detención del acusado. Y pude ver los ojos verdes de los que se habla. Tenían el brillo del mako, igual que los Soldados. Pero en ninguno de los registros hemos encontrado que Edward Lambert, Frank Tombside ni nadie con el ADN del acusado hubiera pasado por el proceso.
- ¿Entonces se ha demostrado que el acusado posee un nivel de mako en sus células equivalente al de un miembro de SOLDADO? – el abogado dejó a todos impactados, parecía resurgir de sus cenizas como un fénix.
- Los resultados del análisis aún no han podido ser obtenidos, no es una prueba que se realice en cinco minutos. Se precisa de meses para encontrar los retazos del mako en el cuerpo de un anfitrión mediante un análisis de fluidos, la prueba más fácil de realizar es la de los ojos.
- Bien. No haré más preguntas. – se había vuelto a acobardar.
- Me gustaría mostrar una prueba a su señoría – el fiscal levantó un papel sobre su cabeza – Es la prueba clasificada bajo el nombre clave “Artema” – “La prueba definitiva, el nombre no podría haber sido mejor puesto” – La confesión escrita y firmada del testigo con nombre codificado “Omega”, Yief Vanisstroff. Se puede leer claramente, y cito textualmente: “Ese hombre me obligó a actuar bajo sus órdenes, a riesgo de matarme. Me amenazó a mí, y a mi actual pareja. Me obligó a espiar, y estuve a punto de asesinar bajo su yugo por miedo. Por suerte, no tuve que hacerlo, pero estuvo a punto de matarme por no hacerlo.” Como pueden ver, las pruebas son concisas y claras: ¡Este hombre es culpable, y merece un castigo ejemplar acorde con sus crímenes!
- ¡Un momento! – gritó, golpeando la mesa el abogado, de nuevo renacido - ¿Y ese testigo, dónde se encuentra?
- Está retenido por sus actos. Tenemos la grabación donde realiza y firma esta confesión, pero hicimos un trato con él considerando que fue instigado por el acusado a realizar sus fechorías, y no fue bajo motivación propia. – el abogado volvió a sudar chorros.
- Bien. Pónganse todos en pie.

La sala entera se puso en pie.

- Edward Lambert, has sido acusado por delitos varios y reiterados de homicidio, asesinato, robo, tortura, extorsión, chantaje, violación, y una lista que continúa mostrando crímenes y agravantes. En vista de las pruebas, declaro que definitivamente eres el asesino conocido como Frank Tombside, y por tanto te condeno a morir en un plazo de una semana, a las 21:00 horas del próximo miércoles por electrocución en la silla eléctrica. Que Dios se apiade de tu alma.

La conexión se cortó y las pantallas se apagaron. Bletf Gryphoon deseó que Dios se apiadase de su puesto, en su primer caso había conseguido que su protegido fuera condenado a muerte. El martillazo casi hizo que todos los esfínteres de su cuerpo abrieran a la vez.

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- Jerry – dijo María a la salida del club, ya vestida y cubierta con un largo abrigo negro – No sé si lo sabes, pero el “honorable” juez Gropius lleva viniendo una semana seguida y cogiendo a las mejores chicas. Por ahí se dice que después del juicio recibió una buena compensación por ello. Sí conseguimos una confesión grabada, podemos apelar y…
- María, no lo entiendes. ¡No he venido para liberarle! Simplemente no quiero estar frente a una pantalla en estos momentos. El juicio se celebró hace justo una semana. Le van a ejecutar justo ahora.

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Yief estiró los pies y los brazos nada más salir de su pequeña celda. Había estado encerrado semanas, y sentir de nuevo la brisa, aunque fuera pestilente y desagradable en aquella prisión infestada de mierda y piojos le había devuelto a la vida. Incluso durante el tiempo que estuvo detenido rememoró con melancolía su etapa en el arroyo, cuando no tenía nada.

- Vanisstroff – dijo el carcelero – Tienes suerte de haber sido declarado inocente, porque a tu amiguito le espera la silla – hizo un gesto con la mano, como si bajase una palanca fantasma. -. Y si no hubieran pagado una fuerte suma para que nos alejemos de ti, ten por seguro que en estos momentos estaríamos pegados a tu culo para vigilarte. Al menor descuido te la meteríamos todos a la vez, y aquí no tenemos vaselina. Enchironaríamos tu polla en menos que canta un gallo.
- Me alegra escuchar piropos por las mañanas.
- Que te jodan y no te guste. Con el puño. Ha venido tu novio a recogerte.
- ¿Quién? – no esperaba a nadie, a menos que hubiese venido el hijo de puta de Richard.
- Un tal Thomas Daniels. Un puto estirado con pinta de heavy viejo. Ve a que te lleve a recoger flores, ya no creo que tengas tiempo de llegar a la ejecución de tu puta.

Un heavy estirado y viejo. Sólo uno encajaba con esa descripción.

- ¡Hijo de puta! – empotró a Carl contra la valla en cuanto estuvieron fuera, sujetando su largo abrigo con ambas manos – Llevo semanas encerrado, y no has dado la cara, todos te dan por muerto. ¡Y ahora vienes a acabar el trabajo!

La Rhyno que se posó bajo su barbilla le impidió decir más.

- Mira, putita. No me caes bien, pero sigo órdenes. De momento no puedo matarte. De momento. Así que supongo que hasta que reciba nuevas órdenes o me salga de los huevos si todo sale mal, soy tu niñera. Ponme en peligro de nuevo con esos movimientos estúpidos y te vuelo los huevos hasta que dentro de la bolsa sólo queden casquillos. ¿Entendido? – Yief asintió – Bravo por tu cerebro. Toma – le tendió una Rhyno similar a la que le apuntaba, bajando el arma tan solo unos centímetros pero aún encañonándole. - ¿Tienes la caja?
- Por supuesto – no podía confesar que la había perdido, podía ser su único seguro en esos momentos. Tampoco tenía la materia, la había escondido en la derruida casa cuando Tombside le empujó, justo antes de desmayarse. Había hecho bien, pues todos los cuerpos de seguridad habían ido a buscarle. – Pero no he podido abrirla.
- Acabarás haciéndolo. Hasta entonces, tenemos asuntos pendientes.
- Sí – comprobó el cargador, y volvió a desplazarlo hasta su posición. Tengo un asunto pendiente. Con Richard Blackhole.

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- ¡Joder, mamá, te digo que me voy! ¡Que he quedado con mis amigos para ver cómo matan al cabrón ese en público! ¡Si me lo pierdo, ten por seguro que te mato!
- Cariño, antes límpiate, no vayas a manchar de nuevo los calzoncillos.
- ¡Si papá aún viviese, ten por seguro que no te haría ni puto caso, me cago en la puta de oros!

Su hijo desapareció tras un portazo.

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- Ha llegado la hora de ir a su trono, majestad – En el nivel cinco de Black Down, la pareja de Turk pasó entre celdas de máxima seguridad hasta llegar a la del prisionero número 15834. Unos ojos verdes asomaron por la pequeña ranura.
- Genial, supongo que vosotros me coronaréis.
- Ya nos hubiera gustado, pero los honores de la ejecución son para Jack Kened. Hijo. Mutilaste a su padre, ¿recuerdas?
- ¿Cuál de todos? – los turcos rieron.
- ¡Qué cabrón, cómo se regodea! Hubo muchas quejas por eso. Todos querían darte el chispazo. Incluso uno propuso plantar el cañón encima de tu cabeza. Pero ya sabes, tenemos órdenes…

La aguja entró limpia en el cuello del asesino, sin que este viera nada, y sus ojos se cerraron poco a poco. No supo en que momento alguien entró en la celda ni se acercó a él, pero lo último que pudo ver fueron los zapatos negros.

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- María, tengo ganas de ir un día a tu casa. No veo a mi cuñado ni a mis dos sobrinos desde que estos aún podían colarse bajo mis piernas. ¿Qué tal están?
- Bueno… John sigue como siempre, insistiendo en que debo cambiar de vida. El pequeño Alex ya se ha convertido en todo un hombre, está preparándose para entrar en Turk. Y Rachel está acabando la carrera de Fisioterapia, estamos pidiendo préstamos para abrir su propio centro de masajes.
- Turk… - María supo entonces que había hundido un poco más el puñal, y cambió de tema.
- ¿Y tú, cuándo me presentarás a la señora de McColder, mi cuñada?
- María, ya sabes que eso no va a ocurrir por mi parte. Como mucho, te podría presentar a tu cuñado, si tuviera un hombre esperándome en casa.

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La gente ovacionó dentro de la taberna. El joven, que a duras penas sobrepasaba la veintena, dejó de gritar en la silla. Sangraba por la nariz, aunque sus rasgos no podían verse bajo la máscara de cuero que le cubría gran parte del rostro. Por todas partes habían puesto pantallas gigantes para ver la ejecución, pero Samuel había elegido verla mientras se tomaba un par de cervezas heladas. Al principio le impactó ver al joven de pelo corto, con menos años que él, pero en cuanto la primera descarga de miles de voltios recorrió su espina dorsal animó como el que más.

- Señoras y señores, los médicos determinan que aún sigue vivo. Procedemos con la segunda descarga.

El pitido de la gente silbando, como si de una carrera de chocobos se tratase, dejó sordo a Samuel. Había prometido no enfadarse aquel día, pero tuvo que girarse cuando alguien derramó cerveza en su hombro. Se perdió cómo la electricidad atravesaba la columna del joven, que comenzó a gritar de nuevo en un aterrador y desgarrado espasmo, violento al principio y luego en forma de convulsión más relajada, hasta que la corriente cesó al tiempo que el condenado cerraba los ojos, que poco a poco se hacían más opacos.

- Habitantes de Midgar. Frank Tombside, el asesino, acaba de fallecer según nuestros médicos. ¡Volvemos a estar a salvo!
- ¡Que se joda el cacho hijo de puta! – dijo Samuel mientras terminaba de atizar a un pobre señor de sesenta años.

8 comentarios:

Astaroth dijo...

Si algo he aprendido estudiando Diseño Gráfico, es que no debo comentar mis errores. Sin embargo, os merecéis una explicación.

En buena medida, las fiestas y trabajos, exámenes y obligaciones tienen la culpa. Por otra parte, buena culpa es mía por motivos personales que no disculpan mi actitud. Perdón a todo Azoteas, tanto escritores como lectores.

En segundo lugar, decir que un relato de esta magnitud no es fácil. Muchas veces comenté a Rokhsa que no volvería a hacer esto si me lo propusieran. Ahora digo lo mismo por otro motivo: quiero que más gente lo pruebe, es gratificante ver el resultado. Aunque resulta jodido llegar a las espectativas.

Espero que os guste.

También me hubiera gustado usar más personajes, pero no los conozco lo suficiente como para aventurarme a usarlos. En el tintero quedaron algunos a los que tenía verdaderas ganas, como Paris o Svetlana por citar dos, pero es lo que tiene no poder hablar con los dueños.

Tercero: juego, encontrar los tres videojuegos ocultos dentro del relato. Dos sencillitos, uno más difícil.

Cuarto: ¡comentad, especulad, algo, lo que sea!

PD: Joder, qué grande... Suena "We Are The Champions" para redondear la situación.

dijo...

Azoteas arranca de nuevo!!

Me ha gustado mucho el resultado, aunque también es cierto que hubiese molado que fuese más largo. ¿Tombside la palma? ¿O sería más correcto decir otro Tombside la palma? Por otra parte esta O'toole, asunto que me mosqueaba desde que dijiste que le encontraron muerto... En resumen, bastantes cosas nuevas.

PD: joder, que Samuel haga mucho el chorra no lo convierte en un pajillero desmedido xD

PDD: Creo acertar con Phoenix Whrigt y Dissidia, pero me queda aún uno...

Ukio sensei dijo...

La verdad es que el Phoenix Wright le quita peso al juicio. Hace que parezca una especie de parodia. Sin embargo, no está mal, aunque deberías evitar esas descripciones de "la boca como una o". Me recuerdan demasiado a las descripciones que ponen los creadores de marysues en sus fanfics mal hechos, con sus "puso esta cara *w*": Describe, maldita sea! No uses emoticonos!!

Al fin puedo atacar!!!

PD: Solo un especial por persona. Yo tuve el mío y ahora Astaroth. ¿Quien será el siguiente?

Anónimo dijo...

Good fill someone in on and this enter helped me alot in my college assignement. Gratefulness you for your information.

Ukio sensei dijo...

Alguien acaba de usar azoteas para un trabajo de clase? Que piense que tenemos el registro

dijo...

WTF???

Astaroth dijo...

Por todos los... Alguien está aprovechándose de nosotros para aprobar Dios sabe qué carrera!

De momento, Phoenix Wright y Dissidia van bien. Falta uno. Como apunte a lo de Phoenix Writght, quiero recalcar que en sí, el juicio es una mera broma. Corregiré la parte de la boca (se me agotaron las descripciones buenas del "saco de recursos literarios").

PD: Nadie a comentado nada sobre McColder, y eso que su última aparición puede tener peso.

Lucas Proto dijo...

Y tras el examen de visual, me decidí a leer todos tus relatos, tenía bastantes en el tintero.

Me ha gustado mucho la descripción de como ponían el cañón, no era nada facil. Lo de Mccolder creo recordar que ya lo habías advertido en "Mejor personaje", y qué coño habrá en la caja!

Felicidades por el 200, y muy buena trama en general, ha estado bien leerla de principio a fin.