miércoles, 20 de mayo de 2009

172.

- Joder…-es lo que dijo Lazarus cuando por el altavoz le chafaban las dos horas siguientes que pensaba dedicar en aquél centro comercial.
Se encontraba en un bar del tercer piso, con una cerveza y un sándwich. Aquella taberna le recordaba a la que visitó con sus dos amigos hace poco, sólo que esta vez había decidido colocarse en la terraza, para contemplar el panorama del recién inaugurado edificio. Se quedó mirando cómo un ascensor bajaba con cuatro personas, después echó un vistazo a su cerveza de tercio, totalmente oscura y se mojó el gaznate; tenía toda la fuerza de la cebada tostada, pero su sabor era suave y dulzón.
- Pues me han jodido la diversión. Se llevó un bolígrafo a la boca, mordisqueó el capuchón con la mirada perdida y escribió unas últimas líneas en una libreta; después se la metió en un bolsillo interior del abrigo. Con cierta pereza, levantó el brazo y miró su reloj.
- Me quedan diez minutos.
Miró detenidamente el sándwich y comenzó a mordisquearlo por distintos sitios, decidiendo cual sería el bocado más apetecible y por tanto el último. Apuró la cerveza y se levantó.Mientras la mayoría de la gente descendía por las escaleras mecánicas, él tuvo que subir hasta el quinto piso, pues había dejado el coche en el parking. Durante el trayecto no dejaba de fijarse en todo: tiendas con vistosos colores, el aroma de platos pseudo-extranjeros, la diversa apariencia de las personas…Todas esas cosas las apuntaba en su cabeza y notaba cómo la musa en el interior de su mente las ordenaba en diversos ficheros. Se sentía pletórico, le habían ascendido en el trabajo y ahora tenía a dos jóvenes recién licenciados bajo sus órdenes; además, lo ocurrido hace unos días parecía haberle prendido una mecha en su aburrida vida.
Atravesó la pasarela que unía el centro comercial con el parking y avanzó entre columnas hasta su coche, un utilitario bastante modesto de color negro. Dejó el abrigo en el asiento del copiloto e hizo arrancar el vehículo. Entonces pareció haber escuchado gritos y bajó la ventanilla ligeramente.
Al otro lado, cerca de la pasarela, dos hombres corrían apresuradamente. Lazarus se hundió en el asiento con la intención de que no le vieran, pero una ligera sonrisa en su rostro hizo que su corazón comenzase a latir rápidamente. Levantó la mirada un instante y entonces notó el estruendo de una granada, seguido de un destello que le aturdió unos segundos. Después un Shinra Supreme salía a todo gas. Él no estaba asustado, al contrario, soltó una siniestra carcajada mientras su musa metía aquél incidente en la carpeta de “ataque a un centro comercial”.
No quiso saber más y él también se marcho de allí enseguida. Ni siquiera se dio cuenta de que conducía a una velocidad no permitida y llevaba las ventanillas bajadas al máximo para notar el impacto del viento.
Cuando llegó a su destino, un edificio con diez plantas de oficinas, aparcó con cuidado y salió aferrando el abrigo con fuerza; aquél abrigo contenía un tesoro muy valioso para él. Dos plantas, tres… El ascensor subía lentamente con el interruptor 10 iluminado. Se echó un rápido vistazo en el espejo y se sacudió las migas de sándwich que aún quedaban en su escasa barba.

- ¡Hombre Lazarus!- dijo el hombre que, sentado en una silla de camping, bebía ron en la azotea de edificio- No te esperaba por aquí.
-He decidido hacerte una visita ¿Estás ocupado?
-Según se mire, siéntate-le ofreció mostrando otra silla junto a una mesa metálica de las que suelen haber en los bares; También había una sombrilla, aunque ese día no servía de nada pues hacía viento. Lazarus iba a tomar asiento cuando su amigo le agarró del brazo izquierdo-¡Espera, espera!

En aquella silla, irrevocablemente usado, había un condón.

- ¡Joder Tobías!-gritó Lazarus con cierta incredulidad y repugnancia-¿Qué coño has estado haciendo?

El aludido cogió el preservativo con extremo cuidado y lo lanzó a la calle, diez pisos más abajo, con un “a tomar por el culo el globito” de acompañamiento.

- Créeme amigo mio, las perversiones son muy malas… ¡Pero te ponen a cien!

Tras una sonora carcajada, Lazarus miró a su amigo detenidamente. Se habían conocido en la universidad y desde entonces se había convertido en un confidente para él. Siempre le envidiaba pues había llegado más lejos que él, pero era el enchufe perfecto si alguna vez quería publicar una novela: Tobías era jefe de una editorial. Llevaba puesto un albornoz bermellón(y seguramente nada más debajo) y en su mano izquierda la copa de ron. Llevaba el pelo corto y revuelto con unas austeras mechas rubias. Los ojos se cubrían con unas gafas de sol de montura fina que Lazarus jamás podría comprarse y el bigote se unía a una perilla de canosos pelillos; además tenía un fuerte mordisco en el cuello. La copa que Tobías le ofreció tenía aún la huella de carmín de su anterior folleteo y cierto perfume dulzón, pero Lazarus no se quejó pues el ron que estaba vertiendo valía más que él.

- Mira, mira-dijo el joven director cogiendo unos prismáticos del suelo y subiéndose las gafas a la frente- Esa tía siempre folla con su novio a esta hora ¿A qué no sabes quién es?<
- Joder…¿ Acabas de follar tú en una azotea y te pones a espiar a una muchacha?-Lo dijo por decir, porque el morbo de ver con prismáticos a una pareja follando le podía-¡Hostias! Si es esa modelo que sale en la tele.

Tras una carcajada, Tobías le arrancó el artilugio de las manos y bebió un trago del caro alcohol.

- Porque has venido tú, que si no me la machacaba ahora mismo con aquellos dos.

Pasaron varios minutos y parecía que el jefe de editorial se estaba deleitando, en parte por el espectáculo del edificio de enfrente y en parte por la situación embarazosa que estaba sufriendo su amigo. Al final Lazarus decidió cortar el silencio.

- He escrito bastante estos días.
- ¿Más mierda de esa tuya?-en otras ocasiones le había dejado a Tobías sus escritos pero tenía razón. Su amigo ponía el listón muy alto para poder mandar algo a edición y Lazarus no era un gran escritor. Aun así las palabras le dolieron.
-Esta vez es distinto, me han pasado cosas. No te voy a decir cuales son verdad y cuales no(Algunas incluso las he soñado)- no quiso hablar del incidente que tuvo respecto a escribir el futuro- pero siento como si todo fuese puta inspiración.
-Uhh, tú llamando puta a la inspiración, esto tiene que ser gordo-extendió la mano hacia su amigo-A ver, déjamelo.

Lazarus sonrió de oreja a oreja y sacó rápidamente la libreta de su abrigo.

- “Los ruidos del hospital me estaban poniendo de los nervios”- Tobías paró de leer y miró al escritor con el ceño fruncido- ¿Primera persona? Antes no era así.
- He hecho algunos cambios-Lazarus indicó con el pulgar un apunte a lápiz en el que ponía “Yief”- Es un vagabundo enamorado de una chica. Antes pertenecía a una familia rica, pero no tiene nada y alguien le persigue. Además le da a la cocaína.
- Vale, vale. Quiero leerlo, no que me cuentes todo- se acomodó en la silla y comenzó a leer- “Los ruidos del hospital me estaban poniendo…”


…De los nervios. Esa noche apenas había dormido y los asientos lo ponían más complicado. Esa mañana me dolía el cuello cada vez que lo giraba. Frente a mí estaba Lucille, con cables en las muñecas y en la nariz y su vientre moviendo las sábanas con cada respiración. El médico me había dicho que había mejorado, pero que el coma es complicado. La operación de estómago había sido un éxito y habían extraído la bala, pero por alguna razón que desconocían, el cerebro había estado demasiado tiempo sin oxígeno y por eso se encontraba así. Metí la mano en el bolsillo y saqué la pequeña cartera donde solía guardar la materia sentir. Lo hacía a menudo, la deslizaba entre mis dedos e intentaba escuchar a Lucille; si eso ocurría significaría que había actividad en su cuerpo.

- Volveré mañana-dijo levantándose de la incómoda silla. La dio un beso en la frente- No despiertes si no estoy yo.

Mis lesiones habían mejorado considerablemente y ahora sólo sufría una leve cojera en la pierna donde me dispararon, que me obligaba a descansar cada cierto tiempo. Caminé durante una hora, no me atrevía a coger su coche y además seguía con una horrible mancha de sangre en el asiento del copiloto. Se me hacía raro caminar bajo el cielo, aunque por lo menos los que estaban debajo no sufrían con ver la amenaza del meteorito a diario. El mundo parecía volverse loco y la gente se volvía más pragmática e irritable. Abrí la puerta con una sensación extraña y enseguida me llevé la manga a la nariz; la peste era más que considerable. No me había atrevido a volver a la casa de Lucille desde entonces, pero una cosa estaba clara, debía deshacerme de los dos cadáveres. Ahí estaban, según cayeron, en un estado considerable de descomposición. Los charcos de sangre se habían secado, con suerte de no haber provocado una gotera al inquilino de abajo. Ni siquiera sabía qué iba a hacer con ellos, pero mi prioridad era sacarlos del edificio. Primero me tapé de nariz para abajo con un paño y el hedor remitió un poco. Después cogí un par de sábanas y las extendí en el salón.

- No podré con los dos… “Salí, cerré con llave y bajé al garaje para coger el coche…”-Tobías se paró de nuevo-Primero dices que no se atrevía acoger el coche y ahora va al garaje a por él. Esas cagadas tienes que evitarlas.
- No se cómo se me ha colado, pero ya lo corregiré.
- “Por suerte tenía…”


…Un hueco libre justo enfrente del portal del edificio; aparqué y dejé el maletero abierto, tampoco pasaba mucha gente a esas horas y la delincuencia no era muy distinta sobre la placa.
-Debo actuar rápido. En casa de nuevo, envolví los dos cuerpos en las sábanas, uno en cada una, y las hice un nudo. Mis brazos tampoco estaban curados del todo y la escayola había sido sustituida por varias vendas. Cogí el primer bulto con cierto dolor en los antebrazos y me metí con él en el ascensor. Duró menos de lo que esperaba y en dos viajes ya tenía los cuerpos en el maletero; creo que nadie me vio. Ya en el asiento, respiré hondo y me sequé el sudor de la frente. Llevaba puesta la ropa que me había dado Tombside, aunque procuraba no ponerme la americana y llevaba la camisa siempre por fuera. Agarré la tarjeta falsa que me facilitó el asesino y miré la foto.
-Jack Kened…Ja-murmuré apesadumbrado- El único que valía para turco era mi hermano, no yo.

Pensando en Björn comencé a dar vueltas a la tarjeta y en una ocasión la luz incidió en cierto ángulo. Volví a repetir el movimiento con curiosidad y pude ver unos números arañados con sutileza; parecía un número de teléfono. Con cierta vagancia, volví a subir al piso y descolgué el fijo, marcando los números con cuidado. A los dos toques, una voz familiar sonó al otro lado.
-Sino eres mi vagabundo favorito, esta conversación no debe prolongarse más.
-Lo soy-contesté harto de esa siniestra simpatía que me profesaba aquél psicópata-¿tengo derecho a pedirte un favor?
-¡Pues claro Yief! No olvides que ahora somos colegas.
-Es sobre limpiar cierta basura- sentí miedo al escucharme, ya hablaba como ellos.
-No te preocupes, mandaré a un socio para que te ayude. Se llama Carl, si te apetece, puede venderte algo de coca - eso sonó con una satírica risa.
-De acuerdo- aunque la idea de conocer a más amigos de Tombside me provocaba escalofríos.
-Entonces así se queda, esta tarde te esperará en el bar de siempre. Y no intentes llamarme otra vez a este número, la próxima vez ya no existirá. Por cierto, enhorabuena por descubrir lo de la tarjeta campeón.

Pasé las horas muertas en la casa de Lucille. Intenté preparar algo de té para calmar los nervios, estuve una hora tumbado, mirando al techo con música de fondo y me di un largo baño; pero la tensión y el nudo en el estómago persistían. Si Tombside me ayudaba con esto…¿Significaría que podría hablarle de Blackhole? Seguramente me hubiese investigado y supiese todo sobre mí, o peor aún, aquél cabrón de Richard podría ser un socio más de su compleja red.
Cuando el loft comenzó a quedarse en penumbra, decidí largarme. Cogí el tren y bajé hasta el sector 6, donde Carl Loc O’toole me esperaba tomando una cerveza.

-Manda cojones, que sepas que no me hace gracia tener que recoger la mierda que vas dejando por ahí- estaba claro que estaba allí por obligación, no por compañerismo.
-Entonces acabemos con esto rápido. Apenas me senté cuando el traficante se acabó la cerveza y ambos salimos de la taberna. Se echó la melena castaña hacia atrás y se puso un abrigo largo de cuero.
-Joder tío, no pensarás que me meta ahí-dijo señalando la mancha de sangre del asiento del copiloto, tapada ligeramente con mi abrigo- Que quieres ¿Que me muera?
-Pues siéntate atrás-dije sin ganas de oírle hablar más, aunque vi cómo sacaba de un bolsillo de sus pantalones vaqueros una mascarilla sanitaria. Una vez acomodados, arranqué y comencé a conducir sin rumbo fijo.
-¿Cómo es el problema de gordo?-me dijo desde atrás, evitando el mayor contacto posible con mi coche.
-Dos.
-Algo así me imaginaba… He echado un vistazo a un edificio en construcción abandonado.
-Pues guíame.


-Pues resulta que yo llevaba trece chupitos ya y la chica se me acercó diciendo guarradas al oído-explicó Samuel a Lazarus mientras depositaban una bolsa de basura en el maletero del coche.

-“…En el maletero del coche”-de nuevo Tobías dejó de leer y pidió una explicación con la mirada a su amigo.
-¿Te acuerdas del guaperas de mechas azules y el canijo que siempre las montaba que iban conmigo en la universidad?-Tobías asintió-Nos hemos convertido en personajes.
-Un tanto confuso…Además has cometido un tabú: si metes amigos, puede que haya chistes o bromas que sólo pilléis vosotros-volvió a abrir la libreta- “Desde que me llamo todo…”


…Alterado habían pasado quince horas y ahora parecía algo más calmado. Lazarus había quedado con él y ambos fueron al laboratorio forense; Fueron en el coche del homicida pues el bulto estaba en ese maletero. Eran las ocho cuando lo sacaron y lo metieron por la puerta de atrás. La sala de autopsias estaba vacía y el próximo turno no empezaba hasta dentro de tres horas. Entre los dos colocaron el cadáver en una de las tres camillas metálicas. Lazarus no dejaba de pensar en la misma cosa: “Es un cadáver más, estoy haciendo mi trabajo”. Pero no era así. Primero se desharía de todo rastro de ADN y después la enterrarían en algún lugar.

-La verdad es que borracho también la confundiría-acto seguido se arrepintió de decir semejante estupidez. Samuel se había sentado en una silla fría y permanecía de espaldas al cadáver. Era cierto, la cirugía había hecho maravillas en él. Lazarus iba murmurando lo que veía, acostumbrado a la rutina del trabajo y a grabar su voz en las autopsias. El pelo era natural, fruto de varios años de cuidado. Ahora era una melena rubia que le caía hasta los hombros. Varias sesiones en el quirófano la habían dotado de rasgos más afilados, una nariz más estrecha y unos labios más prominentes, que aún conservaban el carmín de la noche anterior. Tenía una delantera impresionante. Seguramente que aparte de implantes de silicona, ese tío se hubiese hormonado desde joven. Aún así, seguía conservando el pene. Lazarus cogió la pera de la ducha y comenzó a mojar el cuerpo, arrastrando posibles epiteliales, pelo, etc.
-¿pero qué se supone que ocurrió?-preguntó a su amigo .aunque el corte que presentaba el cuello ya le decía bastante.
-Fuimos a mi coche-comenzó a explicar Samuel pasando un mal trago-Estaba muy oscuro y yo me obsesioné con ese par de tetas. Entonces me dijo que la diese por atrás y me puse la hostia de feliz porque pensaba que me había tocado una guarrila….Hasta que me dijo que ahora le tocaba a él. Yo no entendía nada y el muy hijoputa me agarró y me metió la polla en la boca- Lazarus alucinaba, no por lo inverosímil del relato sino por la sinceridad con la que estaba su colega, él que era puro orgullo- Entonces cogí la katana y le hice ese corte.
-Espera, espera ¡¿Qué?! ¿tienes una katana en el coche?
-Ni que fuese raro…-el forense no quiso indagar en ese tema-Oye Lazarus, no le contarás esto a nadie ¿verdad?
-Pues claro que no-le dijo intentando consolarle. Pero no recordaba haber visto a su amigo tan abatido como ahora-Además, ni que fuese tan raro encubrir un crimen en Midgar.
-Sí, supongo…-En cuanto vio que el forense cogía una sierra médica dio un brinco y se puso pálido-Oye, voy a fumarme un cigarrillo ahí fuera.
Ya en el coche, con la bolsa de basura en el maletero, Samuel se puso al volante.
-Ayer estuve toda la noche dando vueltas por la zona. Creo que se un buen sitio para deshacernos del cuerpo.

Ya era de noche cuando llegaron a su destino. Del maletero sacaron la bolsa, un par de linternas y una pala. Comenzaron a caminar sobre grava y enseguida llegaron a un edificio en construcción. Era una parcela de quinientos metros cuadrados y la mole ocupaba trescientos. Tan sólo se había llegado a una etapa inicial de construcción, con los pilares básicos y cinco suelos de hormigón. Samuel despertó una obsesión palpitante que no sentía desde que iba al instituto: entrar en las obras y robar cosas sin sentido. Enseguida pareció pasársele la ansiedad y comenzó a curiosear; a Lazarus le tocó llevar la bolsa y la pala cuando su amigo le pidió que lo sostuviera un momento.

-Mira, siempre quise tener una radial en mi casa-le comentó cuando vio una mesa con una sierra enorme.
-pero si ni siquiera te cabe en el coche y…
-¡Uhh, el almuerzo de algún obrero!

Mientras Lazarus comenzó a cavar en una de las esquinas del recinto, Samuel abrió la mochila que había encontrado y sacó un enorme bocadillo envuelto en papel albal y una pequeña botella de plástico con vino. Para más colmo, se sentó encima de una hormigonera viendo cómo trabajaba su amigo.
-Agghh, esto sabe a vinagre-dijo asqueado cuando dio un trago al vino.
-A saber cuanto tiempo lleva esa mochila aquí…-Lazarus ya tenía sudor en la frente. El canijo hizo caso omiso y decidió abrir el bocadillo. En cuanto quitó el envoltorio, un una peste nauseabunda le invadió las fosas nasales; era un bocadillo de filetes, los cuales ahora eran una masa negra que rezumaba un líquido exraño. Bajó de un salto, metió la cabeza en la hormigonera y vomitó la comida de ese día. Cuando, sudando, acabó de echarlo todo, aguantó la respiración y dio una patada al bocadillo. A lo lejos, allí donde el bocadillo había caído, se volvieron a oír arcadas.

-Hmm…Lazarus, ¿las columnas vomitan?
-¿Pero qué coño me estás diciendo?-estaba empezando a estar hasta los cojones de que Samuel dijese gilipolleces en un momento como ese. Le prefería cuando estaba callado y le daba miedo la sierra médica. Pero entonces él también oyó algo y paró de cavar.
-¿Quién anda ahí? Nadie contestó. Samuel cogió la linterna y enfocó hacia los ruidos; una pareja desnudase llevó las manos a los ojos. Samuel abrió los ojos como platos, después se tiró al suelo desternillándose.
-Jajajaja-les dijo señalando con el dedo índice- Joder Axel, no sabía que te iba el rollo de hacerlo en público!

La noche comenzaba a ser totalmente surrealista. Lazarus terminaba de echar las últimas paladas para tapar la bolsa cuando vio que, en efecto, el que estaba escondido detrás de una columna era su amigo Absalon con una chica, los dos desnudos. Resulta que ellos habían llegado antes y al oír a gente, se excitaron aún más. Ella se la estaba chupando cuando un bocadillo le impactó en la cara y no pudo evitar vomitar con la boca llena. Ahora ella se limpiaba la cara con lágrimas en los ojos y Axel se pasaba un pañuelo por la entrepierna.

-Esto es asqueroso-dijo al notar cierto escozor ahí abajo, culpa de los ácidos del vómito. Samuel seguía riéndose. Les dieron tiempo a vestirse y después la pareja se acercó.
-¿Y quién es esta preciosidad?-preguntó Samuel que se sacaba las lágrimas de la risa.
-Christie, mi herm…-volvió a sonar una carcajada. -Hermanastra-puntualizó ella sin dejarle terminar. Parecía feliz, incluso le divertía la situación. Se quedó mirando un rato a Lazarus y después le susurró algo al oído de su hermanastro.
-Un día de estos se lo preguntaré-la respondió y ambos se rieron tímidamente-¿Qué hacéis vosotros aquí?
-Se me ha muerto el perro-contestó bruscamente Samuel.
-Oh, cuanto lo siento-lamentó Christie sin saber la verdadera naturaleza de aquélla tumba.


Saqué el último cuerpo del maletero y lo llevé arrastrando hasta la fosa que Carl y yo habíamos cavado. Él no dejaba de bufar y murmurar cosas para sí, así que deslicé los dedos en la pequeña cartera y toqué la materia. “Éste me debe una, por mis cojones que me debe una” Estaba claro que pensaba algo de eso, así que no me sorprendió, pero cuando iba a sacar la mano, pude escuchar algo más. “Jodido Samuel, lo estoy haciendo yo todo. Ni que le hubiese matado yo” “Joder…qué risas me he echado. Encima la chica está cañón” “¡Hostias cómo me pica la punta!” “¡Qué bien, Axel me ha dejado tirarme a su amigo! Pero ese enano con bigote me da mal rollo” Con los cinco sentidos alerta, miré en todas direcciones, hasta que me fijé en una inconfundible luz de linterna al fondo. ¿Cómo es posible que no lo hubiera visto antes? Di una palmada a Carl y le enseñé la luz.

-Son cuatro, pero creo que no nos han visto. El traficante metió una mano en su largo abrigo y sacó una Aegis Cort. Estaba sudando y se quejaba de un costado. Seguramente al llegar a casa se atiborraría de pastillas contra todo tipo de infecciones, además de calmantes.
-Encárgate tú, yo acabo esto y me largo. Agarré la pistola y me coloqué la tarjeta de jack Derek en el bolsillo de la camisa, para que se pudiese ver claramente. Con el arma en la mano derecha y la izquierda dentro del pantalón, me acerqué andando hasta los intrusos y todos dieron un bote al verme. La excusa de estado de excepción me venía al dedillo en esta ocasión. Todos se quedaron sin palabras menos uno que no dejaba de pensar en una katana dentro de su coche.
-Habéis tenido suerte-les dije interpretando un papel-Soy de los pocos turcos amables que siempre que pueden pasan de temas sospechosos. Marcharos de aquí ahora y todos haremos como que no hemos estado aquí. Tres de ellos lo tenían claro, se marcharían corriendo para no meterse en problemas, pero el más bajo de los cuatro comenzó a respirar fuerte.

-A mi nadie me da órdenes…
-¿Perdona?-le dije aferrando la aegis.
-Que el único que me da órdenes soy yo- Hundí mi mano izquierda en el bolsillo y agarré la materia. “Puto Samuel, ya está como siempre, van a hacer que nos maten a todos” “Joder…que yo sólo he venido a follar”

Puesto que los demás parecían conocer el carácter del canijo(menos la chica) decidí darme la vuelta y ayudar a Carl a rematar la faena, confiado en que se irían enseguida.
-Samuel tranquilo-le dijo el rubio al ver que empezaba a respirar cada vez más fuerte.
-Se me sale la cabeza…Se me sale la cabeza… Ese tal Samuel estaba totalmente trastornado. De repente se acercó a la hormigonera y le dio una serie de puñetazos con todas sus fuerzas, sin mayor razón que la de descargar su furia.
-¡Sois todos unos hijos de puta, os voy a matar! Os cortaré la cabeza con mi katana y desde el Shinra Supreme a cien por hora cuando me lo compre!
Todo ocurrió muy rápido después. Un coche encendió las largas y gran parte del edificio quedó iluminado. Frente al capó, un hombre gordo(digo gordo porque medía uno setente y pesaba por lo menos cien) extendía su sombra varios metros en el suelo, empuñando una Rhino contra el cráneo de un arrodillado. Las luces del coche no me dejaban adivinar las caras de ninguno de los dos, así que recurrí a la materia. “Voy a morir, voy a morir, voy a morir…” “Parece que este sitio está muy solicitado hoy…” “Joder, como se hayan cargado a Yief, Tombside me cuelga” Eso no me sirvió de nada.
El sonoro disparo hizo eco por todo el recinto y los sesos de la víctima se esparcieron por el suelo. El asesino sacó un pañuelo, limpió la pistola y la lanzó a un montón de arena. Después se quedó mirándome y profirió una carcajada.
-Buenas noches Yief, que tengas una agradable velada. Entonces le reconocí. Ese bastardo era Blackhole.


“Ese bastardo era Blackhole…”- Tobías llegó al final del capítulo, Su amigo no había escrito más.
-Cuenta, cuenta-Lazarus se había bebido la copa de ron de un trago y estaba eufórico esperando la crítica de su amigo.
-Que tengo miedo de saber qué partes han sido verdad de esto…

Los dos rieron, aunque una risa era verdadera y la otra fingida.

3 comentarios:

dijo...

Quería que hubiese sido más largo, pero no ha dado más de sí. Aún así estoy satisfecho con este experimento.

Astaroth dijo...

Bueno, tiene sus fallos ortográficos, y no hubiera estado de más marcar la separación de los actos.

Samuel... Espero que este personaje mejore mucho, tanto con cosas de su partida real como nuevas invenciones. Tenías que haber dicho que antes de la katana llevaba una palanca para bloquear el volante con la que atizaba a la gente, pero supongo que era demasiado pedir.

Me he reído mucho con algunas partes (en especial las "basadas en hechos reales"), refuérzalas. Describe más.

Ukio sensei dijo...

La verdad es que sí, habría sido más gracioso que la fostiase con algo más típico de ver en un coche: Un bate, una barra antirrobo... Tiene más sabor. Aunque claro... Si al dibujante de Death Note, Takeshi Obata, lo arrestaron por ir con un cuchillo de monte en la guantera en un control... Todo puede pasar. De todos modos, me gusta más el arma contundente porque al golpear cuentas con joder, pero no matar, y...

¡Crack!
- Oh, mierda!


Ha estado gracioso, ha sido colorista y me ha hecho mucha coña. Me ha parecido un poco fortuíta la aparición final de Blackhole, y aún encima sin un esperado pelotón de sicarios. Me pregunto como acabará la fiesta.