domingo, 1 de marzo de 2009

160.

- Muchas gracias por todo, señor Bryce. Le haremos un nuevo pedido dentro de unas dos o tres semanas, como siempre. ¿Todo va bien, como siempre?
- Sí, no me quejo. Ya sabe como está la cosa desde que apareció esa piedra en el cielo: todo el puto mundo como locos. ¿Qué será lo próximo?
- Quién lo sabe… Bueno, yo me tengo que ir. Le envío a la chica en unas tres horas, como acordamos.
- De acuerdo, estaré esperándola. ¿Seguro que hace de todo? – el individuo asintió- Está bien. Cúrese ese gripazo, señor O’toole, y nos vemos.

El hombre vestido de negro y mascarilla blanca salió por la puerta metálica, y al cerrarla la empujó con una bota, evitando tocarla con la mano más de lo necesario. El golpe que dio hizo que se desprendiera otra costra de pintura azul del hierro, cosa que cada día ocurría con mayor frecuencia. Se me cae el techo encima, pensó Ixidor; como no gane dinero me veo en la puta calle.
No era para pensar menos: el viejo ladrillo estaba ennegrecido por el ambiente de los suburbios, el techo de vigas de madera carcomido, y el horno donde cocía la cerámica y labraba el cristal amenazaba con ahogarle si no reparaba cuanto antes la fuga de la chimenea. Esto era lo peor, porque al no poder encender el fuego, el frío cada vez penetraba más en el viejo estudio e impedía moverse. ¿Y qué hacía en lugar de conseguir dinero? Malgastarlo en putas jóvenes y en más material de dibujo. El mundo se le caía encima… No, el mundo no, un trozo de roca espacial.

Mejor vivir como si fuera el último día antes de que fuera el último día.

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La estación del tercero de los ocho sectores abrió paso a los pasajeros que en ese momento bajaban del AX087, un tren también conocido como “Mierda Florida” debido a sus numerosos dibujos y graffitis de diversos colores, desvaídos y de tono grisáceo por la suciedad y contaminación crecientes de los barrios inferiores. El viejo modelo eléctrico se había convertido en el esfuerzo conjunto de viejos ingenieros de los 80, pandilleros que asaltaban a los cercanías con sus spray de pinturas y de los vehículos sin reguladores de emisión de gases.

“Y pensar que una vez yo pretendí limpiar todo esto”. La mente del joven Edward le obligaba a apartar la vista, sin éxito, de un lisiado de la rebelión de Corel que se había tirado sobre una manta de cuadros negros, azules y rojos a pedir limosna. “Je… Y en el fondo, sigo queriendo limpiarlo” se dijo a sí mismo mientras le tendía un brillante papel con un vistoso “20 guiles” estampado en ambas caras.

- ¡Esta noche me lo gasto en vino! – gritó el hombre sin piernas cuando Edward se alejó lo suficiente. Bueno, pensó, disfrútalo antes de que te partan la cara, maldito desgraciado hijo de la gran puta.

¿Por qué ahora pensaba así? Siempre había estado contento con el mundo, pero ahora… Ahora ya no se conocía.


Las verjas metálicas se abrieron a su paso, y volvieron a cerrarse casi inmediatamente. El oxidado letrero del Cementerio de San Justo resonó ligeramente cuando las dos puertas entrechocaron, y bajo sus pies la arena y la grava aplastadas por las botas crujieron. Allí, enterrado, estaba el viejo amigo de Edward, Steve.

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- Que sí, chicos, que os digo que podemos oír aullidos. Que lo que dice Timmy es mentira, que seguro que el fantasma le atrapó y le comió el alma y ahora es su esclavo y quiere que vayamos para comernos el alma.
- ¡Deja de asustar a Desmond, Micky! – la chica conocida como Amanda, que más parecía un chico bastante mal arreglado, estaba nuevamente hecha una furia. Dio unas palmaditas sobre la espalda del chico de cómico pelo rizado de tonos rojizos, y se encaró contra aquel espécimen que, si era humano, desde luego no lo parecía - ¡Ya te hemos dicho miles de veces que tiene mucho miedo, y que no quiere venir a este callejón!
- Pues… Yo creo… que he oído algo… - el que habló fue el chico bien vestido del largo flequillo negro – Quizás deberíamos irnos, Micky.
- Y yo te digo que quizás no, Travis. Yo soy el jefe, y vamos ahora a ver el callejón. Igual podemos hacer que la sombra vomite el alma de Timmy, y luego pegamos a la sombra, y luego el alcalde Domino nos dará un premio. ¡Seremos héroes!

El chico llamado Micky se levantó del suelo, donde habían formado un círculo al sentarse los cuatro. Se sacudió los raídos pantalones de pana, y se giró, encarándose al callejón oscuro en el que, al fondo, descansaban bolsas de basura.

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- Hola, Steve.

La piedra no contestó, y la imagen de su sonriente amigo con el pelo teñido de rosa le sonrió, inmóvil.

- Han pasado ya meses desde que te fuiste. No he podido ir a ver a tus hijos, Margrith no me deja acercarme; y si hubiera podido no me hubiera dejado llevarme lo que me dejaste de herencia. Yo no lo quería, pero tampoco me gusta que la muy puta… Perdona, la última vez fue muy cruel conmigo. Quería decir que no me gusta que ella esté gastándose tu dinero en lujos y que tenga a los niños desatendidos. Sí, les compra ropa, les alimenta bien y esas cosas, pero no les quiere. No está con ellos, y se pasa el día con tipos con pollones y brazos tan grandes como nuestra cabeza. Lo siento, Stevenson, pero es una guarra: me da igual que te enfades, pero tengo que decirlo – Se giró y suspiró – Dioses, ya ni siquiera me conozco. Antes yo no era así, me preocupaba por la gente y me fascinaba lo que hacían, pero ahora… Ahora deseo que todos se mueran. Son corruptos, indeseables, apestosos, llenos de parásitos, codiciosos, y me sigo quedando corto para definirlos. Ya sé que esto a ti te da igual, y sigues ahí sonriendo – la fotografía le devolvió aquella sonrisa nuevamente -, pero me da miedo el cambio que he experimentado en apenas unos meses. Soy una persona diferente, Steve.

Limpió la foto con el dedo pulgar, y eliminó una capa de polvo bastante considerable. La viuda se había despreocupado del mantenimiento de la tumba, y había dejado que esta se ensuciase cada vez más. Era cuestión de tiempo que los vándalos asaltasen el camposanto y comenzasen a pintar encima, dada la nula vigilancia que se tenía en los últimos tiempos. Ya nadie iba a trabajar, y cada día los delitos eran más, así que nadie quería cuidar de los muertos.

- Fíjate, ahora estás mejor. Mira, incluso me he traído esa camiseta que tanto te gustaba, la de Marthirs of Innocence. Igual que la última vez que vine, ¿recuerdas? Dos turcos, chico, qué día. Mira, aquí tienes una parte carbonizada, de cuando lancé ese hechizo de fuego. ¿Que qué ocurrió cuando me llevaron arrastrando? No me acuerdo. Solamente sé que me metieron en un maletero, y después de eso no recuerdo nada más, hasta que me desperté sobre un montón de escombros y jeringas. Sí, además me quitaron las dos materias que llevaba: Fuego y Golpe Mortal. Joder, un regalo de Ylsiv, y que encima estaban bien evolucionadas, aunque claro, todavía me queda la otra. Ya ni siquiera la muevo de la caja, porque lo último que me falta es que encima se pierda: era su herencia familiar, pasada por generaciones. ¿Y después de eso? Tuve que dar un cambio a mi vida. Era todo demasiado peligroso, y chico… La vida del asistente social da asco, pero es relajada. Tío Gerald se ha venido a vivir a casa, lo suyo sí que ha sido fuerte. Un psicópata al que tenía que pillar, apareció poco después de que tú, bueno, ya sabes… El caso es que ha acabado tirado en la calle. Cabrear a un tipo que puede bloquear tus cuentas no es la mejor opción, pero Jerry nunca cambiará. Lleva toda la vida cabreando a gente – se apartó unos mechón de pelo que caí sobre su ojo, y siguió hablando. Escarbó en el suelo con la puntera de la bota, haciendo un sencillo hoyo en la tierra frente al mármol con letras doradas – No sé qué más contarte… Salvo que he decidido que las noches son para salir a cazar, y que este hijo de puta vuelve a salir para vengarse. Y cobrar por ello.

Se alejó mientras la foto le dirigió una bobalicona y simpática sonrisa acompañada de tintes rosáceos, procedentes del cristal bajo el cual el pelo teñido de mil maneras diferentes, bajo la cual se podía leer la inscripción “Aunque no vuelva a veros, quiero que sigáis devolviéndome mi pasta”.

“Y no te preocupes, Stevenson Dalric. Cuidaré por ti de los pequeños Rupert, Naisha y Travis.”

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- Ya estamos en el callejón, chicos. Escondámonos tras las bolsas de basura, y cuando el fantasma salga saltamos encima de él, ¿vale?
- Mick… Micky, yo tengo miedo de esto – Desmond volvía a estar pálido, y al borde de una rabieta colosal, llena de lágrimas hasta que todos aceptaran a marcharse de allí – Me quiero ir…sniff.
- Micky, me llevo a Desmond – dijo la chica visiblemente enfadada.
- ¡Esperad! – Micky les obligó a agacharse, y les pidió silencio con gestos – Escuchad, ¿no oís algo?

Era cierto. De fondo podían oírse ligeros gritos, de mujer, como si alguien estuviera sufriendo y pidiera auxilio, respirando fuertemente. Allí, las paredes eran viejas y estaban a punto de caerse, así que no hacía falta mucho para oír todo lo que ocurría en los interiores.

Y de pronto, llegó el dolor más intenso. Un grito espeluznante, que se elevó en el aire y se sumó al de tres personas más: dos chicos y una chica, que ahogaron el ruido del líquido escapando de los pantalones de Desmond, quien se quedó paralizado unos instantes antes de comenzar a llorar y correr como alma que lleva el diablo. Sus dos compañeros le siguieron, mientras Micky reía a más no poder. Casi no podía oír ni ver quien le estaba llamando tonto con voz furiosa, pero aunque hubiera podido no iba a dejar que eso le aguara el momento.

Cinco minutos después, Micky por fin pudo contener las carcajadas. No porque ya no tuviera ganas de reírse, sino que por acto de descuido había acabado cayendo sobre el charco de orina de Desmond. Y entonces la puerta se abrió.
No fue una sombra lo que de allí salió, sino que al abrirse un par de piernas blancas y alargadas asomaron por la puerta. A medida que iba ascendiendo con la mirada, cada vez notaba más que algo oprimía en sus pantalones. No había sentido eso nunca, pero desde luego, le gustaba.

- ¡A la mierda, puta! Dile a tu jefe que me llame cuando quiera.

Esa cabellera rubia con mechones negros, esos pechos redondeados, esos labios carnosos… Micky nunca había sentido nada igual por nadie, pero desde luego aquello era diferente a cualquier emoción que había tenido hasta ahora.

Cuando la chica se hubo ido, Micky salió del montón de basura, y se lanzó a la carrera en dirección al sector 6, a su casa. Primero a quitarse esa ropa apestosa con olor a urea, y luego a solucionar lo de su inflamación.

3 comentarios:

Astaroth dijo...

Ixidor, Edward y Micky son tres de mis personajes que menos importancia les he dado, así que me pareció oportuno dedicarles un relato a ellos tres para mejorar.

Como no es el relato que tenía en un principio, que ha tocado escribir todo de nuevo, ya os avisaré cuando edite para que me brindéis la verdadera opinión.

Ukio sensei dijo...

No se si habrás editado o no, pero está leído. Dos cosas me hacen gracia: Lo de los saltos de escena, y lo de que precisamente fueses tu quien me dijo que veía raro que yo entrecruzase personajes.

Astaroth dijo...

El alumno debe aprender del maestro, ¿no es así?

Supongo que entre hoy y mañana editaré.