viernes, 6 de junio de 2008

122.

Dos hombres irrumpieron en Mercado Muro a última hora de la tarde, el mayor era más alto y también más corpulento, vestido con una vieja guerrera, camiseta desgastada con el gráfico de un viejo grupo de los 80, los vaqueros tenían múltiples bolsillos y las botas parecían bien de montaña bien militares –quizá ambas cosas a la vez-; su pelo revuelto, descuidado y la mirada ceñuda y agresiva. A su lado el más joven era radicalmente opuesto, con un fino traje de lino oscuro decorado con delgadas rayas grises, la camisa de seda tornasolada en rojo sangre y púrpura oscuro abierta hasta el segundo botón, los zapatos estilo wingtip blucher en brillante piel negra y aquel pelo azabache cuidadosamente despeinado que acentuaba el color verde de sus ojos, ojos que parecían hechizar a cuanta jovencita -y no tan jovencita- les salía al paso.
Más de uno se volvió a mirar a la extraña pareja, al primero lo hacían en una banda de matones, y al segundo en un café de la placa superior rodeado de gente culta y agradable compañía femenina.
Sus pasos les llevó hasta el chocobo de neón que señalaba el camino al bar de apuestas “La cuadra ganadora”. En cuanto abrieron la puerta una bofetada en forma de ola de calor y griterío les recibió desde el final de la escalera descendente; al final de la misma se abría un local relativamente espacioso e iluminado por algunas lámparas de techo que descendían un metro hasta casi rozar la cabeza del personal, seguramente alguien anormalmente alto chocaría con ellas de vez en cuando. A la izquierda había un pequeño patio con mesas sillones y pequeños habitáculos para los que buscaban intimidad para sus negocios; al fondo la barra principal y a la derecha un par de mesas de billar. La gran pantalla de televisor que retransmitía las carreras de chocobos de Gold Saucer evidenciaba la buena salud del negocio casi tan bien como la presencia de algunos miembros de poca importancia de la mafia.
- Ve a preguntar a la barra, yo echaré un vistazo – dijo el mayor, en un tono que no admitía discusión.
Su compañero se encaminó al destino prefijado con ese andar chulesco tan característico en él, robando miradas aquí y allá. Tomó asiento en un viejo taburete forrado de imitación de cuero y alzó la mano para reclamar la atención de la camarera, quien no tardó en atenderle con una sonrisa tan falsa como el color magenta de su flequillo.
- Hola, guapo. ¿Qué te pongo? – La chica apoyó una mano sobre la barra y otra sobre la cadera, en una postura que, aunque para ella era natural, no dejaba de ser insinuante, sobre todo cuando el escote en “V” llegaba casi hasta el ombligo y no llevaba sujetador.
- Alegre, eso lo primero, y acabamos de empezar – el hombre curvó los sensuales labios en una sonrisa.
- ¡Vaya! ¿No me digas? ¿Te gustaría continuar con un trago entonces?
- Si me acompañas sí, desde luego.
- Ya me gustaría –espiró con resignación- pero no puedo beber en horas de trabajo. Tendrás que hacerlo tú sólo – el chico captó el doble sentido de sus palabras a pesar de la sonrisa que aún lucía; decidió cambiar de técnica.
- Lo siento, no quería ser grosero, tan sólo bromeaba – aunque la curva de sus labios seguía intacta, la voz sonaba más suave.
Ella enseñó los blancos dientes bajo los labios pintados de magenta, y se apoyó sobre ambos brazos encima de la barra, en una actitud directa que directamente exponía su canalillo, aunque tal no parecía ser la intención.
- Bueno, al menos eres considerado, y aunque te hayas portado como un capullo, han sido gracioso, así que no te preocupes. De todos modos, tengo novio así que… - dejó la frase en el aire a propósito, dando a entender su indisponibilidad y sus pocas ganas de ser infiel.
- La verdad es que no soy cel…
Un golpe seco resonó en la mesa, haciéndola vibrar. El tipo galante escuchó la voz de su compañero antes siquiera de ver su rostro.
- Perdona – el tono de su voz era autoritario- Buscamos a Paris Barans.
Ella se quedó un momento en silencio, aguantando la mirada de su interlocutor, que comenzaba a pensar si había hablado en lengua de Wutai o si la chica se había vuelto muda de pronto. Finalmente reaccionó… de una forma cuanto menos inesperada:
- Claro, cariño. ¡¡Paris!! – vociferó, haciéndose audible por encima del ruido del televisor y la tenue música que creaba ambiente en el local -¡Un hombre en el grado superlativo de la palabra pregunta por ti!
-¡Qué coj…!
El exabrupto del tipo quedó eclipsado por la sonora carcajada de su compañero, algunos habituales también rieron ante el desparpajo de la chica.
- ¡Y vosotros qué! – aulló el hombre al gallinero que carcajeaba a su espalda, con el rostro contraído por la ira, enseguida las voces se apagaron, siendo el tipo galante de los ojos verdes quién aún reía, ahora más discretamente.
- A veces pienso que te has escapado de una granja, porque lo tuyo no es ni medio normal – la voz molesta del camarero se pronunció.
Apareció tras su compañera, salido de la puerta tras la barra que daba al almacén; con su rubio cabello atado en una cola y vestido con una camiseta de manga larga sencilla lo suficientemente estrecha para que los músculos se intuyesen bajo la fina capa de lycra y algodón. La chica le guiñó un ojo y se fue a atender a otro cliente que reclamaba su presencia, fue entonces cuando él se fijó en los dos individuos.
- ¿Ya estáis aquí?
- Hola, principito – saludó Rolf, enjugándose una última lagrimilla.
- ¿Jonás?
El turco sostenía la cabeza sobre un par de dedos, con expresión de evidente hastío y se podría decir que incluso vergüenza.
- ¿Cuándo terminas? – preguntó entre dientes, lanzando una mirada asesina por el rabillo del ojo al tirador, que le daba un par de palmaditas en la espalda.
- Eh… - Paris se volvió a mirar al reloj con la serigrafía de una marca de cerveza, colgado frente al estante con las botellas – Una media hora larga. No sé por qué habéis venido tan temprano.
- Es que te echábamos de menos – intercaló Rolf, apoyado sobre el dorso de la mano, con esa sonrisa cínica suya.
- Ya me parecía a mí – Paris le devolvió el gesto, aunque por algún motivo en su rostro aquella expresión adquiría un matiz hostil - ¿Os sirvo algo?
- Ya que estoy aquí voy a probar ese “Mako Stream” del que tanto se habla.
- Vodka – dijo Kurtz, comprobando la hora en su reloj de muñeca.


Ante la cantidad de tiempo que aún tenían por delante hasta que su compañero terminase tu turno, Kurtz y Rolf se hicieron con la mesa de billar; una sutil mirada del turco sirvió a la pareja que pretendía hacer de la tabla una cama de advertencia para que se fuesen a otra parte.
- Veo que no temes al ridículo – dijo el tirador con sorna, mientras sacaba las bolas y las colocaba una a una.
- ¿Al mío o al tuyo? – el turco encendió su puro, sin prestarle demasiada atención al tipo.
- La cruz para ti – obvió el comentario anterior, ahora sacaba una moneda y la tiraba al aire, para después capturarla y posarla de un golpe sobre el dorso de la otra mano – Rompo yo.
Empolvó la punta del palo con el taco de tiza, se agachó sobre la mesa y lanzó la bola blanca, que rompió contra el grupo triangular desperdigando las esferas lisas y rayadas.
- ¿Quién me iba a decir a mí que acabaría haciendo grupo con Mr. Berserker? Aún recuerdo ese informativo en el que amenazaste al periodista. ¿Cómo era? “¡No por favor! ¡Sólo hago mi trabajo! ¡No me meta eso por ahí!”
Kurtz golpeó la bola blanca y acertó a meter una lisa, por lo que seguía tirando.
- Seguramente tú si habrías querido que te metiesen algo por ahí, aunque para eso ya tienes a “la potra” ¿no?
Rolf echó un trago del licor verde turquesa de brillo fulgurante, apoyando la otra mano sobre el palo.
- Pse… ése ya está muy manido. Además, soy de los que piensan que uno debe comer de todo – hizo una breve pausa para analizar a su interlocutor, cuyo saque recibió más fuerza de lo debido e hizo botar la bola blanca – Vaya, ese ha sido un comentario desafortunado dada la circunstancia – tenía un tono de fingida inocencia en la voz al decir esto último.
- Preferiría que lo que haces en tu vida privada siguiera siendo privado.
Rolf sonrió, mientras tomaba posición para hacer una carambola y meter dos rayadas. Observó con cuidado el ángulo, tomándose su tiempo para colocarse adecuadamente, dio un toque a la bola blanca, ésta rozó la primera esfera, que se deslizó lentamente hasta un agujero en mitad de la mesa; la trayectoria de la albina la llevó hasta la segunda bola, en el centro, la golpeó y la envió hasta el hoyo en la esquina contraria. Aún concentrado, con la expresión sería, caminó hasta el otro lado de la mesa para seguir la jugada.
Kurtz lo observaba en su ejecución, cuando no tenía otra cosa que hacer el tirador siempre lucía una sonrisa confiada y hablaba aunque no tuviera nada que decir; en cambio, ahora mostraba la faceta que lo convertía en el gran francotirador que era, veía su objetivo claro y se concentraba en él. Sólo era un juego, no había vidas en juego ni una misión, pero era un pequeño ejemplo a escala reducida de su potencial.
El turco se llevó el vaso chato con el incoloro líquido a los labios, echó un vistazo al reloj de muñeca y buscó de refilón la cabeza rubia tras la barra: allí estaba el tercero en discordia, regalando una sonrisa engañosa a la jovencita de cabello corto que se apoyaba sobre la barra y parecía querer acortar la distancia entre ambos. Se le veía extrañamente cómodo pese a estar rodeado de tanta gente, y él sabía, porque en eso se parecían bastante, que sus gusto por las personas era mínimo.
- Lo que no entiendo… – la voz de Rolf le hizo volverse, lo vio apoyando ambas manos sobre el palo y la mano sobre ellas – cómo acaba un Turco reclutando a un asesino en serie para ir por ahí haciendo heroicidades – hizo un gesto con el palo para advertirle de que le tocaba tirar.
- En realidad él me reclutó a mí Todo este embolado es cosa suya.
- Pero tú eres el que está al mando.
- Es el tipo más ágil que he visto en años y pelea duro como pocos. Sin embargo no es al tipo al que pondría a diseñar estrategias de combate. Le echa huevos pero aún está verde. Es un buen soldado, pero no tiene cerebro de general.



- Oye – la camarera del flequillo magenta se acercó a su compañero por la espalda, en tono confidencial – Tus amigos son un poco raros ¿no?
- ¿Por? – Paris pensó en el término “amigos”, nunca había usado esa palabra para referirse a ellos, en su lugar “compañeros” o “aliados” era más común.
- No sé, tienen pinta como de matones. ¡No te lo tomes a mal!
- No parecías opinar lo mismo cuando gritaste a los cuatro vientos aquello de “un hombre en grado superlativo” – el chico río, ella se puso colorada – A buenas horas te entra la vergüenza, Holly.
- ¡Dios! ¡Te juro que me salió del alma! Está como un queso.
- ¿Jonás?
- Supongo. ¿Tiene novia?
- … creo que ese tema será mejor no tocarlo.
- ¡No me digas que es marica!
- ¿Qué dices? No es eso – Paris lavaba algunos vasos, tratando de explicarse a sí mismo que era exactamente lo que era.
- Problemas con la parienta ¿no? – Holly se apoyaba sobre la barra, mirándolo con suspicacia.
- Eso creo – dejó el vidrio en la pila junto a sus hermanos.
- No te preocupes, esas cosas pasan siempre, y lo mejor son las reconciliaciones: mi novio y yo nos lo mon…
- Valeee… - el chico alzó la mano, señalando su indisposición a seguir con la conversación. No entendía qué manía tenía todo el mundo con hablarle de sus experiencias sexuales sin venir a cuento.
Holly rió y le frotó el pelo, como una hermana mayor a su hermano pequeño.



Rolf se agazapó una última vez sobre la mesa, disparando la bola blanca contra la negra, que encontró su guarida en un hoyo en la esquina izquierda.
- ¿En serio creías que ibas a saber más que yo en medir distancias y parábolas? Chico, soy un profesional – apoyaba el peso del cuerpo sobre el brazo que descansaba en la mesa, con una pierna cruzando la otra.
- Precisamente por eso te quiero en el equipo – dijo Kurtz
- No por nada soy el mejor – replicó Rolf, satisfecho.
- No es que seas el mejor, es que yo no puedo hacer tu trabajo y el mío a la vez – las palabras del turco venían a corregir el falso elogio que parecían decir sus palabras anteriores.
- Lo que tú digas, “macho alfa” – bebió el último trago de su cóctel, trazando un círculo con las pupilas esmeralda.
Jonás comprobó el reloj por última vez con la nariz arrugada ante el nuevo apodo, cuando alzó la cabeza para buscar al rubio tras la barra lo vio acercándose mientras se ponía la cazadora de cuero.
- Ya era hora – dijo, mientras tiraba la colilla del puro y la pisaba con el pie.
- No es mi culpa que pases de todo lo que te digo – replicó el joven, que sentía como esa sensación de ser tratado como un hermano menor o incluso un hijo no desaparecía.
- Yo me lo he pasado bien – soltó Rolf, divertido al ver la extraña camaradería que había entre el chico y el turco – Creo que vendré más a menudo.



El Mercado Muro estaba lleno de bullicio, no importaba si el fin del mundo estaba cerca o no, para ellos la vida seguía, igual de puta, pero seguía. Llegaron al pequeño edificio de viviendas cuando Kurtz se separó del grupo para ir a comprar algunas cervezas a la licorería de unas calles más arriba. Un sonido como de una pesada bola repicando sobre el suelo se oyó unos pisos más arriba seguidos de los gritos de dos chicas. Paris y Rolf acababan de irrumpir en el portal y miraron hacia la escalera, vieja y carcomida; los ruidos y los gritos venían siendo algo común en aquel edificio. El más joven tomo la iniciativa y comenzó a subir, seguido por el tirador.
La puerta del segundo se abrió de pronto y una joven vestida de negro riguroso y diez kilos en abalorios metálicos salió gritando hacia el interior.
- ¡No la toques! Tengo un libro en el trastero, a ver si sabemos de qué es.
Se volvió para bajar la escalera cuando vio subir a su vecino con el otro hombre, quien había retomado la conversación en la que habían estado enfrascados antes.
- Entonces ¿te gustó?
- Lo único que no me gustó es que fuera contigo – replicaba el efebo angelical, con las manos en los bolsillos.
- Mira que eres borde – río el tirador.
- Hola – saludó la chica gótica, ligeramente ruborizada bajo el polvo blanco que maquillaba su rostro.
- Hola – respondió el rubio.
- ¿Qué tal? – el moreno le guiñó un ojo.
Los dos hombres siguieron subiendo cuando a sus espaldas oyeron a la chica de nuevo.
- ¡Te dije que era maric…!
- ¡¡SSSHHHHHHHHH!! ¡Maggie! – se oyó un furibundo grito desde el interior de la vivienda.
Los dos tipos siguieron a lo suyo, uno más divertido que el otro con el suceso, aunque no tardaron en continuar a lo suyo.
- Las motos es lo que tienen, por eso se liga tanto con ellas. Podría dejarte una de las mías y marcarnos una carrera. ¿Sabes conducir?
- No.
- Es fácil, es como… ¿has montado en bici alguna vez?
- Me da que no.
- ¡Pero qué pasa contigo! ¿Es que no tienes infancia?
Paris rió aunque Rolf no pillaba el chiste.
- Creo que no fue una infancia muy común.

Llegaron al tercero, donde Paris sacó las llaves del bolsillo del pantalón y abrió la pesada puerta. Encendió la luz casi por cortesía, ya que él estaba tan hecho a su vivienda que podría andar por ella en total oscuridad. Rolf observó la “decoración” espartana del piso, tan sólo un jarrón con una rosa en un mueble al fondo del salón, a su lado un peluche de cuestionable gusto; le recordaba a aquellos anuncios de productos de limpieza en los que todo era blanco y reluciente, incluso a un hospital.
- Ponte cómodo – dijo el anfitrión, dejando las llaves en una cesta.
- Se intentará – desconfiaba de la confortabilidad del adusto sofá negro, aunque comprobó que en el fondo era blandito y suave.
- Voy a darme una ducha – el tirador vio al chico caminar de aquí a allá, saliendo y entrando de una habitación – Ábrele la puerta a Kurtz en cuanto llegue.
- ¿Y no tienes miedo a que vaya a hacerte cosas guarras mientras te duchas? Fijo que tus vecinas pagarían por verlo – rió, recostándose en el sofá mientras cogía un periódico del día que estaba sobre la mesa de cristal.
Paris se asomó a la puerta de la habitación, con una toalla sobre el hombro, aún vestido.
- Tú inténtalo – aunque el tono era de broma, Rolf pudo captar un tinte de amenaza.
Se sonrió y meneó la cabeza. Ahí estaba él, en la casa de “el fantasma de Midgar” que resultaba ser un chaval de lo más normal, en principio, y esperando a un Turco que pretendía limpiar la ciudad de la escoria. Era todo tan surrealista que no se le ocurría mejor sitio para estar ahora mismo que ése.
Terminó con la sección de sucesos, había algunos nombres rodeados con bolígrafo, futuras victimas, suponía. Dejó el periódico sobre la mesa y se levantó a inspeccionar al lugar, de todos modos no había un televisor con el que entretenerse y el portátil estaba apagado. Avanzó hasta la estantería que contenía varios archivadores en orden alfabético, tomó la carpeta con la letra “K” casi de forma instintiva y ojeó algunos ficheros por encima, encontró una ficha de “King Tomberi”, su amigo Kazuro Kowalsky; presumía que estaba allí por su profesión como periodista y el joven ya había dejado claro su desconfianza hacia ese sector el día que se conocieron. Leyó algunos nombres sin demasiada relevancia hasta llegar al nombre “Kurtz”. Había varios recortes de periódicos, revistas militares y screeners de webs de internet, con información aquí y allá subrayada en rojo. Bajo ellos un folio con la información recopilada de forma esquemática y ordenada.

Kurtz, Jonás “Scar”
Fecha de nacimiento: 23 de julio de 1975
Altura: 1’89
Peso: 86 kg

1992 – 1995
Soldado al Servicio de Shin-Ra S.A
- Entra en acción en Wutai
- Sección 244 de Aerotransportados
- Licenciado con deshonor.

1996 – 1999
???

2000 – presente
Miembro al servicio del Departamento de Investigación Administrativa (TURK)


Características: Lucha cuerpo a cuerpo, armas improvisadas, armas de fuego.
PELIGROSO.


Se preguntaba qué era ese vacío de tres años entre su vida de soldado y el puesto en Turk, aunque no tuvo demasiado tiempo para planteárselo a fondo ya que un puño había golpeado la puerta un par de veces. No le hizo falta verlo para saber que era Kurtz. Dejó el archivador sobre la pila y luego abrió a su compañero. Jonás entró llevando una bolsa de plástico, dentro de la cual tintineaban las botellas de un pack de cervezas.
- ¿Y el niño? – preguntó.
Aunque era la primera vez que estaba allí, supo adaptarte sin ningún problema. Dejó la bolsa sobre la mesa y se sentó en el sofá que ya había recuperado su forma original tras soportar el peso del tirador.
- En la ducha – respondió mientras cerraba la puerta.
El turco, una vez sentado, y con una botella en mano, observó el piso, estaba tan ordenado que se diría que una mujer vivía allí. Reprimió esos pensamientos, temiendo empezar a cavilar y que estos le llevases a recuerdos que en estos momentos no venían al caso.
- ¿Sabes que tiene un dossier sobre ti? – aventuró Rolf, con una sonrisa cautelosa – Aunque no sé si “dossier” es el término apropiado.
- Sería un estúpido si no me hubiera intentado investigar antes de llamarme – echó un trago, luego alzó la botella, invitando a su interlocutor a tomar una – De todos modos, todo lo que podría saber sobre mí ya se lo he contado yo mismo. – le dedicó una sonrisa lobuna al tirador, quien se percató del doble fondo de sus palabras: hablaba del vacío de 1996 a 1999.
- O sea que el rubiales lo sabe todo sobre ti y…
- Yo no he dicho que lo sepa todo sobre mí, sino lo que debe saber sobre mí.
- ¿Y tú de él?
- Más de lo piensa, me temo.
El ruido del agua cesó y oyeron una puerta abrirse, en un par de minutos vieron a Paris salir de la habitación frotándose enérgicamente el cabello con una toalla, una camiseta sencilla y vaqueros, descalzo. Con Jonás y Rolf ocupando el sofá más grande, el novicio se sentó en la oreja de un butacón. Sus ojos se encontraron una centésima de segundo con los del turco, antes de quitarse la toalla de la cabeza y dejarla sobre sus hombros.
El aristócrata sintió como el ambiente parecía ponerse tenso y no tardó mucho en descubrir el por qué: Kurtz sacó su navaja táctica de hoja aserrada y la clavó entre las piernas abiertas de Rolf, no era más que una advertencia, pero el mensaje quedaba claro: “ni se te ocurra moverte ni mentirme”.
- ¡Pero qué…!
- Ahora, Rolhelm Vassaly, vas a responder a unas cuantas preguntas – interrumpió Scar, que mudo esa expresión seria con la que llevaba todo el día por una sonrisa para nada amistosa, casi prefería verlo serio.
- ¿A qué viene esto ahora? – el tirador buscó una respuesta en Paris, a quien encontró con los brazos cruzados y cara indiferente, inmediatamente supo que él no haría nada.
- ¿Qué esperabas? Como comprenderás no podía montar una escena en el bar, no queremos que despidan a nuestro camarero favorito, ¿verdad?
Rolf se cruzó de brazos, resignado.
- Bien, ¿qué quieres saber?
- ¿Por qué aceptaste unirte a nosotros?
- ¡Pff! ¡Si fuisteis vosotros quienes me lo pedisteis! – todo esto le parecía ridículo y una pérdida de tiempo.
- Y si nosotros te pidiésemos que te tirases por la ventana ¿también lo harías? – la sonrisa de Scar se alargó, como el gato que juega con un ratón.
El interrogado entendió el sentido de la pregunta aunque se resistió a dar una respuesta honesta.
- Porque me parecía divertido – se detuvo un momento, percatándose que aquellos ojos oscuros como el infierno no aceptaban esa respuesta como válida. Finalmente habló con sinceridad, relajando de paso su postura defensiva – Y me intrigaba lo absurdo del plan y que alguien quisiese contar conmigo para un fin tan “noble” – se echó una mano a la oreja mutilada de forma instintiva, acariciando la curva que formaba su trepanado lóbulo – Además cuando me enteré que tú, Scar Kurtz, estabas dentro no pude sino sentirme confuso. Cuando un turco te dice que quiere librar este mundo de escoria, piensas que tienes ante ti la primera persona que debería tener en su lista. Tampoco entiendo cómo un tío con la vida resuelta se expone de esta manera; del principito lo entiendo, al menos es una persona anónima, en cambio tu nombre y tu cara ha salido cientos de veces tanto en prensa como en televisión. Ya no era el plan de un chalado chantajista – lanzó una mirada a Paris, que alzó una ceja pero no dijo nada – si no algo bien cimentado y con posibilidades. Eso o que tú estás igual de chalado que él, eso lo dirá el tiempo.
- ¿Ése amigo tuyo se irá de la lengua? – preguntó Paris, recordando al contraído hombrecillo de ojos saltones que estaba a su lado la primera vez que se encontró con Rolf.
- ¿Kowalsky? Bastante tiene con lo suyo como para meterse en los asuntos de los demás. No, no hablará. Tiene mi plena confianza.
- Bien, ahora que tenemos claro por qué estás aquí y que no hay riesgo de que nadie largue nada, vamos a decirte qué haces aquí – el tono casi dictatorial de Scar no admitía réplica alguna – Tú eres nuestro miembro de apoyo, vigilarás la zona desde una posición de ventaja y nos cubrirás las espaldas si las cosas se ponen difíciles. Permanecerás fuera de la acción, pero no te confíes, si te necesitamos tendrás que arriesgar el culito como nosotros. Supongo y espero que sepas actuar con cierta independencia pero que no cometas el error de descubrirnos: No estás tú sólo contra un enemigo, somos un equipo – el turco hizo especial hincapié en la última frase, consciente de lo individualistas que podían ser los francotiradores - ¿Todo claro?
- Cristalino – afirmó Rolf.
Kurtz arrancó la navaja, llevándose algo del relleno del sofá enganchado en la guarda.
- ¿Ahora puedo preguntar yo? – inquirió el tirador, con una expresión más relajada, recuperando su sonrisa cínica.
- Adelante – Jonás se recostó en el sofá, hundiéndose en el mullido respaldo mientras le daba un lingotazo a su cerveza.
- ¿Cómo os conocisteis vosotros dos? No es que sea muy normal ver a un agente de la ley y a un buscado por la ley de la manita – señaló al uno con una mano y al otro con la otra.
- Le di una paliza –soltó el turco, sin atribuirse gloria alguna, tan sólo reportando un hecho.
Rolf miró a Paris quien asintió para corroborar la versión de Kurtz. Se apartó el pelo de la mejilla izquierda, descubriendo la larga cicatriz que corría paralela al ojo, a un par de centímetros de sus pestañas.
- También me rompió la nariz, me disparó en las costillas y me aporreó con una llave inglesa…– enumeró Paris, mirando al techo.
- Casi te saco un ojo con la pistola, pero no te quejes, al menos yo no te mordí, maldito bastardo de perra.
El más joven rió y el turco esbozó una sonrisa torcida antes de llevarse la botella de nuevo a la boca.
- A propósito ¿Cuál es la mía? – inquirió Paris, echándose hacia delante, escrutando el rostro del turco.
El tirador se sintió perdido, sin saber de qué hablaban en absoluto. Kurtz señaló una cicatriz de su marcada faz, prácticamente igual y en el mismo lugar que la que el asesino lucía; con un leve tono rosado.
Rolf no supo muy bien qué pensar: ahí estaba él entre dos tíos que bromeaban con las palizas que se daban y que pretendían cambiar el mundo, o la ciudad, aunque para algunos fuese lo mismo. Sería divertido por fuerza.

Kurtz se echó hacia delante, recuperando la seriedad en su rostro, Paris ya sabía qué venía a continuación, Rolf lo sabría de inmediato:
- Bien – sacó un papel doblado del bolsillo interior de la guerrera y lo desplegó sobre la mesa – hoy tenemos una misión, en principio, sencilla: No vamos a por ninguna célula terrorista ni nada por el estilo; debemos hacernos con una lista de miembros de SOLDADO potencialmente peligrosos que mi departamento ha desarrollado. Supongo que estáis al tanto del incidente de hace un par de semanas: esos tarados que tomaron un edificio y quemaron a cuanto ocupa había en él – el asesino y el tirador asintieron – No es probable que los miembros de esa lista vayan a volverse locos pero, como dicen las viejas, “prevenir es mejor que curar”, y si a algunos de éstos se les va la olla podremos identificarlo rápidamente y darle matarile.
Hizo una pausa por si sus compañeros tenían algún tipo de duda, ante el silencio y la expectación en el ambiente continuó:
- Debemos infiltrarnos en el edificio Loble, dentro del complejo Shin-Ra en el Sector 0. Es un edificio secundario en el que se realizan la mayoría de los trámites burocráticos para el edificio principal. No creo que esté demasiado protegido pero es mejor andarnos con ojo. El niño y yo no infiltraremos por la entrada al complejo situada en los suburbios del Sector 0 – señaló un punto en el mapa – Y subiremos hasta el edificio por una escalera secundaria. La construcción es de metal y cristal, por lo que no tendrás problema en ver la acción desde el exterior, Vassaly – pasó la mano por una amplia zona que rodeada el complejo – tú eres el experto así que dejo a tu elección la posición que creas más ventajosa. Una vez dentro nos dirigiremos al Departamento de Investigación Administrativa II, es donde van a parar los documentos que los turcos confeccionan para su posterior difusión al resto de áreas de la infraestructura de Shin-Ra.
No venimos a cargarnos a nadie, noquearemos a los guardias y seguiremos nuestro camino alegremente – lanzó una mirada significativa a Paris – Un coche nos estará esperando cuando salgamos, si todo sale bien estaremos en casa en un par de horas…
- Vamos, que al final me tendrás dos horas mirando sin hacer nada. Esa no es la clase de diversión que me prometiste – miró al asesino, exigiendo responsabilidades.
- Esta misión también sirve de prueba para ti – argumentó Scar – Sabemos que eres bueno pero lo que no sabemos es si eres el adecuado para nuestro grupo. Alégrate, lo tienes fácil.

Rolf se cruzó de brazos observando el área de edificios que rodeaba el complejo, buscando en su mente la imagen que tenía de ellos. Como francotirador hacía bien sus deberes, y conocía gran parte de la ciudad… y de sus alturas. Enseguida su expresión se relajó, observó que Paris parecía más serio de lo habitual, casi decepcionado.
- ¿Qué te pasa, principito? – preguntó, sonriendo.
- Nada – su tono no era muy convincente – Es sólo que esperaba algo más… efectista.
- Eres muy impaciente – el tirador espiró, para él la espera era algo casi natural.
- Antes de dar grandes golpes tenemos que organizarlos – dijo Kurtz, recogiendo el mapa y guardándolo en el bolsillo de la guerrera – Paso de repetir la experiencia del piso franco, casi nos fríen el culo.
El turco miró su reloj de muñeca, los números digitales marcaban las 22:47. Se levantó, señal más que suficiente para advertir a los otros dos que ya era la hora. El rubio fue en busca de un par de botas y su mochila. Cuando volvió de la habitación se percató del volumen con la letra “K” que yacía sobre el resto de archivadores, Rolf esperaba algún tipo de reacción negativa por su parte, pero el joven se limitó a guardarlo en su sitio. Se calzó las botas altas hasta la pernera, tomó la daga con la vaina rojo carmesí y dos esferas cristalinas de una pequeña caja negra situada al lado del soporte del cuchillo: la verde acabó en la empuñadura de kattherinna, la amarilla cayó en el fondo del bolsillo de su pantalón.
- Cuando queráis.


La calle seguía abarrotada, con su brisa caliente y cargada de olor a fritanga y suciedad.
Caminaron hasta salir del Mercado Muro, cerca de la pequeña “muralla” que servía de entrada estaban aparcados el coche del turco y la moto del francotirador. Éste último echó un vistazo, receloso, al coche de Jonás, aunque lo había visto al llegar seguía creándole una mala sensación aquel viejo automóvil usado por Shin-Ra hacía unos 25 años.
Esperaron a que el borracho terminase de mearse encima de los zapatos y se largase de una puñetera vez. Kurtz sacó del coche un maletín pequeño de textura rugosa, al abrirlo descubrió un juego de intercomunicadores, similares a un auricular con un pequeño micrófono incrustado. Le dio un a Rolf y los otros dos quedaron dentro del maletín.
- Tienen un radio de 1 kilómetro. El sistema es muy rudimentario y funciona por onda corta por lo que no interferirá con las comunicaciones por satélite de Shin-Ra. Responderás al nombre de “Eye in the Sky”, yo seré… veamos…
- “Macho Alfa” – apuntó el tirador.
El turco frunció el ceño pero no dijo nada. Paris observaba la escena apoyado en el capó del coche, con los brazos cruzados, sin mostrar demasiado interés.
- Y tú – Kurtz se dirigió al joven en tono imperativo, reclamando su atención, a la vez que le tenía un aparato – presta atención, que la cosa también va contigo.
- Que sí, tú “Macho Alfa” y él “Eye in the Sky”.
- Tú puedes ser “Boo Kid” – sugirió Rolf divertido por la expresión del chico.
- Ni de puta coña. Mira – se dirigió a Scar, pasando del gesto burlón del tirador- me importa un bledo cómo me llames, después de todo ya estoy más que acostumbrado a que te dirijas a mí por “tú”, “niñato de los cojones” y demás lindezas.
Kurtz asintió levemente, dejando el debate para más tarde; fuere como fuere no esperaba que necesitase comunicarse con Paris por el intercomunicador en esta misión. Adoptó esa actitud autoritaria una vez más para explicar el plan inmediato:
- Tardaremos una media hora en llegar al Sector 0, ya que por el momento sólo es accesible desde el Sector 1. Calculo alrededor de un cuarto de hora, quizá algo más, en llegar hasta el edificio en la placa superior: Antes de la 1 am seremos visibles desde tu ojo, así que estate al tanto.
- Tranqui, jefe. Cuenta conmigo.
Rolf arrancó la moto y se despidió haciendo un gesto con la cabeza. Jonás y Paris entraron al coche, al joven le pareció distinto pero no sabría decir por qué, sin duda era el mismo automóvil pero algo había cambiado; de todos modos no le dio demasiada importancia, después de todo él sabía poco de coches. El conductor le dio al contacto, haciendo rugir el poderoso monstruo que se escondía bajo el capó.
- Te pagaré lo del sofá.
- Más te vale.



El Sector 0 parecía una ciudad abandonada, a penas estaba iluminado por algunas luces piloto salpicadas sobre los edificios que se fusionaban con la placa. Ni siquiera había vagabundos o rateros allí; pese a que no había guardias, algo en el ambiente prometía un futuro funesto a cualquiera que quisiese empezar una vida allí.
Kurtz salió del coche ataviado con su chaleco de kevlar con materias incrustadas, las protecciones de cerámica en los antebrazos y los pantalones con bolsillos llenos de cargadores y otras “sorpresas”; su cara estaba pintada de negro. Llevaba la pistola enfundada y sólo sostenía una linterna para alumbrar la zona en busca de una vía de acceso.
Cuando le seguí me miró con reprobación, sabía que mi atuendo no era de su gusto pero yo ya estaba acostumbrado a moverme con él.
Me hizo una seña con la mano, indicándome que me acercara.
- Entraremos por allí – señaló a una puerta que parecía dada de sí.
Desde luego los Shin-Ras no se preocupaban demasiado por vigilar esta zona, probablemente el interior estuviera a buen recaudo.
- Nada de matar ¿estamos? –recalcó Kurtz.
- Que sí…-contesté con hastío, no sé qué extraña idea tenía de mí para insistir tanto con el tema.
Eché un vistazo a la fachada, pequeños puntos de luz, menos visibles que los pilotos, delataban la presencia de cámaras. Estábamos fuera de su campo de visión… por el momento.
- Hay cámaras allí y allí – señalé.
- Sobrecárgalas, no creo que nadie esté pendiente de esta zona.
Activé la materia de rayo incrustada en kattherinna, y dirigí el filo hacia los puntos luminosos, enseguida un hilo de luz los alcanzó; un fino humo no tardó en salir.
Scar me dio la señal y avanzamos hasta la puerta, no había guardias en el interior, las escaleras estaban limpias. Bufó.
- Mira que son gilipollas, ya se colaron tres tipos en el edificio principal del mismo modo y no han aprendido la lección.
Desenfundó la pistola y la usó de apoyo para la mano que llevaba la linterna. Subimos con precaución durante un rato pese a que el camino estaba despejado. A eso de los diez minutos decidimos ir más deprisa, era poco probable que encontrásemos resistencia en los pisos superiores.
4ª Planta
7ª Planta
15ª Planta.
Aquí arriba había más iluminación, quizá habíamos alcanzado ya la placa. Scar consultó el mapa, hizo un gesto que entendí como “seguir subiendo”. Podía oir el bullicio de la urbe apagado por los muros de hormigón que encerraban la escalera.
Kurtz se paró en seco, señaló la puerta. “17”. En total habíamos subido 32 plantas. Entreabrió la puerta cautelosamente, se volvió y me indicó “3” con los dedos. 3 guardias. Me escabullí primero, aprovechando la sombra proyectada por los maceteros, Scar iba detrás de mí, comprobando que nadie nos seguía. Llegamos hasta una puerta que pedía una identificación, Kurtz gruñó. Esperamos a que uno de los guardas se acercara a nuestra posición para atraparlo, le tapé la boca mientras Scar le arrancaba la tarjeta de identificación que llevaba colgada al cuello y abría la puerta. Llevamos al tipo adentro aún inmovilizado. El pobre tipo acabó con la cara estampada en la pared, al menos dormiría placidamente… hasta que el dolor por la nariz rota le despertase.
“Departamento de Investigación Administrativa II” se leía en un cartel de plástico transparente que colgaba del techo. La habitación se dividía en dos salas separadas por un “biombo” de oficina o algo así, a un lado escritorios con ordenadores y al otro impresoras, fotocopiadores y archivadores. El trabajo era fácil: yo miraba los ordenadores y él los impresos. Parecía ridículamente sencillo.
Empecé por el que parecía más caro, debía ser el del jefe de sección. Imbéciles, ni siquiera pedían contraseña. SOLDADO, SOLDADO, SOLDADO…
Oí el sonido de unas campanillas, parecían muy lejanas…





… No sé cómo, pero me había dormido, y al despertarme me di cuenta que eso no era lo peor: tenía las manos esposadas y un brazo de oso me agarraba por el cuello. Miré a mí alrededor, todo iba demasiado lento, me pesaban los ojos. Al otro lado del pasillo vi a Scar, agarraba a esa chica rubia que me miraba raro y apuntaba con su pistola en mi dirección. Sonreía como un cabrón pero sabía que no era más que una máscara y que estaba sopesando sus opciones. Sentí la voz profunda del tipo que me apresaba reverberar a mi espalda.
- Jonás…
Era el ex compañero de Kurtz, aquel negro de dos metros que vi en el reactor.
- Ni Jonás ni pollas, Inagerr. Suelta al chaval y nos iremos sin que nadie tenga que visitar el hospital.
Su voz resonó por toda la sala y en mi cabeza se oía una octava más alto de lo normal. La chica estaba muy quieta, esperando la respuesta del tipo que me retenía. Estaba muerta de miedo.
- Sabes que no puedo hacer eso.
El tipo estaba… ¿triste? ¿decepcionado? Fuere lo que fuere su agarre no cesó su fuerza un momento y aunque no podía verle la cara seguramente tenía aquella misma mirada determinante que Kurtz lucía.
Scar mudó la expresión una centésima de segundo y se llevó la mano al oído en el que llevaba el intercomunicador, subió el volumen. Volvía a sonreír como aquella vez en el reactor.
- >>Aquí Eye in the Sky. Objetivo marcado: lo tengo en el punto de mira<<

7 comentarios:

Lectora de cómics dijo...

Dios!!! por fin!!! Que alguien me de un abrazo que creo que voy a llorar T_______T
Me ha costado muchísimo, creo que ha sido más complicado que la pelea del piso franco y eso que no tiene acción. Dios... qué dolor de cabeza (literalmente)

Siento si hay partes escritas un poco a la carrera y puede que le falte revisión, pero entended que ahora mismo estoy tan aturullada que no puedo ni releerlo sin tener ganas de pegarme un martillazo, así que las pifias y cosas así que veáis decidlas.

Y espero que os guste T___T que esta semana, las doscientasmil horas al ordenador, los ojos rojos y las ganas de suicidarme no sean en vano ¡___¡

Paul Allen dijo...

Ea, ea... Que ha salido muy bien. Si hasta has puesto en enlace que esperaba y todo. Put llor jed on mai xoooouldeeeer... Ya pasó. Ya pasó.
Lo has hecho rejodidamente largo para haberte puesto hace cuatro días. Ya echaba de menos los párrafos interminables con dobles sentidos, guiños y detalles varios.
A ver con qué nos sorprendéis Ukio y tú esta vez.


He visto una pifia en el párrafo donde Kurtz expone el plan. Cuando termina de decir "para su posterior difusión al resto de áreas de la infraestructura de Shin-Ra" pones un punto y aparte, entonces empiezas en la línea siguiente con una nueva entrada de Scar ("No venimos a cargarnos a nadie...") que no está introducida por ningún signo. Ponle antes un '>>' para que no se pierda nadie.

Astaroth dijo...

Te envío un abrazo, porque el relato lo merece xD

En serio, muy buen relato; aunque estoy confuso: ¿la rubia es Yvette? ¿Ya ha salido del hospital, y ya van a volver a darla? Pobre...

Me ha gustado la parte de Paris en primera persona. Creo que algo parecido tenía que haber hecho yo con Tombside T____T

Ukio sensei dijo...

De entrada dos pifias: La primera es que la mítica navaja de Kurtz, la tiene Aang ahora mismo. Ahora lleva una navaja distinta. Recuerdas las ganchudas con un aro al final que te dije que eran putísimas? Eso.

Segunda pifia: En el dosier de Kurtz olvidaste los explosivos, aunque no es tan pifia, ya que es algo más bien... de la época blackopper. Bobby traps y eso.

Añadiré una tercera pifia, que sería alargar el encuentro entre Har y Kurtz para mostrar la putérrima tensión del momento, ya que nadie quiere causar la muerte de su amigo.



Me ha gustado. La verdad es que me ha gustado. Que os ha parecido el final, gente? Pues ahí voy.

Ukio sensei dijo...

Dos pifias más, una de ellas mía: no le puse una navaja curva, sino un cuchillo táctico (vease pelea contra los soldados locos).

Otra: Los ojos de Kurtz son marrones oscuros, no negros.

Lectora de cómics dijo...

Joer, 12 páginas y sólo me das dos frases positivas XDDDDD
No me acordaba de lo de la navaja, y ya sé qué los ojos de Kurtz son marrones pero comprenderás que "marrones como el infierno" no queda bien XD (qué dices de una navaja curva?)

En fin, lo releeré e iré mirando las pifias.


Y sí, es Yvette, con materia todo se cura antes :D

Mephisto dijo...

Joder, de puta madrer la verdad, me encantan estas operaciones del equipo A xD

Muy bien Noiry, a mi me ha gustado mucho, muy bueno el detalle del billar. Bravisimo!