sábado, 10 de mayo de 2008

118.

Una pandilla de chavales comenzó a correr cuando un enfurecido redactor salió del envejecido edificio y lanzó cuatro blasfemias acompañadas de tres insultos. Asustados, el joven grupo, cuyo componente más adulto no aparentaba más de diez años, decidió emprender una huida por las calles del sector, hasta que las piernas dejaron de responderles. Jadeantes y apoyados sobre sus rodillas, los cinco chicos decidieron descansar y tomar el aire en una calle poco transitada, donde podrían reírse un rato y comentar nuevas trastadas que hacer a los vendedores de caramelos de la zona.

Tras unas pocas bocanadas de aire, un pecoso rubiales comenzó a carcajearse; los demás miraron atentamente al tiempo que respiraban fuertemente:

- ¡Sabía que llamar a gritos a ese viejo loco sería divertido!- tenía una voz aguda y chillona, similar a la de una rata; su constitución física tampoco ayudaba mucho a mejorar esa imagen- Deberíamos hacerlo más a menudo, creo que podríamos aprender algo de los insultos que nos ha lanzado y…

- Creo… que no… nos llamaba… nada a nos... a nosotros – dijo entrecortadamente un chaval moreno, bastante bien trazado, con el pelo algo largo y con unas ropas mejores que las de sus compañeros – Me pareció oír algo sobre unos redactores, o las madres de…

- ¡Te he dicho millones de veces que no me interrumpas! – profirió con chillidos la mezcolanza de niño y rata, asomando sus grandes dientes bajo su afilada nariz, mientras levantaba un amenazador puño con uñas que hacían de símil de unas garras- Voy a cumplir trece años, y por tanto soy el mayor, y por tanto el jefe, y por tanto a quien debéis hacer caso, y por tanto tenéis que dejarme acabar. ¡No me interrumpas!

- Perdona, Micky – se disculpó el muchacho bello, apartándose el flequillo de los ojos. Bajo el flequillo, situado en su lado derecho de la frente, se podía apreciar una gran marca redonda, como si una parte del hueso hubiese desaparecido y sólo la piel recubriera esa parte del cráneo, justificando el largo pelo que tenía.

- Que no vuelva a ocurrir, y eso va por todos,- bajo sus ojillos de roedor, sus facciones se relajaron un poco – porque no me gustaría tener que pegaros.

Cuando todo el grupo se hubo recuperado del agotamiento, uno de ellos, que llevaba una gorra beisbolera calada sobre un pelo pajizo muy mal cortado que no desentonaba con el sucio aspecto de la redonda cara, se giró sobresaltado y chilló furiosamente:

- ¡Nos hemos ido a otro sector! –dijo con una voz aguda y femenina: era una chica, aunque su aspecto era más parecido al de un joven de su edad - ¡Estamos en el sector 5! ¡Estamos en el…

Nuevamente, la pequeña ratilla volvió a hacer alarde de madurez, a pesar de su aspecto infantil y esmirriado, envalentonándose y dando a su voz un aire profundo y esotérico que quedo ahogado cuando lanzó sus primeros sonidos de roedor:

- Dicen que en este sector vive una sombra que se dedica a matar gente, y que luego deja los cadáveres en callejones como estos.

- Es-es-estas inten-intentan-intentan-dodo asustar-tarnos, ¿Nono ess así? –dijo el cuarto chaval, de pelo rizado más abultado en los laterales que en la parte superior de la cabeza y con un tono bastante apagado de color, confiriéndole un aspecto similar al de un payaso, opinión reforzada con el tinte rojo de la nariz congestionada y la pálida cara. Tartamudeaba siempre, y tenía un tono de voz algo enfermizo y debilitado – Nu-nunca he oí-i-ido hab-hablar de fafafan-tasmas…

- ¿Acaso yo os mentiría? Es en serio: según dicen, es un fantasma bastante lastimero y horrible, de un aspecto que da miedo, y que deja a los muertos en callejones, y que nunca se le ve, y que si le ves te mata, y que si te mata se come tu alma y que vas al infierno, y que luego te tira en la basura, y que…

- ¡Cállate, Micky! ¿No ves que asustas al pobre Desmond? – dijo la niña apuntando con su dedo índice al niño payaso, que temblaba y se veía al borde de las lágrimas, con la cara de un color rosado por el miedo contenido – Desde luego, parece mentira que seas el mayor…

- ¡Jajaja, pues seguro que en este sitio hay un cadáver, y seguro que está al fondo del callejón! – Cogió de la mano al asustado chico, y le arrastro por el sucio lugar.

Apestaba a basura y humedad, pero a pesar de ello el chiquillo continuaba arrastrando al otro, seguido de los otros tres que le gritaban y le pedían a gritos que se detuviese, dos de ellos más rápido que el pequeño de la cuadrilla. Cuando llegó al final, se detuvo, y soltó al chaval, que sin poder contenerse más, se orinó encima y comenzó una retahíla de sollozos y gritos parecidos a los de un becerro sufriendo al ser degollado.

- ¡Mira lo que has hecho! ¡Era la única ropa que le quedaba, y tú has hecho que se mee en ella! –le grito visiblemente enfadada el falso chico, hecha una furia - ¡Eres tonto, Micky! ¡Eres tonto!

- ¿Y si hay un muerto de verdad? – dijo el chico del largo flequillo, que había vuelto a colocar para taparse su hueco craneal – Seguramente este en…

De pronto, unas bolsas que se apoyaban contra el muro se desprendieron del montón acumulado cuando el joven del pelo largo y oscuro las movió, y entre ellos apareció un oscuro brazo. Parecía que la piel colgaba a tiras, y solamente quedaban unas pocas hebras de musculatura. Los tendones, similares a cables metálicos, aún permanecían tensos.

El chico, asustado, dio un bote hacia detrás cuando la basura cayó, armando un buen escándalo. Todos estaban aterrados, cuando de pronto una puerta lateral de un viejo edificio se abrió. De su interior, una figura muy oscura, horrible y lastimera, que era casi imposible de ver bien, salió y comenzó a dar voces, de forma bastante ronca:

- ¡Eh, vosotros! – dijo dando un paso al frente

- ¡Es el fantasma! –gritaron a coro todos, visiblemente asustados y con algún que otro sollozo de refuerzo, al tiempo que un desagradable olor a heces comenzó a flotar en el ambiente, procedente del miedoso chico que anteriormente se había evacuado la vejiga en sus pantalones.

Comenzaron a correr todos, chillando como presas asustadas ante su cazador. A través de las perneras del corto pantalón, una masa líquida y marrón iba cayendo, manchando tanto el suelo como las piernas y zapatillas de su dueño, ambas bastante sucias antes de la defecación.

Uno de los jóvenes, el más pequeño y lento, no se fijó en que la masa de comida ya digerida y ácidos había caído al suelo, y se resbaló con una mancha especialmente grande, cayendo al suelo de lado. Por el lado de la fortuna, no había caído sobre los excrementos que desperdigaba su compañero; pero por parte de la desgracia, su pierna ahora mismo estaba dividida en dos grandes trozos, separados por la rodilla y a una distancia de medio metro cada uno. Bajo su gorro de lana negra, el chico comenzó a lagrimear y a respirar difícilmente cuando vio a la sombra acercarse.

Sin poder aguantar la presión mucho más, se desmayó.

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El muchacho se despertó con mucho calor, a pesar de sus ropas cortas. Estaba apoyado en un envejecido sofá orejero, junto a un horno a través de cuya puerta se veían unas flamantes llamas anaranjadas. Una fina manta de color verde oscuro le tapaba desde las piernas hasta el pecho, asfixiándole bajo esa alta temperatura. Se destapó, y bajando del gran sillón, se dispuso a mirar la estancia, cuando de pronto cayó de bruces al suelo sin poder remediarlo: le faltaba su pierna derecha, desde la rodilla.

Era el interior de un edificio bastante antiguo, derruido en algunas zonas que permitían ver los neones de la placa. Varias vigas atravesaban la estructura, sobre un suelo de grisáceo cemento y paredes de ladrillo. El joven se asustó cuando, de pronto, vio algunas cadenas en cuyos extremos reposaban fragmentos de cuerpos: brazos, algún torso, un par de piernas… Sobre una mesa, varios instrumentos muy raros descansaban, manchados algunos de un líquido oscuro y viscoso.

Una puerta se abrió de golpe, y la oscura figura apareció tras ella. Tenía la cara muy negra, y la apariencia de ésta y de sus manos era similar a la de una piedra. Su pelo también era muy oscuro, y en ese momento no se podría decir que fuera largo, sino más bien alto: tenía una masa capilar que ascendía un buen trecho. Los ojos eran muy redondos y vidriosos, según la expectativa del chico, y bastante grandes, que reflejaban la expresión de terror del asustado niño que se arrastraba por el suelo. Balbuceó unas pocas palabras:

- Nnnnno... No te acerques, fafafafaaantasmaa… No te comas mi alma –estaba visiblemente asustado, y ya sentía como sus ojos comenzaban a acumular gotas. Se mordió un reseco labio, y se preparó para lo peor.

- Eh, chico ¿Estás bien? – dijo la figura con voz hosca y grave, como si se tratase de un retumbo. Se llevó las manos a los ojos, y se quitó unas gafas de protección: donde antes habían estado unos artificiales ojos de monstruo, ahora quedaban dos círculos de piel que no estaban llenos de hollín – Te has dado un buen golpe antes, e incluso se te ha roto la pierna ortopédica que llevabas. Ahora mismo te estaba haciendo un par de apaños, para que puedas largarte cuanto antes.

- Gr..gracias...gracias, señor fantasma.

- Deja de llamarme así, mocoso. La gente puede llegar a ser muy malhablada, y tú vas en camino.

Se alejó hasta una pila de ladrillo bastante grande, y sumergió las manos y la cara. Poco a poco, la arcilla que le había dado un aspecto pedregoso se desprendió, y la ceniza que le cubría dejó a la vista una piel bronceada y envejecida. El pelo por fin se bajo, y dio lugar a una melenilla que alcanzaba la altura del amplio mentón. En su barbilla, una larga y espesa perilla chorreaba, a lo que el respondió agitándose como un perro abandonado en la lluvia. Lo más curioso eran sus ojos, de un profundo y vivo azul celeste, aunque la mirada de cualquiera de perdía en la cicatriz, semejante a una grieta de la tierra árida, que recorría su ojo derecho.

Se quitó las pesadas ropas, y únicamente se quedó con unas botas negras de cuero, un pantalón negro también y un chaleco azul con numerosos bolsillos, dejando a la vista una musculatura algo escasa y un poco cargada de hombros. Se volvió hacia el niño, y le lanzó una serie de miradas seguidas de preguntas:

- ¿Cómo te llamas?

- Me llamo Timmy. Timmy Proudneck – el pequeño se mostraba más relajado, y pronto dio rienda suelta a su curiosidad -¿Y tú?

- ¡Oye, que yo hago las preguntas! Me puedes llamar Ixidor Bryce. ¿Dónde están tus padres?

- Mi papá me abandonó al nacer, porque me consideraba escoria. Mi mamá murió, porque yo estaba enfermo y me dio su “mélula”. Fue hace un par de semanas, y como el médico me dio unas cosas muy raras, “quiminosequé”, aún no me ha crecido el pelo – dijo descubriendo su cabeza calva, volviendo a ponerse de nuevo el gorro rápidamente.

- Ya veo –dijo como si no le importara demasiado- ¿Dónde vives?

- Antes tenía una casa muy, muy grande, arriba en el cielo; pero luego cuando mamá se murió unos señores con corbata y peinado de ir a ver a la familia se la quedaron, y yo me vine abajo. Ahora vivo en un bar donde las señoras bailando desnudas – dijo riéndose por lo bajo, divertido ante la situación – y trabajo allí llevando copas a señores que se tocan en el gusanito.

- ¡Bueno, vale ya! – le dijo apuntando a su cara con su mano izquierda, a la cual le faltaban la mitad de dos dedos. El muchacho miró extrañado y a la vez atraído, y sin contenerse preguntó.

- ¡Te faltan dos dedos! ¿Qué te ha pasado?

- Me los comió una tortuga en Wutai.

- ¿Qué es una tortuga?- Timmy otra vez estaba temblando, pues se imaginaba a las tortugas como enormes lagartos que tenían dos cabezas y que chillaban mucho, mientras que sus garras arrancabas los árboles del suelo.

- ¿Nunca has visto una maldita tortuga? – preguntó con un tono ligeramente enfadado Ixidor.

Acercándose a una mesa, cogió un cacho de arcilla húmeda y comenzó a moldearla. Poco a poco, la silueta del reptil con caparazón fue apareciendo; incluso las líneas de la concha estaban bien hechas. Cuando ya estuvo lista, la acercó al horno, y le enseñó la figurita al menor:

- Mira, esto es una tortuga. Puedes quedártela.

- Vaya, no sabía que las tortugas de barro pudieran comer dedos…

- ¡Eso no me comió los dedos, fue una tortuga de verdad la que lo hizo!

- No sabía que los fantasmas supieran hacer estas cosas tan bonitas… - dijo con un tono indiferente que provocó la ira de Ixidor.

- ¡Qué no soy un fantasma, carajo! ¡Soy un tío normal!

- ¿Y por qué tienes muertos en el techo?

- ¿Eso? ¿Lo dices por lo que vistes fuera?– volvió a la mesa y cogió un brazo. A la luz que desprendía el fuego, el joven pudo ver cómo el brazo estaba hecho de hierro. Era un brazo artificial, de una calidad bastante elevada. Sorprendido, Timmy usó su condición de niño curioso, y retomó el tema de nuevo.

- ¡Cuéntame tu aventura con la tortuga!

- ¿Pero que te piensas, que soy tu niñera o qué? – exclamó Ixidor; pero al ver la cara de enfurruñado que puso el niño, se rindió y comenzó el relato – Estaba en una misión en Wutai, perdido en la selva, cuando… ¡No me interrumpas!- dijo a voces al ver que Timmy daba saltitos sobre la butaca, abriendo ya la boca para preguntar – Estaba perdido en la selva, en unas maniobras de supervivencia cuando llegué a un oasis… A un lago, para que lo entiendas. Llevaba días sin comer, y cuando llegué vi a dos tortugas. Primero iba a comerme a una, pero era dócil e indefensa, y dejé que se marchara. Pero a la segunda me pegó un mordisco enorme en la mano…

- ¿Y qué hiciste? – preguntó excitado Timmy, con los ojos muy abiertos.

- ¡Le pegué en el caparazón hasta que se rompió y se murió! – Timmy hizo un gesto de asco, e Ixidor siguió – Se formó una pasta rosada, mezclando su carne con la sangre de los dos, y me la comí. Estaba muy buena…

- Qué asco… - dijo Timmy sacando la lengua y arrugando la nariz.

- ¿Oye, tú no deberías irte a tu casa… Digo, a tu bar de señoras desnudas?

Ixidor se dirigió a la mesa, y le trajo la pierna ortopédica. Tenía un par de remaches de metal, que servían para sujetar bien la pieza y evitar que quebrara más. Cuando el joven se la hubo puesto, el anciano le acompañó hasta la puerta; aunque Timmy no parecía dispuesto a marcharse:

- ¿Puedo venir otro día a que me cuentes más historias de tortugas?

- ¿Qué te has creído, niño descarado? – volvió a enfurecerse Ixidor, pero al cabo de unos segundos dijo con semblante agotado – Haz lo que quieras, pero no te prometo nada…

- ¡Gracias!

Desde el interior del callejón, Ixidor podía ver cómo Timmy se marchaba feliz, con su tortuga de arcilla en la mano. Aquel chico iba a darle quebraderos de cabeza, estaba seguro.

9 comentarios:

Astaroth dijo...

Falta la segunda parte, que espero poder concluir hoy, o mañana lo más tardar.

Lectora de cómics dijo...

Al chaval del final se le partió un hueso o le cortaron la pierna?

Anda que qué siniestro, aquí no se salva nadie XD Un día os escribo una historia de amor.

Me gusta cómo habla rat-kid XDD

Paul Allen dijo...

Demasiado escatológico y macabro para ser cierto. A ver cómo lo terminas para sorprendernos.
Me gusta el lenguaje de los críos, oye. No faltó el mítico "eres tonto".

¿El niño-rata se llama Micky? ¡Anda que...! xD

Astaroth dijo...

La pierna se le parte en dos, literalmente. Un cacho aquí, y otro en Cuenca xDD

¿Escatológico y macabro? Sí, el niño se caga del miedo, pero macabro... Esperad a la resolución xDD

Enseguida os cuelgo el final.

PD: Sí, lo de Micky es intencional; y porque Mickey ya daría mucho el cante xDD

Astaroth dijo...

Ces´t fini!

Espero que os guste, aunque quizás le falten un par de detalles que corregiré mañana. Estoy agotado. Entre las previsiones tengo mejorar a Ixidor y Timmy (típico nombre de niño, qué le vamos a hacer xDD) y mejorar algunas partes que me quedaron flojas de la segunda mitad.

Críticas, bienvenidas sean.

Ukio sensei dijo...

Y en verdad os digo, hermanos, que me gusta el personaje de Ixidor. Buen nombre, buena imagen y un pasado interesante. Espero que esto no se quede en un one shot (que por cierto, hace mucho que no vemos uno. A ver si Sinh lo hace, aunque yo en su lugar no lo haría. Hay que seguir con Jaune, Hana y Taro).

Paul Allen dijo...

Joder qué gente más chunga. Unos cagándose a la carrera, otros con piernas ortopédicas y el último un artista veterano de Wutai.
Me gusta Ixidor, aunque creo que debería ser un poco más hosco con el crío. A ver si lo usas para que despotrique más sobre la guerra.

Revísalo para corregir un par de fallos.

Lectora de cómics dijo...

Por qué todos los niños enfermizos se llaman Timmy?? XDDDDDDDD
Pues al final ha soprendido, aunque creo que abusas un poco de según que expresiones finolis que no terminan de casar y del ambiente sanguino-grotesco. Pero vaya, el relato está bien, Ixidor parece majo pese a todo xD
"Les sirvo copas mientras se tocan el gusanito" XDDDD me meo

Astaroth dijo...

Jajaja, no sabía que Ixidor gustaría tanto. Espero alejarlo del Ixidor originario, y corregir un poco los fallos, a ver si los veo un poco por encima (aunque agradecería que alguien señalase alguno si lo ve xD).

Expresiones finolis xDD Sí, igual un poco, volveré a revisar.

Espero iniciar así una nueva linea argumental, que deseo os guste.