sábado, 12 de abril de 2008

112.

La luz del foco se encendió, cegándole por completo. Estaba sentado en una silla, sujeto con grilletes y rodeado de una extraña oscuridad, donde lo único que se veía era el reflejo de la luz sobre un espejo. Se encontraba luchando por adaptar las pupilas de su maltrecho cuerpo a la gran luminosidad, a través de la cual a duras penas podía distinguir las paredes donde debía estar la puerta. Una distorsionada voz resonó en la sala, desde todas las direcciones a la vez, como si la misma estuviera llena de altavoces, o incluso ésta misma fuera uno gigantesco.

- Nombre- el eco de la voz la hacía parecer muy artificial, igual que si estuviera producida por una máquina.

- ¿Dónde estoy? ¿Quién es usted, y por qué estoy aquí?- parecía tener la garganta raspada y bastante seca, muy débil – Si es por aquello que dijo de la piedra gigante, era sólo una expresión, sólo…

- Limítese a responder a las preguntas. Si tiene que dirigirse a mí, puede llamarme “Agente”. Ahora responda, ¿Cuál es su nombre?

- John Blakerdan – su voz se notaba nerviosa, como si necesitara algo desesperadamente – Oye, necesito un trago, un chispacillo… ¿No podrías traerme un vasito de anisete… O una botella? También me valdría un…

- Edad

- ¿Cómo que edad? ¡Moríos todos, hijos de puta! ¡Argh! – acabó su queja con una mezcla extraña de grito y gruñido lleno de ira, lanzando saliva y restos de su escasa comida de calabozo, en lugar de los habituales residuos etílicos - ¡Soy el mejor, un puto dios! ¡Argh!

A su espalda, un hombre cubierto de negro y con una máscara de cristal ahumado se acercó con un extraño instrumento que aplicó una leve descarga sobre el individuo. Sujeto de pies y manos, el preso sintió el mordisco eléctrico sobre la espalda, justo antes de ser golpeado en el brazo por la porra de un segundo enmascarado, idéntico al anterior. John quedó paralizado, sin poder emitir ni un mísero grito de dolor. Durante ese tiempo, pudo fijarse más en la sala, con los ojos más acostumbrados al intenso foco y entornados por la descarga eléctrica: estaba en una sala cuadrada de blancos azulejos bastante manchados, adquiriendo un tono marrón. De las goteras del ennegrecido y alto techo caía silenciosa el agua, mientras que por las humedecidas tuberías las ratas se movían incansablemente correteando con sus patitas y arrastrando el óxido y la corrosión del metal con su cola. Aunque antes sólo había visto un espejo, realmente estaba rodeado de ellos, reflejando con sucia luz la habitación con formas macabras.

Cuando remitió el efecto paralizante de la descarga, comenzaron unos inaudibles jadeos de cansancio y fatiga, entre los que se intercalaban unas pocas palabras:

- Aff... Vient… Arfff…Veintidós…

- ¿Qué vio la noche del 15 de Junio?

Entre sofocos, comenzó a relatar los acontecimientos del día de su detención: cómo salió de aquel bar, el oscuro callejón con su oscura figura… Una vez hubo acabado, no pudo contener más la presión, y sintió como el estómago se le bajaba hasta el ano. La peste de la sala ya era insoportable, y cada vez entendía más porque llevaban máscara aquellos guardias. Su propio hedor, que se resbalaba por sus pantalones, se unió al dolor aún punzante de la electricidad, y sin poder evitarlo se desmayó. De las comisuras de sus labios comenzó a brotar un líquido amarillo que cayó sobre su regazo.

Al tiempo que la luz se apagaba, los dos hombres de negro salieron de la sala con paso firme utilizando una puerta estrecha situada en una esquina.
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- Vaya, parece que realmente ha sobrevivido frente a Tombside… ¿Un paleto con suerte, o quizás alguien que ha sido mejor que la bestia?

- No podemos decir que el tipo tenga muchas luces, McColder. Podemos usarle para capturar a nuestro pequeño asesino, a la vista del patrón que está llevando. Usaremos agentes de Turk y SOLDADO, y dispondremos de los dos testigos para tenderle una trampa.

- A propósito, el hijo de Hawkrad no tenía ni idea de nada. Simplemente tuvo una bronca con su padre, y se largó de casa. Es posible que Tombside aprovechara entonces para asesinarle. Cada vez Tombside ha ido ascendiendo más en su espiral de muerte… ¿Quizás piense llegar hasta el mismísimo Rufus?

- Es pronto para aventurarse, ahora lo único que podemos hacer es capturarle. Ya le interrogaremos en su momento.

- Desde luego, “Agente” – dijo McColder con una sonrisa pícara en la boca – Pronto tendremos a “Blooder”

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“Acabo de despertar. Son las 4 de la mañana, pero ya siento que el hambre me invade. Necesito saciar mi hambre, acabar con ella. Necesito hacer sangrar a alguien.

Me duele la cabeza. Imagino que será por culpa de esas malditas pastillas que me drogan mientras estoy durmiendo, escondido en mi cárcel viviente. No importa, es cuestión de tiempo el que mi plan se continúe completando según el esquema establecido, y continúe con mi espiral. Algunas gentes parecieron acudir a mi llamado. Hoy todos acudirán a mi juego: hoy todos nos convertiremos en “amiguitos” que jugaremos juntos. Jajajajajajaja.
Hoy el sector seis parece estar bastante despejado, es como si todo el mundo supiera que la sombra de la guadaña se encuentra sobre sus cabezas y cualquiera puede ser el siguiente. Que poco saben los necios, nadie ha conseguido aún ver como he ido colocando los objetos para que alguien gane el juego antes de que se acabe el tiempo.

Mandíbulas desencajadas, dedos amputados, las vísceras alimentando a los perros… La sangre me hierve cuando veo el macabro espectáculo que preparo. Midgar es un lugar horrible, donde no se puede estar nunca seguro; pero desde luego hoy el sector 6 es el eje de la espiral de muerte.
Todas las casas están cerradas, todas las farolas a oscuras. Incluso parece que los eternos neones han desaparecido, sintiendo la presencia de la Parca que corta los hilos del destino. Las luces de los clubes y los bares aún siguen encendidas, como si todo el mundo estuviera celebrando algo: espero que no estén celebrando su seguridad.

Me llama especialmente la atención un bonito club con un cartel muy sugerente, además de las fotografías que luce alrededor. Las putas y bailarinas desde luego son una presa fácil, pero es aquí donde viene ese transexual tan conocido en este día de la semana. Daphne, creo que se llamaba. Es conocida en toda la ciudad, y sin duda debe ser alguien muy importante para ricachones que buscan el placer en una verga descomunal. Que gracioso será cortársela para luego atascar su garganta con ella y asfixiarla lentamente.

El club está vacío, y solamente hay dos personas sentadas en una mesa, según parece esperando el siguiente número. Uno es un chaval de pelo largo: se parece mucho a aquel chaval cuyo padre maté la última vez, gracias a su inconsciente forma de dejarme las puertas abiertas. Estoy seguro de que me estará agradecido, podían oírse sus gritos resonando en toda la placa.

El otro también me resulta conocido. No sé aún de qué, pero sin duda me acercaré un poco más: es probable que tenga que matarles cuando llegue mi víctima; podrían reconocerme si no.

El corazón me late muy deprisa. Estoy nervioso, sudo a chorros, y no puedo dejar de temblar. El tipo al que no identificaba es el hijo de la gran puta que se escapó en el callejón, que logró verme. No sé si logrará reconocerme, parece estar borracho o drogado. Escoria… Debería cortarle la garganta lo más rápido que pueda, pero parece que ni siquiera sabe quién soy. Quizás no me vio. Sus ojos parecen vagar de un lado a otro, como si esperase algo, o buscase a alguien.

Sus ojos acaban de abrirse muy rápidamente.

Me ha reconocido. Acaba de levantarse y gritar “¡Es él!”, haciendo que de pronto hayan salido desde detrás de la barra dos agentes con chalecos de kevlar y armas de asalto. Parece que se han decidido a jugar, pero quieren ser ellos quienes pongan las reglas. Por su forma, parecen ser turcos.

Estiro el brazo, y a mis manos cae mi preciado juguete. Sin tiempo para preparativos, se lo introduzco entre los pulmones a mi querido amigo borracho, sintiendo como se introduce lentamente entre sus pulmones. El metal del puño de acero que va unido a la hoja me presiona los dedos, desplazando la piel y la carne por encima del hueso mientras el metal atraviesa lentamente los órganos del hombre. Me estaba alimentando, pero seguía con hambre.

Uno de los turcos dispara. La bala me pasa muy cerca, aunque por suerte no me ha conseguido alcanzar. Solo tengo tres formas de salir de ahí, y una se estaba llenando de más hombres y mujeres armados. La otra salida era la parte trasera, que daba a un pequeño callejón. La tercera salida era nuevamente la principal, pero dentro de la bolsa del forense. Sin duda, la mejor opción era atravesar a aquellos hombres y hacerles sufrir, sentir su carmesí líquido borbotear en el suelo; pero no puedo hacerlo mientras llevan sus chalecos puestos. Encarándome de nuevo con los dos primeros turcos, conjuro al primero de mis poderes, y envío un chorro de fuego contra ellos y contra las botellas de licor que tienen a sus espaldas. Nuevamente, mi hambre disminuye, pero no cesa.

Habiéndome librado de aquellos que me habían visto, comienzo la carrera. El local cada vez está más lleno de miembros de SOLDADO y de Turk: era una trampa bastante bien montada. El local presenta todavía los restos de las juergas y festividades que se brindaban los clientes con aquellos cachos de carne que vendían su cuerpo a aquel que tuviera dinero y algo que meter entre las piernas. También hay botellas vacías, y un par de fotos de celebridades con las prostitutas del lugar. La salida por donde arrojaban a los borrachos tras sus escándalos nocturnos está justo enfrente de mí tan cerca y tan lejos al mismo tiempo. Sólo tengo que recorrer los dos metros que quedan, y sería libre. Pero la puerta está cerrada.

Llamo a mi segundo poder, y con un brillo amarillento en mi puño derribo la destartalada puerta. He hecho mucho ruido, pero por suerte el callejón estaba desierto, salvando los cubos de basura que se amontonaban contra el muro y el silencioso gato que caminaba encima de la pared. La luz de los faros de un gran coche negro me ciegan: han descubierto mi posición. Los helicópteros también me siguen, levantando mi abrigo e impidiendo que tuviera una correcta visión.

Estoy en el foso. A mi espalda, los gladiadores. Al frente, los leones. En el palco, el emperador da la orden de muerte. Mi única salida es asaltar al público del coliseo.

Usando las bolsas negras llenas de vidrios y condones usados, acabo de trepar el muro, y colarme dentro de un edificio. Al parecer el edificio tiene gente dentro; de lo contrario ya habría saltado por los aires. Tengo preparado mi arma, el puñal con puño de acero unido. Cualquier persona que entre, servirá para saciarme. Oigo la puerta del antiguo edificio: sigo sin saber cómo el Presidente no ha derribado esto para construir otro puesto de reclutamiento u oficina de recaudación. El moho se acumula por las paredes, y desde luego se parece bastante a una de esas casas de Corel que aparecen en los anuncios televisivos cuando quieren dar pena. Todos son escoria. Todos sucumbirán.

La puerta que tengo a mi lado se ha abierto. Acaban de entrar tres personas armadas. De nuevo, llamo al poder del Golpe mortal, y lanzo una estocada contra la cabeza del primero. Es un miembro de SOLDADO, apareció hace poco en un comunicado oficial. A pesar de su armadura militar, nada puede hacer por parar el golpe, y le incrusto el filo dentro del casco, rompiendo el cristal. Pedazos trasparentes salen volando, mientras que los restos que aun quedaban en su oscuro yelmo me rozan la mano derecha y me hacen sangrar. Maldición, nunca había visto mi sangre, nadie me había herido nunca. Así que esto es lo que se siente cuando te hieren.

Es sumamente excitante.

El segundo tampoco tiene mejor suerte. El golpe entra por sus costillas, levantándola del suelo debido a la fuerza del impacto. Golpe mortal es fantástico. La rubia melena de esta mujer me golpea, y huelo su bello perfume. Hubiera sido un buen postre, pero desgraciadamente no tengo tiempo para ella. Quizás, si no es incinerada, algún día pueda sacar su cadáver del sepulcro y darle un final digno. Al menos, que ella me haga disfrutar a mí.

Parece que tiene bastante resistencia, aunque el golpe contra el suelo la ha hecho perder mucha sangre. Me da pena, no quiero que alguien con quien me lo hubiera podido pasar bien sufra. Me recuerda a aquella chica, la primera de las que violé. También tenía una delantera generosa, y una cara de ser capaz de comerlas de cuatro en cuatro. No va a sobrevivir, seguro. Pero al menos, verá como muere el último.

Siento dolor en el pecho.

La bala me ha atravesado, y la sangre sale a chorros. El tercero de ellos es un agente de pelo revuelto, irregular y caótico. La sangre se confunde con mi gabardina, y parece que él no se ha dado cuenta. Vuelve a dispararme, esta vez atravesando mi hombro derecho. O tiene muy mala puntería, o realmente me tiene miedo. Si yo hubiera sido él, hubiera jugado antes de matarme. Quizás esté jugando conmigo, pero su rostro no dice eso. Pero es quien más ha conseguido herirme. Merece una vida de sufrimiento en lugar de liberarse de la muerte.

- Una pena. Me hubiera gustado jugar con todos vosotros, en especial contigo, nena. – ni siquiera sé por qué digo esto.

Acabo de convocar al poder de Fuego.
Un último disparo acaba de resonar.”

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Lenguas de fuego salían de las ventanas. Era imposible que nadie hubiera sobrevivido en ese lugar. Justo antes de tener lugar la tremenda explosión, un disparo producido por un fusil había reverberado en la estructura, para después enmudecer bajo el estruendo de los cristales.

McColder estaba nervioso. Tenía a un gran despliegue de Turk y SOLDADO peinando el terreno, y un destacamento de los mejores hombres del teniente Jacobi habían entrado a buscar los restos del asesino. El incendio prácticamente había sido sofocado, y de la puerta salió un gran hombre con la cara llena de cicatrices. Junto a McColder, Jacobi se adelantó:

- Informe, Kurtz.

- Aquello es un jodido infierno: hace tanto calor que casi se me derriten las cicatrices. Dentro había tres cuerpos: uno de ellos es de SOLDADO, con el cráneo destrozado y fragmentos de cristal clavados, muerto en el acto. Los otros dos son nuestros: uno está a punto de morir, sin posible salvación, y el otro con heridas graves, pero se recuperará. Los servicios sanitarios acaban de llevársele, quizás pueda decirnos algo. Miembros de ambas divisiones están buscándole: al parecer había una trampilla que comunicaba con las alcantarillas, aunque por el rastro debe estar a punto de perder el conocimiento por la perdida de sangre – su voz estaba cargada de ira, y parecía estar a punto de sacar su famosa arma blanca para desahogarse contra aquel títere mediático de Turk; tenúa los ojos llorosos y cubiertos de hollín por el humo que aún expulsaba la ennegrecida estructura.

- Esperaremos a las nuevas noticias. Puede retirarse.

McColder estaba nervioso. Había tenido mucha suerte de haber conseguido cooperación por parte de las altas esferas de defensa en Shin-Ra, y un único desliz podía devolverle al sucio despacho antes de que llegara a prejubilarse. Si por lo menos hubiera llegado a ingresar entre las filas de los turcos en su juventud…

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Tres turcos avanzaban con los pies empapados y con la suciedad arrastrada por las aguas pegada a las botas. Estaban siguiendo un rastro de sangre que se acumulaba en la pared y formaba un camino rojizo. Les acompañaba un destacamento de soldados de tercera, avanzando silenciosamente. El camino les había llevado durante unos cien metros atravesando aquel cenagal, y cada vez el rastro era menos nítido. En un momento determinado, el rastro se torció en una esquina, llevando a un callejón sin salida. Junto a una rejilla, un hombre envuelto en un largo abrigo rojo se encontraba tendido en el suelo, junto a dos ratas muertas que estaban siendo devoradas por sus compatriotas en un charco verdoso. Con precaución, Svetlana se acercó al bulto rojo, apuntando con su KL57 a la figura tendida. Aquel hombre permanecía inmóvil, y por fin Svetlana estuvo lo suficientemente cerca como para poder verle.

Una malsonante palabra representó su sorpresa y su ira, y asustó al gurami que se encontraba a 150 metros de distancia.

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La máquina emitía un sonido constante, los pitidos marcaban el pulso cardíaco. Ya no notaba dolor, seguramente debido al calmante que tenía inyectado en el brazo. A su alrededor, dos sanitarios que viajaban con el en la ambulancia parecían ocupados.
Tenía la coleta ensangrentada, al igual que el chaleco; por suerte ya no tenía aquel asfixiante casco.

Bajo sus dedos, hizo presión sobre el mango del arma blanca con puño de acero.

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- Señor, acaban de llegarnos noticias. Han encontrado al objetivo, pero resultó ser un engaño: era el tercero de los que entraron, con la lengua cortada y con un ojo menos. Estaba envuelto en un abrigo rojo, y parecía haber sido arrastrado por el túnel. También han encontrado la ambulancia que salió de aquí: estaban todos muertos, y del paciente no se sabe nada. Según parece… Tombside nos engañó, y nosotros le hemos sacado de aquí – dijo el joven miembro de Turk, con voz temblorosa, temiendo la reacción de su jefe.

Sin embargo, la reacción esperada fue más sorprendente. Jacobi se giró, y le lanzó un fuerte puñetazo al detective en plena cara.

- ¡Hijo de puta! Por tu culpa, he perdido a dos de mis hombres, todos están más desmotivados, y no se ha solucionado nada. Ni testigos, ni nada para identificarle – el alto cargo escupió encima del empapado abrigo del anciano, y le lanzó una fuerte patada en el abdomen – Nunca debimos hacerte caso. Desde ahora, quedas relevado de la misión. No me extraña que nunca entraras en Turk, siendo un jodido mariconazo cubierto de heridas.

McColder estaba consternado y dolorido. Le dolía mucho el cuerpo, debido a aquella patada que Jacobi le había dado en sus resentidas cicatrices. Casi no podía levantarse. A su lado, una sombra gigantesca pasó corriendo, pero no pudo identificar quién era.

Tombside le había engañado. Jacobi le había recordado su horrible pasado. Ahora era algo personal.

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En una ventana de Shin-Ra, una figura que se ocultaba tras unas gafas lanzó una sonrisa:

- Eso es, mi pequeño. Continúa alimentándote.

4 comentarios:

Lectora de cómics dijo...

Bue, me toca ser prime.
Para ser sincera el relato estaría bien si tuviera más... chicha, no más contenido pero sí una manera más efectivista de contarlo, le falta algo, la chispilla.

Ukio sensei dijo...

No me gusta que parezca que Kurtz está al borde de las lágrimas, destruye su aura de violencia contenida a duras penas, así como algunos otros detalles.
Por ejemplo que ataquen a la rubia despues de atacar al soldado. Eso le quita peso a su ataque.

No está mal, y hecho por otros, sería bueno, pero creo que lo puedes hacer mejor.

Astaroth dijo...

Joder, tengo cagadas monumentales en este relato. Le escribí casi fuera de plazo, y tenía 3 exámenes... ¡Pero es que he dejado muchas frases a la mitad!

Voy a darle un duro repaso, así que pediría que no se añadiera de momento (momento bastante largo) hasta que no lo corrija del todo.

Paul Allen dijo...

Yo creo que el tono de psicópata se quedó a medias. Además de que no me he enterado de casi nada al final. Lo puedes hacer mejor.

Pero güeno, estamos todos con los huevos apretados entre las cuerdas de los exámenes; así que se hace lo que se puede.