miércoles, 2 de enero de 2008

102. EVENTO ESPECIAL

Una ovación se hizo presa del Highlander Caver, Garth y Aiden alzaron sus jarras y las chocaron en al aire, el golpe seco que se produjo fue el escopetazo de salida para las afiladas guitarras que pronto silenciaron cualquier otro sonido y establecieron su dominio seguidas de la salvaje batería, pronto la voz profunda del cantante tomó el control de la nueva jerarquía auditiva.
Interrumpido varias veces por borrachos que lo confundían con antiguas leyendas del rock, Paris se abrió paso hasta que una mano le asió el brazo con fuerza.
- ¡Hey, princesa! – exclamó Rolf desde su mesa con una sonrisa cínica curvando sus labios- Pensé que no ibas a venir. Siéntate un rato.
- No creas que estoy aquí por gusto – soltó el joven con la expresión resignada mientras apoyaba el brazo en la silla que su socio le ofrecía. Saludó con un gesto a Daphne y Kowalsky, él alzó su copa con aire ausente y ella le dedicó una preciosa sonrisa, a veces le costaba recordar que la imponente rubia había nacido como Steffan.
El enorme tipo barbudo al otro lado de la mesa extendió el brazo hacia el recién llegado con cordialidad.
- Soy Henton – dijo el uno.
- Paris – respondió el otro mientras su mano era sacudida con vigor.
- Si no has venido para pasar un buen rato, ¿qué haces aquí? – inquirió el tirador, con una mirada indescifrable, entre el recelo y la comicidad.
- Pensé que encontraría a Scar, le van este tipo de cosas y todos sus colegas están aquí.
- ¿Entonces no te ha respondido las llamadas?
- No. Desde la última… “fiesta” no he podido localizarle. Y aún no he tenido tiempo para acercarme al Sector 2.
- Antes ví a su chica – soltó Kowalsky como quien no quiere la cosa, observando con interés las pequeñas burbujas de su bebida en su ascenso para convertirse en espuma- Iba sola.
Paris torció el gesto, Rolf echó un largo trago a su cóctel y Daphne comprobó que sus zapatos aún seguían en sus pies. El joven decidió revisar su PHS por si acaso se había obrado el milagro pero en la pantalla únicamente se reflejaba la hora. No tenía muy claro qué coño estaba pasando pero sí sabía que fuera lo que fuera no podía ser bueno.
- Tengo que ir a trabajar – anunció finalmente con fastidio- Ya nos veremos.
- Llámame cuando sepas algo –Rolf le lanzó una mirada significativa, el asesino no estaba seguro si le preocupaba más lo que pasaba con Kurtz o el quedarse sin un entretenimiento.


Paris salió a la fría noche de los suburbios dejando el barullo del concierto atrás, sacó nuevamente su PHS y pulsó el botón de rellamada, los tonos se repitieron una y otra vez durante un buen rato pero nadie contestaba, una leve crispación recorrió la mano del joven mientras anulaba la llamada y guardaba el aparato en el bolsillo interior de su cazadora.
- Estoy empezando a cabrearme.
Y no era mentira, desde hacía cosa de una semana su ánimo general se había oscurecido: había comenzado a sufrir migrañas y sus oídos eran azorados por un incesante y lastimero quejido. Para colmo hoy se había levantado con el cuerpo en completa tensión, cada ínfima célula vibraba con fuerza como si quisiera explotar y cada músculo se contraía esperando el momento de entrar en acción. Había conseguido mitigar ligeramente esa sensación tras haber hecho deporte por la mañana pero ahora la notaba con más fuerza. Los calmantes conseguían mantenerle en su sitio aunque no hacían lo suficiente.

Antes de medianoche ya había alcanzado el Sector 6, su turno empezaba a las doce así que tendría tiempo para darse una ducha y cenar algo. El piso estaba en un completo y sepulcral silencio, las luces de neón del exterior se colaban por la ventana del salón reflejados en la mesita metálica sobre la que reposaba el ordenador portátil y arrojando haces verdes y rosados que bañaban la estancia. Nada en las paredes salvo estanterías repletas de archivadores, libros y CDs ordenados alfabéticamente. La única nota decorativa la daba un jarrón de cristal modelado sinuosamente que contenía una frágil rosa blanca, a su lado un peluche azul de ojos saltones. Dejó un cazo con pasta en el fogón, se descalzó y llevó las botas en la mano. Al pasar cerca de la rosa alzó la mano y la acarició con un dedo aunque no se detuvo, dejó el calzado a los pies de la cama y se desvistió tirando toda la ropa a una cesta a excepción de la cazadora que acabó colgada de un perchero tras la puerta. La manía le llevaba a asearse prácticamente siempre que venía o se iba a la calle así que su próximo destino fue la ducha; dejó que el agua templada, tirando a fría, le relajase, apoyó la frente en los azulejos y se quedó allí un rato sintiendo sus miembros más livianos.

“¿Puedes oírlo? Es como un gemido. Aeris dice que es el planeta”

- ¿Katthy?
Su voz se perdió en el sonido de la cascada de agua. La había oído claramente, como si estuviera allí a su lado. A veces el recuerdo de la voz de su hermana le asaltaba pero nunca había sido tan nítido, tan real. Cerró el grifo, había algún motivo para recordar precisamente esa frase. No tardó mucho en darse cuenta de lo que todo aquello significaba, era tan sencillo como mirar atrás.
- Tú siempre lo habías oído, Katthy – se sonrió con tristeza, alegre de poder compartir algo con su hermana aunque ella ya no estuviera a su lado.
El sonido del agua derramándose sobre el fogón lo sacó de su embelesamiento y le hizo apresurarse. Se secó con vigor y vistió con ropa limpia, hoy tocaba camisa, el jefe quería que sus camareros tuvieran un aspecto medio decente esa noche, se murmuraba que Don Genco volvería a la “Cuadra Ganadora” esta noche y había que dar buena imagen. Se ató el cabello con un coletero oscuro y se quitó los aros plateados de sendas orejas para dejarlos en una pequeña cajita lacada sobre la cómoda de su cuarto, Reynold, el dueño, no aprobaba la idea de que un hombre llevase pendientes aunque esto fuese algo bastante común.

Los tortellinni a penas le duraron un suspiro, tardaba menos en comer que en desenvainar su daga. Fregó todos los cacharros y pasó la gamuza varias veces sobre la encimera, luego lavó la propia bayeta y la dejó sobre el escurridor. Se lavó las manos un par de veces y acudió al cuarto de baño para lavarse los dientes.
El cuchillo asegurado en su pantorrilla y camuflado bajo la tela vaquera del pantalón y las botas de estilo militar, los auriculares de su reproductor en mp3 taponándole los oídos, las llaves en su mano derecha y los calmantes en la izquierda. Listo.

Bajó al trote la escalera del edificio saludando a la vecina del primero que lo miró con una mezcla de miedo y confusión, “ni que fuera la primera vez que me ve” pensó para sí. Una corriente cálida le saludó al alcanzar la calle, en Mercado Muro siempre hacía calor debido a la cantidad de luces y puestos de comida al aire libre que había. Hoy estaba especialmente transitado, vio un par de abejitas corriendo calle abajo apresuradas por llegar a su colmena, algunos hombres trajeados haciéndose pasar por grandes empresarios de la placa superior para timar a los incautos e indigentes apurando la última gota de alcohol de sus cartones de vino; la música se extendía por las vías entrelazándose las melodías folklóricas con otras más modernas. El callejón que escondía a la “Cuadra Ganadora” era fácilmente identificable por el chocobo de neón que corría con un jinete sobre sus hombros.
El local, como no, estaba abarrotado, la ola de calor y el olor a alcohol y dinero sucio fue la primera en recibir a Paris quien se escabulló entre las sombras hasta saltar tras la barra. Su compañera, Holy, ya estaba allí; había empezado su turno hacía un par de horas, su fino vestido de falsificación de seda dejaba a la vista sus pechos realzados, seguramente, con algún relleno, llevaba el pelo negro recogido en una coleta alta, con el flequillo teñido de rosa.
- ¿Qué tal? – preguntó ella enérgicamente sin siquiera mirarle mientras preparaba dos copas del cóctel más famoso del local, el “Mako Stream”.
- Como siempre – respondió él sin mucho ánimo.
Se dirigió al cuarto para el servicio y dejó su cazadora en un improvisado perchero, cuando regresó se topó de frente con Holy.
- ¿Qué llevas en los ojos? – ella le observaba sorprendida, esbozando una sonrisa.
- ¿Qué?
- Te quedan genial pero no sabía que te iban las lentillas – la camarera se acercó un poco más para observar bien las misteriosas pupilas de su compañero – Mi novio tiene unas parecidas pero son amarillas. Un día podría pedírselas e ir a dúo. ¡Pero que no te pille el jefe!
- ¿Eh?
Fue reclamado enseguida por un cliente así que no puedo preguntarle a Holy de qué coño hablaba. Durante un buen rato recibió miradas reprobatorias, temerosas o incluso seductoras dependiendo del cliente. Cuando vio la oportunidad Paris dejó la barra y fue al baño, suponía que como mucho le habrían reventado algunos capilares debido a la tensión que llevaba sufriendo todo el día pero no podía estar más equivocado: sus pupilas se estaban alargando tomando la forma de dos rendijas.
- Mierda… - eso no era bueno, nada bueno. Hacía mucho tiempo que no le pasaba y creía tenerlo bajo control.
Sacó el botecito con los calmantes y se metió una ración doble, estaba al borde de un ataque y ni siquiera se había dado cuenta. Apoyó los brazos en lavabo con la cabeza caída, esperando algún resultado positivo… y esperó lo que le pareció una eternidad con los ojos cerrados y los labios fruncidos, podía sentir los latidos de su propio corazón retumbándole en los oídos, una gota de sudor le resbaló por la mejilla y rodó sobre la cicatriz hasta desprenderse y caer al suelo. Temía alzar la vista y que su reflejo le devolviese otra vez esa mirada afilada y antinatural, odiaba esa parte de sí mismo que no podía controlar, odiaba profundamente su propia debilidad y depender de calmantes para poder controlarse, odiaba… odiaba… dejó la mente en blanco, aspiró hondo y contuvo la respiración.

Una ola de silencio asoló el local, quizá era sólo cosa de su aislamiento mental en ese momento pero eso no explicaría por qué sólo el murmullo producido por el televisor vencía al mutismo reinante. Paris, aún con el corazón latiendo en sus oídos, salió del aseo y encontró todas las miradas dirigidas a la enorme pantalla donde se proyectaba la filmación de un enorme astro rojo sobre el cielo de Midgar.

<<… aún no han confirmado nada. La población está a la expectativa de un comunicado de Shin-Ra. Los expertos han estimado que se trata de un objeto de grandes dimensiones debido a su tamaño, aún no han desvelado nada acerca de su trayectoria por lo que les informaremos a medida que se sepa más.
Ya se han registrado los primeros ataques de histeria en zonas de…>>

Dejó de oír el noticiario, a los latidos de su corazón se unió nuevamente el quejicoso lamento.


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La división de SOLDADO al completo había recibido un aviso de carácter urgente. Los de más alto rango habían sido informado primero: Sephiroth había invocado a Meteorito. No faltaron aquellos que se sorprendieron al comprobar que, efectivamente, el legendario héroe de SOLDADO seguía vivo y que tal como se había rumoreado se había vuelto en contra de Shin-Ra. Tenían orden de pasar las instrucciones a las divisiones inferiores pero no debían entrar en detalles en cuanto a explicaciones. Lo primero era salvaguardar el orden en Midgar, ya se habían comunicado brotes espontáneos de histeria y violencia y no querían que sucesos parecidos volvieran a repetirse. También se pretendía dar una imagen de normalidad para tranquilizar a la población por lo que las escuelas militares seguirían funcionando aunque con cambios en su plantilla.
Alma Farish volvía a ser SOLDADO en activo, sus días de entrenar cadetes habían terminado.

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