Las cuatro de la madrugada
era una hora más que razonable para que Jack dejase la verja a media altura y
colocase el palo de la fregona frente a la puerta cual paladín protector; y más
aún cuando su licencia sólo le permitía abrir hasta la una.
Frente al cuadro de
interruptores que reposaba junto a la máquina registradora, el dueño del
Blackson’s fue pasando los dedos con calma mientras iba barriendo el local con
la mirada. La luz de los baños, apagada. Las lámparas de la zona de las mesas,
apagadas. Los focos que colgaban en la calle resaltando la fachada del bar,
apagados. Tan sólo quedaban las bombillas que iluminaban la barra, reluciente y
aún con restos de agua y jabón.
Ya sólo le quedaba el momento
más doloroso de los seis últimos meses, noche tras noche: abrir la caja
registradora y contar las ganancias del día. Sabía de sobra lo que se iba a
encontrar al apretar el botón de la máquina, pero anticiparse a las bajas
cifras no hacía que la decepción disminuyese.
Ya no sabía si achacar semejante declive al
estado de excepción, si es que su bar había perdido el renombre que tanto le costó
alcanzar hace ya unos años, o si simplemente se hacía mayor y ya no aguantaba
tanta tontería. Ahora el único cliente asiduo que le hacía disfrutar de su
trabajo era aquél esperpéntico Arguish y no tenía intención de dejar de
aparentar que ese hombre disfrazado le traía más problemas que alegrías. En su
cabeza tenía el momento más reciente, cuando le dejó la marca de los dedos a
aquél joven que tuvo la desfachatez de mancillar un licor de primera con un
refresco… No puedo evitar formar una sonrisa al acordarse de la anécdota.
Avanzó dos pasos y retrocedió después otros tres, cuando su lado más escrupuloso le
obligó a coger la bayeta una última vez y raspar la huella que un vaso había
dejado en la barra, frente al grifo de cerveza; después de observar detenidamente
el reflejo impoluto que proyectaba la luz sobre la madera barnizada, se dio por
satisfecho y volvió a dejar la bayeta en su sitio. Entonces recordó que no
quedaban suficientes batidos de chocolate en la cámara y tendría que…
-Venga Jack, déjate de tonterías- se dijo en
voz alta, refugiado en la intimidad del silencio.
Llegó a la caja y dejó
escapar el temido suspiro de profunda decepción.
Cincuenta guiles. Cincuenta míseros guiles fruto de casi doce horas de trabajo, tan tediosas y desesperantes que no valía la pena el esfuerzo, teniendo en cuenta que sólo habían entrado diez personas aquél día en el local… Una pequeña gota de sudor afloró en su cada vez más amplia frente y resbaló hasta alcanzar su ceja derecha.
Cincuenta guiles. Cincuenta míseros guiles fruto de casi doce horas de trabajo, tan tediosas y desesperantes que no valía la pena el esfuerzo, teniendo en cuenta que sólo habían entrado diez personas aquél día en el local… Una pequeña gota de sudor afloró en su cada vez más amplia frente y resbaló hasta alcanzar su ceja derecha.
-Joder, si sólo con pagar al distribuidor
este mes ya me he dejado seiscientos…
Por no hablar de los gastos
de luz y agua, para después con lo que restase, intentar sacar para comida… Dos
o tres meses así y el Blackson’s no tendría más remedio que cerrar sus puertas.
Jack podía sentir que se le
escapaban las fuerzas para seguir adelante, para intentar sacar a flote un bar
que iba a la deriva, cada vez más alejado de la costa. No consideraba la opción de quedarse en la calle, llevaba 30 años tras la barra, no sabía hacer otra cosa que no fuese
servir copas; y además a sus cincuenta años…
Cogió aire, se enfadó consigo
mismo y con el mundo, cerró la caja registradora de un empujón y se acercó a su
estantería más preciada. Ahí, junto a una ginebra de una abadía oculta en las
montañas de Modeoheim, y un licor con extracto del veneno de la cuchilla de un
tomberi, reposaba aquella botella que, dadas las circunstancias y a estas
alturas, tenía más valor que el propio bar en sí. Sacó un vaso del
lavavajillas, agarró la botella por el cuello e iluminó tan sólo una de las
mesas para poder sentarse tranquilamente en ella; Silla balanceándose, los pies
puestos en la mesa y el primer trago de licor de un solo trago.
Aunque fuese una solución pasajera, ya podía notar cómo los problemas se esfumaban, se diluían en una suave, débil y gentil vorágine de placentero descanso. El cosquilleo del mako hecho alcohol empezaba en la garganta y se dispersaba por todo el cuerpo como si de un fractal se tratase; curvas sinuosas, ramificaciones microscópicas dispersándose por todo su flujo sanguíneo hasta llegar al cerebro, sumiéndolo en un momentáneo letargo.
Aunque fuese una solución pasajera, ya podía notar cómo los problemas se esfumaban, se diluían en una suave, débil y gentil vorágine de placentero descanso. El cosquilleo del mako hecho alcohol empezaba en la garganta y se dispersaba por todo el cuerpo como si de un fractal se tratase; curvas sinuosas, ramificaciones microscópicas dispersándose por todo su flujo sanguíneo hasta llegar al cerebro, sumiéndolo en un momentáneo letargo.
Jack tembló con un repentino
escalofrío y cerró los ojos por un momento. Tenía tantos recuerdos en aquél
bar… Incluso con los ojos cerrados podía crear un mapa mental de dónde estaba
absolutamente todo. Nada más entrar, en la hoja de la puerta ya había un raspón
astillado, del segundo día de apertura del local, cuando limpió tanto el
cristal que un hombre se pensó que estaba abierta. Tras la máquina tragaperras,
parte del enchufe tenía una mancha negra y una zona de plástico derretido,
cuando un borracho intentó hacer trampas metiendo la mano donde no debía. Junto
al grifo de cerveza rubia había una marca en la barra, imperceptible para los
demás, pero imborrable para Jack. Una pequeña muesca en la madera del mismo día que
compró el local y lo celebró con su primera mujer, una diosa de melena dorada
procedente del norte más alta que él; ella acabó con una rodilla lesionada y un
polvo a medias. Un poco más allá, junto al grifo de cerveza tostada, otra
muesca similar con su segunda mujer, oriunda de Costa del Sol con un carácter
tan intenso que le costó un punto de sutura en la coronilla y un trío a
medias.
Sin embargo ahora se sentía
estancado, hastiado… Desde luego treinta años habían dado para infinidad de
anécdotas, pero desde hacía demasiado tiempo sentía que subía la verja del bar
todos los días sin ganas, sólo para aguantar de pie un tiempo que a él le
parecían siglos. La única y última vez que se volvió a sentir vivo otra vez fue
cuando se hizo con esta botella mágica, en aquella escapada de fin de semana
improvisada hace ya tantos años. Si tan sólo pudiese permitirse volver a hacer
algo así… Echarse la mochila al hombro, salir de Midgar sin una ruta fija,
encontrarse pueblos abandonados, intentar volver a ver a aquella chica del
bosque…
-¡Qué ganas de jubilarme joder…!-maldijo
mirando a la bombilla del techo.
Entonces, cuando se disponía
a rellenar el vaso de nuevo y dar el último y placentero trago, se pudo oír
cómo la fregona y el cubo de la entrada se caían estrepitosamente; a Jack no le
importó tanto aquél sonido como el del agua esparciéndose por el suelo recién
fregado a conciencia.
-¡Pero es que no veis que está cerrado
hostias!- gritó con verdadero mal humor sin llegar a ver al culpable de la
broma.
Pero pasados unos segundos pudo
percibir una respiración desacompasada, fuerte y aguda, pese a que en la puerta
no había nadie. Con el instinto del oficio, la experiencia de un balazo en el
brazo derecho y el amargo recuerdo de la caja registradora reventada en dos
ocasiones, se incorporó para llegar corriendo tras la barra y sacar el libro de
reclamaciones en forma de bate de madera. Enarbolándolo por encima de sus
hombros, se quedó en el sitio buscando con la mirada al ladrón.
-Me has pillado en un mal día, así que no te
aconsejo que intentes nada- avisó con los efectos vigorizantes del alcohol
todavía presentes- Si no quieres probar a qué sabe este barniz, vete por donde
has venido.
Pero nada, no ocurría
absolutamente nada, tan sólo seguía ahí esa respiración costosa acompañada de
ligeros resuellos. Con pequeños pasos, Jack se acercó al cuadro de luces y, sin
apartar la vista de la entrada, encendió varias bombillas para poder ver algo.
En cuanto se acercó un poco más…
-¡La puta en technicolor! ¿Arguish?- exclamó
con un tono tan agudo que le sonó extraño a sus propios oídos.
-Joder Jack- susurró el aludido tirado en el
suelo- ¿Cómo dejas esto en medio? La gente se puede tropezar….
Justo en el umbral de la
puerta, caído de mala manera y rodeado de un charco de agua sucia y jabón, el
enmascarado hablaba con un lado de la cara pegado al suelo. Jack dejó
rápidamente el bate en la barra y salió para ayudar a su parroquiano preferido;
no sin cierta dificultad, consiguió echárselo en un hombro y levantarlo con
impulso. Fue entonces, cuando Arguish dejó caer el peso de su cabeza sobre el
hombro de Jack y éste notó algo rojo y viscoso en el pecho de su camisa. Entonces fue consciente de en qué condiciones se encontraba el sicario. A la luz cenital de
la entrada, dibujaba unos macabros destellos ahí donde todavía le quedaba
máscara y unas sombras siniestras de tono escarlata ahí donde se le abría la
carne; su cara no dejaba de gotear sangre y la piel del cuero cabelludo
desprendía un desagradable olor a pelo y plástico quemado.
-¿Pero qué cojones has hecho, intentar volar
el edificio Shin-Ra?- verdaderamente alarmado por el estado de salud de su
amigo, no podía evitar dejar de mirar aquél ojo azul descubierto, brillante y
con la pupila completamente dilatada.
-Ya ni puede uno dar un paseo por la calle
sin que te disparen un lanzamisiles en la cara, que vergüenza…-murmuró el
herido con un hilo de sangre y saliva colgando del mentón.
-¿¿Qué??- Otra vez con aquél tono agudo
fuera de lugar.
-Nada, olvídalo, si te lo contase tendría
que matarte…- bromeó Arguish quitándose aquél hilo con la manga del traje-
déjame descansar en esa silla un momento y tráeme lo más fuerte que tengas
tabernero.
Dando traspiés y
cojeando de una pierna, Jack consiguió llevarle hasta la silla donde antes
había estado sentado él. Le dejó ahí, con los hombros caídos y el cuerpo echado
hacia delante, y se acercó un momento a su colección de botellas para coger un
aguardiente de Bom.
Desde ahí Arguish daba
verdadero miedo. Su pierna derecha tenía el pantalón destrozado y la herida que
supuraba en el muslo haría desmayarse a cualquiera con pavor a las heridas
abiertas. Su camisa apenas tenía rastros de tejido blanco, estaba prácticamente
empapada en rojo. Su máscara… O mejor dicho, lo que quedaba de ella, era lo que
realmente asustaba; tan sólo quedaba la parte que se ajustaba al
cuello, la cual ascendía para tapar su oreja izquierda, cubrir toda la parte
posterior del cráneo y seguir por arriba hasta llegar al círculo negro que
tapaba el ojo izquierdo. Lo demás eran jirones de látex unidos entre sí,
tapando finas líneas de la cara y parte de la nariz. Aún así, Jack no conseguía
definir un rostro identificable, sólo podía quedarse con aquél ojo azul que
parpadeaba con gotas de sudor.
Se frotó la cara y los ojos y
volvió con un vaso y la botella de aguardiente.
-Pero si estás para el arrastre Arguish, tienes
que ir a un hospital a que te curen esas heridas o algo.
-¿Me ves a mí con cara de ir a un hospital
Jack?- le reprochó al barman con tono irónico-No… Ya dejé que me operaron de
fimosis cuando era un crío, no pienso dejarles que me quiten nada más…
-¿Que estas operado de fim…?- pero se calló
a tiempo de terminar, sin saber si aquello había sido una broma o había dicho
la verdad.
Que Arguish mantuviese ese
humor peculiar era una buena señal, pero se encontraba más sombrío, más…
¿Preocupado? Le podía faltar una ceja, pero sus gestos transmitían un
nerviosismo alarmante.
-Joder Arguish, que yo sólo soy un puto
camarero ¿Cómo me metes en este lío? No… No puedes quedarte aquí, si alguien te
ha visto entrar…
-Sólo será un momento Jack, sólo… Sólo
necesito descansar un momento. Tomar algo de aire y me largo.
-¿Pero qué pasa si viene alguien a
preguntar? ¡Como venga Turk me la lías pero bien!
-Ay joder… Me vas a dar tú más dolor de
cabeza que ese misil de antes…
-¿Misil? ¿MISIL? ¡Ay la virgen! Si ya lo
dicen todas las madres, no te juntes con extraños.
Entonces antes de que Jack
pudiese seguir agitando los brazos y jurando a los cielos, Arguish le pilló de
improviso y le agarró de una muñeca. El barman se esperaba cualquier cosa,
cualquier tontería, menos esa mirada. Podía sentir la mano de Arguish temblando
sobre la suya, podía ver su mandíbula tensa por el dolor y aquel ojo clavándose
fijamente en los suyos, buscando algo más que un lugar donde esconderse de
madrugada.
-Mira Jack, yo no llamo amigo a nadie pero…
He acabado peor parado de lo que pensaba…- le costaba completar una frase,
hablaba entrecortado, pero mantenía la mirada fija en los ojos de Jack- No
sabía dónde ir y entonces pensé… Jack, tú me conoces ¿Quién crees que me
tomaría en serio? No sé, me divierto hablando contigo… Sólo te pido eso, una
noche… Déjame quedarme aquí esta noche y te juro que mañana me largo.
Ahí le pilló con la guardia
baja, eso fue jugar sucio, con esa torpe explicación por parte de Arguish, Jack
tenía ya un motivo al que agarrarse para seguir adelante con el Blackson’s, un
pequeño empujón para mandarlo todo a la mierda y colgar el cartel de SE VENDE.
Le costó poco decidirse, pese a que ese charco oscuro cada vez más grande a los
pies del enmascarado estaba desafiando su obsesión por la limpieza hasta
límites insospechados.
-¡Está bien, está bien! Puedes quedarte,
pero hay que hacer algo con esas heridas Arguish- le dijo acercándose- Pero yo
no tengo ni idea de curar esto, primero habrá que quitarte esa máscara para ver
si…
-Si me quitase la máscara tendría que
matarte Jack.
-Si, ya, ya se me yo esa…
-No Jack, esta vez lo digo en serio- le dijo
volviendo a cambiar a esa mirada inquietante, hierática.
-¡Pues ya me dirás que hacemos!
Antes de que pudiese añadir
nada más, Arguish cogió la botella de aguardiente, desenroscó el tapón con los
dientes y dejó caer el líquido transparente, primero en la herida de la pierna
y después sobre su cabeza. Después echó un gran trago y dejó que se le
escurriese el vidrio de entre las manos, para caer y hacerse añicos frente a
Jack.
-¡La madre que te parió!-gritó el dueño dando
un salto instintivo hacia atrás.
La enorme gradación de ese
extraño aguardiente hizo efecto inmediato y Arguish cerró los puños haciéndose
daño con las uñas, profiriendo algún que otro gruñido cuando perdía fuerza y
dejaba de apretar los dientes. Esas heridas no tenían para nada buena pinta,
pero cuando toda esa espuma blanca salió desinfectando la zona, quedó patente
que eso era un hervidero de bacterias. Arguish permaneció en el sitio,
temblando de arriba abajo, cerrando los ojos con todas sus fuerzas. Cuando todo
aquél pus desapareció, se levantó a duras penas y se dejó caer de espaldas
sobre la mesa, con las rodillas dobladas justo en el borde.
-Gracias Jack- dijo camino de la
inconsciencia- Ya puedes recoger todo esto…
Cinco horas después, la
alarma del PHS de Jack les dio un susto a ambos, despertándoles al mismo tiempo
con la estridente melodía de inicio de las noticias de la mañana.
“Las autoridades confirman que el fuego ya ha sido controlado y que todavía no se ha encontrado origen o culpable, pero las pruebas apuntan a que aquél almacén pertenecía a toda una red de tráfico de....”
Arguish se levantó con el
cuerpo totalmente entumecido y dolorido. Se llevó una mano a la pierna herida y
para su sorpresa se encontró con que estaba vendada. Se llevó por instinto la
otra mano a la cabeza y se topó con otra venda, sujeta con unas tiras de
esparadrapo.
-No sé si lo que he hecho estará bien-
bromeó Jack desde la otra punta del bar, dejando una manta en la silla sobre la
que había dormitado, le dolía la espalda horrores y tenía unas ojeras bien
marcadas- pero al menos así dejabas de mancharme el bar de sangre.
-Gracias de nuevo Jack- le respondió con, lo
que le pareció a Jack, una sonrisa muy sincera- Y ahora…- anunció
incorporándose con un quejido- Lo prometido es deuda, me voy.
-Eso, lárgate cabrón, en vaya líos que me
metes…
Ahora su cojera era mucho más
pronunciada y el cansancio era como una losa, pero al menos ya no estaba tan pálido y se encontraba más lúcido .
Antes de marcharse, se dio la vuelta una vez más y miró a Jack de perfil, desde
su lado izquierdo, el que aún conservaba gran parte de la máscara.
-¿Y lo que te diviertes qué?
4 comentarios:
Pues uno más que se sube al carro de la vuelta a los relatos. Al final me ha quedado algo más corto que a lo que nos tenemos acostumbrados últimamente, pero espero que os guste.
Cortito, pero interesante. Sabemos que de momento Arguish sigue vivo, y que pretende dar mucha guerra.
Revisa la ortografía, y ciertas pifias que tienes. ¿Cómo es que Arguish tiene mejor cara por la mañana, si la lleva vendada y enmascarada en ciertas zonas?
"...lo que quedaba de ella, era lo que realmente asustaba; tan sólo quedaba de ella..." y otras repeticiones en breves espacios, se notan en una redacción breve.
Por cierto, el anís del Molbol ya aparecía en un relato anterior, así que eso de aguardiente del Molbol...
Corregidas algunas cosillas y cambiado el nombre de la botella para que no haya confusiones, ahora es aguardiente Bom, así queda más acorde.
También hay alguna reiteración (se sirvió un trago y lo bebió de un trago), o una coma que falta "Dame algo fuerte, tabernero".
Lo que me llama la atención es como hemos mejorado y empeorado a la vez. Nos falta práctica tras dos años sin escribir, pero hemos aprendido cosas, como lo de los fractales y ese licor de Mako, que me ha encantado.
Bueno... Me toca. Tengo una semana difícil, pero haré lo que pueda.
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