lunes, 30 de noviembre de 2009

196

Cierre los ojos. Intente no pensar en nada. Si el experimento está surtiendo efecto, no verá más que un telón negro.
Resulta de lo más difícil no pensar en nada; incluso podría decir que eso es pensar en algo, pensar en no pensar, pero lo que en realidad debe conseguir es desconectar de los sentidos.
El cerebro es una máquina de lo más compleja y fascinante y explicar alguna de sus más curiosas funciones nos llevaría demasiado tiempo. ¿Sabe usted que sólo un diez por ciento es la parte consciente? Incluso el propio consciente se encarga de convertir acciones cotidianas en inconscientes. Por eso es imposible hacernos cosquillas, porque antes de pasar nuestros dedos por el pie, ya sabemos e intuimos cómo van a moverse.
Pero seamos sinceros, ha desconectado hará unas… Diez líneas. Y el telón negro se habrá sustituido, seguramente, por la imagen de un pie.
Concéntrese. Bien, prosigamos.
Como ya he dicho, esto es un experimento, pero la experiencia no es estrictamente necesaria. Un ejemplo. Imagínese que está en la selva, rodeado de hojas, de ramas, tierra, insectos… Angustiado ante la humedad y el calor del clima. ¿En su cabeza se arremolina esa sensación, verdad? Pero seguro que nunca ha estado en la selva, nunca ha tenido esas ramas atizándole la cara, ni ha tenido el placer de oler una superva de Wutai. Y sin embargo, aunque no conozcamos esa flor, ya intentamos atribuirle un aroma dulzón y un color vivo.
El cerebro analiza y completa con la información que mejor encaja, a su libre albedrío, tomándose completa libertad inventándose sensaciones y experiencias que jamás hayamos tenido.
Entonces la pregunta es: ¿Cómo crea el cerebro esa sensación virtual? ¿De dónde surgen esas imitaciones? ¿Reencarnación? ¿Quizá hayamos tenido otra vida como serpiente y nos hemos reptado por el suelo orgánico y oscuro de aquella selva?
Otra teoría sugiere que la mente humana se introduce en un imaginario éter donde se reúne toda la información del mundo y vuelve con las sensaciones necesarias al cráneo. Pero imagínese la cantidad de personas que hubiesen intentado alcanzar ese grado de concentración, intentado alcanzar la inteligencia infinita a su antojo. En unos antiguos escritos aseguran que un tal…

-¿Te has quedado con algo, Lucille?- preguntó Blackhole cerrando el pequeño libro con tapas de cuero.
-Hay algo que no entiendo-dijo ella hundiéndose en el sofá orejero, piernas rectas y manos apoyadas a los lados.
-Adelante-dijo el comensal agitando los brazos- Me muero por escuchar lo que estás pensando.

Se encontraban en una amplia biblioteca, con góticos ventanales y una crepitante chimenea de mármol que arrojaba la única y anaranjada luz sobre una alfombra de exquisitos bordados. Sólo estaban ellos dos, en el centro de la alfombra y con una mesilla con sendas copas de whiskey.

-¿No puede ser que esas sensaciones que inventa el cerebro sean a causa de la razón? Quiero decir que nos imaginamos cómo es la selva porque hemos vivido lo mismo en una escala mucho más pequeña. Hemos visto la hierba de un jardín, hemos olido alguna flor común. Racionalmente, montamos una recreación a lo grande de lo que ya tenemos.

Richard chascó los dedos y elevó los labios hasta formar una tremenda sonrisa.

-¡Efectivamente! Pero también es una respuesta de lo más arriesgada. No son pocos los pensadores que han primado la razón sobre todo, pero lo que tú acabas de plantear es como decir que es la razón la que nos engaña, y no los sentidos. Es el tacto el que nos dice que el fuego quema y no la razón, que nos dice cómo puede ser la sensación de ser quemado.

-Pero los sentidos son de lo más engañosos-rebatió ella echándose hacia delante- La vista es un complejo de acciones que la mayoría de las veces interpreta lo que le sale de las narices. Si estamos mirando hacia la izquierda, sin saber lo que hay a la derecha, y barremos el espacio con la mirada, va a inventarse lo que hay de por medio fijándose en lo de alrededor.

-¿Me estás diciendo que en este mundo no podemos fiarnos ni de ninguna parte de nuestro cuerpo? Realmente somos como un ciego de nacimiento. Siempre me he preguntado qué es lo que ven ellos. Pueden llegar a llevar una vida perfectamente normal, pero en un mundo muy muy lejano al nuestro. Si tienes una conversación con él, habla de mesas, de de agua, de frigoríficos… ¡Incluso es capaz de hablar sobre la selva! ¿Y cómo narices sabe esas cosas? Si coge una mesa, pasa los dedos por su patas, acaricia la madera, puede hacerse una imagen metal de ella, hace un reconstrucción mental en tres dimensiones, algo que es propio de los ojos y su visión estereoscópica- Blackhole paró un segundo y volvió a abrir el pequeño libro de bolsillo para después dejarlo en una mesilla de madera tallada- Pero entre tú y yo…Este libro es una soberana bazofia.

-¿Y eso?-preguntó ella confundida. Había visto a su captor leerlo más de una vez con entusiasmo.
-Porque, si te das cuenta, al principio pide que cierres los ojos y, que yo sepa, todavía no somos capaces de leer con los ojos cerrados.

Esta vez, con su horonda panza, simplemente producto de un excesivo buen vivir (sólo los ricos son gordos, se decía hace mucho tiempo) se levantó y acercó a la chimenea. Agarró un par de maderos y le dio de comer a la gran boca de fuego. La corteza comenzó a chisporrotear e impactar contra la rejilla que impedía que saliesen.

-Y bien… ¿Qué piensas hacer cuando te vayas de aquí? No te recomiendo que lo denuncies a Turk o algo parecido. Sería una locura, para ti y para Yief.
-Tampoco me has dado tu palabra de que después de esto nos dejarás en paz- contestó ella pasando su manos por la delicada seda roja de su brillante vestido, regalo de Blackhole.
-Es que eso, querida amiga, no lo haré. Me rompe el corazón tener que involucrar a una magnífica mujer como tú, de verdad que incluso he llegado a enamorarme de esos ojos tuyos, pero Yief sufrirá hasta que yo me muera.
-¿Pero qué es lo que te ha hecho?-gritó en un escueto acceso de histeria- ¿Qué ha hecho para que le atormentes de esta manera?

Blackhole se dio la vuelta y cogió una caja de música que había sobre la chimenea. Una bella bailarina de cristal comenzó a interpretar su danza al son de una suave, melancólica melodía.

-Te equivocas… Él no me ha hecho nada, si no su padre. Pero ese tema se quedará entre Yief y yo- Tras un largo silencio, la bailarina paró y la caja se cerró mediante un resorte- Espero que mi trato haya sido el adecuado estos días, Lucille, lo que menos querría en el mundo es que lo hayas pasado mal en mis paredes. Mañana podrás irte, uno de mis hombres te dará la dirección de la casa- la ancha mano de Richard bajó el pomo de la puerta y las bisagras se doblaron- Y recuerda, no te lo tomes a mal, pero el plan debe seguir en marcha. Yief saldrá mañana de la cárcel, si contactas con él…Le mataré.


Avanzaba por los pasillos de su casa, ladeando la cabeza, qué lástima de chica, con lo guapa que es… La puerta del recibidor se abrió de golpe y uno de sus hombres entró dando largas zancadas, con una capa de cemento que ya amenazaba con endurecerse.

-¿Un mal día?-bromeó Blackhole viendo al guardaespaldas con aquél ungüento surcando su cejas- Quítate eso o la gente te confundirá con un zombi.

2 comentarios:

Astaroth dijo...

Cortito, aunque al final se hace gracioso. Arroja nueva luz a la trama, pero a la vez añade más sombra.

Ukio sensei dijo...

Joer, se ve que el doble turno te ha pillado en bragas. De todos modos, vamos conociendo personajes. Ya es algo.

En fin... Ahí vamos.

PD: El gordaco me sigue recordando al Barón Vladimir Harkonnen.