miércoles, 30 de septiembre de 2009

189

Los neones iluminaban la noche bajo la placa, entre el ruido de los coches. El tráfico era más o menos denso, especialmente el peatonal. Miles de almas salían de trabajar o entraban, en los duros turnos de noche.
Tomgha caminaba con gesto compungido a su lado mientras Henton recorría los callejones de los suburbios, frotándose un cardenal en la mejilla.

- Tío... - Dijo Tomgha, viendo que Henton lo estaba mirando de forma inquisitiva, mientras apoyaba una botella de agua fría en su moratón. - ¿Realmente era necesario pasarse tanto?
- ¿Pasarse?
- Henton, la patada en la boca del estómago ya fue muy fuerte, pero esos dos puñetazos al caer ya sobraban. - Henton no respondió. No era dado a las quejas sobre su modo de combatir. Peleaba y punto. - ¡Joder, con lo guapa que era!
- ¡Yo no empecé, tú lo viste! - Se defendió el luchador más grande. - Llegué, pedí el plato que me dijo Iván que pidiese y ella se abalanzó sobre mí como una zorra histérica.
- Henton... El "plato" que pediste era la momia de la puta bruja de su abuela en salsa agridulce.
- ¡Yo no hablo wuta...! Wu... ¡Ese idioma! ¡Yo me pego con la gente y punto!
- Y lo hiciste maravillosamente, si quieres mi opinión, pero vamos... Llevamos una noche que...

Su conversación se interrumpió cuando una niña de apenas diez años de edad chocó con Henton al girar una esquina. Cuando levantó la cabeza, buscando el rostro del hombre con el que había chocado, se encontró con un mastodonte que desde donde ella miraba, parecía capaz de tocar la placa solo con alzar el brazo. Tomgha también parecía asustado, y se temió lo peor cuando Henton se agachó, sujetó a la niña por las axilas y la levantó sin ningún esfuerzo visible. Miró de frente a la aterrorizada pequeña, mientras con un índice duro y rugoso, que acababa en un magullado nudillo, le apartó el pelo rubio de la frente, antes de posarla en el suelo con delicadeza.

- Vé con cuidado - Le dijo, y la vio marchar correteando por las calles. Tomgha esperó a que acabase de alejarse, antes de hablar.
- Realmente estaba convencido de que ibas a pegarle a ella también. - La mirada de Henton le dejó claro a quien le acabaría pegando su amigo, si decía algo más al respecto. - ¡A mí no me mires así! ¿Cuantos van ya? El viejo santurrón que hacía yoga, la camarera del restaurante oriental, el operario de la factoría del sector ocho, aunque ese no me importó mucho, ya que era tan grande como tú...
- El loco que me mordió.
- Si, ese, que también es mala suerte. - Dijo recordando como ese tío tan raro había saltado sobre Henton, que se libró de él lanzándolo lejos. Cayó sobre un cartel de neón, electrocutándose gravemente. Ya parecía bastante perturbado antes, y no parecía que eso fuese a ayudar. En cualquier caso, la pelea había quedado zanjada en ese momento.


- Bueno... ¿Ahora que toca? - Preguntó Henton, extrañando a Tomgha, acostumbrado a los silencios taciturnos de su compañero.
- La casa de...
- ¡Alto! ¡Vosotros dos! - Ambos se giraron hacia el hombre que los increpaba. Un soldado corpulento, rubio, con el pelo cortado al cepillo, aunque más largo de lo normal. Llevaba el casco bajo el brazo, y lo dejó en una de las mesas de una terraza, donde su compañero estaba acabando una caña, en un descanso al acabar la ronda. - ¿No sois mayorcitos para jugar a los médicos con niñas?
- No pretendíamos nada, agen... - La inmensa manaza de Henton se había interpuesto ante el pecho de Tomgha, haciéndolo callarse.
- ¿Un soldado que bebe de servicio me reprende por decirle a una niña que tenga cuidado por donde va?
- ¿Que coño sabes tú que estoy de servicio? ¡No lo estóy, payaso! ¡Y eso significa que puedo partirte la cara sin ningún tipo de problema!
- William... - Dijo su compañero llamando a la calma.
- ¡Cállate, Charlie! Me toca los cojones esa gente que se cree que por ser grandes y estúpidos como animales de carga, puede ir por ahí avasallando.
- Dijo el tío que pretende abusar de autoridad... - Henton se giró hacia su amigo. - Tommy, ¿qué hora es?
- Las diez. - Respondió este, adivinando sus intenciones.
- Si lo crujo rápido, podremos estar antes de las once y media en el sector uno. - A sus espaldas, Tommy veía como el militar se le acercaba. Se había quitado la guerrera, y llevaba solo una camiseta de tiras, mientras alzaba los puños.
- ¡Cuando quieras, niñato! ¡Te voy a enseñar el estallido sónico que se hace al romper la barrera del sonido!

A una señal del compañero del militar, algo menos corpulento que él y más discreto, caminaron hacia el callejón que había tras la taberna de la que habían salido los soldados. En ella convergían las escaleras de incendios de dos edificios, así como la salida de humo de la cocina de aquella taberna, hecha al estilo de Mideel. El soldado más tranquilo, al que habían llamado Charlie, se había quedado en segundo plano, vigilando que Tomgha no interfiriese, mientras que el tal William se estiraba.
Henton estiró brevemente las muñecas y sacudió los brazos para estirar él también, apartándo su pelambrera rebelde de sus ojos, mientras avanzaba hacia el militar. De repente, su rival se abalanzó sobre él corriendo, con un ímpetu que hizo retroceder al luchador. Pese a su rapidez de reflejos, pudo sentir como la bota de su adversario pasaba rozando su barba en una trayectoria ascendente. El tipejo, pese a ser grande, le había intentado patear la barbilla dando una voltereta hacia atrás.
Henton no esperó al siguiente golpe, y cargó con el hombro contra el militar mientras caía, pero este ya esperaba la represalia al haber fallado el golpe. Sin embargo, Henton logró descolocarlo con el ímpetú de su carga, levantándolo y lanzándolo contra una de las paredes.
El militar fue rápido, y aunque el golpe contra los duros ladrillos lo dejó sin aliento, logró apartar la cara antes de que el pie de Henton la convirtiese en un sello. Se incorporó para responder, pero el luchador ya había vuelto a alzar la guardia.
El tal William empezó a lanzar puñetazos contra Henton, para hostigarlo, siempre con los puños en alto, e intercalando alguna patada de vez en cuando. Dio un empujón a Henton que no acabó de desplazarlo y se agachó para intentar un barrido con todas sus fuerzas, que tuvo el mismo efecto que patear una tubería de hormigón incrustada en el suelo.
Su maldición sabía a polvo y a goma. Proyectado por la patada que le acababa de hacer saltar media dentadura, cayó al suelo aturdido, mientras Henton saltaba sobre él.

- ¿Quien cojones es tú amigo? - Preguntó a Tomgha el tal Charlie.
- Un luchador profesional.
- Siempre le dije a William que esto acabaría por pasar.
- Ya...
- ¡Ni ya ni pollas! - Su exabrupto sorprendió al sparring. - ¡Debería deteneros por agredir a un PM, pero al menos William dejará de tocarme los huevos un buen tiempo! ¡Coge al luchador e id los dos a tomar por culo ya!




- Teníamos que ir andando...
- ¡Deja de insistir, maldito gorila sin cerebro!
- Pero es que es verdad... ¿Para que vamos a ir sentados?
- Para ir más rápido
- Tenemos tiempo de sobra.
- ¡Mira Henton! - Tomgha lo encaró, pero al ver que había llamado la atención del resto de pasajeros decidió controlar el tono y ser más discreto. - ¡Le partiste la cara a un sargento! ¿Creías que nos íbamos a ir tan felices?
- Joder, si él lo buscó.
- Su palabra contra la tuya, y estamos en pleno estado de excepción. - Henton volvió la vista al frente, pasando su inmensa manaza por entre su nuca, desenredando su pelo revuelto y rebelde mientras parecía recapacitar sobre lo que había hecho.
- Siento haberte metido en líos, Tommy.
- No pasa nada... Céntrate. Tenemos que cobrar una deuda, así que deberías descansar.



El vaho era insufrible, en el distrito oriental del Sector 1. La casa de baños parecía estar abierta las veinticuatro horas del día, con la opción de ser atendido masajistas exóticas, atractivas y amables, con la posibilidad de que la propina adecuada lo llevase a uno al anhelado final feliz.
Henton miraba distraído los elaborados tatuajes que lucían muchos de los usuarios de los baños. Había oído que en Wutai prohibian acceder a baños públicos a gente tatuada, de modo que supuso que ese baño se había centrado en esa clientela para asegurarse clientes fijos.
Era cierto que los clientes eran fijos, fuese por las masajistas, por lo agradable que era el lugar, o porque a veces su función era más de empleados que de clientes.
El inmenso luchador caminaba entre miradas suspicaces y gestos torcidos, siguiendo a una hermosa asistente que lo llevó hasta un compartimento privado del local. Llamó con los nudillos al marco de madera de la puerta de papel y se fue, tan rápido que ambos luchadores sospecharon.
El señor Edmond Horuichi debía de pesar cerca de los doscientos kilos, pero sus andares no eran los torpes y bamboleantes pasos de un simple gordo, sino las zancadas firmes y seguras de alguien fuerte e impetuoso. Tenía el pelo recogido en una especie de moño, y su mandíbula era tan ancha que parecía capaz de masticar una sandía entera. Sus ojos se posaron sobre Tomgha, visiblemente decepcionados, pero cuando vio a Henton empezó a sonreír con hambrienta malicia. Luego, tranquilamente, deslizó la ligera puerta, cerrándola en las narices de los recién llegados.

- Hay que entrar... - Murmuró Henton. - Hay que cobrarle la pasta.
- ¿Era mucho? - Preguntó asustado Tomgha.
- Unos diez mil guiles.
- No es suficiente.
- Hay que entrar. - Resolvió Henton, y caminó hacia la puerta con paso firme, abriéndola de forma brusca. Al hacerlo, pudo ver como el mastodonte oriental cargaba hacia él, inclinando la cabeza a modo de ariete.



Ivan Quouhong acababa de tumbar a otro sparring. Espoleado por la presencia de su protegido, Henton, sentía la necesidad de recuperar su estado de forma de antaño. Interrumpió su sesión de entrenamiento para atender al teléfono.

- ¿Qué tripa se te ha roto, Tommy?
- Es Henton, señor... Llevamos toda la noche partiéndonos la cara con gente rarísima y...
- ¡Ya se que os estáis partiendo la cara con gente rara! ¿Para que cojones creéis que os envié? - El mafioso sujetaba el teléfono delante de su cara y gritaba a pleno pulmón.
- Bueno, pero es que este es muy grande. Debe de pesar doscientos kilos, por lo menos.
- ¡Pues que le pegue doscientas veces! ¡Y quiero mis quince mil!
- Eran di...
- ¡Quince!


El tal Edmond sonreía anticipando su victoria: Había levantado al esbirro de Quouhong y le estaba aplastando las costillas sin piedad con un abrazo del oso. Tenía la cabeza hundida en el esternón del esbirro y apretaba con fuerza, por eso no lo vio venir. Los dos puños de Henton estallaron contra sus orejas, haciendo que casi le estallase el cerebro. Intentó resistir, pero Henton volvio a golpear y aprovechó el aturdimiento de su rival para zafarse de su agarre y retroceder un par de pasos.

- Diez. Mil. Guiles. - Dijo con seguridad, esforzándose en recuperar el aliento. - ¡Ahora!

Edmond Horiuchi gruñó enfurecido y se volvió a lanzar a la carga, pero Henton esta vez lo estaba esperando. Tal y como esperaba, el mastodonte agachó la cabeza en el último segundo de su embestida para goplear con más fuerza, y Henton aprovechó ese momento para darle un rodillazo en pleno salto, incrustándole la rótula en la nariz. La carga perdió fuerza, aunque empujó a Henton, que en su caída golpeó con el codo en la cabeza de su adversario justo cuando Tomgha volvía a entrar en el reservado de la casa de baños. Henton sostenía a su rival por el cuello, contra la pared, y se estaba cebando con su cara.

- Henton, dice Ivan que ahora son quince mil...
- ¡Pago! - Gritó el hombre. - ¡Pago, pefo que be defe decoged bid diedted!





- Última parada... - Suspiró Tomgha. - Y mira lo que toca. - Henton tomó la lista que Ivan les había dado. En su habitual silencio taciturno, empezó a sonreir, y su sonrisa poco a poco se fue agrandando hasta convertirse en una inmensa carcajada. Tommy acabó por contagiarse de ella, y al final estaban ambos en medio de la calle, en los suburbios, en el barrio oriental, partiéndose de la risa en medio de prostitutas, trileros, pandillas y algún que otro cabecilla local que los miraba como si estuviesen locos.


En silencio, ambos miraban la entrada de un local público que se alzaba en el sector seis de los suburbios. Su calle desembocaba en el célebre Mercado Muro, y a lo lejos podían ver su bullicio y sus luces. Ante el local había una moto cara aparcada.
En la puerta del local, se leía claramente en varios idiomas: Dojo Gouken. Henton cruzó la puerta, seguido de Tomgha. Cruzó la puerta y subió unas estrechas escaleras hasta llegar a un piso superior despejado, donde una multitud de tidas kas edades se esmeraba en practicar karate, golpeando sacos de arena o unos contra otros. Al fondo, un anciano de barba blanca y cuerpo bien mantenido observaba el entrenamiento de los que parecían ser los dos mejores alumnos: Uno de ellos era oriundo de Wutai. Tenía el pelo corto, y una cinta de color rojo en la frente. Su kimono blanco estaba muy deslucido y gastado por el uso. Su oponente, que compartía con el anterior la forma atlética, tenía el pelo rubio y largo, y los ojos azules. Parecía oriundo de Midgar. Su kimono era de color rojo. Cuando el luchador se acercó a ellos detuvieron su entrenamiento para mirar con curiosidad al tio tan raro que se acercaba. Henton estaba erguido, y los miraba con una plácida sonrisa en su rostro. En cada centímetro de piel visible lucía algún tipo de herida o hematoma. Su sudadera, gris, estaba deshilachada y habían saltado un par de costuras, por las contínuas trifulcas, sus pantalones de chandal también estaban machacados, con una salpicadura de sangre en la rodilla que había incrustado en el rostro de su último rival. Sus deportivas estaban desgastadas y salpicadas de sangre. Tenía el pelo revuelto y la barba descuidada, y los miraba como si todo fuese una especie de broma extraña.

- Er... Hola. - Dijo Henton tímidamente. - Verás, vengo de parte de Ivan Quouhong. Tengo apuntado un recado en wutaico y probablemente será un insulto para provocar una pelea, así que... Vamos a saltarnos los preeliminares: ¿Uno por uno o venís los dos a la vez?

martes, 1 de septiembre de 2009

Descanso por exámenes 1-15 de Septiembre del 2009 (Terminado)

Es bien sabido que muchos tenemos exámenes por estas fechas, fiestas del pueblo o lo que sea, de modo que como ya se hizo en navidades, voy a declarar un descanso oficial voluntario.

A diferencia de lo que hicimos en navidades de parar la maquinaria y punto, vamos a hacer un pequeño experimento: El descanso es voluntario.

Esto se va a llevar de la siguiente forma: Todo aquel que tenga un turno en la lista, puede acogerse al descanso pidiéndolo en los comentarios de esta misma entrada (aparte de opinar o sugerir, evidentemente, que los comentarios están pa lo que están).
Entonces, todo aquel que NO se haya acogido, escribe YA, saltándose los turnos de los que descansen. Eso significa que si no queda nadie que no descanse y tú quieres escribir, pides turno y te pones a ello.
La única excepción es que no puedes aprovechar esta regla para tener dos turnos seguidos (no importa que seas veterano o no. Solo puedes tener turnos consecutivos si los turnos que hay entre los tuyos se modifican).

Si alguien se acoge al descanso no tiene porque estar inactivo hasta el día 15, sino que puede volver al estado activo cuando le dé la gana. El único límite es que no toquéis los huevos: Si vuelves, se entiende que lo haces de forma definitiva.

Por último, creo que no es necesario decirlo ya que Azoteas se rige por la norma absoluta del colegueo, pero no useis el descanso para alargar malintencionadamente un turno.

Sin más, creo que queda todo dicho. Los turnos de los que descansen se marcarán en la lista.

Ukio, creador de Azoteas de Midgar.