lunes, 17 de noviembre de 2008

147.

La motocicleta de gran cilidrandada se detuvo en seco para dejar paso a una pareja de lo más extraño: él un vagabundo totalmente acabado, y ella una preciosa y escultural chica reina de las fantasías de los transeúntes masculinos. El piloto escaneó intensamente con la mirada a la semidiosa, quien aceleró el paso, indignada.
El motor de la BlackRacer 650 rugió al recibir la nueva inyección de potencia que la puso en marcha. Algún que otro chaval se volvió y soñó con tener algún día una de esas preciosidades que sólo algunos podían permitirse, principalmente los habitantes de la placa.
La luz roja de los pilotos traseros dejaba una impronta lumínica por todo el recorrido. Atravesó los suburbios a una velocidad de vértigo, divirtiéndose con los diversos baches que hacían saltar el vehículo y que arrancaban algún grito, fruto de la adrenalina, del tipo que la cabalgaba.
Utilizó un viejo atajo para irrumpir en el Sector 7, en el que ya habían empezado las obras para limpiarlo de escombros, dejando amplias áreas libres de obstáculos. Detuvo el vehículo junto a uno de los cascotes de la placa destrozada, cerca del Sector 0.

Hacía frío. Las estaciones a penas se notaban en los suburbios. Bajo la placa se creaba un microclima que se mantenía más o menos estable a lo largo del año, pero aquí, con el cielo abierto expuesto, el viento gélido del final del otoño se deslizaba entre los escombros. Los indigentes que solían habitar el derruido sector habían migrado ya a lugares más idóneos para pasar la noche, aunque de día aún se veía a alguien rebuscando entre los escombros.
El motero se quitó el casco decorado con motivos tribales que daban una trepidante sensación dinámica y lo posó entre sus piernas. Subió hasta el tope la cremallera de la gruesa cazadora de cuero, incómodo por la incesante brisa. Se pasó la enguantada mano por el cabello corto y oscuro, sacudiendo algunas perlas de condensación.
Parecía que habían pasado años desde la última vez que había estado allí. Recordaba aquella tranquila tarde: los somormujos habían cruzado el cielo destino a Mideel, su graznido atravesó el silencio impenetrable del Sector, como si tras y sobre aquellos muros y placas no existiera la enorme ciudad, o como si ésta hubiera callado también a la espera de oír el primer disparo. Aquí fue donde Élacor Königssen se dejó matar.
Y sin embargo ya no parecía el mismo sitio ni él la misma persona.

Cuando su mente volvió a su sitio se encontró con su mano recorriendo el lóbulo trepanado, como manía que había adoptado cuando reflexionaba. La BlackRacer aún ronroneaba debajo de él, recordándole su estancia en este lugar, y se divirtió al pensar que hoy le tocaba a él ser el maestro. Idea que se afianzó cuando vio a su pupilo acercándose, encorvando y con la capucha de la sudadera cubriéndole la cabeza. Los pantalones cortos hasta la pantorrilla le decían que no era precisamente por el frío.
- ¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de que el cielo se caiga sobre nuestras cabezas? – se carcajeó el motero, que finalmente dejó dormir a la bestia.
El chico gruñó, lanzando una mirada esquiva al enorme espacio libre sobre sus cabezas. Tan encorvado como estaba, los ojos de ambos hombres quedaban a la misma altura.
- Preferiría el cementerio de trenes – rechistó el más joven.
- Eso cuando tengas más práctica, aquí hay más zonas limpias. Además, en el cementerio de trenes hay fantasmas – bromeó el motorista, haciendo alusión a algunos artículos de prensa sensacionalista que defendían la existencia de pequeños fantasmillas tocapelotas en la vieja estación.
El encapuchado lanzó otra mirada de soslayo al cielo, intranquilo, aunque su interlocutor notaba su intención de mantenerse en un estado sereno.
- Tranquilo, en cuanto subas verás como te olvidas de lo demás – le guiñó el ojo verde en gesto cómplice, logrando arrancar media sonrisa torcida del más joven.

Rolf desmontó para ponerse al lado de su pupilo, adoptando ese porte confiado y concentrado que adquiría cuando estudiaba planos y ángulos de tiro.
- ¿Has leído el libro que te di? – le preguntó.
- Sí, normas de circulación, señalización, blablabla – respondió el otro, no demasiado interesado por ese aspecto.
- Ten cuidado con los coches de aspecto caro y color negro. Podrían ser turcos, y sólo faltaría que te detuviesen por saltarle las normas. En mi caso no es mayor problema pero no podría decir lo mismo de ti.
- Ya, ya lo sé – el joven se encogió de hombros, la verdad es que ser interceptado por las autoridades le pondría en un grave aprieto, más de lo que Rolf pensaba.
Posó los ojos azules en la bestia en frente de él, de coraza negra brillante, con la horquilla y el basculante en rojo oscuro y la protección del motor en plateado.
- ¿Es la misma de siempre? – le preguntó, recordándola más robusta y en otros colores.
- No. Ésta es la “mía”, la que llevo ahora es un “regalo”.
- Ah.
- Y tú te quedarás con esta – Rolf captó por el rabillo del ojo la mirada indescifrable del chico – ¡Eh! Que no está en mal estado ni nada. De hecho anda como la seda, no llega ni al año de antigüedad. Además, su control es más sencillo.
- Vale…
- Bueno, te explico. Más o menos supongo que sabes dónde están las cosas – esperó la confirmación del joven antes de proceder- Este es el cuadro, los indicadores de combustible y velocidad, presión e inclinación; el controlador del faro delantero, luces de freno, intermitente, acelerador, maneta de embrague, freno delantero… - Rolf iba señalando cada parte, para situar su posición en la mente de su alumno, que asimilaba la información como una esponja.
Una vez ubicados todos los elementos, el tirador comenzó a explicar su función. Paris no pudo evitar recordar a Jonás cuando se ponía a hablar sobre coches, o pistolas: ambos disfrutaban de cada palabra y cada explicación, sintiéndose magnos cuando el inexperto chaval hacía alguna pregunta y se interesaba por algún detalle menor. Esta vez el joven no se sentía tan perdido, después de todo la lectura del manual le ayudaba a seguir y comprender la teoría sin demasiada complicación.
Paris se mantenía a cierta distancia del vehículo, observando como Rolf indicaba aquí y allá, se sentaba para enseñarle algo de dinámica, se volvía a levantar para hablar del amortiguador.

- Sube – dijo Rolf de pronto, tras una pausa.
- ¿Eh?
- No vas a aprender a conducirla por inspiración divina. Vamos.
Paris obedeció sin poner demasiadas quejas, después de todo no podía ocultar el naciente sentimiento de excitación. Rolf le dio el casco, el chico lo miró con cierto recelo, pero el semblante del tirador no ofrecía alternativa. Lo intentó poner un par de veces, aunque una y otra vez el cabello se le metía en los ojos, cada vez de forma más incómoda.
- Joder, qué puto manco - rió Rolf. Recibió un golpe en el pecho que le cortó la carcajada: era el casco, aún sujeto por su interlocutor.
- Coge – dijo éste.
Buscó una goma en su muñeca, lo suficientemente elástica para cubrir desde la base del cráneo hasta la frente, usándola de cinta para apartar todo el cabello del rostro.
- Con el pelo así pareces el erizo ese de la tele.
- Muérete.
Paris arrebató el casco y se colocó, seguía siendo incómodo de narices, pero al menos podía ver. Se sentó a horcajadas sobre la bestia, preguntándose cómo alguien con las piernas mucho más cortas que las suyas podría abarcar todo el ancho de la moto.
- Levanta la pata de cabra o no irás muy lejos – Sugirió el tirador, con su predefinida sonrisa adornando el rostro.
- No me digas, ¿en serio? – reprochó el chaval, sarcástico.
Inclinó la moto hacia un lado, apoyando el peso sobre una pierna y usando la otra para levantar el pie del vehículo.
- Dale al contacto, aprieta la maneta del embrague y pon la primera marcha… – Rolf lo observaba ejecutando la orden, con más o menos rapidez, fijándose bien dónde estaba qué para no darle a la palanca que no era – ve soltando el embrague despacio o…
La moto metió un acelerón de pronto para parar en seco un metro más allá, empujando al inexperto piloto hacia delante.
- ¡DESPACIO! – gritó Rolf, que perdió la sonrisa, aunque no llegaba a sentirse preocupado.
Paris sin embargo lucía una mueca que, de no haber sido porque el rugido del motor acalló los demás sonidos, apostaría era el residuo de un aullido o una carcajada.
- No te rías tanto, puedes cargarte el motor si haces eso – exageró el tirador, más preocupado por el vehículo que por el temerario chaval – Vuelve a intentarlo, esta vez despacio o saldrás disparado.
- Que sí…
Paris soltó el pedal de freno lentamente, notando como la moto se ponía en marcha a una velocidad más que moderada, tan lento que aún sus pies se mantenían en tierra, aunque avanzando. Rolf le seguía caminando, evaluándolo.
- Cuando ganes velocidad suficiente debes poner los pies en los estribos, así que deberás equilibrar la moto con el tronco para que se mantenga recta. Si hubieras montado alguna vez en bicicleta esto no tendría más problema…
No sabía muy bien por qué, quizá por la maestría con la que Rolf conducía, Paris se imaginaba que esos cacharros tenían algún sistema de equilibrio propio… pero las cosas nunca eran tan fáciles como parecían.
- Acelera – sugirió el tirador.
El vehículo adquirió velocidad suficiente para hacer al piloto elevar los pies, aunque su incursión no duró mucho, el mando viró violentamente hacia un lado obligando al chico a frenar y apoyar un pie.
- ¿Qué haces? Ibas bien – aseveró el tirador, para él era algo tan sencillo ahora que a penas recordaba cómo fue su iniciación en este mundo.
- Tenía… me daba la impresión de que me iba hacia un lado.
Rolf escrutó al chico unos instantes.
- No te falta sentido del equilibrio, joder, ¡Eres como una puta saltimbanqui! pero no estás aplicando tus conocimientos de la misma forma y en realidad es algo muy parecido. Debes mantener siempre el centro de gravedad estable.
Paris captó el mensaje, hasta ahora había pensado que conducir era un mundo totalmente diferente que desconocía, pero las palabras de Rolf le habían esclarecido el camino: tan sencillo como aplicar algo que dominaba a la perfección como era el equilibrio a un vehículo en movimiento.
Volvió a intentarlo, más concentrado esta vez. Dio un par de virajes a ambos lados antes de estabilizarse. Un ciclomotor de anciano iría más deprisa pero al menos se mantenía en su sitio, y esa sensación de vértigo por el balanceo fue pasando.
El tirador indicó al joven que conduciera hasta la verja del Sector 0 y volviese, lo que implicaba un giro de 180º. Para sorpresa de ambos, más para Paris que para Rolf, no hubo mayor problema con la maniobra, un alumno de la autoescuela no lo hubiera hecho mucho mejor en su primer día.
- ¡Vale, ahora mete la segunda, abuela! ¡Y no te olvides del embrague! – gritó el tirador, animado por que tanto moto como piloto aún siguieran enteros y sin rasguños.


Rolf miró su caro reloj de cuarzo y correa de piel de adamantaimai, con la tontería habían pasado un par de horas. Alzó un brazo para llamar la atención del chico, que se encontraba practicando el giro de 180º cerca de la puerta del Sector 7 y volvió enseguida.
- ¿Qué tal? – preguntó el tirador cuando el chico frenó a su lado, aunque sabía la respuesta mejor que él mismo.
- Tengo que aprender a ir más rápido – respondió Paris, con una mueca mezcla de gozo y resignación, mientras se quitaba el casco, con el cabello húmedo pegado a las mejillas y el cuello, algunos mechones del flequillo se escaparon de la goma, quedando erguidos en el aire.
- Tranculo, follastero; cada cosa a su tiempo. Para ser la primera vez ha estado bastante bien, aunque te anticipas demasiado.
- A veces me daba la impresión de que ya lo tenía controlado pero… - Paris sacó su PHS para ver la hora, encontrando un mensaje por leer, tratando de aplastar el rebelde flequillo que adquirió vida propia tras quitarse la goma.
Rolf lo observó un momento antes de abordarlo con otro tema, aprovechando que el chico parecía más animado y accesible de que costumbre.
- Aún no me has dicho… - aventuró, siendo un alzamiento de las cejas del joven que no apartó la vista del aparato el gesto que le instó a seguir – que tal fue la famosa cita.
El tirador fingió no saber nada al respecto, como si él no hubiera estado allí velando por su esquivo amigo, quien, para su sorpresa, no hizo lo propio y le respondió.
- Bastante bien… al final – hizo hincapié en este último detalle.
- ¿Al final? – inquirió Rolf, haciendo que la pregunta adquiriese matices subversivos.
Paris guardó silencio antes de contestar, entrecerró los ojos hasta que fueron a penas dos rendijas azules y escrutó al tirador, decidiendo obviar el tono insinuante de la pregunta.
- Durante el concierto de Han- aclaró- antes de eso fue una noche de lo más rara.
- Ya me lo imagino… - Rolf rodó lo ojos verdes, no tenía en demasiada estima ni a la turca ni a su amigo el barman de sexualidad indefinida. Expiró largamente - ¿Te apetece tomar algo? – la pregunta era casi más pura formalidad que una verdadera invitación, aunque si el chico aceptase no dudaría en acompañarle.
- Va a ser imposible – Paris se apeó y se volvió a cubrir la cabeza con la capucha, el aire no paraba de agitarle el cabello haciendo que éste se le metiese en ojos, nariz y boca – Esta semana tengo horario diurno, entro en poco menos de una hora.
- Agh… dichosos trabajos – refunfuñó el tirador, con un comentario propio de alguien que no trabaja para vivir, en su caso era por diversión – A ver si te buscas algo más decente.
- No decías eso cuando quisiste repetir el Mako Stream – rió Paris, aunque la verdad es que un curro mejor remunerado y con un mejor horario no le vendría nada mal, ya no tanto por sus planes para limpiar Midgar sino por las facturas que, tras la crisis por la aparición del meteorito, se habían encarecido.
- Entonces me iré a llorar solito en un rincón de mi enorme casa porque el principito no quiere jugar más conmigo – así anunció Rolf su despedida, volviéndose levemente en una actitud que para nada correspondía con las palabras.
- Coge la moto, entonces – sugirió Paris.
- Ya te he dicho que esa es tuya.
- ¿Y cómo…?
- Por favor… - el tirador cortó la pregunta casi ofendido – Si puedo pagar la reparación de ese cacharro infernal que nos sacó del Edificio Loble, puedo pagar un taxi.

Ah, es verdad que aquellas cosas existían, para la gente de los suburbios eran casi como leyendas urbanas, algo que se veía una vez cada mucho tiempo.
Aún con todo, Rolf se empeñó en ir de paquete en el breve trayecto hasta el Sector 6, que resultó más accidentado de lo que cabría esperar debido a las numerosas correcciones y putadas que le hacía a su chofer, quien juro que sería la última vez que montaría con nadie en una moto.


Con Rolf camino a la placa superior y la moto a buen recaudo en el garaje del vendedor de maquinaria y artículos electrónicos, Paris pudo por fin llegar a casa y relajarse unos minutos antes de empezar la jornada laboral.
Revisó el mensaje de texto que le había llegado en el Sector 7.
“Tiene un nuevo mensaje de voz.
Pulse 1 para escucharlo.”
Se sintió intrigado, sólo se le ocurría una persona que pudiera haberle dejado un mensaje de voz, pero, para su sorpresa, la voz que sonó era hosca y masculina.
- “Buenas niño … Yo… Déjalo, da igual. [Fin del mensaje]”

8 comentarios:

Lectora de cómics dijo...

Lo siento, no he podido hacer algo mejor u___u
Es un relato muy plano, lineal y en el que no pasa absolutamente nada. No he disfrutado demasiado escribiéndolo (cosas del estrés) y creo que se nota, pero ya renuncié a un turno y, después de todo, era un relato necesario ·_·
Probablemente haya correcciones y cambios en los próximos días, lo anunciaré en el tag.

Ukio sensei dijo...

Tu cambia sin dudar. De todos modos, el rollo de las clases, como te dije, queda mejor como telón de fondo que como relato en sí. Siempre puede haber más (de hecho, debería).

En fin... Es plano, pero siempre los hay peores, en este internete lleno de marysues e infinitas versiones, a cada cual más yaoiga y perversa, de L, Raito, Sasuke, Kakashi o lo que sea...

Astaroth dijo...

Bueno, todos escribimos de vez en cuando un relato así. Yo lo hago con muchos, así que no me puedo quejar ^__^U

En fin, supongo que esperaré a ver las correcciones para poder valorarlo. Se hace ameno, eso sí, viendo a Paris con la moto y sus pifias.

Lara LI dijo...

No está mal ^^ y además como has tneido el detalle de ponerlos sobre la placa, me viene de perlas para el mío. Es curioso e interesante lo de las motos, y el pánico de Paris al cielo abierto XD le da un toque infantil muy mono.

Lo que me intriga es el mensaje del final. sospecho quien se lo ha mandado, y el por qué, pero tendré que esperar para confirmar mis sopechas ^^.

Entretanto, me pongo manos a la obra!!!!!

Ukio sensei dijo...

Morgana, no están sobre la placa. Están bajo el cielo abierto porque la placa en el sector siete ha sido derribada.

dijo...

El relato como tal me ha gustado, plano, vale, pero entretenido y gracioso. Además, entiendo tu estrés...Y te odio por tener esa tableta gráfica nueva xd.


Oh, y el videojuego de mi anterior relato era el Battletoads.

Lectora de cómics dijo...

Me congratula que alguien haya caído en el detalle de la fobia de Paris al cielo abierto XD siempre ha estado allí pero lo dejo caer más que decirlo claramente (excepto en su visita a la placa superior en busca de Rolf)
En fin, a ver si pal próximo estoy más inspirada :3

Irvin dijo...

Acostumbrada a la acción trepidante en tus relatos este me ha parecido muy light. Era como si todo el rato estuviera en el principio de lo que era el "verdadero relato". No es nada malo, sólo una impresión. No siempre puede ser todo tan "activo", hay sus momentos de calma y relax.

Me resulta curioso ver a Rolf de "profesor de autoescuela". La verdad es que al principio pensaba que su alumno era un nuevo francotirador y no Paris con sus ansias de conocer las motos.

Lo que me sorprende gratamente es que Paris evolucione a alguien más extrovertido, con ganas de integrarse socialmente. Mira que sería la clase de personaje al que uno se vería tentado en converit un "emo cool".

¿Y al final la llamada qué?