Mi nombre es Gerald, pero nadie me conoce por ese nombre. Ni
siquiera por Jerry.
Todo comenzó hace años, demasiados, cuando era joven. Intenté
ingresar en la división de investigación de ShinRa, los Turcos, la sección de élite
que secretamente realizaba todo lo que la compañía no quería que saliese a la
luz.
Y fallé.
Fracasé mientras realizábamos un ejercicio, una pequeña
simulación de una acción conjunta entre SOLDADO y Turk, preparación para la
guerra que estábamos librando para conquistar el mundo. Cometí el mayor error
de mi vida, y mis compañeros decidieron vengarse de mí: me encerraron dentro de
un armario atado con cinta y sin más compañía que la de una granada de humo. Pasé
días allí, sin poder respirar, hasta que uno de mis superiores me encontró;
pero mi piel y mis pulmones ya no volvieron a ser los mismos. Meses de
injertos, colirios y oxígeno me apartaron del servicio activo.
Así me gané mi apodo.
Me llaman “Blastskin”, el blastodermo.
No soy más que un viejo decrépito, que se dedica a
investigar para sobrevivir en esta ciudad. Hace tiempo, intenté alejarme de
todo, irme de este sitio, pero tiene algo que te atrapa y no te deja escapar. Tras
un breve periodo en un pequeño pueblo de Mideel, volví, y comencé mi carrera
como detective privado. Descubrí que no era malo en este negocio: llegué a
convertirme en uno de los mejores.
Llegué a ser tan bueno que fue contratado por los mismos que
me repudiaron.
Turk me contrató para rastrear y encontrar a un asesino en
serie que acababa de surgir de lo más profundo de la ciudad, pero que ya se había
hecho con un nombre: Frank Tombside, “Blooder” según la prensa por su firma
sangrienta.
Seguí su patrón y poco a poco le cercamos. Le teníamos
apresado. Pero escapó, disfrazado del mismo turco al que dejo lisiado. El mismo
turco que me dejó encerrado en aquel mueble.
Tras aquello, caí en desgracia. Perdí todo lo que me
quedaba, convertido en poco más que un vagabundo, recibiendo limosnas hasta que
fui recogido por un joven que conocí durante mi estancia en Mideel. Alguien a
quien yo consideraba parte de mi familia, a quien le confiaba mis pensamientos,
que me ayudó a seguir adelante.
Que resultó ser quien perseguía.
Intenté protegerle. Salvar a mi sobrino. Y para ello tuve
que matar, ocultar pruebas. Pero le cogieron y le ejecutaron. Ahora, no sé qué
hacer con mi vida.
Al fondo del abismo, sigue habiendo caída.